Las aguas curativas de Inishmore: Roncho, cazador de monstruos, #3

Por Jorge Sáez Criado

Roncho acompaña a una familia a Inishmore en busca de un pozo cuyas aguas, según un sueño que ha tenido la madre, podrán curar la ceguera de su hijo Nuño.

 

Pero no va a ser tan sencillo como parece.

 

Tercer relato de la saga Roncho, cazador de monstruos.

• Idioma: Español
• Editorial: Jorge Sáez Criado
• Fecha de lanzamiento: 15 feb 2023
• ISBN: 9798215834398

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POR UN SUEÑO

«Este cascarón no nos protegería ni del choque con una sardina», pensó Roncho al subir a bordo de La Risueña, el pequeño barco de vela que tenía que cruzar el mar con él y una familia. Todo por un sueño.

Un par de días antes, en la localidad costera de Puntaderroca, llamada así por la entrada rocosa que entra en el mar, habló con una familia. El primer contacto fue con el padre, Suero Martín, un hombre que a Roncho le pareció honrado. Era el herrero del pueblo, alguien sencillo que, a la vista de la casa en la que vivían, no buscaba lucrarse injustamente con sus trabajos. Le contó una historia que, de no haber tenido esa primera impresión, habría hecho que Roncho se fuera sin mediar palabra. Su hijo, Nuño, de diez años, se había quedado ciego por alguna misteriosa enfermedad que el médico no supo tratar. Eso ocurrió una semana antes. Él poco podía hacer, no tenía la capacidad de curar, y así se lo dijo al herrero. Este le indicó que no quería que le curara, sino que los acompañara en busca de un pozo de aguas curativas con el que había soñado su mujer.

—¿Puedo verlos? —preguntó Roncho tras decidir que no creía que le estuviera intentando engañar.

Suero accedió y le acompañó al interior de su casa. No tardaron en encontrarse con madre e hijo.

En cuanto los vio, Roncho se dio cuenta de que había algo distinto en ellos.

—Señora, su marido me ha contado que tuvo un sueño sobre un pozo.

—Así es. Me llamo Marina. Marina del Río —se presentó la mujer mientras se frotaba, nerviosa, las manos contra el delantal—. Nunca me había pasado nada parecido —siguió diciendo con el acento de esas tierras del norte de la península—. Fue quedarse ciego mi pequeño y empezar a sentir cosas raras. Hace cuatro días empecé a soñar con un pozo. No solo con el pozo, también con el camino hasta él. Soñé que íbamos los tres, limpiábamos los ojos de Nuño con su agua y recuperaba la vista —dijo con lágrimas en los ojos—. El sueño se ha repetido desde entonces.

Mientras la mujer hablaba, Roncho la observaba. Alrededor de la mujer veía un