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¿Yo? Hija De Pastor
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Libro electrónico177 páginas3 horas

¿Yo? Hija De Pastor

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Ser hijo de pastor no es fácil; la gente espera que seas ejemplo en todas las áreas de tu vida y es razonable: “Hijo de tigre, pintito”, pero no justo, porque la salvación no nos la trasmiten nuestros padres ni nos la heredan. Eso es algo que cada persona al tener uso de razón decidirá. Josué dijo: “Escogeos hoy a quién sirváis, pero Yo y mi casa serviremos a Dios”.
Es el anhelo de mi corazón animar a los hijos de pastores a que no solo veamos el panorama negativo de nuestro apodo, “Hijo de Pastor”, sino que entendamos que somos más que bendecidos al disfrutar de padres que son pastores y sirven a Dios con todo lo que son, y al cosechar las bendiciones que por ende nos llegan, pero lo principal es que debemos amar y servir al Dios de nuestros padres.
Muy pronto saldrá a la venta el libro “Divino Compañero del Camino”, que es una biografía del Ministerio de mi Padre. El señor Antonio Rivera González, escrito por el Doctor Juan Herrera.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento4 ago 2020
ISBN9781506532592
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    ¿Yo? Hija De Pastor - Febe E Rodriguez

    Copyright © 2020 por Febe E Rodriguez.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2020910963

    ISBN:   Tapa Dura                978-1-5065-3258-5

                 Tapa Blanda             978-1-5065-3260-8

                  Libro Electrónico   978-1-5065-3259-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no refle-jan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Getty Images son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos.

    Ciertas imágenes de archivo © Getty Images.

    El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser utilizada solamente bajo licencia.

    Fecha de revisión: 03/08/2020

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    812948

    ÍNDICE

    Prólogo

    Capítulo 1 Mis Ancestroz

    Capítulo 2 Mi Niñez

    Capítulo 3 Mi Adolescencia

    Capítulo 4 Mi Juventud

    Capítulo 5 Nuestra Estancia En El Extranjero

    Capítulo 6 Mis Trabajos

    Capítulo 7 Mi Llamamiento Y Mi Escuela

    Capítulo 8 Mi Boda

    Capítulo 9 Nuestro Primer Pastorado

    Capítulo 10 Inicio De Buenas Nuevas

    Capítulo 11 La Muerte De Mi Padre

    Capítulo 12 Los Neumáticos Ponchados

    Capítulo 13 La Fuente De Trabajo

    Capítulo 14 Los Milagros De Dios En Mi Familia

    Capítulo 15 La Zona Del Silencio

    Agradecimientos

    PRÓLOGO

    L o que se tenía que decir se escribió, y aquí lo tienen. Hablar de Febe Rodríguez es estar hablando de la hija de dos personalidades que hicieron historia y fueron toda una institución dentro de la Iglesia en la República Mexicana. Me refiero al Pbro. A. Rivera G. y a la Hna. María Dolores Lolita Rivera. Febe no es solo hija de pastor, sino que también unió su destino a un pastor. Por lo tanto, tiene la experiencia de hablar desde las dos trincheras.

    Conocí a Febe hace varios soles y lunas. Conforme el tiempo ha transcurrido, ella se ha destacado como hija, como hermana, como creyente, como estudiante, como amiga, como pianista, como cantante, como esposa de pastor, como madre y ahora como abuela. Ella tiene un alto poder de convocatoria y un marcado espíritu de generosidad. Al sol de hoy está involucrada en apoyar algunos ministerios allende la frontera. Es fiel miembro de la Iglesia Ancla de El Paso.

    Un día, mientras oraba, sintió por el Señor la imperiosa necesidad de participarnos algunas de sus experiencias alcanzadas en su vida cristiana. Es de ahí que le vino la idea de plasmarlas en un libro. No tenía la menor idea de cómo hacerlo, pero se aventuró, siguiendo lo que Dios le dictó en su corazón, y aquí lo tenemos. Su interés en las líneas que ustedes estarán leyendo es presentarnos lo positiva y hermosa que es la vida cuando se ha nacido en un hogar de ministros.

    Pero ya inspirada por el Señor, se introduce en el amplio terreno de su llamado y del ministerio, para escribir acerca de los hijos y las hijas de ministros, ahora como esposos o esposas de ministros. Aquí, en una manera sencilla nos presenta lo maravilloso que es el futuro de las personas que sirven a Dios. Por lo tanto, nos lleva a valorizar los grandes privilegios que Dios sabe dispensar a los hijos y las hijas de los pastores, ahora como esposos y esposas de pastores o pastoras.

    Sin ser una connotada escritora y ni dueña de un exuberante léxico, en ¿Yo? Hija de pastor desea compartirnos su sentir, por lo que el deseo de su corazón es que este trabajo sea de bendición, para cada uno de los que tengan a bien recorrer estas tonificantes líneas. Por consiguiente, se los recomiendo, sabiendo que su lectura traerá bendición y que este trabajo ha nacido de su propio puño y letra, con el único fin y propósito de magnificar el nombre maravilloso del bendito Crucificado.

    Sinceramente, Rev. Dr. Juan D. Herrera.

    D edico este volumen a Dios, que es quien me dio los padres que tuve, y a mis padres, como un homenaje por haber sido mis ayos . Me considero dichosa de que Dios desde antes de la fundación del mundo los escogió para ser los padres de mis siete hermanos y míos. A mis hijos y sus familias. Y a los hijos de los pastores , salvos y no salvos aún, porque mi gran anhelo es que pronto acepten a Jesús como el Hijo de Dios y como el Salvador de sus vidas; Él es el Camino, la Verdad y la Vida y nadie va al Padre (Dios) si no es por Él. Y a todos aquellos familiares y amistades que han sabido darme su comprensión y su cariño durante toda mi vida. Los amo mucho a todos.

    Capítulo 1

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    MIS ANCESTROS

    D espués de una sabrosa cena en familia, estando en casa de mi hija mayor (April), tomando café con algunos postres, Nail Tate nos platicó acerca de que él y su familia, deseando enterarse más sobre sus antepasados, se metieron en internet con algunas fechas, datos y nombres, y obtuvieron parte de una historia familiar que desconocían, así que allí mismo Hennah (mi hija menor) hizo lo mismo y, en cuestión de minutos, encontramos algunas cosas interesantes. No era mucho más de lo que yo ya sabía, por carecer de más nombres, pero sí pudimos constatar lo que ya habían contado nuestros padres y mis tías Julia Sariñana y Josefina Leos. Te emociona saber que cibernéticamente estén registradas algunas cosas, como por ejemplo que mi padre cruzó a los Estados Unidos por primera vez cuando tenía la edad de 11 años y que mi madre cruzó por primera vez a los 13 años, y no solo eso, sino que ellos lo hacían cada semana, lo que confirmaba que a esa edad pasaban a trabajar. Es curioso, porque hasta nos dio el nombre del agente aduanal que estaba en el puente por el lado americano, Robert. Cuando lo mencionó, recordé que de niña, siempre que acompañaba a mi madre a visitar a sus tías, al cruzar el puente estaba ese señor muy simpático de nombre Robert, que conocía a mi madre perfectamente, y siempre le preguntaba por mi padre. Este señor a mí siempre me llamaba mucho la atención porque tenía un ojo artificial, y cuando yo le pregunté a mi madre (en mi curiosidad de niña), ella me platicó la historia. No llegamos muy lejos con la investigación, porque tristemente solo sabíamos los nombres de mis abuelos y de algunos tíos que mis hermanos y yo no conocimos: lo único que poseo es una copia de unas fotos de mi abuelita paterna con las hermanas de mi papá y una foto de mi abuelito materno.

    De mi madre aprendí que ellas quedaron huérfanas de madre cuando eran muy chiquitas. Ella no se acordaba exactamente de la edad que tenía, pero creía que oscilaba entre 3 y 4 años, y mi tía es un año mayor que ella. Mi madre decía acordarse del día en que velaron a su mamá, porque a ella la tenían en un cuarto con puerta de vidrio y esa puerta daba al corredor de la entrada de la casa, así que ella veía que la gente entraba a dar el pésame y se quedaba para el rosario. Mi abuelita solo tenía 21 o 22 años cuando murió y mi abuelito se había casado con ella porque se enamoró y no le importó su estatus social (ella era la sirvienta de la casa). Mi mamá me contaba que por años habían escuchado que mi abuelita había muerto porque la tenían embrujada, ya que nadie quería que se casara con el señor de la casa, pero esos siempre habían sido los cuentos que la gente del pueblo contaba y que más bien por los síntomas que presentaba su enfermedad, que fue muy breve, era algo como cáncer en la matriz. Mi mamá recordaba que tenían una casa grande y que mi abuelito tenía tierras en las que sembraba algodón y sandías; ella decía que, en el verano, por las tardes los empleados la llevaban junto con su hermana a donde cortaban las sandías, y de regreso ellas venían sentadas arriba de las sandías en la troca que usaban para el trabajo. Mi mamá recordaba que mi abuelito era un hombre muy cariñoso con ellas y que al quedar viudo se había casado con la señora Petra Grado y que de ese matrimonio nacieron mi tío Francisco Leos y mi tía Manuela Leos; a él cariñosamente le decíamos el tío Quico y a ella, tía Mela. No los tratamos mucho, pero sí recuerdo que de niños nos gustaba en el verano ir con mi mamá a ver a sus tías y a su madrastra a San Juan de Allende. Salíamos muy temprano en el autobús de Durango y llegábamos allá por la tarde; el camión nos dejaba en la carretera y siempre había alguien esperándonos para llevarnos a San Juan por caminos de tierra. San Juan era un pueblo pequeño, muy pintoresco y muy alegre, porque los fines de semana la gente ponía música con bocinas que se escuchaban por todas partes. Allí veíamos a la tía de mi mamá, Damianita, una ancianita muy simpática; a su madrastra, la señora Petra Grado, y a mis tíos. Mis tíos se casaron muy jóvenes: mi tío Quico con la señorita María de Jesús, a quien también de cariño le decíamos la tía Tuta, y mi tía Manuela se casó con el señor Enrique Parga. Sé que por parte de ellos tenemos muchos primos, pero solo conozco a mi queridísima prima Cecilia Leos (ya retirada), que vive en la ciudad de Chihuahua y en cuya casa me hospedo cada vez que voy; ella y su señor esposo son unos encantadores anfitriones, que me tratan como a una reina; Dios los bendiga por ello. Me he hospedado también en la casa de los hijos de mi primo Juan Carlos Leos; él ya murió hace años, pero la que fuera su esposa es una persona finísima y es hermana de Chayo Dexter y de Cheli Cruz. Yo estuve en la graduación de la escuela bíblica de uno de sus hijos. Juan Carlos y Cecilia Leos son hijos de mi tío Francisco (ya finado). Y estoy en contacto por Facebook con mi prima María Parga Leos, que es hija de mi tía Manuela (ya finada). Sé que tengo muchos primos por ambos tíos, por ejemplo uno de los hermanos de María corre caballos en el hipódromo y es famoso por eso, pues tiene en su haber algunos trofeos y reconocimientos. Otro es entrenador de caballos en Sunland Park y en Ruidoso. Siempre decimos que debemos tener una reunión familiar solo para conocer a toda esta gente bonita que lleva nuestra sangre, pero que nunca nos hemos dado la oportunidad de conocer y tratar. Sé por los primos que sí conozco que algunos de sus hijos están radicados en Estados Unidos, otros en China y en diferentes países; también sé que casi todos son profesionistas, doctores, maestros, ingenieros, abogados, etcétera.

    Mi madre decía que mi abuelito, en su afán de curarse cuando cayó enfermo, vendió sus posesiones, la casa, las tierras y su sociedad con la mina Las Julietas y se mudó junto con su familia a Caseta Distrito Bravo, Chihuahua, porque él en ese lugar tenía hermanas y un hermano. Allí estuvo hasta que murió, y cuando eso ocurrió la historia de mi tía Josefina y de mi mamá dio un giro de 180 grados. Cuando quedaron huérfanas, las hermanas de mi abuelito les hicieron el gran favor de recogerlas; no podían irse con su madrastra Petra, porque ella tenía sus propios hijos que sostener y, así, quedaron a merced de las tías. Estas también se dedicaban al comercio: tenían una tienda de abarrotes, donde vendían casi de todo, menos ropa y zapatos. También tenían tierras y sembraban el algodón. Diariamente, cuando mi mamá y mi tía Josefina regresaban de la escuela, se cambiaban de ropa y enseguida comenzaban a trabajar; había que atender a los clientes que venían a la tienda y, como el mostrador les quedaba muy alto, les ponían unas rejas de sodas de madera (así venían las sodas en ese tiempo) para que alcanzaran y pudieran usar la balanza para pesar lo que el cliente llevaría, un kilo de frijol, etc., ya que la báscula estaba arriba del mostrador. En el verano era otra historia; al llegar de la escuela y también en vacaciones se ponían su ropa vieja y, con un costal que les daban, se iban como cualquier empleado a despepitar el algodón. Mi mamá decía que ese trabajo era muy doloroso porque al desprender el algodón de la planta se les lastimaban las cutículas de las uñas y sangraban. También contaba que un día al regresar de la escuela ella y su amiga Carmelita se pusieron en un matorral a hacer la tarea y que, al abrir el tintero, mamá lo jaló tan fuerte que la tinta se desparramó y cayó en el suelo y en su vestido, y —ya se imaginarán— esa tinta no se quitaba. Inmediatamente, en su inocencia de niñas, la sugerencia de su amiguita fue: Quítate el vestido, lo lavamos en el canal y lo tendemos en el matorral; como está haciendo calor, se secará pronto y ni cuenta se van a dar de que la tinta se tiró. Si la tinta se te acaba antes de que el año concluya, yo te doy de la mía. Pobres, porque la tinta no se quitó, así que al llegar a la casa

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