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La Gran Cruzada Universal: Una Saga Del Poder de Cristo
La Gran Cruzada Universal: Una Saga Del Poder de Cristo
La Gran Cruzada Universal: Una Saga Del Poder de Cristo
Libro electrónico1190 páginas18 horas

La Gran Cruzada Universal: Una Saga Del Poder de Cristo

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La historia nunca antes vista sobre el origen de los reinos humanos y la decadencia de ellos en el universo de la Gran Cruzada Universal, con páginas de nuevos contenidos para quienes desean conocer el verdadero origen de todas las cosas. Este libro contiene la historia más completa del origen de los Reinos, las confrontaciones entre hombres y seres que pensábamos que hacían parte de la mitología, pero que existieron y ejercieron una influencia muy poderosa en la historia de la humanidad. Una historia perfeccionada por vibrantes descripciones de las épicas batallas presentes en los anales de la historia, enconadas rivalidades y audaces rebeliones que finalizan tras la llegada del Mesías prometido. Más tarde, tras el acontecimiento que partió la historia del Universo en dos, dejando muy marcado el antes y el después, las fuerzas antagónicas se reorganizan para la dinámica de una nueva batalla, suceso que desemboca en el establecimiento de nuevos Reinos y el surgimiento de una nueva estrategia para librar LA GRAN CRUZADA UNIVERSAL que involucra a los tres reinos que forman un Universo desconocido al que conocemos. Acerca de esta nueva entrega de la SAGA podemos decir que: "Se reúne aquí todo el saber acumulado, todas las teorías eruditas y todo el cúmulo de relatos populares, leyendas judaicas y cristianas, en una crónica que empieza por la Era Antediluviana y sigue por la Era de la Edad de los Gigantes, Nefilim, Titanes, y la aparición de los primeros hombres híbridos, la llegada del Diluvio y el juicio, el castigo de los seres híbridos, establecimiento del Reino de Israel, la Rebelión del Hombre y las incursiones repetidas de seres sobrenaturales en la historia de la humanidad

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 feb 2024
ISBN9798224933341

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    La Gran Cruzada Universal - Felipe Chavarro Polanía

    CAPÍTULO 1. RUMBO A EGIPTO

    KADMIEL, EL JOVEN APRENDIZ, se sentía muy impactado por todo lo que había sucedido en su vida recientemente. Sentado en la caravana de su nuevo mentor Tzur, mientras se adentraba en el desierto que le conduciría a Egipto, el joven contemplaba con cierta melancolía la amurallada ciudad de Sagnit, que se iba desvaneciendo a medida que avanzaba en su camino. Mientras lo hacía, el cálido sol tropical, tan típico del desierto africano, caía sin piedad sobre las caravanas en donde él se encontraba. Las gotas de sudor perlaban su frente y se deslizaban por su rostro, engalanando aquel día en que dejaba atrás su antigua vida, para perseguir la gran vocación que había elegido.

    De repente, en un esfuerzo por amenizar el tiempo que tomaría su viaje, el joven intentó propiciar una conversación con uno de los camelleros que caminaba delante de su cabalgadura; pero una mirada furtiva en su dirección, le recordó que el inclemente clima, mantenía a todos muy tensos y concentrados en el camino. Por lo que el joven un tanto resignado, retomó su posición y comenzó a meditar en sus adentros. 

    —Hoy que comienzo una nueva senda, he podido comprender lo rápido que puedo avanzar, sin importar cuan despacio camine. Pues siempre y cuando me determine a moverme sin pausas, avanzaré de modo que cumpla mi objetivo. Por tanto, caminaré sin titubeos, porque hasta el viaje más extenso es recorrido, cuando decido encaminar mis pies para dar un solo paso a la vez.  ¡Un gramo de acción vale más que un kilo de intención! Nadie cumplirá sus sueños, ni encontrará su vocación acostado en su lecho. Daré por tanto la bienvenida a los tropiezos, porque gracias a ellos me convertiré en la persona que necesito para asir mis sueños. Si así lo hiciere, hallaré la felicidad en lo que hago, y seré como las almas triunfantes, al comprobar que la felicidad no es algo que pospongo para el futuro; es algo que mis manos construyen en el presente, al disfrutar las vicisitudes que me van revelando el camino que debo ir transitando hacia mis sueños. Persistiré, resistiré y no me rendiré, de manera que pueda alcanzar lo que me he propuesto. ¿Y cómo he de lograrlo? Haré todo lo que mis manos puedan, de manera que en todo lo demás pueda entregarme en completa confianza a mi Hacedor. No seré como quienes comienzan su vida creyendo en milagros, y se entregan a la genialidad de su imaginación, para después llegar a los treinta, y persuadirme de que soy una persona ordinaria. Los sueños y la imaginación, son el soplo de vida que rejuvenece a todo ser viviente, y solo quien aspire profundamente y de continuo aquel soplo, será revestido de nuevo vigor. ¡Por cuanto empecé mi camino por mi propia voluntad, mil estadios me parecerán uno, porque ya no necesito que los demás crean en mí!  Soy libre porque gracias a mi Hacedor, he recuperado la fe en mí mismo. Continuaré mi camino cultivando y nutriendo mis ideales, de manera que todo mi ser se ennoblezca; porque si en mi indolencia los descuidare, tarde o temprano mis pies caerán presos en los vicios, que desordenan la vida de los que tropiezan para no reincorporarse de nuevo. Pues he aquí, que donde los ideales no existen, no puede existir el esfuerzo por mantenerse en integridad.

    Después de casi media hora, súbitamente, el joven fue interrumpido en su meditación, pues se comenzó a oír el estrépito del viento, el cual aumentaba cada vez más, hasta no dejar la menor sombra de duda de que algo estaba por acontecer. Al cruzar un pequeño montículo de arena que marcaba el comienzo de una zona mucho más desértica, se empezaron a topar con una cortina de polvo que se precipitaba en su dirección. Sus caravanas yacían dominadas, en la parte trasera, por las cortinas de arena que se empezaban a elevar y cubrían en su totalidad el sur. Muy cerca de allí, se podía avistar una pequeña planicie, en donde podrían enclavar sus tiendas para resguardarse de lo que parecía una tempestad de arena.  Entonces, se escuchó la voz de Tzur diciendo:

    —¡Una tormenta se avecina! Rápido enclavemos nuestras tiendas. Entonces todos los camelleros y jefes de cuadrillas se apresuraron para alcanzar aquella planicie, y tras haber construido sus tiendas, aseguraron los camellos, y entraron sin demora para estar guarecidos durante el vendaval que les acosaba. Entonces, el joven buscó a Tzur, y habiéndolo encontrado en la tienda principal, se le acercó y se quedó con él, mientras aguardaba el paso de la tempestad.

    —Aquí la naturaleza muestra su gran poder y fuerza. –Dijo Tzur.

    Kadmiel asintió con la cabeza en señal de que estaba de acuerdo, entretanto le invadía un profundo temor al escuchar el ruido ensordecedor del viento. Y ocurrió que mientras el joven presenciaba la manera en que la tormenta de arena sacudía sin piedad las tiendas en donde se resguardaban, un fuerte impulso de agarrarse de alguna de las columnas, le sobrecogía; no obstante, trabajosamente se controlaba para no hacer el ridículo ante todos los hombres experimentados que le rodeaban.  Los minutos parecían horas, y los pies y manos del joven no obedecían su intento de tranquilizarse, de modo que temblaban de manera frenética.

    Entonces al verlo Tzur le dijo:

    —No tengas miedo muchacho. Hoy que te observo, puedo recordar lo que me enseñó mi mentor Ashir cuando estábamos bajo el rigor de una tormenta como esta. En aquella ocasión él me dijo:

    Nadie puede con certeza experimentar y describir la paz verdadera, hasta que ha sido probado en una tormenta. La tempestad precede a la calma y a la bonanza, como la humillación precede a la exaltación. Cuando pases por una tormenta, tan solo recuerda que estas cruzando las murallas que protegen el palacio en donde habita la paz que es verdadera. A menudo, cuando la paz te envió a llamar, a tu encuentro saldrá una gran tempestad. Es este el complejo capricho de la naturaleza y la creación. Ten siempre valor, entregando tu temor en oración al Creador de todas las cosas. Solo así el temor dará lugar al denuedo, y con él se afirmarán tus pasos. Ten confianza muchacho, y después de esto, Tzur guardó silencio.

    Cuando hubo dicho esto, todos a una se quedaron en silencio, de manera que el rugir aturdecedor de la tormenta, les anunciaba que sus tiendas yacían en sus dominios.

    KADMIEL CONOCE LAS TRES FUENTES DEL PODER PERSONAL

    Así pues, al transcurrir unas horas, la tormenta cesó y se hizo una gran bonanza. Por lo que todos a una salieron de sus tiendas para observar lo que había sido de la tempestad. Y aconteció que después de haber dejado sus tiendas, el sol se había escondido detrás de las montañas, pero aún quedaba suficiente luz antes de que terminara el día. Por lo que Tzur con un dejo de resolución en su voz dijo:

    —No viajaremos durante la noche. Preparen las ramas necesarias para hacer hogueras y así nos calentaremos durante la noche—-.

    Entonces, todos se apresuraron a erigir varios montículos con sus ramas, y habiendo terminado, encendieron sus hogueras.

    Al anochecer, el viento soplaba del noreste, trayendo consigo el olor a sal seca y partículas finas de polvo desde la nación de Egipto. Entonces Tzur puesto en pie, convidó a los encargados de tocar el salterio y el arpa, quienes comenzaron a tocar sus instrumentos en la semioscuridad que se producía, gracias a la luz proveniente de las hogueras y de las primeras estrellas que se podían ver claramente; cuyo resplandor iluminaba el cielo con su presencia.

    De repente, mientras los camelleros y jefes de cuadrillas estaban departiendo junto a las fogatas, y calentaban juntamente sus manos, Tzur se acercó a Kadmiel que se encontraba muy cerca de la fogata que estaba junto a la tienda principal, y le dijo:

    —Muchacho, creo que finalmente ha llegado el momento en que he de enseñarte, las tres fuentes del poder personal—. 

    —¿Las tres fuentes del poder personal? preguntó el joven con un dejo de asombro en su voz.

    Así es—-, respondió el hombre poniendo sus manos para apoyarse sobre un pequeño montículo de arena que estaba justo al lado del joven. Y después de tomar una pequeña bocanada de aire, el hombre comenzó a hablar diciendo:

    —Hace algunos años, cuando yo tenía tu misma edad, mi mentor Ashir y yo salimos a un viaje como este. Recuerdo que del mismo modo que hoy, ese día también fuimos emboscados por una tormenta mientras cruzábamos el desierto del Negev para llegar a su tierra natal. En aquella ocasión, antes de que anocheciera, alcanzamos una pequeña llanura desértica como esta, y con sus camelleros enclavamos nuestras tiendas para descansar mientras al calor de muchas fogatas, departíamos y comíamos. Esa noche nací de nuevo, pues sentados frente a frente, al calor de una fogata como está, él empezó a enseñarme diciendo:

    —Sin importar los obstáculos que se te presenten en el camino, o las tormentas que tengas que enfrentar para alcanzar tus objetivos; la embarcación de tu vida siempre alcanzará tierra firme, si contares con las tres fuentes del poder personal. Pues cuando tengas que experimentar el caos dentro de ti, sin importar cuán grande este sea, estas tres fuentes harán que de ti nazca una estrella. Entonces brillarás y con tu resplandor iluminarás como el sol a todos los que te rodean—.

    —La embarcación de una vida exitosa, suele encumbrarse sobre las olas de la pena y el sufrimiento para llegar a tierra firme, pero nunca sucumbirá ante ellas. Por tanto, no olvides lo que estoy a punto de enseñarte, porque de estas tres fuentes del poder personal no solo obtendrás una esperanza segura y firme para continuar en medio de las tormentas, sino que además te darán la capacidad de penetrar hasta detrás del velo del santuario en donde descansa tu deseo—.

    Entonces, como era de esperarse, con una emoción que rebosaba en mi pecho, le pedí con total resolución de corazón, que me enseñara las tres fuentes del poder personal.

    Por lo que en aquella ocasión, Ashir con una voz que trasuntaba gran solemnidad me dijo:

    —La primera fuente del verdadero poder personal proviene de Dios. Pues solo a través del amor infinito que proviene de aquel que te formó en el vientre de tu madre, alcanzarás la conciencia de tu verdadero valor. Solo el hombre que ha descubierto su verdadero valor entre los seres vivientes, es quien se encuentra a sí mismo, y como fruto de este descubrimiento, la virtud será su amiga inseparable, y su hostilidad ante el vicio será duradera. ¿Sabes por qué mi querido aprendiz? Me preguntó Ashir en aquella ocasión.

    Yo vacile por un momento y dije:

    —No lo sé.

    Entonces él me respondió diciendo:

    —El valor de un hombre aumentará de manera infinita, cuando este interiorice el gran monto que el Altísimo estuvo dispuesto a pagar como muestra de su profundo amor por él: La vida de su unigénito Jesucristo. Pues de tal manera amó el Creador al hombre, que entregó a su Hijo unigénito para que todo el que creyese en él, alcanzase la conciencia de su incalculable valor. En consecuencia, su vida es un caudal de riqueza que no puede ser derrochado viviendo entregado al vicio. Es esta fuente de poder personal, que nos hace muy diferentes a las bestias, y encumbra nuestra dignidad hasta las estrellas.  Además, este es el único amor que se conoce por lo que ofrece, y no por lo que exige de nosotros—.

    Entonces con cierta sutileza yo le dije:

    —Ashir, vivimos en un mundo lleno de creencias y conceptos de lo que consideramos que es verdadero, aun cuando no estemos completamente seguros de ello o no seamos capaces de demostrarlo. ¿Quieres decir entonces que los que no creen en Jesucristo no poseen la primera fuente del poder personal?—-.

    Ashir suspiró y asintiendo con su cabeza respondió:

    —Déjame preguntarte algo Tzur: -—¿Te sentirías tan valioso si creyeses que fuiste una consecuencia del azar? ¿Acaso tu vida tendría el mismo significado y valor, si creyeras que eres descendiente del mono, o de alguna otra bestia? ¿Acaso podrías acercarte a un dios tan distante como el sol?—. Entonces Ashir guardó silencio por un momento, esperando mi respuesta. Y después, al ver que el silencio me había sobrecogido me dijo:

    —Todos somos libres de creer en lo que deseemos; sin embargo, debes entender que nuestras creencias en la dimensión espiritual, son la piedra angular sobre la cual edificamos aquello que percibimos como nuestra realidad. ¿Cómo podrá un hombre alcanzar su deseo, si sus creencias en la dimensión espiritual lo sujetan a vivir de continuo en la pobreza? ¿Puede acaso alcanzar su deseo el hombre que está persuadido de que una deidad, no descansará hasta verlo sumido en la derrota y la desdicha? Por estas definiciones tan pobres del verdadero Dios y de su obra, es que se ha encumbrado con mayor ímpetu, la idea de que no existe un Dios. ¿Pues qué hombre con ambiciones, no se levantaría en rebeldía, ante un dios que le sujeta al infortunio? Es este el origen del pensamiento más pernicioso que pueda habitar en la mente del hombre—.

    De repente, yo interrumpí diciendo:

    —¿Quién podría defender un pensamiento como este?—-.

    Entonces con gran brío en su voz, Ashir me dijo:

    —Son los llamados eruditos de nuestra época, quienes han defendido la filosofía de que el ser humano puede vivir sin fe, y sin siquiera tener una vaga idea de su origen, de su principio y del propósito de su existencia.  He aquí la diferencia entre el poder y la debilidad hijo mío. Todos los hombres se persuaden de un relato, el cual termina ejerciendo una influencia inconmensurable en su identidad. Sin embargo, todo aquel que crea que el mismo Dios, lo dio todo para estar con él, experimentará una dignidad infinita; su vida se transformará pasando de muerte a vida. De seguro, si revisares las creencias espirituales que han existido desde tiempos inmemoriales, te darías cuenta que no existe una, en donde se hable de un Dios, que por amor, se hizo hombre, y entregó su vida por su adorador. Recuerda esto siempre, el hombre que vive sin el conocimiento del significado y el valor de su vida, nunca tendrá a su disposición la primera fuente ilimitada del poder personal, porque la fe en el verdadero Dios, es la fuerza de la vida, y todo el que la posee vivirá intensamente—-.

    —Esto quiere decir que en el corazón de toda religión yace la fuente del poder personal, porque al relacionarnos con nuestro hacedor, la religión intenta satisfacer lo que todo ser viviente ha deseado conocer desde el comienzo de su vida. Concluí ante sus argumentos.

    —Así es, mi querido aprendiz, sin embargo, quisiera asegurarte que existen tres niveles dentro de la primera fuente del poder personal—.

    —¿Tres niveles dices? Inquirí después de escucharle atentamente.

    —Así es, en el primer nivel se encuentran aquellos que afirman que no hay dios. Los que esto creen, tienen a su disposición el nivel más condicionado de todos. Esto se debe a que sus poderes nunca rebasarán sus propios límites, estarán completamente sujetados como por un ancla, a lo que sus sentidos y realidad determinen. Nunca olvides esto mi querido aprendiz: La vida de una persona sin fe es la vida de un animal, pues todo hombre carente de fe, no puede satisfacer ni siquiera de una manera vaga, su deseo por conocer su origen, el principio de todas las cosas y el propósito final de su existencia. Estará condenado a ser su propio dios, y por ende se tendrá que valer por sí mismo mientras transite por el camino de la vida. Por eso el Hijo de Dios pudo decir sin vacilaciones:—Yo sé de dónde vengo y a dónde voy. ¡Cuán profunda es esta filosofía, mi querido aprendiz! Aquel que cree firmemente que fuimos hechura del Creador, ha de recibir la verdadera esperanza, que no es más que la simiente de todo esfuerzo.

    A continuación, se encuentra la fe que podemos encontrar en otras creencias o religiones. En cada una de estas hermosas doctrinas, podremos satisfacer en cierta medida, la respuesta a nuestro origen, el principio del universo, y finalmente la razón de nuestra vida. No obstante, el tercer nivel es alcanzado por quienes coronan su existencia con el amor genuino—-.

    —¿El amor genuino? ¿A qué te refieres? Interrumpí.

    —Así es, mi querido aprendiz:—El amor del que te hablo hoy, es el más grande del universo, porque se muestra en que sin importar nuestro caos interior, el Hijo de Dios entregó su vida por nosotros, y con ello ratificó que nuestra vida, es el bien más preciado del universo. Es esta la diferencia entre cualquier doctrina hermosa que tú encuentres en el mundo, y la historia de amor que el mismo Dios entretejió al enviar a su Hijo a entregarse sin reservas. Es a partir de esta verdad, que todo hombre se siente más grande que las estrellas, y de cierto comprueba que ni el zafiro, ni el rubí, ni el diamante, podrán compararse con su valía. El Dios verdadero diseñó con amor, sensibilidad y delicadeza a las flores del campo, más solo por el hombre estuvo dispuesto a entregar a su su propio Hijo, en quien reposaba todo su amor y felicidad—-.

    En aquel momento, yo quede sin palabras, pues al abrir mi boca no pude decir nada ni tampoco era necesario. A partir de ese momento, ya no era necesario preguntar ninguna cosa; no necesitaba esconder aquello de lo que era capaz después de tal conocimiento, ni tenía que ocultar las proezas, que desde ese día podría conquistar por causa de lo que había aprendido sobre la primera fuente del poder personal. A partir de aquel instante, yo era la creación más grande y valiosa del universo—-.

    Después de una pausa, Ashir continuó diciendo:

    —Muy bien, muchacho. La segunda fuente del poder personal es la mujer virtuosa—-.

    —¿La mujer virtuosa? Pregunté lleno de asombro y de duda ante la afirmación que mi mentor había expresado.

    —Así es, joven. La segunda decisión más importante que todo hombre debe tomar, es con quien se casará. No seas como la mayoría de los hombres que menosprecian la importancia de la mujer virtuosa en sus vidas, y como consecuencia yerran escogiendo la piedra angular sobre la cual edificarán la seguridad en sí mismos. La mujer virtuosa, te dotará de la armonía necesaria para que la gran obra de Dios en tu vida, vaya en aumento, hasta alcanzar su estatura predilecta. Desde tiempos inmemoriales, muchas culturas le han atribuido a la mujer la capacidad de edificar o destruir al hombre. Estos adagios y doctrinas convergen de un mismo modo, y son ciertas. ¡La mujer es la piedra principal que sustenta los cimientos del carácter de todo hombre próspero y distinguido!—.

    Después de esto, Ashir hizo una breve pausa, y yo, aprovechando la oportunidad que se me daba de hablar, decidí probar suerte diciendo:

    —Supongo que la decisión más importante, es decidir sobre qué relato edificaré mi fe. Es aquí en donde debo decidir entre las tres primeras doctrinas que me hablaste, entendiendo que de esta decisión depende la grandeza de la primera fuente del poder personal de la que dispondré durante mi vida. Seguidamente, como todo hombre, tendré que entregarme con arrojo al discernimiento para escoger a mi compañera de toda la vida. De esta última decisión, dependerá la verdadera fuente de mi seguridad personal, y por ende de mi éxito en la vida.

    Entonces Ashir con un dejillo de emoción en su voz me dijo:

    —Bien has dicho muchacho. La segunda decisión que todo hombre ha de tomar es tan vital para su vida, que el hombre más sabio que jamás existió, una vez dijo:—La mujer ejemplar hace de su marido un rey, pero la mala esposa lo destruye por completo.

    —La mujer es tan fundamental para tu vida, como lo es la armonía para toda pieza musical.  En ella descansará el equilibrio entre tus pensamientos, acciones y sentimientos, de manera que tu vida sea una hermosa melodía, y gracias a su compañía podrás sobreponerte al fracaso y a la miseria, que amenazan con minar tu existencia—-.

    En aquel momento, Ashir guardó silencio por un breve instante. Sin embargo, de un momento a otro empecé a reparar, en que sus palabras eran como golpes de alegría, y sin darme cuenta, a medida de que nuestra conversación se extendía, sus palabras retumbaban en mi corazón con más fuerza. Era como si el reloj de arena se hubiese parado de momento, para que mis oídos escucharán lo que a mi parecer, era sin lugar a dudas, la enseñanza más importante que había escuchado en toda mi vida. Mientras estaba sumergido en la solemnidad de aquel silencio, levanté mi mirada para ver el rostro de Ashir. Esta vez su rostro tenía la apariencia refulgente que las llamas de la hoguera le daban. Me miró fijamente, y abriendo su boca interrumpió aquella solemnidad diciendo:

    —Finalmente hemos llegado a la tercera fuente del poder personal que reposa en una visión o un claro objetivo principal—-.

    Esta vez, yo no le interrumpí, por lo que Ashir, después de mirarme fijamente, frunció el entrecejo y súbitamente una amplia sonrisa mudó su rostro serio y solemne. Inmediatamente, sus ojos se abrieron al máximo, y subió el volumen de su voz.

    —Un claro objetivo en tu vida, te ahorrará el esfuerzo que la mayoría de personas desperdicia en su intento de hallar sentido a su existencia. El conocimiento de esta fuente del poder personal terminará para siempre con la falta de intención que a muchos hombres ha logrado extraviar, sometiendo sus embarcaciones a viajar constantemente en altamar a la deriva.

    Finalmente, cuando definas claramente tu objetivo, podrás encauzar tu corazón y tus pensamientos para perseguir tu deseo, y tus manos se esforzarán sin descanso para dar forma a lo que tu corazón y tu mente han imaginado. Como ves muchacho, este paso es tan imprescindible, como lo es el mapa para el marinero que yace en altamar; dirigiendo a su embarcación por un mar agitado. Como el capitán de tu alma, asegúrate de rendir tu capitanía al Cristo, de modo que por su Espíritu, puedas encontrar el verdadero mapa, para que cuando tu compañera se suba a tu barca, los dos compartan el mismo destino. Solo así tendrán éxito al cruzar el mar borrascoso de la vida, moviéndose en armonía; no sea que al no compartir la misma visión, alguno se mueva bruscamente, y su barca se hunda para siempre—-.

    En ese instante, antes de que yo dijese algo, Ashir se inclinó, cogió una de las ramas secas que estaban disponibles para avivar el fuego de las fogatas, y comenzó a escribir en la arena de aquella planicie desértica en donde habíamos enclavado nuestras tiendas. De repente, yo pude observar que el hombre había dibujado dos círculos, e inmediatamente después, empezó a esculcar en su túnica, y sacando una brújula la puso sobre el círculo que había dibujado a su mano derecha. Después, puesto en pie se dirigió a la tienda principal, que estaba justo al lado de donde nos encontrábamos. Al regresar, traía consigo un reloj de arena, el cual puso en el círculo que había bosquejado a su mano izquierda. Inmediatamente después, levantó su vista, y mirándome fijamente a los ojos me preguntó:

    —¿Qué es más importante según lo que has aprendido hasta ahora? Piénsalo muy bien. He aquí la brújula a mi diestra, y las arenas del tiempo a mi siniestra—-.

    A partir de ese momento, yo permanecí en silencio, contemplando el reloj cuya arena se veía más dorada por causa de la luz del fuego proveniente de las hogueras; pues el resplandor de las llamas se filtraba fácilmente por los dos receptáculos de vidrio. Al mirarlo detenidamente, me di cuenta que su arena se deslizaba rápido, y caía con una presteza inevitable. Entonces, súbitamente recordé una de las enseñanzas que el mismo Ashir me había enseñado sobre el tiempo, y me apresure a tomar el reloj de arena y dije:

    —Escojo el reloj de arena, porque he recordado un mandamiento que me enseñaste hace algún tiempo que decía:

    —Nunca dejes de lado a tus mentores el tiempo, el entrenamiento y el fracaso. ¡Fracasa pronto para que tengas más tiempo de aplicar lo aprendido!—-.

    Después de lo que le dije, nos miramos frente a frente durante algunos minutos, hasta que Ashir levantó la brújula del suelo y agarrándola con determinación en la palma de su mano, sonrió con desdén y me dijo:

    —¿Puedes acaso controlar a Dios y a sus designios?—-.

    Aunque noté en su tono de voz cierta simpatía por la decisión que había tomado, balbucee en mi intento por responder a su pregunta, y al recobrarme trabajosamente de lo sorprendido que estaba, le respondí:

    —No señor, claro que no—-.

    —Pues tampoco puedes controlar el tiempo, ni medir los días de tu vida con exactitud. No obstante, si escoges la brújula que yacía a mi diestra, podrás organizar tus pasos, de manera que transites en la dirección que tomará la embarcación de tu vida; para ello has de permitirle al nuevo capitán de tu alma que te indique la dirección que han de tomar tus pasos. ¿Acaso no reparaste como la fina arena, se deslizaba hacia abajo de manera continua formando una montaña en la base del reloj? ¿Acaso por más de que te esforzarás podrías detener el curso de la arena apretándola entre tus dedos? Así mismo, no podemos ejercer el control sobre las arenas del tiempo, ni tampoco nos concierne decidir sobre ellas.  ¡Vale más caminar un paso a la vez por una década con dirección, que correr por mil años a la ventura!—-.

    Entonces yo interrumpí diciendo:

    —¿Quieres decir que lo que importa no es la velocidad con la que corra, ni la largura de los días de mi vida, sino la dirección y la profundidad con la que vivo la misma?—-.

    En efecto, no importa tanto alargar tu existencia, o ejercer control sobre las arenas del tiempo. Lo que importa es darle dirección a tu vida, para que todo acto sea sublime, y dejes una contribución y un legado. ¡Incorpora un mapa y una brújula para que no corras a la ventura durante los días de tu peregrinaje! Entrégale tu vida al Cristo, y el cumplirá su propósito en ti, pues él jamás abandonará la obra de sus manos—-.

    Después de lo que me había dicho, permanecimos en silencio durante algún tiempo, contemplando el reflejo que las llamas de fuego hacían sobre la arena del desierto. Hasta que de nuevo fui yo quien hable primero:

    —¿Cómo puedo incorporar ahora mismo estas tres fuentes del poder personal a mi vida?—.

    —Lo primero que debes hacer para incorporar las tres fuentes del poder personal, es tomar un pergamino y una pluma para escribir—-.

    Entonces, yo recordé que dentro de mi zurrón de pastor, yo había guardado recientemente un pergamino y una pluma. Por lo que me apresuré y tomándolos con mis manos le dije:

    —Ya estoy listo para comenzar—.

    —Muy bien, es momento de que aprendas la práctica que te ayudará a incorporar las tres fuentes del poder personal. Cuando finalices este ejercicio, no solo concentrarás las tres fuentes del poder personal dentro de ti, sino que tú vida será sublime—.

    Y en aquel momento, Ashir me enseñó El Ejercicio del pergamino de los sueños.

    —Hazlo ahora por primera vez –dijo. Comencé a realizar el ejercicio. Cerré los ojos,  y me quedé en silencio, meditando en el amor del Cristo, hasta que pude escuchar claramente el viento, y de esta manera concretarme en la primera decisión que debía tomar. ¿Decidiría que yo era mi dios, y mi propio juez y gobernante? ¿Me constituiría por dios sobre mí mismo? O quizá en cambio ¿En cuál otro dios confiaría? Repentinamente, empecé a escuchar una voz muy tenue, tan suave como brisa de verano que decía:—¡Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos, porque tanto te ha amado Dios, que dio a su Hijo unigénito, para que creyendo en él no te pierdas, sino que tengas vida eterna. ¡Escoge el amor! El ejercicio no era nada difícil, y tanto su lozanía como su sencillez, me habían impresionado. Abrí mis ojos y mirando fijamente a mi mentor le dije:—Creo que mi corazón ha elegido creer en Jesucristo, como el Dios, gobernador y juez de mi alma. Quiero que de ahora en adelante él sea el capitán de mi alma, mi mediador, mi rey y el redentor de mi alma—-.  

    Al instante mi mentor me dijo:

    —Con el tiempo, verás que este ejercicio te ayudará a ratificar la decisión que has tomado hoy. Ahora bien, permíteme coronar este momento con un mensaje de esperanza concerniente a las arenas del tiempo. ¡El reloj de arena está en las manos de aquel que has elegido para ser tú Dios! Si tu confianza descansa sobre aquel que todo lo puede, el tiempo ya no será más el centinela de tu alma, pues el Espíritu eterno lo transformará en el maestro que te ayudará a concentrar toda tu vida sólo en el momento presente que te ha sido otorgado. De este modo le servirás al Cristo, como si fuera el último día de tu vida, entregándote de lleno a su hermosa voluntad, la cual es buena agradable y perfecta—-.

    —Ahora, mira con los ojos de tu imaginación a la compañera de toda tu vida. Toma tu pergamino y la pluma y descríbela de manera clara y concisa—.

    Al ver el extraño paso que debía seguir esta vez, pregunté cuál era el ejercicio.

    —Debes visualizar claramente a la mujer que deseas como la compañera de tu existencia. Para ello, debes tener fe en tu pensamiento e imaginación al momento de imaginarla. Asegúrate de hacer un bosquejo claro de la mujer que deseas para ti. –respondió sin titubeos.

    Entonces, tomando el pergamino y la pluma, los acerque a mi pecho y cerrando los ojos, empecé a guardar silencio de nuevo. Mire fijamente a la mujer que se dibujó en mi imaginación. Al principio, su imagen era muy borrosa, pero al concentrarme pude ver una mujer con ojos negros, cual negra noche. Su piel era como exquisita canela, mirada de continuo por el sol. El viento que golpeaba su rostro, hacía que sus cabellos negros se hondearan como los ríos lo hacen después de una fuerte lluvia. Sus ojos brillaban con un brillo que iluminaba mi existencia. Los contornos de su cuerpo eran obra del Altísimo. De repente, la emoción se apoderó de mi pecho, sin duda esta mujer era obra de Jesucristo. Me imaginé abrazando su cuerpo, agarrando sus brazos y levantándola con mi cuerpo. Súbitamente, Ashir terminó aquel hermoso momento, sacudiéndome y sacándome de aquella hermosa visión que me había sobrevenido.

    —Muy bien, toma tu pergamino y la pluma, y escribe claramente cada uno de los rasgos físicos que has contemplado en tu imaginación. Sin duda al mirar tu cara, puedo comprobar que has conocido a lo que muchos llaman el amor Eros—.

    —¿Amor Eros? Pregunte sorprendido.

    Ashir asintió con su cabeza y dijo:

    —Lo llamaron así, haciendo referencia al dios responsable de la atracción física—-.

    —Muy bien, ahora es el turno de que escribas en el pergamino las cualidades que deseas ver en la compañera de tu vida. Recuerda que si quieres que tu amor dure para todo la vida, este se deberá convertir en Ágape—.

    —-¿Ágape? Pregunte de nuevo, como un estudiante lo hace cada vez que ignora un término que sus oídos escuchan por primera vez.

    Sí. Así es. Si deseas un amor para toda la vida, este tendrá que abarcar no solo el gusto físico, sino que tendrá que extenderse para llegar al amor Philia y finalmente transformarse hasta alcanzar el amor Ágape. En el amor Philia, reinará la intimidad y la amistad que has de compartir con la mujer que ha sido hecha a tu medida. En esta parte deberás enfocarte en describir claramente sus rasgos del carácter. ¿Deseas una mujer alegre? ¿Deseas una compañera que llene tus días con su ternura? Los cimientos del carácter que tu compañera tendrá, han de ser suficientes para que tu anhelo de estar con ella crezca cada día más. Finalmente, debes enfocarte en el amor ágape. Para lograrlo, has de manifestar tu compromiso con la mujer que te ha sido otorgada por el Creador. En esta fase, tendrás que analizar los cimientos de tu carácter, de manera que le ofrezcas a tu compañera el amor espiritual. Recuerda que en esta fase debes pensar en lo que tienes para ofrecer, no exigiendo nada a cambio—-.

    —¿Esto quiere decir que el amor que yo sienta por mi mujer debe tener como cimientos la pasión, la intimidad y el compromiso? Inquirí de nuevo.

    —Así es. Edificar un matrimonio que perdure, es como construir una pirámide en donde el amor ágape es el principal cimiento, y sus columnas son el amor Eros y Philia. 

    Entonces cerré de nuevo mis ojos, y comencé a pensar en lo que debía ofrecer a aquella que sería mi compañera. Al principio veía solo oscuridad en mi mente. Pero después de unos minutos comencé a ver un campo lleno de flores hermosas, y al levantar mis ojos pude ver a la misma mujer hermosa que había contemplado en mi imaginación hace unos momentos. De repente, oía una voz tenue que decía:

    —-"Planta la semilla del amor, nútrela con la verdad, la confianza, el perdón, la fidelidad y el respeto mutuo, y riégala con una entrega y servicio sinceros a tu amada, y el Creador proveerá los medios necesarios para que las muchas aguas no puedan apagar tu amor, y no lo ahoguen los ríos. De este modo, todos los días serás como un novio que saliendo de su habitación nupcial, corre lleno de entusiasmo para sustentar el deseo de su mujer. Tu mujer caminará a tu lado erguida, sintiéndose orgullosa por ser el único ser escogido por Dios para dar vida. Ella es la obra maestra del Creador—-.

    Finalmente, toda la visión se dispersó en la oscuridad y al no saber cuánto tiempo permanecí en aquella visión, abrí con sobresalto mis ojos, y vi a Ashir que contemplaba el cielo. Luego, al ver que no había transcurrido mucho tiempo, me apresuré y tomé mi pergamino y mi pluma, y escribí cuidadosamente lo que había escuchado y visto. De este modo, podría meditar más tarde con más detenimiento en lo que había experimentado, cuando hice aquel ejercicio.

    Cuando Tzur terminó de contar su historia a Kadmiel, mirándole fijamente a los ojos le dijo:

    —Te voy a entregar el pergamino que contiene los pasos para que tú puedas hacer el pergamino de tus sueños con éxito. Léelo esta misma noche, cuando estés a solas. De este modo, las fuentes del poder personal serán tuyas. Entonces, inmediatamente, Tzur se metió la mano en el pecho, y sacando un pergamino, se lo extendió al joven. 

    EL EJERCICIO DEL PERGAMINO DE LOS SUEÑOS

    Dicho esto, Kadmiel se levantó, comió y habiendo recobrado sus fuerzas, se dirigió a su tienda. Luego, se sentó en su lecho y contempló con prevención el pergamino que contenía las instrucciones para realizar el ejercicio.  Seguidamente, Kadmiel usó sus manos para sacar el pergamino de su túnica, y abrirlo cuidadosamente. Y sucedió que cuando lo hubo desenrollado de par en par, finalmente tomó valor y le echó un vistazo a aquel pergamino. Al hacerlo, pudo observar que sus letras eran brillantes, y estaba muy desgastado, como si su poseedor lo utilizase de continuo. Entonces comenzó a leer....

    ◆◆◆

    Las tres fuentes del poder personal, son equivalentes a tres decisiones. Por tanto, entregaré mi corazón de lleno a este ejercicio, hasta que obtenga la claridad que requiero para seguir mi camino. Hoy decido que saldré victorioso de este ejercicio, habiéndome persuadido, de quien ha de ser el Dios que regirá mi existencia y colmará mi vida de poder. Además, saldré con una imagen clara de la mujer que ha de ser mi compañera para toda la vida, porque no es bueno que el hombre este solo, y porque una ayuda idónea me ha sido provista por quien me formó en el vientre de mi madre. Finalmente, descubriré un claro objetivo principal, porque el que carece de visión perecerá para siempre, por cuanto no definió un legado y una contribución para con sus semejantes, su memoria pasará al olvido, y su nombre se pudrirá. Me armaré del valor necesario para dar un propósito y un significado a mi existencia, mediante una visión y un objetivo claro. ¿Y cómo lograré esta difícil tarea?

    Me sentaré y me relajaré de manera completa. Entonces, sujetaré mis pensamientos para que mediten en el amor de Cristo, y en lo que fue necesario para que su sacrificio tuviere lugar. Luego de algunos minutos, comenzaré a repetirme: Ahora que soy libre de los afanes de este mundo, aguardo pacientemente la respuesta en mi interior, para tomar la decisión más importante de mi vida. ¿Escogeré ser mi propio dios? ¿Creeré en la naturaleza o en el universo? O en cambio elegiré el amor de Jesucristo. Esta es una decisión privada, y por tanto nadie podrá dictarme lo que debo decidir. Por lo tanto, debo confiar en lo que mi corazón me dicte. ¿Y cómo lo haré? Lo haré sujetando mi mente a la obediencia a Cristo Jesús, de manera que todos los pensamientos que me embargan se sujeten a la luz de Cristo, pues si me dejo llevar por una mente tan llena de pensamientos y confusa como la que suelo tener, el resultado será siempre el mismo; nunca tomaré una decisión.

    Después, cuando sienta que mi mente ya no está turbada por ninguna cosa, intentaré escuchar la voz en mi interior, mientras repito con denuedo estas palabras: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Si puedo creer en él, al que cree todo le es posible. De este modo meditaré en la única verdad que actúa por el amor, meditando sobre cada detalle y sacrificio realizado por el Hijo de Dios durante su vida por mí. Y ahora que finalmente he escuchado la voz en mi interior. Me entregaré al amor de Jesucristo. Por cuanto él es quien me ha hecho el milagro más grande de la naturaleza. A partir de hoy, aunque formo parte del reino animal, soy superior a cualquier otra creación. ¿Y por qué puedo saberlo? Porque Dios mostró su amor para conmigo, al enviar a su hijo a tomar mi lugar. Por esto, soy un ser único y singular en toda la naturaleza. Además, finalmente hoy me he dado cuenta, que si hubiese puesto a mi alma a buscar el amor, habría fracasado en el intento, porque el amor nunca ha estado perdido para que yo lo buscase, tan solo yo mismo lo perdí al creer en una fábula, y no contemplar lo que por años ha estado delante de mi esperándome. ¡Hoy he comprobado, que las ideas más dañinas y decepcionantes que he experimentado, han venido de los relatos que yo mismo me he dictado! A partir de hoy, creeré con arrojo en mi valía, y por ello con mis manos asiré el éxito como una decisión, y como un regalo.

    A partir de ahora, por cuanto elegí al todopoderoso por mi redentor, le entregaré todos mis afanes y preocupaciones. Y de ahora en adelante, como he elegido a mi verdadero Dios, repetiré con confianza estas palabras: Nada hay imposible para Dios y en consecuencia de ahora en adelante todo es posible.

    Solo entonces, al terminar de tomar la decisión más importante de mi existencia, repetiré con completa convicción las siguientes palabras: Soy una nueva criatura, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. A partir de hoy cuento con la fuente más poderosa del poder personal, que yace en Cristo. En manos de Dios están mis tiempos, y él cumplirá su propósito en mí, pues soy obra de sus manos.

    Y acontecerá que justo después de haber tomado la decisión más importante de mi existencia, procederé sin dilación a contemplar al ser más importante de la creación, que traerá más vida a mi existencia. ¡Mi esposa y compañera!

    Para ello, cerraré de nuevo mis ojos, y así veré el ser más prodigioso de la naturaleza. El ultimo ser creado, por cuanto los últimos deben ser los primeros. ¿Y por qué digo esto? Lo digo con convicción, pues mi esposa y compañera fue creada a partir de mi costilla, de manera que al estar debajo de mis brazos pudiese ser protegida por mí, y al haber sido formada al lado de mi corazón, deba ser amada con pasión. Tendré especial cuidado al escogerla, por cuanto ella tendrá un gran poder sobre mi corazón; al cual debo guardar y cuidar sobre todas las cosas porque de él mana la vida. No seré como quienes menosprecian la importancia de esta decisión, y como resultado hieren a muchas mujeres que pudieran haber sido felices con el compañero hecho a su medida. ¡No me dejaré llevar por mi impaciencia o mi egocentrismo al tomar esta decisión!

    No haré más intentos vanos de imitar a quienes se acercan a la mujer como quien se acerca a un panal de miel, para asirse del elixir de la creación de manera apresurada, y una vez se hastían lo desechan para ir en busca de otro. En efecto, la mujer es un panal de miel, y quien lo tomare para conservarlo, no solo hará de su vida más dulce, sino que encontrará que el verdadero gozo y regocijo duran para siempre.

    Entonces, ¿Cómo elegiré a mi compañera? Primero me enfocaré en lo que tengo para ofrecerle. ¿Por qué me dejaré llevar por mi ego, centrándome en lo que deseo y no en lo que tengo para ofrecer? Pues la mujer es un ser que aventaja en belleza a todo lo creado, por lo que mi confianza no puede estar en mis atributos físicos. ¿En dónde centraré mi confianza entonces? ¡Creo saberlo! Por cuanto la mujer puede percibir más colores, me centraré en proporcionarle los mejores detalles, de manera que sus ojos puedan contemplar el gran colorido que le daré a su vida con mi amor y cariño. La mujer tiene un gran sentido del gusto en el oído, por esto mismo practicaré y mejoraré las palabras que pronuncio, para que su oído saboree el dulce sabor de mis frases.

    ¿Y qué más haré por la mujer que me acompañará durante los días de mi existencia? ¡Creo haberlo descubierto! Perfeccionaré mi habilidad de escucharle, pues Dios ha coronado a la mujer con elocuencia y sabiduría de palabras, de manera que todo hombre sabio pueda escudriñar sus sentimientos, y una vez los escuche claramente, pueda mimarle. Por esto mismo no dejaré que en mi ignorancia me envanezca con abundancia de palabras. Por tanto, me acercaré a ella para sobresalir ante sus ojos, cultivando mi conocimiento sobre ella, para después envolverme en nubes de silencio mientras escucho a sus razones.

    ¿Y qué otra cosa haré, porque de cierto la mujer tiene una gran capacidad en su memoria? ¡Creo que tengo la respuesta!  Me convertiré en un hombre ejemplar, de manera que a sus recuerdos tan solo vengan las memorias de toda ocasión en que le he mostrado mi fidelidad. Además, mis palabras engalanarán su corazón con alabanzas y elogio. ¡Nunca utilizaré el silencio de manera indebida, no sea que hiriendo su corazón, tras mi error su corazón se envuelva en nubes de dolor, y ni el viento soplando de continuo pueda disiparlas! Solo de este modo, nunca más seré calificado como el único animal que hace daño a su pareja.

    Brindaré protección a mi hermosa compañera. ¿Y de qué manera lo haré? Jamás aceptaré la derrota en mi trabajo, y me llenaré de entusiasmo de manera que mi esposa vea en mí un hombre de admirar. No seré como quienes pudiendo borrar la negligencia de su vida, se entregan a la mediocridad, y por ello privan a su mujer de disfrutar las mejores cosas. ¡Aunque la mujer sea autosuficiente para caminar sola, no por ello me entregaré a una vida de mediocridad, pues no hay felicidad más grande para un hombre, que la de proveer para su amada todas aquellas cosas que ella desee! La mujer no necesita mi compañía, soy yo quien necesito la de ella, por esto debo atraerla con lazos de amor de manera que como ave que vuela sobre mis alturas, en un momento dado, prefiera caer en mis redes que seguir contemplando el mundo por si sola. Quiero ser el mejor nido de amor en donde ella quiera estar guarecida para siempre. Hoy me determino a ser el mejor hombre porque estoy esperando a una sola mujer.

    Construiré dentro de mí las cualidades necesarias para que cuando mi compañera llegue, yo este enteramente dotado para ofrecerle el amor eterno: el cual yace en un verdadero compromiso a ser fiel y sincero. Trabajaré en mi carácter, de modo que ella quiera compartir su intimidad tan solo conmigo. Seré su mejor amigo, porque de seguro cuando la vea, el amor Eros se apoderará de mis sentidos, por ello debo estar preparado para no envanecerme y perder así, a mi compañera que sobrevolará mis redes por poco tiempo; y si no estuviere preparado, se ira para nunca regresar.

    ¿Y cómo despertaré su pasión para conmigo? Pues ya he dicho que no soy un ser que refleje la belleza que tan fácil ella puede desplegar. Lo haré con mis palabras, detalles y cuando fuere tiempo con mi caricias. De este modo, la pasión se despertará en ella, y como el fuego eterno, su pasión se encenderá para siempre. En mi caso, el pabilo de mi amor por ella nunca será un pabilo humeante, pues la pasión, la intimidad y el compromiso, serán las fuentes que producen el fuego en mi corazón. Solo así en mí matrimonio, se cumplirá el adagio de oriente que dice que el marido y la mujer, deben ser como las manos y los ojos: cuando duele la mano, los ojos lloran, y cuando los ojos lloran las manos secan las lágrimas. Este pues será el nido de amor que le ofreceré a aquella que ha de ser mi esposa.

    Hoy me regocijo, porque hoy he conocido a mi compañera pues al decidir quién soy yo, y que tengo para ofrecerle, ya la empecé a acercar hacia mí, y muy pronto ella también me estará buscando. 

    Y ahora que tomé las decisiones más importantes de mi existencia, pondré un propósito y un significado en mi frente: a través de una visión y un objetivo claro. De este modo, el esfuerzo y la constancia serán mis escuderos, y al cumplir con mi empresa, honraré al Dios que me diseño en un principio y a la mujer que decidió honrarme con su compañía.

    ¿Y cómo podre diferenciar entre un objetivo que valga la pena y otro que no? Porque mi alma está llena de deseos en busca de grandeza y reconocimiento. La respuesta está en que mi objetivo, debe tener como cimientos a la contribución y el legado. De este modo, podré dar el paso más importante en pos de mi sueño, estando persuadido de que este primer paso, es el que dará inicio al camino que me llevará en la dirección que he escogido.

    ¿Pero cómo me mantendré en este camino? Y lo que es más importante ¿De qué forma me aseguraré de alcanzar el objetivo que me proponga? La respuesta descansa en una sola palabra: Mi vocación. Pues tan solo en ella, tanto mis talentos naturales como mis inclinaciones personales estarán en completa armonía. Ciertamente esto es de vital importancia, puesto que las personas que han fracasado en su camino, han vagado errantes por el camino de la vida, al no disfrutar verdaderamente lo que hacen.

    ¿Quiere decir esto entonces que el camino no está lleno de trabajo y esfuerzo? ¡En ninguna manera! Sin embargo, ¿De qué sirve alcanzar algo grande si durante todo el tiempo que invertí en el camino tan solo fui un desdichado? ¡Cuán profunda es esta verdad! ¿De qué sirve esforzarse y fatigarse todos los días de la vida para alcanzar un objetivo, si en realidad es mayor el tiempo que se ha recorrido en completa desdicha? ¿Acaso podrá el galardón compensar el tiempo perdido sumido en completa desdicha? En ese caso, preferiría no lograr nada grande, y en cambio disfrutar completamente mí presente. Pues el futuro es como el horizonte, cada día se aleja más y más ante mis ojos. La vida autentica sólo se encuentra en el presente, y por ello todos mis esfuerzos deben consagrarse en disfrutar y perfeccionar mi vida en el ahora, pues del horizonte futuro se encargará Jesucristo mi Dios, ¡Él es quien con sus manos sujeta las arenas del tiempo! ¡Disfrutaré mi presente, viviendo con un objetivo, y dirigiendo mis pasos en su dirección, mas no aceptaré la esclavitud en el presente, porque del presente está hecha la única vida y oportunidad que tengo!

    Además ¿Qué meta u objetivo será de mayor valor que el tiempo presente que es el don de Dios? ¿Acaso podre con fatiga y esfuerzo alargar mis días? ¡En ninguna manera! En consecuencia, con mi puño y letra, escribiré mis objetivos y sueños, más con arrojo me entregaré a Cristo mi Dios y a sus designios. ¡Viviré cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día de la mejor manera que se! ¿Y cómo es esto? Sin prisa, pero lleno de anhelos; sin fatigarme demasiado, pero lleno de sueños; sin el velo del futuro en mis ojos, pero con gran visión y esperanza; sin vanagloria, más lleno de imaginación creativa; sin jactancia, más lleno de agradecimiento; sin albergar la duda en mi corazón, pero lleno de conciencia ante mi ignorancia; sin violencia, pero lleno de pasión por lo que hago; sin temores, pero lleno de reverencia y respeto: al ser consiente de mi necesidad de Dios y de la ayuda de los demás para lograr mi objetivo; sin prepararme para vivir, pero en su lugar viviendo intensamente; sin prejuicios, más repleto de tolerancia hacia mis semejantes; sin una profesión que me encasille en un oficio en particular, más viviendo una vocación que inspire a los demás; sin una religión o un dogma que me limite, pero convencido en mi interior en que Cristo mi Dios me ha llamado, y cumplirá su propósito en mí; sin permitir que la urgencia que puedan producir mis metas se superponga a lo que verdaderamente importa. ¡Mis metas y objetivos, me ayudarán al igual que lo hace una brújula y un mapa, más nunca podrán ejercer un control sobre mi vida! Aunque no puedo ejercer control sobre el tiempo, si puedo ordenar mis pasos en dirección a mi objetivo.

    Aprovecharé la sabiduría contenida en este Ejercicio, repitiéndolo de continuo, porque al reafirmar las dos decisiones más importantes que he tomado en mi existencia, a mi mente vendrán más ideas para definir y visualizar claramente mi objetivo. De seguro, mientras reafirmo mis decisiones, y leo y releo mis objetivos, el camino que debo recorrer se ira revelando poco a poco ante mis ojos. Hoy me prometo a mí mismo, que sin importar cuan grandes sean los objetivos y las metas que el Altísimo ponga en mi mente, jamás pondré mis ojos en la manera en que las cumpliré. De esta manera, no permitiré que mi ego me lleve a tratar con incredulidad o liviandad los deseos de Cristo mi Dios, quien ha escogido mi ser para que se hagan carne.

    Finalmente, hoy declaro que gracias a este Ejercicio, la embarcación de mi vida siempre contará con el viento, el cual es el toque de Cristo mi Dios y no depende de ningún hombre. Gracias a su soplo, mi vida se impulsará hasta alcanzar la tierra prometida. Por otro lado, daré la bienvenida al oficial más importante en cubierta, la mujer virtuosa y mi ayuda idónea. Pues gracias a sus habilidades, mi embarcación nunca estará a la deriva, y además será ella mi consuelo y compañía hasta que ambos dejemos de navegar por las aguas del tiempo y del espacio. ¡Mi compañera y yo, pisaremos juntos la tierra en donde no existirá más el tiempo! Finalmente, como todo capitán que merezca alabanza en altamar, añadiré una brújula, un mapa y un timón a mi embarcación, solo así pisaré tierra firme. Por consiguiente, Escudriñaré las Escrituras; porque solo ellas sujetan en sus páginas todas las cosas, y en ellas he de encontrar no solo la vida eterna, sino también encontraré un mapa, una brújula y un timón imperecederos. No seré como quienes dicen creer en Cristo, y nunca escudriñan los pergaminos que hablan del Hijo de Dios y dan testimonio de él. De este modo, conoceré a aquel que sujeta los tiempos en sus manos, el Alfa y la Omega, el principio y fin, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. De esta manera, no importara ni la vida, ni la muerte, ni lo presente ni lo por venir, pues tendré a mi lado, al único ser que estuvo dispuesto a dar su vida por mí. Además, ¿de qué servirá ganar el mundo, si en el intento perdiere el verdadero camino que conduce a la felicidad eterna? Escudriñaré y meditaré de continuo en los dichos de Jesucristo mi Dios, de manera que obtenga no solo la sabiduría para conducir mis pasos, sino que el Espíritu eterno venga en mi ayuda y al ser él mi fortaleza, mis pies sean como de ciervas, y obtenga el poder para encumbrarme como el águila en mis alturas; cuando camine sobre las alturas, ya no importarán los obstáculos, ni las grandes montañas que amenazaban con obstaculizar para siempre mis pasos. Ese día, por fin derrotaré a los gigantes de la duda, del temor y del fracaso, y asiré los brazos del que ha vencido al mundo para siempre. ¡Jesucristo ven pronto en mi ayuda, y no tardes!

    ◆◆◆

    AL FINALIZAR LA LECTURA, Kadmiel se quedó por un momento despierto, meditando en las tres fuentes del poder personal, y tomando una pluma y un pergamino comenzó a escribir lo que pudo observar en su primer día de aplicar aquella instrucción contenida en el pergamino. Después, el joven salió de su tienda para observar lo que había sido de todos los miembros de la caravana pero todos se habían ido a dormir. Finalmente, la noche más oscura y fría en lo que iba del verano se acercaba a su fin, y un silencio sepulcral se extendía por toda aquella planicie desértica en donde habían instalado sus tiendas. Entonces, después de estar allí solo por un momento, Kadmiel se fue a su lecho y meditó por un corto tiempo antes de que un inmenso cansancio le sobrecogiese haciéndole caer dormido.

    Al siguiente día, Kadmiel se levantó muy de madrugada, y al examinar a su alrededor pudo ver que los camellos, que normalmente se despertaban al clarear el alba, estaban tendidos en las entradas de las tiendas; con su cuello erguido, totalmente cubiertos por una capa de arena, tras haber permanecido a la intemperie en un clima tan tormentoso como el que habían presenciado recientemente. Kadmiel era el único que al parecer se encontraba despierto tras una noche de festejo como aquella. El joven aún tenía dificultades para propiciar amistades con los camelleros pertenecientes a las caravanas de Tzur, pues su apariencia no le granjeaba respeto entre ellos. Pues los camelleros eran de la clase de gente que creía que su porte y su manera de hablar eran muestra de alguien sin voluntad para trabajar.

    El joven estuvo por un rato meditando, cuando de pronto, como si hubiese estado observándole desde hace mucho rato, se oyó la voz de Tzur:

    —¿Pudiste terminar el ejercicio del pergamino de los sueños?—.

    —No, pero por lo menos lo he leído de par en par, y ya he comenzado a tomar nota de todo lo que he pensado con mi puño y letra. –Contestó Kadmiel con seguridad.

    —Muy bien, entonces es hora de comenzar nuestra partida rumbo a Egipto. –Contestó Tzur.

    Entonces, el joven se apresuró a organizar sus cosas, mientras a voz alzada Tzur llamaba a todos los miembros de las caravanas para que se levantarán a desarmar sus tiendas. Luego, al terminar de desarmar su tienda, Kadmiel suspiró lenta y profundamente y echó un vistazo hacia el cielo de un azul intenso. Aquel verano en el desierto, había experimentado exactamente lo mismo una y otra vez, hasta ese día en que había escuchado las tres fuentes del poder personal. La expectativa, el alivio pasajero y luego los temores que de nuevo le sobrecogían acerca de su futuro...Pero siempre, cada vez con más insistencia, le embargaba la misma pregunta ¿cómo lograría alcanzar sus objetivos? Aunque para decir verdad sus objetivos aun no le habían sido revelados con claridad. Pero desde luego, como ya lo has anticipado, muy pronto los descubrirá con claridad. Al final, todo el que busca ha de encontrar.

    Después de estar un rato más mirando el cielo, Kadmiel regresó su vista hacia el lugar en donde se encontraba Tzur, y de inmediato vio como el hombre se dirigió a siete de sus camelleros que parecían ser los líderes de todas las caravanas en donde viajaban. Al verlo, el joven se puso en marcha hacia donde ellos estaban, y a medida que se acercaba pudo escuchar con más claridad que estaban discutiendo sobre el mejor camino que habían de tomar para llegar a Egipto. De repente, cuando ya se había acercado, Tzur dijo en voz alta:

    —Y aquí tenemos a nuestro joven aprendiz, Kadmiel, el soñador de las tierras de Aksum, electo por Dios para tener el poder del decreto en su boca. Así que continuemos dialogando a fin de que ideemos la mejor estrategia para llegar a Egipto. Pero antes, he aquí te presentó a los siete pilares de mi pequeño ejército de confianza. Akiva el líder, Abir el intrépido, Bejor el mayor de todos, Barak rápido como un rayo de luz, Guidon quien nunca retrocede, Guibor hábil para hacer proezas y Maskil inteligente en la batalla.

    Tal vez siete hombres como estos puedan ser considerados como un gran esquema de protección para cualquiera. No obstante, nadie con suficiente barba en la cara, se atrevería a llamarlos un ejército. Pero desde luego, estos no eran hombres comunes y corrientes, pues Akiva el camellero, era un hombre muy alto, experimentado, y de apariencia imponente. Abir aunque era pequeño de estatura, era muy respetado por su habilidad para escabullirse. Bejor, por otro lado, era un hombre de edad, pero que sobrepasaba en experiencia a todos los demás. Barak, rápido y diestro para usar la espada, y era experto en la batalla cuerpo a cuerpo, pues había sido comprado en el mercado de gladiadores, ¡y a decir verdad por una suma nada despreciable! Luego, Guidon, un hombre fiero procedente de áfrica, que sobrepasaba en estatura a todos los demás, y que no retrocedía ante ningún enemigo; en su tierra natal se había dedicado a enfrentar toda clase de fieras salvajes. Y qué decir de Guibor un hombre vigoroso y corpulento de pelo oscuro, con grandes brazos y barba canosa. Y para llenar el odre con vino, Maskil, un hombre de luenga barba, estatura mediana, y gran agudeza mental. Estos eran los pilares del pequeño ejército que acompañaba a Tzur en sus viajes, tal vez

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