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Bögart
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Libro electrónico536 páginas8 horas

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Un siniestro personaje ambiciona apoderarse del mayor tesoro jams conservado. Para alcanzar su propsito articula una compleja y despiadada red asesina.

Un agente especial es enviado a investigar el aparente suicidio colectivo de ms de 300 pobladores en un apacible lugar de la geografa cubana. Lo que descubre desencadenar eventos insospechados que pondrn precio a su cabeza y a la de su estirpe.

Bgart pertenece al tipo de obras plenas de accin e intriga que nos mantiene en vilo durante su lectura. En ella el autor nos conduce a travs de una frentica persecucin para detener el holocausto mundial y el resurgir de un nuevo orden fascista.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 sept 2014
ISBN9781463391874
Bögart
Autor

Francisco Raúl

Bajo el alias Francisco Raúl, el escritor, premiado en 2011 por “Latin Heritage” con su cuento “La espera”, prefiere mantener el anonimato y continuar lidiando con las turbias y estremecedoras historias entre telones gubernamentales, intrigas internacionales y acción, en un país que se cae a pedazos.

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    Bögart - Francisco Raúl

    BÖGART

    Francisco Raúl

    Copyright © 2014 por Francisco Raúl.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 17/09/2014

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    610064

    ÍNDICE

    PRÓLOGO: UN CARTERO FUERA DE SERIE

    LIBRO UNO

    A LA CAZA DEL SARÍN

    ME VAS A MATAR DEL CORAZÓN, PETER

    I- PINAR DEL RÍO TIENE SECRETOS

    II- LA CAMA NO ES PARA DORMIR

    III- ¡Y A MÍ QUÉ ME CUENTAS!

    IV- BÖGART Y ANNIE

    LIBRO DOS

    AUGUSTO PLAGIA A LOS NAZIS

    DISPARA A LO QUE SE MUEVA

    V- PEACE AND LOVE

    VI- UN CHOFER MUY EFICIENTE

    VII- CUANDO A VARADERO LLEGUÉ

    VIII- ¡SIEG HEIL!

    IX- MERCENARIO CON PIEL DE CORDERO

    LIBRO TRES

    LOS MOTIVOS DEL HÉROE

    PREPARANDO LA EMBOSCADA

    X- PETER NO DESCANSA

    XI- RETORNO AL PASADO

    XII- TOBEKISTÁN TIENE ROSTRO

    XIII- FALKLAND ISLANDS IS GOING DOWN

    XIV- SICARIO SOY, A LA MUERTE VOY

    EPÍLOGO

    OTROS TÍTULOS PUBLICADOS DEL AUTOR

    PRÓXIMAS ENTREGAS DEL AUTOR

    DEDICATORIA

    A mi madre, joya más preciada que atesoro. No sé bien como catalogarla; por su valía, experiencia… ¿O ambas?

    Y ahora, hasta tanto sepan las noticias de las nuevas tierras que he descubierto, en las cuales tengo asentado en mi ánima que está el Paraíso Terrenal, irá el Adelantado con tres navíos bien aviados para ello a ver más adelante, y descubrirá todo lo que pudiere hacia aquellas partes. Entretanto yo enviaré a Vuestras Altezas esta carta y el mapa de las nuevas tierras, y acordarán lo que se deba hacer, y me enviarán sus órdenes, que se cumplirán diligentemente con ayuda de la Santísima Trinidad, de manera que Vuestras Altezas sean servidos y hayan placer. Deo gratia.

    Carta de Colón a los Reyes Católicos (La Tierra de Gracia)

    PRÓLOGO

    UN CARTERO FUERA DE SERIE

    ≈ 1914 ≈

    V ELOZMENTE INCRUSTÓ LA espalda contra el lodo, evitando los proyectiles que, feroces, mordieron el barro a su alrededor. Con el dorso de la manga del uniforme se quitó las salpicaduras del rostro y se dijo que de no haber actuado por intuición ganando unos milímetros de salvadora trinchera, hubiese resultado inútil protegerse contra la andanada que se le vino encima. Noche de macabro festín para rifles y granadas, y que concluiría con su batallón arrasado por un enemigo dispuesto a no dejar prisioneros ni heridos.

    Aguzó el oído tratando de adivinar la procedencia de los fogonazos. Silbidos acercándose casi imperceptibles, dejando una borrosa huella sonora indetectable para los no entrenados. Rastrilló el fusil, aguantó la respiración, y en un rápido gesto torció la cintura y disparó al punto escogido. Escuchó los gritos entre el clamor del fuego: Uno menos.

    Casi no le quedaba munición, de hecho una sola bala almacenaba en la recámara, así que colocó la bayoneta y se dispuso a lo peor, enfrentarse cuerpo a cuerpo a un adversario mayor en número y mejor preparado, casi un suicidio. Fue a persignarse y sin quererlo, Jaibón le vino a la mente con una claridad asombrosa a pesar de ser medianoche y encontrarse a punto de morir.

    Maravilloso pueblito que le vio nacer y donde se suponía crecería, tendría mujer, hijos y moriría de viejo siendo el hombre más rico del mundo, contrariamente a lo que en realidad ocurriría. Qué más daba, al final los sueños quedan en eso: sueños. Daba igual que en breve lo lincharan los hostiles, o lo hiciera su padre, quien en este instante debía encontrarse retorciéndose las tripas por no haber podido capturarlo para apretarle el pescuezo con sus propias manos hasta quebrárselo.

    Pobre señor Heriberto, tan circunspecto y con un hijo asesino.

    El cielo alternaba de oscuridad total a rojo escarlata, dejando ver la pira de cadáveres que se apiñaban en las trincheras, en lo que hasta unos minutos atrás eran robustos soldados tratando de ganar un campus dominado por la metralla. Entre las continuas explosiones y el bramar de las ráfagas producidas por el tableteo ininterrumpido de las Maschinegewehr y las Maxim 1910, los infantes de la reserva Bávara caían sacrificados con cada destello de luz. Chillidos de angustia y dolor en las líneas teutonas se confundían con flashes y bengalas: estaban siendo exterminados.

    El teniente de infantería Kukulcán Kraus del Sol logró bordear la montaña mortuoria, disparó su rifle y fue a incorporarse, cuando se encorvó cual bailarín al ser impactado por una descarga que le desmembró el brazo de apoyo, proyectándolo entre alambres de púas y cruces metálicas. Vomitó un buche cuajado y advirtió la muerte rondando: oscuro, claro, oscuro, claro.

    — ¡Correo, correoooooo!

    La sangre se le acumuló en la garganta, impidiéndole continuar gritando. Escupió los coágulos y se prometió que no acompañaría al esqueleto en capa y guadaña sin enviar el sobre cuyo contenido nunca debió hurtar y que debía permanecer en manos de sus padres, nadie más. Mal rayo partiera en dos la codicia.

    Asesinó por codicia, huyó por codicia, moriría ahora por codicia sin poder disfrutar de la holgada vida que se prometió. La codicia tiene un lado oscuro que él se encontraba probando en este preciso momento. Tuvo una sanguinolenta arqueada a pesar de sentir el cuerpo anestesiado.

    Desde que llegó al campo de batalla procedente de La Habana intuía que lo coserían a balazos, mas no escuchó su voz interior y partió a una batalla ajena, como si fuerzas ocultas lo empujasen. Mantuvo junto a su pecho el secreto robado a sus ancestros mientras mataba personas desconocidas sin sentir absolutamente nada. Había desencadenado la ira de dioses y demonios, quienes lo condenaron a perder para siempre el mayor regalo que se le podía ofrecer a persona alguna y que el acaparó mediante el asesinato premeditado: AuMitlán, la sumergida isla dorada.

    Maldita mentecata voracidad por el oro. Ahora de qué servía. Escupió sangre: Blanco, negro, blanco, negro. Si Don Heriberto lo viese encajado como cristo en una cruz férrea de alambreras espinosas, torcería el rostro y diría: « Lo mereces por deshonesto ». Tendría razón como siempre, aunque ya no podía descender a la bajeza de las lamentaciones: Oscuro, claro, oscuro, claro.

    Sangrando como un puerco listo al deshuesadero, Kraus sintió la vida abandonarlo y un escalofrío recorrió su mutilado cuerpo. Al final moriría pobre y tullido. Lo único que podría lavar un poco su atribulada conciencia sería alejar la muerte el lapso suficiente para enviar las cartas y el mapa con las coordenadas de regreso a sus padres, evitando así males mayores:

    « No ahora virgencita, no ahora, deja al correo llegar, por favor ».

    Los disparos volaban por encima de su cabeza y el repiqueteo de las carabinas le impedía moverse en la húmeda y turbia hondonada donde cayó, enredado entre las púas, que no solo lo sostenían rígido como desvertebrada marioneta, sino que se le encajaban más y más en las entrañas con cada estertor. Uno de los aceros puntiagudos le atravesó parte del rostro y le desgajó un ojo, que yacía inerte y colgante: « estoy bien, pero bien jodido ».

    Logró ladear la cara y se encontró con el irreconocible semblante del mensajero. Claro, oscuro, claro, oscuro. Las salpicaduras de sangre y lodo lo asemejaban a un actor teatral.

    — ¡Coño Adolfo, que susto me has dado!

    El recadero se tiró a su lado para evitar los impactos, encendió un cigarro y lo colocó en los labios del moribundo. Extrajo lo que alguna vez fue un pañuelo y lo estiró entre sus manos.

    — Tiene más huecos que un embudo, Herr Kraus - murmuró mientras con el sucio trapo le retiraba algo de sarro de la cara. Trató de mover el alambre pero el grito de tormento del hombre le hizo desistir en el empeño -. Espero no me llamara para pedirme la hora por falta de visión - y le señaló el ojo tuerto.

    Por la mueca, el joven no entendió el flemático chiste. Rebuscó entre sus ropas y con trabajo casi inhumano extrajo un sobre amarillento y ensangrentado. Lo contempló con los fogonazos de las explosiones y no sin esfuerzo y algo de duda se lo entregó al hombre encargado de la correspondencia, quien tomándolo lo colocó en su marchito zambrán.

    — Necesito que el contenido del pliego llegue a su destino y que me lo asegures. ¡Júralo! ¡Es vital Adolfito! ¡Vital! – El líquido orgánico, brotando por la nariz a borbotones, le impidió continuar. Fue lo último que dijo. Paradójicamente, no enfocó el documento al sucumbir, sino casi tiene una mortal erección cavilando sobre las bellas mujeres de Jaibón que dejó de poseer por andar tras la fortuna.

    El correo aguardó a que el soldado expirase en paz con el último humo del cigarro, ahogado en su propia sangre. Lo dejó abandonado a roedores y aves de rapiña y renqueando entre alambradas y trazadoras buscó refugio en algún lugar más seguro. La batalla, que duró días, concluyó con miles de cadáveres diseminados por doquier y una estrepitosa derrota.

    Aunque se comprometió a enviar la envoltura, por más que lo intentara no hallaba la oportunidad propicia. Las extremas jornadas de lucha, la posterior desatención por una guerra sin sentido, así como la mala suerte que hizo que lo hiriesen en una pierna, retardaban una y otra vez la transferencia del curioso y ensangrentado sobre. Dos meses más tarde y con solamente veinticinco años, el emisario militar alemán recibía la Eisernes Kreuz 2 Klasse o EK II. Aunque disimuló el enorme regocijo que le producía la codiciada Cruz de Hierro, la indecisión entre continuar transportando el paquete o desentrañar su contenido lo tenía realmente perturbado.

    Finalmente la curiosidad se impuso por encima del deber y, teniendo en cuenta que Herr Kraus no le reclamaría desde la tumba, abrió el envoltorio.

    Lo que creyó era una carta de amor de última hora o el testamento para las parcas posesiones del mezquino campesino vuelto soldado, lo colocó en poder de un secreto enorme, ciclópeo, único, inesperado. Redactado en un idioma que ni tan siquiera se parecía al alemán o castellano y grabado en una piel suave y tersa, que por su textura hacía pensar pertenecía a un ser humano, varios manuscritos y un mapa conformaban el extraño envoltorio. El plano contenía una serie de claras coordenadas que indicaban que cerca de las costas del oeste de la isla de Cuba, se localizaba una islita, el dibujo la hacía ver hundida, o al menos eso representaba los peces saltando por su superficie. En uno de sus extremos el grabado, consistente en una figura indígena despidiendo rayos dorados, daba a entender un tesoro oculto en el lugar marcado. Luego de pensarlo bien, revisar la lengua de las escrituras y repasar frase por frase del occiso, determinó que el idioma no podía ser otro que el maya.

    Pobre Herr Kraus, muerto en un combate que no le incumbía; su correspondencia jamás llegaría a los destinatarios finales.

    Rebuscando entre las librerías alemanas logró agenciarse un Diccionario de la lengua Maya Yucateca - Alemán. Con sus exiguos ahorros lo compró y durante una semana, sentado bajo la tenue luz de la taberna del barrio, tradujo el lienzo. No satisfecho con el resultado volvió a sumergirse en las librerías hasta que encontró Coordinación Alfabética de las Voces del Idioma Maya, de 1898. Tuvo a su vez que resolver otro diccionario, esta vez Español –Alemán. Lo que leyó lo dejó tan aturdido que a partir de ese momento cambiaría su modo de actuar para siempre.

    Cartero arriesgado y poco convencional, el lozano Adolf Hitler había atinado con su propio El Dorado. Desconocedor de las siniestras fuerzas que lo envolvieron, una vez tocó el manuscrito, el demoniaco hálito de Ah Puch, Dios de la muerte, lo impregnó con la imperiosa necesidad de hacerse con el tesoro a cualquier precio: la codicia cambiando de dueño.

    Un solo pensamiento cruzó por su mente desde que dobló el manuscrito y se prometió no volverlo a leer hasta cumplir los cien años: Apoderarse de las riquezas descritas en el envoltorio y coronarse emperador universal.

    En 1918, ya con el grado de Cabo, una segunda Cruz de Hierro en el pecho, (en esta ocasión de Primera Clase) y muchas moscas revoloteándole el cerebro, Hitler va en busca de su antiguo camarada de lucha Ernst Julius Röhm. No le sorprendió hallarlo unido a la milicia nacionalista de asalto Frikorps, brazo armado del nacional socialismo. A pesar de sus diferencias personales, ambos eran extremistas acérrimos y odiaban el actual decursar alemán. Röhm escuchó atentamente al próximo dictador mundial, quien explicó al insubordinado militar el deseo expreso de incorporarse al National Sozialistische Deutsche Arbeiterpartei: « Para desde ahí, querido camarada de lucha - y no movió un músculo facial -, hacerme con el control del país: ¿Me apoyas o quedas fuera? ».

    Seis meses más tarde y en el más absoluto secreto, Hitler personalmente creó el Team Köpfe zu Rocky o como se conocería entre bambalinas: KR, unidad de acción táctica con la única finalidad de intervenir en cualquier conflicto donde peligrasen las vidas de escogidos cerebros y acólitos del futuro Füher. Röhm fue nombrado Comandante General. Los KR actuaron a lo largo de la carrera por el poder del dictador alemán, protegiendo a figuras que el Führer, por motivos ocultos pero relacionados con la ciudad hundida, deseaba se mantuvieran fuera de la vida pública

    En 1921, por orden expresa de Hitler, un joven desconocido de nombre Ferdinand Röhm, quien se decía pariente poco ortodoxo del declarado homosexual Ernst, fue enviado a Cuba. Ferdinand era portador de un solo y tajante objetivo, localizar el arrecife y proteger con su vida el confidencial encargo de Adolfo Hitler.

    Fue preciso que pasaran casi diez años desde que el Führer conociese la existencia de la ciudad sumergida, hasta que contara con la fuerza económica y logística para llevar a cabo una empresa de tal envergadura. Ferdinand, una vez en Cuba y guiado por las notas escritas al margen de la mano del propio Kukulcán, localizó el pueblo donde Kraus nació, de nombre Jaibón, extrayéndole sus secretos como sabe hacerlo un buen nazi: masacrando. El primer asesinato de la lista fueron los padres del ladrón del pergamino. Muertos, nadie podría vincular el pliego a los nazis.

    Poco a poco y sin llamar la atención, especialistas de diferentes ramas arribaron a las coordenadas 22º.01’N 84º.18’O. De inmediato comenzaron los trabajos para calar la isla y sus enormes riquezas. El número de nazis en Pinar del Río superó los trescientos en unos meses.

    En 1930, miembros de la organización serbia Bela Ruka, perjudicados por acciones de KR en el rescate de familiares y otros afines a Gavilio Princip, asesino a sueldo causante de la muerte del archiduque Francisco Fernando, decidieron armar la organización Gvozdenom Rukom (Mano de Hierro). Sus objetivos eran liquidar a cuanto KR se les colocase delante. Según consta en acta secreta serbia, Maximiliano, hijo de Francisco Fernando y Sofía, financió durante años la organización, en venganza por el asesinato de sus padres y hermano menor.

    En 1942, Ferdinando Rosado Pérez (según su cédula de identificación) vivía plácidamente en la provincia de Pinar del Río y fungía como alcalde de un pequeño poblado rural de nombre Jaibón, en el extremo noroeste de la demarcación, junto al Golfo La Guadiana, localizado en los 22º.01’N – 84º.18’O. El pueblito, ignorado en todos esos años, albergaba no más de trescientos pobladores, según censo de la época.

    El conteo no reveló (vino a conocerse posteriormente por la horrenda desgracia que sacudió la localidad), que la mayoría de los supuestos campesinos eran de origen teutón. Lo que no pudieron ni españoles ni las fiebres o la modernidad, lo pudo Ferdinando Rosado Pérez: poner a reposar bajo tierra al que no fuese ario, y hacer de AuMitlán la empresa más rentable del fascismo. Ese mismo año se desencadenaron extraños y tóxicos sucesos.

    Röhm, al lograr agrupar bajo su mando un ejército mejor preparado y superior en recursos a las propias SS, se volvió un temerario insubordinado. En respuesta, el Führer ordenó decapitarlo en la conocida Noche de los cuchillos largos de 1934. Su sustituto desde tiempo atrás se preparaba para la ocasión.

    En 1941, fragmentos de documentos encontrados en el incinerador de una casa que servía como cuartel a fuerzas especiales alemanas de ataque rápido, entrevieron la existencia de un Team clandestino que manejaba objetivos que nada tuvieron que ver con el conflicto internacional. La palabra Cuba fue descubierta entre las llamas, al igual que las siglas KR y segmentos de un mapa donde se circulaba la provincia cubana de Pinar del Río.

    El alto mando del Ejército Rojo olfateó que los intereses de Hitler respondían a cuestiones de importancia tanto económica como estratégica donde por motivos desconocidos se incluía a Cuba. Para investigar al respecto se creó un equipo especial denominado Operaratsiya Bragation, conocido por Pyotr y constituido por expertos en contrainsurgencia. Dicho grupo se entrenó para una operación encubierta cuyo destino era Pinar del Río.

    Un año después, en 1942, La inteligencia militar norteamericana fue contactada por el Presidente de la República de Cuba, Fulgencio Batista, para investigar extraños sucesos acaecidos en la provincia de Pinar del Río. El alto mando de la Sección de Operaciones Especiales de la Office of Strategic Services (OSS), envió a su mejor hombre, el Coronel Peter Hollebeck Duncan, alias El colorado Peter, en alusión a sus rojos cabellos.

    La intromisión de Peter y su buen desempeño al frente del grupo que trabajó con Los suicidas de Jaibón, como lo tituló la prensa sensacionalista, desencadenó inesperadas consecuencias para el equilibrio mundial y la orden expresa emitida por el Führer de cazarlo junto a su familia, mas Peter Hollebeck estaba entrenado por expertos, no catalogaba como cobarde y tampoco le gustaba que lo subestimaran. El colorado no tan solo descubrió la existencia de los KR en medio del Caribe, sino el verdadero motivo de la creación del comando.

    AuMitlán fue hundida el 20 de abril del 889 DC. Con su actuar mezquino, demente y sicótico, Kukulcán Kraus del Sol destapó la caja de pandora al entregar los manuscritos a manos de un hombre arrogante, intuitivo y decidido como pocos. Las fuerzas alemanas, rusas, serbias y norteamericanas se vieron de pronto arrastradas a una intriga sin precedentes, mientras los demonios hallaron el gozo de la libertad por la afrenta de un mortal inescrupuloso y lleno de avaricia.

    Los cuatro puntos cardinales y sus colores fueron desatados para la avidez y la muerte, ocultando el número uno, hasta que el cartero alemán se alzó como futuro amo de cuanta riqueza existe sobre la tierra, en caso de lograr descifrar el pergamino y los acertijos.

    Ah Puch estaba contento con la matanza entre los Dzul. Los causantes de tanto saqueo en el inframundo lo pagarían. Solamente la llegada de un faraón o descendiente de faraón extinto para ser revivido aplacaría la sed de Ah Puch, salvaguardando a la miserable raza humana del holocausto. Existía un hombre, ahí estaba, nacido el 20 de abril de 1889, exactamente mil años después del hundimiento de AuMitlán. Si ese perro lograba superar el deterioro del tiempo, todos los obstáculos de los pergaminos y descendía a las entrañas de AuMitlán en el…

    En 1942, tres modernos aviones militares de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América sobrevolaban las aguas del Estrecho de la Florida, dos llevaban como destino entrenar a los pilotos de guerra cubanos y el tercero indagaría sobre la muerte de cientos de moradores en el poblado de Jaibón. Peter Hollebeck sintió el salobre ambiente acariciándole el rostro y aburrido se preguntó si este no sería otro caso de fanatismo suicida:

    Se equivocaba.

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

    Mensaje cifrado (sin fecha)

    De: Mariscal Rommel Urban, Comandante de Campo. Escuadrón Central KR

    A: Mein Komandant.

    En horas de la mañana de hoy (sin fecha), Jaibón ha sido penetrada por comandos rusos. Aguardo órdenes inmediatas. Por el momento, las operaciones con AuMitlán han sido suspendidas. Jaibón se encuentra comprometido y desconocemos si hay un topo.

    R/ Mensaje cifrado (sin fecha)

    De: Comandante

    A: Mariscal Rommel Urban, Comandante de Campo. Escuadrón Central KR

    Mátalos a todos, sin excepción. Enemigos y los nuestros. Usa el Sarín para probar su poder.

    Buen trabajo, Mariscal.

    -O-

    LIBRO UNO

    A LA CAZA DEL SARÍN

    El sitio estaba decorado con una swástica y una foto de Adolf Hitler. Los parlantes comenzaron a aullar. Había solo 15 de nosotros, pero entramos en acción. Los estrellamos contra las ventanas. La mayor parte de los nazis entró en pánico y huyó. Los cazamos para golpearlos.

    Meyer Lansky (But They Were Good to Their People)

    ME VAS A MATAR DEL CORAZÓN, PETER

    ≈ 1983 ≈

    W ALTER ESTABA ACOSTUMBRADO al transporte militar desde que su padre lo montara por vez primera en un Hércules. Los frágiles vuelos comerciales no le hacían ninguna gracia y agitaban su fobia, acrecentada por el hecho de mantenerse atado al asiento mediante una correa y asimilar las turbulencias; por tanto, el mal humor hacía gala de presencia en el recién estrenado Súper Snake MD 82 de Pan American.

    El letrero: Favor de mantener el cinturón abrochado, lo irritaba, igualmente no tener un paracaídas en la espalda, hasta que se dijo que debía dejar de ser tan inmaduro y exigente, puesto que el vuelo Miami / Bogotá, exceptuando aislados baches, trascurría placentero: « Estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua, pena debía darme », se dijo mientras miraba el ir y venir de las aeromozas repartiendo bocadillos. Se acomodó en el mullido asiento, abrió un mapa y se dispuso a concentrarse en lo verdaderamente importante: El rescate de Annie.

    Los recién concluidos combates en la isla de Granada lo habían dejado exhausto y relajarse le resultaba imperativo para lo que en las próximas horas sobrevendría. Se aseveró que al menos mientras estuviese en el aire aflojaría la tensión, por tanto debería olvidarse del dichoso cinturón.

    Ahora lo importante consistía en liar un buen plan de ataque y rescate de su hermana, Escudriño la franja dibujada como zigzag entre Pamplona y Cúcuta y comenzó a calcular mentalmente la cantidad de efectivos militares de apoyo que necesitaría hasta que a su compañero de asiento, que no había abierto la boca embobecido en la contemplación del exterior, le resultó atractivo, sin previo aviso, ponerse en plan cotorra. Estrujó el mapa, quedaba demostrado que para él, militar fatigado, descansar resultaba imposible. Por eso no soportaba los vuelos civiles.

    La contienda granadina había sido extenuante y espantosa, sobre todo por la ultra secreta misión dentro de los combates contra las tropas y civiles de Cuba y Granada, de localizar y desenterrar decenas de cementerios clandestinos originados por asesinatos ocurridos durante el mandato del Presidente/Primer Ministro Bishop, ultimado a su vez, le llevó más tiempo del esperado. A pesar del cumplimiento exitoso de la misión, hubiese preferido mil veces que las decenas de fosas repletas de opositores que localizó no hubieran existido. Mientras se encontró al frente de Seal Team Six las palabras de Peter lo circunvalaban constantemente: « No es tan sencillo hijo, cada quien, una vez en el pedestal, se siente con la potestad de determinar sobre el bien y el mal, y eso incluye si vives o no. Fíjate y aprende de Auschwitz y los tristemente célebres Glavnoye Uptavlenie Lagetov soviéticos. Da igual bajo cual doctrina se pelea, al final todo se resume en poder y más poder. Sobre tanta tiranía solamente una fuerza resulta lo suficientemente contestataria… La familia. Por encima de todo y todos, la estirpe, si logra cohesión, obtiene indestructibilidad, no importa régimen o gobierno, época o penuria, composición étnica o religión. La familia es un imperio ».

    El campo de batalla le demostró que únicamente los buenos lograban rebasar el límite y continuar existiendo. Los fuertes de espíritu, los que iban un paso más allá, los que tenían quien los acogiera de regreso al hogar. Eran ellos, y no otros, a los que la guerra no les dejaba secuelas, los que reanudaban incólumes bajo la idea fija de lo imperioso: el retorno al calor hogareño. La prueba de fuego que significó Granada le demostró que los gobiernos son capaces de enviar hordas al combate por motivos tan ruines como mantener una imagen, empujar fronteras, eliminar creencias, o apoderarse de recursos naturales.

    Por desgracia, el mundo no es perfecto. Muchos no conocen los ajustes que se llevan diariamente en él que implican el uso de la violencia; por tanto, no se percatan, ni les importa, cuando a un hombre extenuado es necesario dejarlo en paz, como resultó con el inoportuno compañero de viaje.

    Hubiera cuajado tener una amena charla para aliviar el tedio de tantas horas sentado en un avión, si el tema de conversación hubiera versado sobre algún asunto de interés para Walter Hollebeck; por ejemplo la forma de llegar lo más pronto posible a Pamplona, la cantidad de armamento y logística a conseguir en las próximas horas, e inclusive y cuántos asesinos debería lanzar al fondo del pozo antes de rescatar a su hermana. Asuntos todos que el hombrecito de puntiagudo bigote y mirada de ratón no dominaba, por tanto, nada de lo que dijese redundaría en una productiva plática.

    Claro, el pequeño y molesto vecino de viaje jamás podría imaginar que tras el largo y rubio cabello, las enormes gafas y la mirada bobalicona se escondía un oficial de Operaciones Especiales: « De saberlo continuaría observando las nubes ». En vez de eso, el pequeño volteó el rostro y, cómo si por primera vez se percatase de los fuertes bíceps tras la camisa playera abrió la boca en gesto asombrado y comenzó a parlotear con voz cantarina.

    — ¿Vio que paisaje más bello? Disculpe, es verdad, su asiento da para el pasillo, mala suerte ¿Eh? Pero bueno, igual le explico. La excepcional vista se debe a la cordillera oriental andina. Su altura se calcula por encima de los dos kilómetros sobre el nivel del mar. ¡Hummmm!!, aun aquí se siente el frescor del altiplano.

    Walter gruñó y continuó examinando el mapa medio roído del norte de Santander. El reniego no causó efecto alguno. Su molesto vecino no iba a dejarse provocar con la indiferencia.

    — Si desea le cedo mi puesto, le aseguro no se arrepentirá. ¿No? bueno pues usted se lo pierde, fíjese que ahorita comenzaremos a descender y entonces si se encontrará con el verdadero sentido de lo que significa la lindura en su más pura magnificencia. Bogotá es espectacular amigo, lo que se dice espectacular. Sus calles, sus placeres, sus entretenimientos…

    Walter trató de concentrase y colocar la chillona y taladrante vocecita en un apartado lugar del subconsciente como si fuese un murmullo ambiental, lo que logró apenas, ya que aquellos agudos decibeles puede que fuese de todo menos música. Debía poner algunas cosas en orden antes de aterrizar y no podía perder el tiempo con tamaño inconveniente. El vuelo desde Granada hasta la base de Virginia se efectuó con el tiempo justo para recoger su nuevo pasaporte, algo de efectivo, llamar a Jack y partir a Miami. De ahí, con su falsa identidad y suficiente apremio abordó la aeronave de AA hacia Bogotá, para tratar de llegar a Pamplona antes que los asesinos que iban a la caza de su hermana y cuñado. El liliputiense chispeante no se encontraba entre sus planes.

    — ¿Desea algo más de beber señor?

    — Una Coca Cola por favor.

    Tomó el refresco directamente de la lata, lo que causó un efecto dominó en su compañero de butaca. Quizás fue el gorgoteo del líquido a través de la garganta del joven, quizás la sed, más el vecino recomenzó su interminable cantinela, esta vez sobre la cumbia colombiana y lo relajante de contonearse bajo los tambores.

    — Las personas no conocen que la cumbia es oriunda tanto de acá como de Panamá - Walter murmuró algo ininteligible y continuó escudriñando el mapa -. ¿Ve lo que le digo? La ignorancia es un mal síntoma señor… ¿Cómo me dijo que se llamaba?

    Se hizo el sordo, aunque ya comenzaba a crisparse. Tomó su walkman a casete que había comprado expresamente porque adicionaba un turbo Bass, subió el volumen y se dedicó a su pasatiempo favorito: Led Zeppelin. Reclinó el asiento y dejó al hombrecito hablando solo hasta que anunciaron que el avión aterrizaría en breve. Los músculos se tensaron involuntariamente al comprobar que el individuo continuaba rebuznando.

    — …pero se cogieron el culo con la puerta, porque de la ciudad repleta de oro, calles por donde pasear y el dorado metal en forma de guijarros rozándote los pies, nada de nada. Gonzalo de Quesada es un idiota, pero bueno, al menos nos dejaron el nombre del aeropuerto, ¿verdad? señor…

    — Agapito, Agapito Echemendía - respondió Walter.

    — Pues sí Agapito, del imperio áureo solamente quedó este lugar por donde transitamos ahora. Por cierto ¿Se queda usted en Bogotá?

    El aludido suspiró, se encogió de hombros y continuó su ágil paso con largas zancadas. No había forma humana de sacudirse al pequeño barrigón que desde hacía casi una hora lo desesperaba con una perorata que parecía no acabar nunca y ahora, arrastrando sudoroso una enorme valija, hacía malabares para mantener el paso al lado del joven veinteañero de pelo largo rubio, barba, ojos verdes, gafas montadas al aire y aire ausente, que se abría paso entre el gentío que circulaba hacia las taquillas de inmigración: « Este tipo va a terminar volviéndome loco, por más que trato de sacudírmelo de encima, mientras más lo intento, peor resulta ».

    — ¿Qué le parece?, esa es la historia del origen del Aeropuerto Internacional El Dorado - jadeó el enano colocándose tras el en la fila para el chequeo del pasaporte -, aunque la verdad es que resulta bastante aburrido hablar de los conquistadores españoles y sus arrebatos de grandeza - hizo un pícaro mohín -. Así que, cambiando el tema, de quedarse en la ciudad… ¿puedo hospedarlo en mi residencia, señor Agapito? - el tono, antes camaraderil, se tornó lascivo, trasluciendo las poco veladas intenciones del pequeño pervertido -. Bogotá es una ciudad peligrosa y usted se nota no es de por acá. En mi casa tengo de todo, Agapito - eliminado lo de señor -, y gratis.

    Fue el vaso que llenó la copa, el colmo de los colmos. La insinuación había sido tan directa y falta de tacto que Walter decidió detener lo que de continuar le acarrearía un problema. Las pupilas dilatadas del hombrecito recorriendo su fisonomía, la saliva burbujeando en la comisura de los labios, el deseo carnal. El camuflado Agapito suspiró resignado, sonrió tenuemente y agachándose le susurró al oído.

    — Es una oferta realmente tentadora señor. Imagino el cuarto estilo Luis XV con su enorme cama de colchón emplumado, las cortinas de seda rosadas, velas aromáticas, masaje en el baño, sales e incienso, gigantesca televisión con pornografía gay deslumbrante. Humm.

    El pequeño se relamió de gusto. Agapito había caído en su red.

    — Me iría con gusto a vivir la vida insensatamente, ¿Cómo es que se dice? ¡La vida loca!, pero usted correría un gravísimo riesgo en mis manos señor - notó el instantáneo cambio en la expresión -. ¿Por una de esas casualidades conoce a los sicarios de la séptima orden?

    Por la palidez cadavérica y la mueca en el rostro comprobó que efectivamente, al menos a los sicarios los conocía.

    — Pues bien. Como ya veo que está al tanto, se va a quedar aquí tranquilito mientras chequeo mí entrada al país y no dirá una palabra más – el pequeño fue a replicar pero Walter le colocó un dedo en la boca -. Si lo escucho bostezar, estornudar, quejarse o silbar, es más, si da un paso adelante, levanta un pie o se arrodilla, juro por la virgen de la compostela sicaria que le rebano la garganta como a una naranja. Y no quedará ahí. Buscaré a su novio y le meteré su mismo pene por una oreja, sin contar que asesinaré a la familia sin respetar edad o sexo. ¿Entendió ahora? Si ha entendido mueva la cabeza.

    Había razonado perfectamente.

    El falso Agapito chequeó sus papeles; todo en orden. Recibió un cordial Bienvenido a Colombia, recogió su efímero equipaje y se dirigió riendo a la puerta de salida, constatando que al final, el vuelo Miami / Bogotá en el moderno y recién estrenado Súper Snake MD 82, resultó más que desestresante. Volteó el rostro y lo observó ahí en la cola, petrificado a pesar de las protestas. Levantó el brazo y le envió un beso. El aludido ni pestañeó siquiera: « No sé de donde inventé lo de sicario y mucho menos lo de la virgen de la compostela sicaria, la única virgen que conozco es la del Cobre, en Santiago de Cuba, y si me escucha que la coloqué al lado de los asesinos… ».

    Fuera de la estación aérea, entre el gentío que recibía familiares y amigos, se encontró con un joven colombiano, trigueño, delgado y vestido de militar que lo aguardaba cartel en mano. Se identificó.

    — ¿Señor Agapito?

    Hollebeck asintió.

    — El Comandante Jack Mc.Connolly me instruyó sobre sus necesidades inmediatas señor. No pudo venir personalmente a recibirlo porque anda tras una banda de maleantes paramilitares que perpetraron una masacre indígena en la zona de San José de Cúcuta. El Comandante mandó informarle que ahí lo verá.

    — ¿En San José de Cúcuta? – preguntó asombrado.

    — Precisamente. Usted va a Pamplona ¿No es así? Pues bien, primeramente debe tomar un vuelo regional a Cúcuta que está a unos quinientos kilómetros de acá, nos apeamos en el Camilo Daza y de ahí por tierra a Pamplona. Es el recorrido más corto señor. Viajaremos en un Aeronorte de carga con cobertura militar. Su vuelo lo aguarda, yo marcharé con usted. Mi nombre es Salustiano señor, soy un soldado de las Fuerzas Especiales Antiterroristas Urbanas, el Comandante es mi instructor, jefe y amigo, a pesar de ser yanqui, que es mucho decir.

    Los verdes iris lo observaron alegremente. El pecho del larguirucho colombiano se hinchó al decir que pertenecía a las tropas especiales colombianas; buena señal, y que le disgustaba que un norteamericano lo mangoneara; mejor señal aun. Luego de aguantar estoicamente al insoportable y petrificado pequeñín corrupto, las palabras de Salustiano le sonaron a campanadas celestiales. Eso y cambiar de avión a uno donde pudiera tirarse encima de lonas, esteras y cajas con munición. Paracaídas a la espalda.

    — Perfecto, una magnífica noticia lo del avión militar. Vamos.

    Pero Salustiano miraba curioso al interior del aeropuerto, donde una pareja de policías arrastraba a un pequeño y ridículo hombrecito que se negaba a moverse, gritando a todo pulmón que los sicarios lo iban a decapitar.

    El DC-6 modificado se comportó bastante ruidoso e incómodo, justamente lo que necesitaba para arribar a Cúcuta definitivamente jubiloso. Viajaba junto a un montón de equipo militar y un grupo de paracaidistas recién ingresados, los que se veían inseguros, con más miedo que agarre, así que como buen comando especial, dejó a un lado sus preocupaciones y se mantuvo todo el viaje narrando la cantidad de accidentes fatales por paracaídas en mal estado y lo feo que se ve un hombre reventado contra el suelo. Cuando los tuvo completamente acobardados les contó sobre aquellos paracaidistas que al lanzarse son chupados como caramelos por las turbinas de los aviones. Y no olvidó mencionar los que en caída libre van a parar de cabeza contra otros helicópteros o aeronaves. Para colmo, que te recibieran en medio del aire con una andanada de balas no sonaba como un halago. El instructor tuvo que irse a la cabina del piloto, desde donde resonaron las carcajadas, pero Walter continuó tan serio y grave que no se detuvo hasta que hizo vomitar a un chico. Inconsciente compensación por la perorata del enano afeminado.

    Hacía un tiempo no veía a su amigo Jack, gigante con el que estudió en Little Creek cuando comenzó como SEAL-4 desde mozalbete. A su arribo al centro de entrenamiento, Jack fue el primero que trató de propasarse, utilizando la diferencia de edad (unos diez años) y la experiencia del último en cuanto a combate marcial. Pronto se percató de que Walter no clasificaba precisamente dentro del tipo de gente que se amilana con facilidad. Se hicieron muy buenos amigos. Posteriormente la vida se encargó de llevarlos por diferentes derroteros, él fue seleccionado para el Grupo de Desarrollo de Fuerza Naval Especial o lo que era lo mismo, equipo Seal Team Six con tan solo diecinueve años, mientras el tozudo de Jack comenzó en la contrainsurgencia como entrenador de las fuerzas armadas latinoamericanas anti narcotráfico, específicamente las colombianas, donde ganó fama como el militar vivo con más heridas en el cuerpo, a pesar que lo emboscaron en muchas ocasiones.

    La amistad permaneció intacta y cada vez que podían se encontraban. Ahora el asunto se esbozaba diferente y delicado, además de personal. No obstante solicitó su ayuda y la recibió instantáneamente. Jack, temerario como ninguno y con una suerte endemoniada para mantenerse ileso a pesar de exponerse a las balas más tiempo que cualquier ser humano, accedió a custodiarlo sin chistar.

    Al descender la escalerilla de la aeronave se encontró con un jeep militar descapotable y a su amigo aguardándolo cómodamente. Lanzó su mochila a la parte trasera y se encaramó en el vehículo.

    — ¡Nada mejor que un chofer particular! - y se abrazaron. Salustiano hizo el correspondiente saludo militar y se sentó detrás.

    Jack observó cómo bajaban entre dos al comando que había vomitado, las risotadas de los pilotos, el esfuerzo del instructor de paracaidismo por mantenerse ecuánime y la expresión de temor en el resto del equipo de asalto. Contempló seriamente a su amigo pero este, en respuesta, solamente atinó a encogerse de hombros.

    — Buenos chicos los que tienes Jack, muy seguros de sí.

    Para ser Comandante, Jacques Alexander Mc. Connolly era un estrafalario al que los militares de mayor rango toleraban porque no les quedaba más remedio. Era alto, rondaba los treinta años, con una estatura de algo más de 1.80 metros. Tenía una complexión atlética y el cabello negro y largo atado con una coleta en donde asomaban algunas canas plateadas. Hombre de mirada clara y diáfana, sus sucias gafas Ray Ban de motociclista le colgaban al cuello mediante una correa. De no ser por el uniforme de camuflaje, sería confundido con un hippie ordinario y enorme, algo que distaba mucho de la verdad. A Jack, usualmente de apariencia poco ortodoxa, ningún militar se le igualaba en desempeño y resultados. Era uno de los mejores soldados existentes.

    Nadie corría riesgos como él y se las ingeniaba para, cuando más, recibir alguna herida. En varias ocasiones lo habían dado por muerto en el salón de operaciones y sobrevivía casi por milagro. Tanto era así que se corrió la voz de que mantenía un pacto con Satanás, a lo que siempre respondía: « Igual sucede con nuestro señor, a los dos les caigo por igual de mal y me mantienen acá, porque en el cielo o en el infierno, ni hablar ». En una contingencia donde casi lo revientan y se recuperó, se comprometió con Walter a contarle la verdad, pero con la proverbial fama de mentiroso, mujeriego y borracho que tenía, la historia sería tan poco creíble que su amigo le respondió que mejor no le dijera nada.

    Mientras recorrían el tramo desde el aeropuerto de Cúcuta hasta el centro de la ciudad, ambos se fueron poniendo al día.

    — ¿Entonces se cayeron a tiros con los cubanos en Granada?

    — Pues sí. De hecho, conocerás en breve a un amigo que rescaté moribundo, buen hombre, muy capaz, y que ahora se encuentra en lo táctico nuestro; su nombre es Pablo Rosabal. Lo de Granada fue un fraude Jack, un fraude de novatos. El Presidente Miguel desprecia a su pueblo y los envió al genocidio en aras de torcer el equilibrio de fuerzas en la región, lo que por suerte para todos, no llegó a suceder.

    — Vaya, sí que haces la tarea; entonces Walter, ¿qué pintas por acá y qué necesitas?

    No le iba a mentir, no a estas alturas y menos a su amigo, como tampoco lo involucraría en el problema, así que optó por ser directo.

    — ¿Recuerdas que mi hermana tuvo que salir pitando de Chile y exiliarse en Pamplona luego del golpe de Pinochet? - Jack asintió -. Pues luego de tanto tiempo, cuando todo parecía olvidado, vienen a por ella. No sé cómo lograron enterarse de su paradero pero lo conocen, y lo peor no es eso Jack – tragó en seco -. Cuando mi madre me llamó andaba de servicio en la isla de Granada, y el loco de Peter partió hacia acá.

    — ¿Tu padre está aquí? ¡Pero ese vejestorio que se piensa! Va a ser un estorbo Walter, por buen militar que fue y todo lo entrenado, ya no tiene veinte años ¡Rayos, es un dinosaurio!

    — No se cansa amigo, no se cansa nunca; lo van a matar. Casi no pude concluir la misión para venir a toda mecha y ver si puedo evitar la tragedia. Es un cabezón, mientras más uno se lo dice, peor resulta. Necesito tu ayuda - hizo una pausa para evitar lo que vendría -, eso sí, no vas a involucrarte. Este es un asunto personal Jack, no puedo permitir que te impliques y algo te suceda, no me lo perdonaría.

    Jack hizo una mueca y frenó el jeep en seco a pesar que el tráfico estaba bastante denso.

    — ¡Y a ti que mosca te picó!

    — Pero…

    Evidentemente la alusión de Walter a que Jack se mantuviste apartado del asunto no cayó nada bien. Se conocían desde hacía tiempo, incondicionales compañeros de batalla, se habían cuidado las espaldas y la sangre se confundió en más de una ocasión.

    — Pero ni un carajo Walter, ya estoy involucrado, así que no me jodas y déjame pensar. ¿Crees que voy a dejarte solo con esas bestias fascistas? Lo

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