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El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo
El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo
El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo
Libro electrónico120 páginas1 hora

El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo

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"El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo" es el noveno libro de la cautivadora serie "La Gran Cruzada Universal" escrita por Felipe Chavarro Polanía. Sumergiéndose en un mundo medieval de fantasía, este libro lleva a los lectores a un reino asolado por la oscuridad y la opresión, donde los destinos de los protagonistas se entrelazan en una lucha desesperada por liberar su reino de las garras del Señor Oscuro.

En este emocionante capítulo final de la serie, los personajes a los que hemos seguido a lo largo de los ocho libros anteriores se enfrentan al mayor desafío de sus vidas: enfrentarse al Señor Oscuro, un ser maligno que ha gobernado con mano de hierro y magia oscura. Con el telón de fondo de una tierra plagada de sombras y peligros, los héroes deben reunir todas sus fuerzas para despojar al Señor Oscuro de su poder y devolver la luz y la esperanza a su reino.

En "El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo", los personajes se ven inmersos en una odisea repleta de giros inesperados, lealtades cuestionadas y alianzas imprevistas. A medida que se desenmascaran secretos oscuros y se exploran los rincones más profundos del reino, los protagonistas descubren que la verdadera lucha no es solo contra el Señor Oscuro, sino también contra sus propias dudas y miedos internos.

A lo largo de esta narrativa envolvente, Felipe Chavarro Polanía teje una historia de valentía, redención y sacrificio. Los personajes deben enfrentar sus propias debilidades mientras se unen para desafiar el dominio del Señor Oscuro. Las batallas épicas y los momentos de tensión mantienen a los lectores al borde de sus asientos, mientras los héroes luchan no solo por el futuro de su reino, sino también por su propia transformación y el renacimiento de la esperanza en un mundo oscurecido por la tiranía.

Prepárate para sumergirte en este emocionante desenlace de "La Gran Cruzada Universal", donde la magia, la intriga y la determinación convergen en un emocionante cuento de oscuridad y luz en un reino medieval lleno de maravillas y desafíos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ago 2023
ISBN9798215843819

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    El Reino Del Señor Oscuro Al Desnudo - Felipe Chavarro Polanía

    EL DESAFÍO DE LOS HEROES

    —-¡DEBERÍAMOS OCULTARNOS ya!——instó Kadmiel mientras los recodos y los escondrijos se tornaban más y más tenebrosos y los pasos de los caídos resonaban cada vez más cerca.

    ——¡Los demás ya se ocultaron ¡-—le insistía Kadmiel al anciano, mientras sostenía la saeta que se le había clavado en su pierna izquierda, y tras aguantar su respiración por un momento, la rompió cuidadosamente sosteniendo el astil para evitar que la punta le desgarrara su pierna. Repentinamente, la noche que se había llenado con los ecos de la gran avanzadilla de los gigantes, se vio acompañada con el sonido sordo del astil que se rompió, y un grito amortiguado de dolor resonó en aquella noche.

    —-¿Tienes miedo a la muerte?—-contestó finalmente Elhanán a los reclamos del joven. Sin duda, no había mordido aquel viejo anzuelo del temor a la muerte. Era ya un anciano de días y había sido probado en el fragor de muchas batallas.

    —-¡Los muertos en cristo resucitaran primero!—-contestó Kadmiel.

    Elhanán percibió la tensión en torno a la boca del joven y el miedo apenas contenido en los ojos escondidos bajo la gruesa capucha negra de la capa que el joven había osado arrebatarle a uno de los Guiborin.  Aunque Kadmiel llevaba varios inviernos luchando en compañía de los más poderosos siervos del Cristo , en una batalla sin cuartel contra las fuerzas de las tinieblas, no estaba acostumbrado a que se le presentara el plato del martirio de manera tan cercana a como se le había presentado a su señor y Rey. Ciertamente, el morir por la causa de Cristo, era un honor insigne, pero también era cierto que su alma se exacerbaba dentro de su pellejo herido al ver que solo eran dos combatientes y que no tenían esperanzas de salir airosos ante aquella avanzadilla de los caídos. Casi se podía palpar en él una tensión demasiado parecida al miedo.

    Sin embargo, aunque Elhanán compartía aquel sentimiento ¿y quien no? Al ver aquella multitud de espantos que se acercaba con un ánimo resuelto a destruirlos, llevaba muchos años enfrentando a las tinieblas, y, al haber madurado a causa de una miríada de tribulaciones, su carne y sus pasiones desmedidas habían cedido hasta el punto de darle la capacidad de menospreciar su vida hasta la muerte y de no aferrarse a nada de este mundo, si de seguir los designios del Cristo se trataba. De seguro, si esto no fuera así, le sucedería como a la mayoría de los hombres, que tan pronto caían presas de las pasiones que residían en sus almas renegadas, eran embargados por un deseo demencial por conservar sus vidas. Sin duda, este sentido, al que muchos lo llamaban naturalmente como el deseo de preservación, se convertía en un sentimiento enajenado por el amor a este mundo, y llevaba a los hombres a poner su integridad y su honor sobre la mesa, y negociarlos si era necesario incluso con el mismo Diablo. Ahora a diferencia del joven, Elhanán era ya un veterano de más de cien expediciones, y la interminable extensión de espantos que se acercaban sobre los tejados y plazas de lo que los habitantes de Shakaj llamaban ciudad no le resultaba aterradora. ¡Claro! ¡Hasta aquella noche!

    Aquella noche había algo diferente. La oscuridad tenía un matiz que le estremecía hasta los tuétanos. Las tinieblas impenetrables de la ciudad, que ahora no contaba ni siquiera con una antorcha encendida, le perturbaban; Esto sucedió tan pronto los habitantes de la Ciudad a causa del temor de lo que sucedía, se aseguraron de apagar toda luz que alumbrara sus aposentos, pues creían que así los espantos no notarían su presencia. Ahora en cambio la ciudad se había llenado con ecos y luces mortecinas de miles de ojos sombríos, y el resplandor azulado de unas antorchas azuzadas por un fuego que no era de este mundo. Fue en ese momento que Elhanán sintió que desde que los Refaím habían invadido la ciudad, cada día había sido peor que el anterior, pero aquel era el peor de todos. Soplaba un viento fuerte y penetrante que hacía que todo a su paso se estremeciera. Durante todo aquel día el anciano se había sentido como observado y cercado por la muerte, con una sensación de que su alma finalmente dejaría aquel tabernáculo viejo y se remontaría como las águilas para emprender su último vuelo, triunfante hacia una ciudadela  cuyos cimientos  jamás envejecerían. Kadmiel en cambio, sentía que algo muy malo, y ciertamente peor que la muerte estaba por suceder. De pronto, todo el escenario cambió. Los ecos de los pasos cesaron, y la respiración horrenda de los espantos se desvaneció de improvisto. Las horrendas antorchas se apagaron como por un fuerte viento.

    Las hojas que el viento había hecho caer de los árboles durante todo aquel día comenzaron a pasar susurrantes junto a ellos, y un hedor de muerte llenó todos los rincones de la ciudad.

    —-¡En guardia muchacho! ¡prepárate para la batalla más cruel que jamás hayas librado! ¡Es hora de avanzar y no retroceder!  ¡Si luchamos hasta el final, seremos como quienes vencen guardando las obras del Cristo hasta el Fin! Solo así nuestro señor nos dará autoridad sobre las naciones, y las regiremos con vara de hierro, y serán quebradas como vasija de alfarero, pues nuestro Cristo las ha recibido de su padre!——La sonrisa de Elhanán no podía ser más confiada.

    Y ya no hubo más que hablar. La orden estaba dada, y el honor obligaba a Kadmiel a obedecerla. Kadmiel abrió la marcha con un ánimo pronto para escabullirse y salir de aquel recodo, pues al estar rodeados serian blanco fácil desde las techumbres; por ello eligió con cautela el camino entre una plaza cerrada muy cerca del escondite de sus camaradas, "con el fin de despistar a sus enemigos. Caía la noche. El cielo oscuro como un paño de crin se volvió de un tono rojizo, el color de la sangre seca, y se fue iluminando hasta volverse color escarlata. Empezaron a aparecer las estrellas y una superluna que parecía haber sido teñida con sangre de lobo; estaban presenciando para colmo un eclipse lunar jamás antes visto en toda aquella región. A pesar de todo, Kadmiel agradeció a Dios por la luz en su fuero interno.

    —-¡Los hemos perdido! ¡No nos pudieron seguir el paso! –JA-—-Dijo Elhanán cuando la luna se posó en el Cielo.

    —-¡Ya estamos rodeados!——replicó Kadmiel.

    El temor le había vuelto insolente.

    —-¡Espera, y no te impacientes!-—Elhanán a pesar de todo se molestó en responder.

    En algún lugar de la ciudadela, un lobo aulló.

    Kadmiel se detuvo repentinamente, y se ocultó justo al lado de una gran fuente situada en todo el centro de la plaza.

    —-¿Por qué te detienes?——preguntó Elhanán.

    —-¡Los hombres lobo nos están siguiendo! ¡No tiene caso seguir avanzando si nos seguimos moviendo los hombres lobo nos alcanzarán! ¡prefiero luchar con cualquier enemigo a quien no deba respetar su vida!——dijo Kadmiel resignado.

    Elhanán se detuvo un instante, mirando hacia los cuatro flancos con un gesto reflexivo. El viento gélido soplaba entre los escondrijos y desembocaba como un remolino en la plaza.

    Al fin, completamente resignados vieron de nuevo antorchas azuladas que les cerraban el paso desde todos los recodos que desembocaban en la plaza en donde se encontraban. ¡Estaban rodeados! Ahora en las techumbres se proyectaban las sombras de seres gigantes y sombríos que comenzaron a precipitarse en picado hacia el empedrado de la plaza. Los enemigos estaban abarrotados, y nuestros héroes no tenían oportunidad alguna contra ellos.

    Al ver que no había esperanza para ellos, Kadmiel desenvainó su espada larga. Esta vez, la empuñadura refulgía con el brillo del oro recién sacado del horno y la luz de la luna parecía correr por el acero pulido de sus siete hojas. Su arma era magnifica, forjada por los Tuaregs, y a pesar de haber destruido a tantos enemigos; estaba nueva. Elhanán al verla pensó que el muchacho era inexperto en la lucha y que jamás la había blandido. Los enemigos se fueron abalanzando contra ellos como una tempestad, y Kadmiel blandió su espada con gran ira, y partió en dos; uno, dos, tres enemigos que se le acercaron. Elhanán recuperó su confianza en el muchacho y desenvainó dos espadas largas, y chocó su espalda contra la de Kadmiel y le dijo:

    —-¡Resistamos hasta el amanecer! Con la luz serán ellos quienes tendrán que ocultarse.—-.

    Los enemigos siguieron llegando con violencia y nuestros héroes lucharon como los Malajim, desmembrando a filo de espada todo espectro que se movía. Las antorchas azuladas y la marcha incesante que las acompañaba desde todos los recodos, comenzaron a cerrarse, acercándose cada vez más hacia nuestros héroes. Finalmente después de una espera larga y extenuante, entre gritos y alaridos, cortes de espada, y enemigos sin cabeza que se precipitaban al suelo tan pronto se acercaban a nuestros viajeros, un cuerno espantoso sonó en la plaza. El rumor de las hojas, el gélido discurrir del viento, el ulular lejano de  muchos búhos  y el aullido de cientos de lobos se comenzaron a juntar cercando a nuestros viajeros con un sentimiento de impotencia. Ahora, tras aquel espantoso eco que produjo el cuerno, unos cuarenta enemigos; altos, escandalosamente corpulentos y horrendos, les cerraron el paso con unos escudos de bronce bruñido. ¡Ahora no podían escapar! Ni a diestra ni a siniestra podrían moverse.

    ¡Estaban rodeados! Sin espacio para moverse y ahora si sus enemigos decidían usar sus lanzas contra ellos, jamás tendrían oportunidad de

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