Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad
El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad
El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad
Libro electrónico1155 páginas4 horas

El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Alguna vez te has cuestionado si Jesús realmente fue quien afirmó ser? En "El Caso de Cristo: Evidencias Irrefutables de Su Deidad", el apasionado investigador y apologista cristiano Felipe Chavarro Polanía nos sumerge en un fascinante viaje de descubrimiento para examinar las pruebas históricas, científicas y bíblicas que respaldan la identidad de Jesús como el Hijo de Dios. Con una combinación única de rigor académico y claridad expositiva, Chavarro Polanía analiza meticulosamente los testimonios de testigos presenciales, las profecías cumplidas, los milagros registrados y las evidencias arqueológicas que corroboran los relatos evangélicos. A través de una exploración exhaustiva de la vida, las enseñanzas, la muerte y la resurrección de Jesús, este libro aborda las objeciones más comunes de los escépticos y proporciona respuestas convincentes y bien fundamentadas. Pero "El Caso de Cristo" es más que una mera obra apologética; es una invitación a confrontar honestamente las implicaciones de la persona y la obra de Jesús para nuestras vidas. Ya seas un creyente que busca fortalecer su fe, un escéptico abierto a considerar la evidencia o un buscador de la verdad, este libro te desafiará a evaluar las pruebas por ti mismo y a tomar una decisión informada sobre la figura más influyente de la historia. Sumérgete en esta cautivante investigación y descubre cómo las evidencias irrefutables de la deidad de Cristo pueden transformar tu perspectiva y tu vida.

Palabras clave:
Felipe Chavarro Polanía, El Caso de Cristo, evidencias, Jesús, Cristo, Dios, deidad, resurrección, cristianismo, fe, apologética, investigación, histórico, científico, bíblico, testigos, presenciales, profecías, cumplidas, milagros, registrados, arqueológico, evangelios, escépticos, respuestas, convincentes, fundamentadas, vida, enseñanzas, muerte, implicaciones, creyente, fortalecer, buscador, verdad, desafío, pruebas, transformar, perspectiva.

Palabras clave con hashtags:
#FelipeChavarroPolanía #ElCasoDeCristo #Evidencias #Jesús #Cristo #Dios #Deidad #Resurrección #Cristianismo #Fe #Apologética #Investigación #Histórico #Científico #Bíblico #TestigosPresenciales #ProfecíasCumplidas #MilagrosRegistrados #Arqueológico #Evangelios #Escépticos #RespuestasConvincentes #Fundamentadas #Vida #Enseñanzas #Muerte #Implicaciones #Creyente #Fortalecer #Buscador #Verdad #Desafío #Pruebas #Transformar #Perspectiva

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 may 2024
ISBN9798224952847

Lee más de Felipe Chavarro Polanía

Relacionado con El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad

Libros electrónicos relacionados

Cristianismo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Caso de Cristo Evidencias Irrefutables de Su Deidad - Felipe Chavarro Polanía

    Evidencia histórica de la existencia de Jesús

    La pregunta '¿Qué piensas de Cristo?' no es una mera curiosidad ociosa. Cómo respondamos quién fue Jesús de Nazaret es, sin lugar a dudas, el asunto más trascendental al que se enfrenta cada ser humano.

    Pero antes de considerar quién era verdaderamente Jesús, debemos establecer primero que Él realmente existió - que caminó sobre la tierra no como un mito o leyenda, sino como un hombre de carne y hueso en un tiempo y lugar específicos.

    Como veremos, la evidencia proveniente de múltiples fuentes apunta abrumadoramente a la conclusión de que, de hecho, así fue.

    Para muchas personas hoy en día, Jesús es una figura borrosa - un sabio maestro antiguo o quizás incluso un mito.

    Pero para los miles de millones de cristianos en todo el mundo, él es el Señor divino y Salvador cuya vida, muerte y resurrección son el punto de inflexión de toda la historia. Dado este asombroso reclamo, vale la pena preguntar:

    ¿Cuál es la evidencia de que Jesús era una persona real que realmente caminó en la tierra? Como veremos, la evidencia histórica de múltiples fuentes es sorprendentemente sólida.

    Clark H. Pinnock, profesor emérito de teología sistemática en el McMaster Divinity College, afirma:

    No existe ningún documento del mundo antiguo atestiguado por un conjunto tan excelente de testimonios textuales e históricos, y que ofrezca un conjunto tan soberbio de datos históricos sobre los que se pueda tomar una decisión inteligente. Una [persona] honesta no puede descartar una fuente de este tipo".

    El escepticismo respecto a las credenciales históricas del cristianismo se basa en un prejuicio irracional es decir, anti supernatural.

    La existencia de Jesús de Nazaret como figura histórica está ampliamente atestiguada por una variedad de fuentes antiguas, tanto dentro como fuera de la tradición cristiana. A continuación, analizaremos algunas de las evidencias más sólidas:

    Fuentes no cristianas

    a) Tácito (circa cincuenta y seis a ciento diecisiete después de Cristo) - Historiador romano que escribió en sus Anales (libro decimoquinto, capítulo cuarenta y cuatro):

    Nerón castigó con las penas más crueles a una clase odiada por sus abominaciones, llamados cristianos por el populacho. Cristo, del cual se deriva el nombre, había recibido la pena capital durante el reinado de Tiberio, siendo entonces procurador Poncio Pilato.

    Este pasaje, escrito alrededor del año ciento dieciséis después de Cristo, confirma que Jesús fue ejecutado bajo el gobierno de Poncio Pilato durante el reinado del emperador Tiberio (catorce a treinta y siete después de Cristo).

    Como uno de los historiadores romanos más grandes y confiables, el testimonio de Tácito es significativo. No tenía simpatía por los cristianos, pero confirma cruciales detalles sobre Jesús y el movimiento cristiano primitivo.

    Además, sus fuentes probablemente se remontan a registros oficiales romanos.

    b) Flavio Josefo (treinta y siete a cien después de Cristo) - Historiador judío que menciona a Jesús en dos pasajes de sus Antigüedades judías. El más conocido, llamado Testimonium Flavianum (libro decimoctavo, capítulo tercero, sección tercera), dice:

    POR AQUEL TIEMPO EXISTIÓ un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó obras admirables y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles.

    Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilato lo condenó a la crucifixión. Pero aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de Él.

    DESDE ENTONCES HASTA la actualidad existe la agrupación de los cristianos. Aunque algunos estudiosos debaten si todo el pasaje es auténtico o si fue modificado por copistas cristianos posteriores, la mayoría acepta que al menos una forma más breve del texto es original de Josefo.

    COMO UN PROMINENTE historiador judío, el testimonio independiente de Josefo sobre Jesús como maestro y realizador de prodigios es especialmente valioso.

    C) PLINIO EL JOVEN (sesenta y uno a ciento trece después de Cristo) - Gobernador romano de Bitinia que en una carta al emperador Trajano (Epístola décima, noventa y seis) describe las prácticas de los cristianos, mencionando a Cristo:

    Afirmaban que el total de su culpa o error era reunirse en un día fijo antes del amanecer y cantar entre sí, alternadamente, un himno a Cristo como a un dios, y comprometerse bajo juramento, no a algún crimen, sino a no cometer robos, hurtos, adulterios, no faltar a la palabra dada ni negarse a devolver un depósito cuando se les pidiese.

    Esta carta, escrita alrededor del año ciento doce después de Cristo, confirma la existencia de una comunidad cristiana adorando a Cristo pocas décadas después de su muerte.

    El Talmud babilónico, compilación de tradiciones rabínicas judías, también contiene referencias a Jesús (llamado Yeshu) en varios tratados (Sanedrín cuarenta y tres a, ciento siete b; Sotá cuarenta y siete a; Guitín cincuenta y siete a).

    Aunque son menciones hostiles que reflejan tensiones entre judíos y cristianos, coinciden en presentar a Jesús como una figura histórica que fue ejecutada por las autoridades judías en la víspera de la Pascua.

    Como declara el apóstol Pedro en Hechos capítulo cuatro, versículos diez al doce: Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

    Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

    En resumen, estas fuentes no cristianas proporcionan valiosa evidencia independiente sobre la existencia histórica de Jesús y los primeros cristianos. Aunque cada una tiene sus limitaciones y debe ser evaluada críticamente, en conjunto corroboran detalles clave presentados en los Evangelios.

    Historiadores como Tácito, Josefo y Plinio el Joven, así como el Talmud judío, confirman que Jesús fue un predicador judío del siglo primero que atrajo seguidores, realizó hechos notables, fue ejecutado bajo el gobierno de Poncio Pilato, y cuyos discípulos continuaron venerándolo después de su muerte.

    Como explica el apóstol Pablo en Primera de Corintios capítulo quince, versículos tres al ocho: Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.

    Y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

    Estos testimonios extra-bíblicos, aunque limitados, proporcionan un importante apoyo a la fiabilidad histórica de los relatos evangélicos sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús. Demuestran que la fe cristiana está enraizada en eventos reales que tuvieron un impacto en el mundo del siglo primero, dejando un rastro en fuentes judías y romanas.

    Como afirma el apóstol Juan en su primera epístola, capítulo uno, versículos uno al tres: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.

    Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó; lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.

    La fe cristiana no se basa en mitos o leyendas, sino en el testimonio apostólico de testigos oculares que vieron, oyeron y tocaron al Verbo de vida encarnado, Jesucristo. Y ese testimonio encuentra eco, aunque sea parcial, en las voces de historiadores judíos y romanos que no tenían interés en promover el cristianismo.

    En última instancia, como declara el mismo Jesús en Juan capítulo catorce, versículo seis: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. La verdad sobre Jesús no depende de fuentes históricas secundarias, sino que se revela plenamente en su persona y obra como el Hijo de Dios hecho carne para nuestra salvación.

    Sin embargo, estas referencias extra-bíblicas proporcionan valiosos indicios que apuntan a la realidad histórica detrás de la fe cristiana, invitándonos a examinar más profundamente los registros evangélicos y encontrar en ellos al Cristo viviente que transforma corazones y vidas hasta el día de hoy.

    Fuentes del Nuevo Testamento

    Los veintisiete libros del Nuevo Testamento, escritos entre aproximadamente el cincuenta y el cien después de Cristo, contienen numerosos detalles biográficos sobre Jesús y relatos de testigos presenciales de su vida, enseñanzas, milagros, muerte y resurrección.

    Como declara el apóstol Juan en su primera epístola, capítulo uno, versículos uno al tres: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida... eso os anunciamos.

    LOS CUATRO EVANGELIOS canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) son las principales fuentes que narran la vida de Jesús. Aunque tienen un mensaje teológico, también proporcionan información histórica valiosa, respaldada por numerosos detalles geográficos, políticos, arquitectónicos y culturales que han sido corroborados por la arqueología y otras fuentes.

    Esto sugiere que los autores estaban familiarizados de primera mano con la Palestina del siglo primero. Además, la mayoría de los expertos fechan estos relatos dentro de las primeras décadas después de la vida de Jesús, mientras muchos testigos presenciales aún estaban vivos.

    Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) contienen relatos paralelos de los mismos acontecimientos con detalles coincidentes, lo que sugiere una base en hechos reales. La mayoría de los estudiosos cree que Marcos fue escrito primero (circa sesenta y cinco a setenta después de Cristo) y sirvió como fuente para Mateo y Lucas.

    Como explica Lucas en el prólogo de su evangelio, capítulo uno, versículos uno al cuatro: "Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos,

    y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido."

    El evangelio de Juan, aunque más teológico en estilo, también contiene información histórica única, como el encuentro de Jesús con el fariseo Nicodemo (Juan capítulo tres) y su juicio ante Poncio Pilato (Juan capítulos dieciocho al diecinueve).

    Juan enfatiza su calidad de testigo ocular, como afirma en Juan capítulo diecinueve, versículo treinta y cinco: Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.

    Las epístolas de Pablo, escritas en los años cincuenta y sesenta después de Cristo, son algunos de los documentos cristianos más antiguos y mencionan detalles clave sobre Jesús, como su origen judío (Gálatas capítulo cuatro, versículo cuatro), su crucifixión (Primera de Corintios capítulo dos, versículo dos) y su resurrección (Primera de Corintios capítulo quince, versículos tres al ocho).

    Pablo, que inicialmente perseguía a los cristianos, se convirtió después de lo que describe como un encuentro personal con el Jesús resucitado (Gálatas capítulo uno, versículos once al diecisiete). Como escribe en Primera de Corintios capítulo quince, versículos ocho al diez: "Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

    Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo."

    Estas fuentes neotestamentarias proporcionan un testimonio múltiple y coherente sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús, basado en el relato de testigos oculares y escrito dentro de una generación de los eventos. Aunque cada libro tiene su propio énfasis teológico, juntos presentan un retrato histórico confiable del Jesús de la historia.

    COMO RESUME EL APÓSTOL Pedro en Segunda de Pedro capítulo uno, versículos dieciséis al dieciocho: "Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.

    Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo."

    La fe cristiana se basa en el firme fundamento del testimonio apostólico registrado en el Nuevo Testamento, que nos lleva a un encuentro transformador con Jesucristo resucitado, el Hijo de Dios y Salvador del mundo.

    Además de los evangelios y las epístolas paulinas, otros libros del Nuevo Testamento también aportan valiosa información sobre Jesús y la fe de la iglesia primitiva.

    El libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por Lucas como continuación de su evangelio, narra la expansión del cristianismo desde Jerusalén hasta Roma, incluyendo discursos que resumen la vida y obra de Jesús (por ejemplo, Hechos capítulo dos, versículos veintidós al veinticuatro; capítulo diez, versículos treinta y cuatro al cuarenta y tres).

    Las epístolas generales, como Primera de Pedro y Primera de Juan, también contienen referencias a Jesús y su significado salvífico. Pedro, uno de los doce apóstoles, enfatiza que él y sus compañeros fueron testigos de los padecimientos de Cristo (Primera de Pedro capítulo cinco, versículo uno), mientras que Juan declara: Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos (Primera de Juan capítulo uno, versículo tres).

    Incluso un libro altamente simbólico como Apocalipsis presenta a Jesús como el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis capítulo uno, versículos cinco al seis).

    Estos diversos testimonios del Nuevo Testamento pintano un cuadro coherente y convincente de Jesús como el Mesías prometido, el Hijo de Dios hecho carne, que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Aunque cada autor tiene su propio estilo y énfasis, todos concuerdan en los hechos centrales de la vida de Cristo y su significado para nuestra salvación.

    Como afirma el mismo Jesús en Juan capítulo cinco, versículos treinta y nueve al cuarenta: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí... Pero yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.

    En última instancia, el Nuevo Testamento no es solo un registro histórico, sino un testimonio inspirado que nos confronta con la persona y obra de Jesucristo, invitándonos a creer en Él y recibir vida eterna en su nombre. Como concluye el apóstol Juan en su evangelio, capítulo veinte, versículos treinta y treinta y uno:

    Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    QUE EL TESTIMONIO UNIFICADO del Nuevo Testamento, confirmado por evidencias históricas internas y externas, fortalezca nuestra fe en Jesucristo como el Señor y Salvador revelado en las Escrituras, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Colosenses capítulo dos, versículo tres).

    AL ESCUDRIÑAR ESTOS escritos inspirados, que el Espíritu Santo nos guíe a una relación más profunda con Aquel de quien dan testimonio, para que podamos crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Segunda de Pedro capítulo tres, versículo dieciocho).

    Argumentos de eruditos e historiadores

    Un consenso abrumador de estudiosos y expertos en historia antigua, tanto creyentes como no creyentes, acepta que Jesús existió como una figura histórica, aunque pueda haber desacuerdos sobre los detalles de su vida y enseñanzas.

    COMO SEÑALA EL APÓSTOL Pedro en Hechos capítulo diez, versículos treinta y nueve al cuarenta y uno: "Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero.

    A ÉSTE LEVANTÓ DIOS al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos."

    Es importante tener en cuenta que este consenso sobre la mera existencia de Jesús se extiende mucho más allá de los estudiosos o historiadores cristianos comprometidos.

    De hecho, en el mundo académico actual, la teoría del 'mito de Cristo' que niega la existencia de Jesús se considera más o menos equivalente a creer que la tierra es plana.

    Una idea que persiste en algunos rincones de Internet pero que ningún experto serio acepta. Virtualmente todos los estudiosos e historiadores serios, sean cristianos, judíos, musulmanes o no religiosos, aceptan la existencia de Jesús como un hecho histórico bien establecido.

    Como afirma el apóstol Pablo en Primera de Corintios capítulo quince, versículos tres al ocho: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce.

    DESPUÉS APARECIÓ A más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí."

    Las evidencias de múltiples fuentes independientes son simplemente demasiado fuertes para ser descartadas. Lo que sigue siendo objeto de debate no es si Jesús existió, sino quién exactamente era y qué hizo.

    El célebre estudioso bíblico judío Geza Vermes concluyó: La opinión escéptica de que Jesús nunca existió ha sido superada y abandonada hace tiempo por todos los estudiosos serios, sean creyentes o no.

    El historiador agnóstico Bart Ehrman afirma: Ningún erudito serio ha aventurado la opinión de que Jesús nunca existió... Jesús ciertamente existió, como virtualmente todo estudioso competente de la antigüedad, cristiano o no cristiano, está de acuerdo, basándose en evidencia clara y convincente.

    Otros eminentes especialistas que defienden la existencia histórica de Jesús incluyen a E.P. Sanders (Duke University), John Dominic Crossan (DePaul University), James D.G. Dunn (Durham University), N.T. Wright (University of St. Andrews) y Paula Fredriksen (Hebrew University of Jerusalem).

    Para apreciar plenamente la singularidad de Jesús, es útil entender el contexto del judaísmo del Segundo Templo en el que vivió y enseñó. Este era un período de fervor mesiánico, tensión política y diversidad religiosa, con grupos como fariseos, saduceos, esenios y zelotes compitiendo por la influencia.

    En este entorno, las afirmaciones extraordinarias de Jesús sobre su identidad y autoridad habrían sido incendiarias. Como señala el erudito N.T. Wright, el Jesús que encontramos en los Evangelios encaja firmemente en el contexto judío del siglo primero, pero lo desafía y lo transforma de maneras que todavía resuenan en la actualidad.

    Jesús mismo advirtió a sus discípulos en Mateo capítulo diez, versículo diecisiete al veinte: Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles... porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.

    En resumen, la evidencia de que Jesús de Nazaret fue una figura histórica real es sólida y proviene de múltiples fuentes independientes, tanto cristianas como no cristianas, que se remontan a pocas décadas después de su vida.

    Aunque no todos los detalles de los relatos evangélicos pueden verificarse históricamente, el núcleo esencial de la existencia de Jesús, su predicación en Galilea, su muerte por crucifixión bajo Poncio Pilato y el surgimiento de un movimiento de seguidores después de su muerte son hechos firmemente establecidos que pocos estudiosos ponen en duda.

    Como concluye el apóstol Juan en su primera epístola, capítulo cinco, versículos nueve al trece: "Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo.

    EL QUE CREE EN EL HIJO de Dios, tiene

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1