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Adopción Divina
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Libro electrónico160 páginas2 horas

Adopción Divina

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Es propio del ser humano no tomar conciencia de su estado espiritual hasta que alguna calamidad altera su vida. Slo cuando descubre que sus esfuerzos no son suficientes reconoce que necesita ayuda divina tanto fsica como emocional y espiritualmente.

Adopcin Divina pone de manifiesto esta realidad a travs de las vivencias de dos familias que mientras gozan de los beneficios que la vida ofrece como amor, salud, prosperidad, aceptacin social, etc. no tienen a Dios presente. Slo al ser golpeados por la infertilidad que trunca los sueos de ampliar la familia, una enfermedad que remueve los cimientos de los planes a futuro, la escasez econmica o una ruptura amorosa, recuerdan a Dios y vuelven a l.

Adopcin Divina invita a cultivar la relacin con Dios constantemente y a ser siempre como ovejas que si ocasionalmente se alejan del rebao, pueden siempre volver para dejarse pastorear. Adopcin Divina nos muestra que Dios nos llama como a sus hijos, nos reclama cada vez que nos alejamos y nos recibe y adopta nuevamente a travs de la fe, como el padre divino que es.

IdiomaEspañol
EditorialWestBow Press
Fecha de lanzamiento31 ago 2018
ISBN9781973631187
Adopción Divina
Autor

Dr. Joseph F. Velez

Joseph F. Vlez was born in Puebla, Mxico, attended the Baptist Seminary four years, taught there two years, and pastored several churches. He moved to the United States as a pastor in 1955, earned a BA from Howard Payne University, and earned a PHD from the University of Oklahoma. Dr. Vlez then taught at OU for six years, and at Western Kentucky University for three years before settling in Waco and teaching at Baylor University for thirty years until his retirement in 2001. Dr. Vlez now lives in Duncanville, Texas. He has continued preaching at various churches in Texas and Arkansas, and has published two collections of short stories, and numerous books related to Spanish and Latin American languages and literature in Mexico and Colombia. He has also published numerous solicited religious articles in Texas, Colombia and Venezuela, and has published a short play titled El Prdigo.

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    Adopción Divina - Dr. Joseph F. Velez

    Derechos reservados © 2018 Dr. Joseph F. Velez.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información sin el permiso por escrito del editor excepto en el caso de citas breves en artículos y reseñas críticas.

    LA SANTA BIBLIA, ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO. ANTIGUA VERSIÓN DE CASIODORO DE REINA (1569) REVISADA POR CIPRIANOS DE VALERA (1692). OTRAS REVISIONES: 1862 Y 1909 SOCIEDADES BIBLICAS UNIDAS.

    Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, incidentes, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia.

    WestBow Press

    A Division of Thomas Nelson & Zondervan

    1663 Liberty Drive

    Bloomington, IN 47403

    www.westbowpress.com

    1 (866) 928-1240

    Debido a la naturaleza dinámica de Internet, cualquier dirección web o enlace contenido en este libro puede haber cambiado desde su publicación y puede que ya no sea válido. Las opiniones expresadas en esta obra son exclusivamente del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor quien, por este medio, renuncia a cualquier responsabilidad sobre ellas.

    ISBN: 978-1-9736-3119-4 (tapa blanda)

    ISBN: 978-1-9736-3120-0 (tapa dura)

    ISBN: 978-1-9736-3118-7 (libro electrónico)

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2018907106

    Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Getty Images son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos.

    Ciertas imágenes de archivo © Getty Images.

    Fecha de revisión de WestBow Press: 08/31/2018

    Contents

    Introducción

    Primera Parte

    Segunda Parte

    Tercera Parte

    Conclusión

    About The Author

    INTRODUCCIÓN

    La construcción de la Torre de Babel fue el primer intento humano de llegar al cielo. Es decir el primer intento de los humanos para penetrar el espacio. Vaya, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y fueles el ladrillo en lugar de piedra, y el betún en lugar de mezcla. Y dijeron: Edifiquémonos una ciudad y una torre que llegue al cielo; (Génesis 11:3,4) El proyecto fue interrumpido: Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un lenguaje: y han comenzado obrar, y nada les retraerá de lo que han pensado hacer. Ahora pues, descendamos, y confundamos allí sus lenguas, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad, –y la torre-(Génesis 11:6-8)

    En el Siglo XVII, Galileo, con la invención del telescopio, abrió el camino en el infinito espacio celestial. Esbozó un plano del Sistema Solar.

    En el Siglo XX, el descubrimiento de la energía atómica, en cierto modo puso fin a la Segunda Guerra Mundial. La energía atómica ha producido algunos efectos benéficos a la humanidad. También hizo posible las exploraciones espaciales. Ahora, esta energía es una amenaza mundial.

    Uno de los primeros astronautas que salió de la atmósfera terrestre y penetró el espacio fue un ruso –de acuerdo con los rusos-. A este astronauta ruso se le atribuye -correcta o incorrectamente- la siguiente declaración, que más o menos se puede expresar así: En el espacio, busqué a Dios: y no lo hallé. Por tanto: no hay Dios. Tal vez, como un eco de esta declaración en la década del sesenta se oyó decir, brevemente, en los Estados Unidos –y otros países-: Dios ha muerto. Las Sagradas Escrituras dicen: Dijo el necio en su corazón: No hay Dios. (Salmo 14:1; Salmo 53:1) ¿Quiénes dicen que no hay Dios?

    Los astronautas americanos y los rusos –juntos o separados- han realizado exploraciones espaciales. Astronautas de otros países -Inglaterra, China, Japón y otros-, se han unido a este grupo de exploradores espaciales. Han puesto el pie en la luna.

    En el Siglo XXI se hacen planes de excursiones turísticas a la Luna. Tal vez, también a Marte. Se han conseguido fotografías del planeta Júpiter. Hay satélites circulando alrededor de la Tierra, a unas doscientas cincuenta millas de distancia. La comunicación con estos satélites es frecuente. Últimamente se anunció que la nave espacial Cassini, girando alrededor de Saturno por veinte años, en los últimos cinco meses, ha explorado veintidós veces el espacio entre el gaseoso planeta y sus anillos y lunas. Ha enviado fotografías increíblemente fascinantes. Esta nave se precipitó, como un meteoro, a la superficie del distante planeta el 15 de septiembre de 2017 y se desintegró en el proceso.

    Hay astronautas que habitan naves espaciales que están girando alrededor de la Tierra. Periódicamente son relevados por otros astronautas. Reciben alimentos regularmente. ¡Hasta nieve, de varios sabores! Todo esto es fascinante. Las historias de estos astronautas, cuando vuelven a la tierra, han cautivado la imaginación de la humanidad.

    Hay numerosos satélites circulando alrededor de la tierra con varios propósitos. Hay satélites para las comunicaciones, otros para fines científicos y otros reportan condiciones atmosféricas. Otros sirven como reporteros de inteligencia (espionaje). Ahora se habla de viajes turísticos espaciales. Posiblemente con destino final la Luna. Algunos de los turistas, posiblemente intenten establecerse en la Luna. Al menos quizá intenten construir una cabina para vacacionar. Entonces, ¿cómo se les llamaría a estas personas? ¿Lunares o lunáticas?

    No cabe duda de que todos estos avances científicos tienen mérito porque han abierto nuevos horizontes y han producido enormes satisfacciones. Y éste es sólo el principio. Sin duda habrá otros descubrimientos espaciales. Desafortunadamente, la atracción espacial y la atención a las exploraciones espaciales, han producido un resultado, quizá inesperado pero trágico, en extremo.

    Este creciente interés en las aventuras espaciales, -interés hacia el exterior- parece haber causado la desatención de las condiciones internas de la humanidad. ¿Qué se dice del estado emocional, de las condiciones mentales y espirituales de la humanidad?

    A través de las historias de dos familias comunes buscaremos enfatizar este aspecto espiritual.

    Dos familias que gozan todos los beneficios que la vida ofrece como amor, buena salud, prosperidad material, aceptación social y otros muchos. En una vida, aparentemente, satisfactoria, no piensan en su condición espiritual, pero cuando calamidades serias inundan sus vidas, descubren que sus esfuerzos para enfrentarlas no son suficientes. Entonces analizan sus vidas y reconocen que han vivido sin cultivar su vida espiritual y acuden a Dios pidiendo perdón y su ayuda para resolver sus problemas, físicos, emocionales y espirituales. Dios les contesta afirmativamente y al fin hallan la solución de sus problemas cuando Dios interviene en favor de ellas y les concede sus peticiones y mucho más: la reconciliación con Dios y la seguridad del amor divino.

    Cuando estas familias reconocen que, quizá, las dificultades que los agobian son el resultado de haber descuidado su vida espiritual y su comunión con Dios, deciden entonces volver a Dios y pedirle perdón por su negligencia.

    Estas familias, como muchas otras, enfrentan problemas físicos, morales y conflictos espirituales e intentan resolverlos por sí mismas y descubren que solamente Dios puede resolverlos. Durante este proceso, las familias descubren la felicidad que los humanos pueden gozar sólo cuando Dios es el centro de sus vidas.

    El énfasis, es entonces, el aspecto espiritual que hace del hombre y de la mujer no sólo entidades humanas sino también entidades espirituales.

    PRIMERA PARTE

    Violeta, una joven de unos veinticinco años de edad, tenía la costumbre de ir a la plaza central de Morelia, después de su trabajo, que consistía en asistir a su padre, propietario de la tienda de ropa La Esperanza. Cuando Violeta iba a la plaza, al terminar su jornada, circulaba alrededor de la plaza varias veces o se sentaba en una de las bancas. Generalmente escuchaba la música de la orquesta, en el quiosco, miraba a la gente paseando o simplemente, se entregaba a sus pensamientos o sueños, propios de su edad juvenil. Sus visitas a la plaza le ofrecían oportunidades para disfrutar del descanso de las rutinas del trabajo en la tienda de su padre. El trabajo no era difícil, ni pesado, era más bien interesante por la variedad de la clientela, pero requería energía y atención a los detalles.

    Esa tarde, como muchas otras, Violeta caminó a la plaza, con pasos lentos. Estaba cansada. En su mente se repetían algunos episodios interesantes del día. La clientela había sido numerosa. La ganancia había sido considerable y apreciada por su padre, como lo es por todos los comerciantes. Últimamente, Felipe, padre de Violeta, había demostrado ser un tanto diferente de los otros comerciantes que competían con él.

    Felipe era honesto y sus precios no eran elevados, es decir que se conformaba con una ganancia razonable. Era compasivo: tenía la costumbre de colocar al lado de la registradora unos alteros de monedas que distribuía entre los pordioseros que llegaban a la tienda a ciertas horas del día. Su carácter era afable.

    Recientemente, Felipe había notado cierta rivalidad de otras tiendas que envidiaban su prosperidad y habían decidido reducir los precios de sus mercancías a fin de atraer la clientela que normalmente favorecía a La Esperanza y se había visto obligado a responder tomando medidas para contrarrestar la acción de sus rivales. El resultado había producido cierta preocupación en Felipe y Violeta, porque las ganancias disminuyeron, aunque el volumen de las ventas aumentó, compensado un poco las pérdidas. El conflicto no duró mucho tiempo: pronto reapareció la normalidad en los negocios de la ciudad.

    Esa era una tarde tranquila. Violeta llegó a la plaza y se sentó en la primera banca disponible. Había poca gente. La orquesta no había llegado y la tarde era silenciosa. No importaba. Violeta necesitaba descansar. Nada más, por el momento. Necesitaba despejar su mente, deshacerse de la tensión que la invadía como resultado de la rivalidad comercial y la preocupación que había observado en el rostro de su padre.

    Violeta repasaba en su mente algunas escenas o detalles que habían tenido lugar durante el día. Y recordó un detalle que ahora parecía ser algo irónico. Había observado, sin hacer comentario alguno, la acción de Felipe que, a pesar de las dificultades financieras en su negocio, no había perdido la costumbre filantrópica. Tan pronto abría las puertas de la tienda –ocupaba una esquina, no lejos de la plaza central de Morelia- no descuidaba la costumbre de poner monedas al lado de la registradora porque a cierta hora del día llegaban los pordioseros a pedir limosna. Felipe, al verlos entrar, no esperaba a que pidieran sino que automáticamente tomaba algunas monedas y las depositaba en la mano extendida y el pordiosero daba las gracias y salía. Violeta consideraba peculiar esta conducta de su papá, pero nunca la comentó ni discutió. No dudaba que Felipe tuviera alguna razón para hacer esto. Tal vez su generosidad era compensada con el regreso de la clientela. Al menos así razonaba Violeta.

    Después de algún tiempo, la orquesta llegó y dio comienzo a su jornada musical. Violeta oyó ritmos conocidos: huapangos, corridos, tangos, y canciones rancheras. Algunas veces tarareaba en una voz apenas perceptible los corridos más populares que recordaba. La gente pasaba delante de sus ojos. Violeta no era consciente de lo que pasaba delante de ella. Veía a la gente pero no con gran atención. Estaba ensimismada. De pronto, vio un brazo frente a ella y reaccionó automáticamente, sin pensar, levantó sus ojos para ver quién poseía ese brazo: sus ojos se encontraron con un par de ojos que parecían decirle: «Toma el brazo». Violeta respondió sin demora, abandonó la banca, se levantó y tomó el brazo que estaba delante de ella.

    Guiada por Manuel Cortés, poseedor del brazo, Violeta caminó a su lado. Se unieron a la multitud. Avanzaron, en silencio, dando vueltas alrededor de la plaza. Manuel, involuntariamente pensaba para sí: «Esta mujer tiene que ser mi esposa». No tenía la menor duda. El impulso que lo había llevado a ofrecerle el brazo, sin emitir palabra alguna, era evidencia indiscutible. La respuesta silenciosa justificaba su razonamiento. Era una experiencia nueva y deliciosa. Estaba sorprendido de su conducta. Nunca antes había actuado tan espontánea y directamente como ahora. Casi siempre era más bien tímido en semejantes circunstancias, pero ahora se felicitaba por su inesperada acción al ver los resultados producidos. Por su parte, inexplicablemente, Violeta pensaba: «Este hombre tiene que ser mi esposo. Este hombre es mi príncipe azul». Caminaban en silencio. Sus corazones latían al unísono. La música parecía arrullarlos con sus ecos.

    Después de algún tiempo Manuel rompió el silencio. Sentía la necesidad de identificarse y dijo en voz apenas audible en medio del barullo: «Me llamo Manuel Cortés. Y tú, ¿cómo te llamas?» «Violeta Fernández», respondió Violeta, inmediatamente, sin vacilar. Guardaron silencio, como rumiando el nombre que habían escuchado. Muy apropiado, en ambos casos. Manuel pensó en la flor llamada violeta. Muy apropiado. Violeta era, en su imaginación, como una flor. Como una violeta. Manuel, estaba, instantáneamente, fantaseando y viendo a Violeta como su esposa. La mujer más hermosa que jamás había visto. Violeta, a su vez, ya había designado a Manuel como el hombre que había esperado toda su

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