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El movimiento de víctimas del terrorismo: Balance de una trayectoria
El movimiento de víctimas del terrorismo: Balance de una trayectoria
El movimiento de víctimas del terrorismo: Balance de una trayectoria
Libro electrónico254 páginas3 horas

El movimiento de víctimas del terrorismo: Balance de una trayectoria

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Aunque nunca hubieran querido existir, ni individual ni colectivamente, las víctimas solo existen en la medida en que la sociedad reconoce su sufrimiento y asume como una responsabilidad propia que algo se puede y se debe hacer con ellas. Sin embargo, han sido fundamentalmente los movimientos de asociaciones y fundaciones de víctimas los que más han hecho para emerger como un sujeto colectivo, tener un lugar, consolidarse y resultar útiles. Transcurridos cuarenta años desde la creación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (1981), la primera en España en un momento en que las víctimas no contaban con apoyos ni sociales ni institucionales, y tras el cese de la violencia por parte de ETA, cabe hacer balance de su trayectoria. Un recorrido que, en el caso vasco y español, da cuenta de cómo las víctimas y sus diferentes asociaciones y fundaciones han llegado a constituirse en un movimiento social guiado por el sentido de verdad, justicia y reparación, y por su carácter preventivo ante cualquier violencia alentada por el pensamiento sectario y binario, promoviendo una decidida actuación institucional. Este libro arroja una mirada de largo alcance al pasado y presente del movimiento de víctimas. Muestra así la evolución de su condición e implicación política y social –en una perspectiva también comparada con lo sucedido en otros países de Europa–, y sus aportaciones estratégicas para evitar las soluciones violentas y para lograr respaldos sociales, jurídicos e institucionales, con el fin de seguir teniendo un sincero, meditado y comprometido sentido en el futuro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 nov 2022
ISBN9788413525761
El movimiento de víctimas del terrorismo: Balance de una trayectoria
Autor

Eduardo MateoSantamaría

Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la UPV/EHU. Actualmente es el responsable de proyectos y comunicación de la Fundación Fernando Buesa Blanco Fundazioa. Obtuvo el VIIº Premio de investigación victimológica Antonio Beristain con el trabajo La contribución del movimiento asociativo y fundacional a la visibilidad de las víctimas del terrorismo. Es coautor junto con Antonio Rivera de Fernando Buesa una biografía política. No vale la pena matar ni morir (2020), con quien también ha coeditado Verdaderos creyentes. Pensamiento sectario, radicalización y violencia (2018), Víctimas y política penitenciaria (2019), Las narrativas del terrorismo (2020) y El movimiento de víctimas del terrorismo (2021).

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    Vista previa del libro

    El movimiento de víctimas del terrorismo - Eduardo MateoSantamaría

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    Índice

    INTRODUCCIÓN. REMANDO AL VIENTO. EL ASOCIACIONISMO DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO COMO MOVIMIENTO SOCIAL,Antonio Rivera Blanco y Eduardo Mateo Santamaría

    CAPÍTULO 1. CÓMO HABLAR DE LAS VÍCTIMAS,Joseba Arregi Aranburu

    Positivo y negativo de una trayectoria

    Diversidad de discursos y libertad de conciencia

    CAPÍTULO 2. EL MOVIMIENTO ASOCIATIVO Y FUNDACIONAL DE LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO EN ESPAÑA, Eduardo Mateo Santamaría

    Contextualización histórica del terrorismo en España

    Aparición y desarrollo de las entidades de víctimas

    A modo de conclusión

    CAPÍTULO 3. EL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO EN EUROPA. UNA PERSPECTIVA COMPARADA, Irene Muñoz Escandell

    Punto de partida

    Los movimientos de víctimas en el ámbito internacional

    Conclusión

    CAPÍTULO 4. INSTITUCIONES PÚBLICAS Y VÍCTIMAS DEL TERRORISMO, Soledad Becerril Bustamante

    El cambio logrado

    Asociaciones de Víctimas del Terrorismo

    La representación en las instituciones públicas

    Acuerdos, legislación y estatutos para la lucha contra el terrorismo

    La institución del Defensor del Pueblo. Asociaciones, Fundaciones y víctimas del terrorismo

    Cese De la actividad de ETA. Nueva etapa

    CAPÍTULO 5. EL GOBIERNO VASCO ANTE LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO 2002-2012; UNA RESPUESTA DESDE LOS DERECHOS HUMANOS Y LA MEMORIA, Txema Urkijo Azkarate

    CAPÍTULO 6. DE EVITADAS A PROTAGONISTAS. LAS VÍCTIMAS EN EL DISCURSO POLÍTICO VASCO, Rafael Leonisio Calvo

    CAPÍTULO 7. EL RETO DE LA MEMORIA Y LAS VÍCTIMAS PARA LA HISTORIA, José Antonio Pérez Pérez

    CAPÍTULO 8. EL RETO DE LA MEMORIA, UNA MIRADA DE FUTURO CON Y PARA LAS VÍCTIMAS: UNA REFLEXIÓN DESDE LA EXPERIENCIA CON ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS, Gema Varona Martínez

    El reto

    La memoria

    Una mirada de futuro

    Para con las víctimas

    CAPÍTULO 9. DE LA MEMORIA COMO ESPECTÁCULO A LA MEMORIA COMO ESPEJO, Imanol Zubero Beaskoetxea

    CAPÍTULO 10. AVT, 40 AÑOS TRABAJANDO POR Y PARA LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO, Maite Araluce Letamendia

    Memoria

    Verdad

    Dignidad

    Justicia

    CAPÍTULO 11. REALIDAD ACTUAL DEL MOVIMIENTO ASOCIATIVO DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO. RETOS Y DESAFÍOS, Tomás Caballero Martínez

    El papel de la Fundación Víctimas del Terrorismo

    CAPÍTULO 12. NO QUEREMOS SER TAMBIÉN VÍCTIMAS DE LA PAZ, Consuelo Ordóñez Fenollar

    Orígenes de COVITE

    Significado político de las víctimas de ETA

    El final de ETA

    El papel de COVITE en el futuro

    CAPÍTULO 13. REPENSAR EL MOVIMIENTO DE VÍCTIMAS. RETOS Y DESAFÍOS,Nativídad Rodríguez Lajo y Jesús Loza Aguire

    BIBLIOGRAFÍA

    SOBRE LOS AUTORES Y LAS AUTORAS

    NOTAS

    Antonio Rivera y Eduardo Mateo (eds.)

    El movimiento de víctimas

    del terrorismo

    Balance de una trayectoria

    Joseba Arregi Aranburu

    Irene Muñoz Escandell

    Soledad Becerril Bustamante

    Txema Urkijo Azkarate

    Rafael Leonisio Calvo

    José Antonio Pérez Pérez

    Gema Varona Martínez

    Imanol Zubero Beaskoetxea

    Maite Araluce Letamendía

    Tomas Caballero Martínez

    Consuelo Ordóñez Fenollar

    Natividad Rodríguez Lajo

    Jesús Loza Aguirre

    ESTE LIBRO HA CONTADO CON LAS AYUDAS DE EUSKO JAURLARITZA/ GOBIERNO VASCO, ARABAKO FORU ALDUNDIA/DIPUTACIÓN FORAL DE ÁLAVA, AYUNTAMIENTO DE VITORIA-GASTEIZ/VITORIA-GASTEIZKO UDALA Y FUNDACIÓN VITAL FUNDAZIOA.

    © DE LOS TEXTOS, SUS AUTORES Y AUTORAS, 2021

    © FUNDACIÓN FERNANDO BUESA BLANCO FUNDAZIOA, 2021

    LOS HERRÁN, 46 C-BAJO

    01003 VITORIA-GASTEIZ

    TEL.: 945 234 047

    WWW.FUNDACIONFERNANDOBUESA.COM

    © INSTITUTO UNIVERSITARIO DE HISTORIA SOCIAL VALENTÍN

    DE FORONDA, 2021

    CAMPUS DE ÁLAVA DE LA UPV/EHU

    CENTRO DE INVESTIGACIÓN MICAELA PORTILLA IKERGUNEA.

    JUSTO VÉLEZ DE ELORRIAGA 1 (LOCAL 1,3)

    01006 VITORIA-GASTEIZ

    TEL.: 945 014 311

    WWW.EHU.EUS/ES/WEB/INSTITUTOVALENTINDEFORONDA

    © Los libros de la Catarata, 2021

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    El movimiento de víctimas del terrorismo.

    Balance de una trayectoria

    isbne: 978-84-1352-576-1

    ISBN: 978-84-1352-243-2

    DEPÓSITO LEGAL: M-12.997-2021

    thema: JPWL/JPWG/JKVV

    impreso en artes gráficas coyve

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    Este libro está dedicado al recuerdo cariñoso de José Mari Calleja, que hizo como pocos por las víctimas del terrorismo.

    INTRODUCCIÓN

    REMANDO AL VIENTO. EL ASOCIACIONISMO DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO COMO MOVIMIENTO SOCIAL

    Antonio Rivera Blanco Y Eduardo Mateo Santamaría

    A semejanza de cualquier otro movimiento social, el de víctimas del terrorismo nunca hubiera querido existir ni haber tenido la necesidad de hacerlo. Como víctimas que son —víctimas casi por excelencia—, su actitud pasiva es la que les caracteriza. Ninguna de ellas se dispuso a serlo, ninguna hizo nada para serlo. Todo llegó desde fuera, desde la voluntad constructora del victimario, del asesino o verdugo. La destrucción creadora ha sido también la quintaesencia del terrorismo. Su acción daba lugar a otra realidad: dolorosa e insoportable para las víctimas, cambiante y letal para el conjunto social y sus valores ciudadanos. Por eso costó tanto arrancar, porque cuando uno no se lo espera y el crimen se abalanza sobre él cuesta salir del asombro, recuperar un punto de realidad en que apoyarse y empezar a mover el mundo a favor.

    Hace ahora cuarenta años, tres mujeres valientes, Ana María Vidal-Abarca, Isabel O’Shea y Sonsoles Álvarez de Toledo, escaparon de la estupefacción que provoca la intensidad terrorista antes que los demás. Cuando todos nos preguntábamos aún de qué se trataba, cuando ni siquiera habíamos tomado partido de una manera clara, incluso cuando tomábamos por casi normal la ignominia, ellas decidieron hacer algo en medio de la incomprensión general. Empezaron por donde empiezan siempre los sojuzgados: por reconocerse en su dolor y en el mal sufrido. Tras consolarse en el mutuo padecimiento, procedieron a asociarse y crear una entidad que acogiera a todas cuantas tomaran su mismo camino. Necesitaban reconocerse así hacia adentro, hacia ellas mismas, y también hacia afuera. Hacia adentro es fácil: basta mostrarse, hablarse y compartir para empezar a saltar del en sí al para sí, hacia la toma de conciencia de un común interés y condición. Hacia afuera resultó más difícil y durante algún tiempo se les respondió con sorpresa. Las víctimas solo existen cuando una parte importante de la sociedad asume que su padecimiento es en alguna medida responsabilidad suya, que no es el resultado de la casualidad o del caos inevitable, que algo se puede y se debe hacer. Las instituciones acompañan esa convicción con un cierto decalaje.

    Lo siguiente fue empezar a reclamar. Primero se empieza por lo básico, por atender las necesidades más materiales, y enseguida por algunas más simbólicas. Llegaron así a partir de un momento las subvenciones para sostener la propia asociación y luego las ayudas para resarcir en lo posible —o en lo imposible— el daño sufrido. También sirvió aquella entidad para que el dolor tuviera una acogida digna en recinto sagrado o institucional, pero también esto costó Dios y ayuda.

    Desde su origen, las víctimas han resultado incómodas; así hasta hoy, por razones diversas y cambiantes. Casi una década después de haberse empezado a organizar, las instituciones comenzaron a dotarse de normas para atender a las víctimas, pero estas estaban aún muy lejos de constituirse en un sujeto colectivo protagonista. Ni los movimientos sociales pacifistas ni las declaraciones y acuerdos institucionales que sirvieron para dar un golpe de timón a la modorra social y política en relación con el terrorismo de ETA pusieron a las víctimas al frente de su agenda. En realidad, como pasa con los demás movimientos sociales, fueron ellas mismas las que consiguieron escalar hasta ese peldaño.

    Cuando lo hicieron, iban ya al alimón de la reacción de la ma­­yoría social. Es entonces cuando fueron descubriendo en la prác­­tica, por su propia experiencia, en el intercambio de golpes, su condición política. Esa condición que también habían recibido pasivamente, porque en ese desigual trato solo el victimario tomaba decisiones, tenía un proyecto, una intención, una voluntad activista. Las víctimas empezaron a trascender su demanda y a denunciar que su penosa condición era el resultado de un proyecto político determinado, tanto da que fuera en unos casos un ultranacionalismo como en otros una lectura ahistórica, desfigurada y extremista de cualquier texto sagrado. Solo enfrentando las bases de ese proyecto político criminal en sus medios y totalitario en su intención se taponaba la herida. Seguir atendiendo el dolor de las víctimas sin cuestionarse esa original lectura política que hacían los terroristas era inútil y falso, hipócrita.

    Entonces vinieron los problemas. Cuando acababan de empezar a ser populares, las víctimas comenzaban a ser incómodas. Lo que denunciaban iba a contramano de la mayoría social, porque solo la mayoría social constituye el humus, por activa o por pasiva, donde se desarrolla y encuentra acomodo un terrorismo comunitario. Entonces empezó a hablarse de politización de las víctimas, utilizando ese término de manera torticera solo porque cuestionaba el statu quo en que se seguía moviendo todo, empezando por las instituciones.

    Claro que también se merodeó ese espacio y acechó esa tentación. Como ocurre con todos los movimientos sociales, al superar la fase reactiva o defensiva estos se convierten en un agente más en el tablero político, y entonces se ven tentados a terciar en ese debate, a indicar a partidos e instituciones qué pueden o no hacer, a reivindicar alguna o algunas de sus entidades como representativas del conjunto, de todas las víctimas que han sido, atribuyéndolas ahora una misma opinión devenida de su común condición. En ese punto se salta de la conciencia de que las víctimas tienen una condición política a la tentación de hacerla valer en términos partidarios, optando por unos o por otros en un territorio que no puede tenerlas en su conjunto como un agente más, porque son otra cosa diferente.

    Como en tantas ocasiones, era el éxito lo que abría la puerta de los riesgos. El reconocimiento social, la fortaleza de sus entidades, su capacidad de movilización, su influencia ante todo tipo de poderes, todo lo que tanto les había costado conseguir, su visibilidad, les ponía ahora en la tesitura del rechazo de unos y del respaldo interesado de otros. Entre tanto, la mayoría social no había abandonado la posición recientemente adquirida: las víctimas eran también en nuestro país los héroes de nuestro tiempo. Se multiplicaron extraordinariamente, llegando a una especialización la mayoría de las veces operativa; en algún caso puntual sin sentido, más voluntarista o personalista que otra cosa. Y en esa condición optimista han podido vivir los casi últimos veinte años, asistiendo al último zarpazo del terrorismo doméstico y a su lenta decadencia hasta su desaparición, y a la emergencia brutal y letal del terrorismo global en nuestro país.

    La situación es harto distinta de aquella de 1981 de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, AVT. Indudablemente, es mucho mejor, pero no está exenta de riesgos. Las organizaciones desarrollan una agónica lucha por nacer, por emerger, por hacerse un sitio, consolidarse y resultar útiles. Luego, ley de vida, pasan a otra agónica lucha por seguir teniendo sentido, servir para algo y no desaparecer por inanición o aburrimiento, también por resultar inservibles. La hoja de ruta de esta segunda parte de la trayectoria ya histórica del movimiento asociativo y fundacional de víctimas del terrorismo está claramente identificada, como otra muestra más de su madurez. Comparado este movimiento con otros similares en otros países europeos, la distancia a nuestro favor es sideral; sin duda, el resultado de nuestra penosa experiencia y de la respuesta adecuada al final acabó dándose a esta. No cabe duda de que el trinomio verdad-justicia-reparación ha guiado y llenado de sentido la actuación de este asociacionismo en los últimos tiempos. Después, ha sido capaz de localizar la función preventiva de su propia existencia. En algún momento, la presencia organizada de las víctimas fue el indicativo social de que algunos sufrían por no comportarse pasivamente como los demás. En la actualidad, ese asociacionismo tiene claro que una de sus funciones consiste en poner el dedo en la llaga de las creencias que sostienen cualquier pensamiento binario y sectario (blancos y negros, buenos y malos, nosotros y ellos). El reto del Nunca más es el que mueve en buena medida las actuaciones de asociaciones y fundaciones, y también de una decidida actuación institucional. En definitiva, una expresión más de la condición política de las víctimas y una aportación estratégica de su parte para que no se repita en lo posible el proceso mental que llevó a individuos y a sociedades a decidirse por o a respaldar una solución violenta a los problemas colectivos.

    Una tarea interminable en el tiempo, porque siempre una tentación sectaria se verá sucedida por otra, la identifiquemos con la política, la religión, la etnia o cualquier otra seña de identidad y de diferenciación. Pero, en definitiva, la única que permite a la víctima recorrer el camino para poner punto final, si ello es posible, a su victimización y devolver su dolor al territorio de lo privado y personal. La implicación social de las víctimas, su exitosa conversión en sujeto colectivo al cabo de los años, les compromete en la exigencia de que el entorno político que viven asegure marcos jurídicos donde la diversidad y pluralidad sean posibles. Alcanzado ese punto ideal, el dolor no remitirá, pero sí que podrá atenderse en el espacio particular, podrá privatizarse la pena. Dónde se encuentre el final de ese camino será algo que tendrá que responderse cada una de esas víctimas y, con ellas, cada una de sus organizaciones. En todo caso, habrán demostrado también una cierta capacidad introspectiva para valorar todo lo realizado y conseguido, y todo lo que pueda quedar por delante.

    Las páginas que siguen recogen las aportaciones que diversas personas invitadas hicieron al XVIII Seminario de la Fundación Fernando Buesa, celebrado en Vitoria-Gasteiz en noviembre de 2020¹. La reflexión giró en torno al movimiento de víctimas del terrorismo y a la evaluación de su trayectoria en el transcurso de cuatro décadas, con la voluntad de ser críticos tanto con esta como con su presente, y con la intención de seguir teniendo un sincero, meditado y comprometido sentido en el futuro.

    Antonio Rivera Blanco y Eduardo Mateo Santamaría

    CAPÍTULO 1

    CÓMO HABLAR DE LAS VÍCTIMAS

    JOSEBA ARREGI ARANBURU

    La formulación del título es una escapatoria de la pregunta más urgente en estos momentos en los que las historias, escritas y filmadas, sobre ETA y las víctimas, y los comentarios periodísticos que estas suscitan, invitan a cuestionarse si no sería mejor parar un momento, callar y preguntarnos si no deberíamos dejar de hablar tanto. Tengo la impresión de que el recuerdo de las víctimas, de las primarias —los asesinados y los que fueron objeto de atentados mortales fallidos, los secuestrados— y de las secundarias —los familiares de las anteriores—, puede estar siendo enterrado bajo la palabrería incesante, bajo la pre­­tensión de que por fin se cuenta la historia verdadera, de que se ha logrado la victoria del relato, que los herederos de ETA ya no tendrán más remedio que hacer frente a la verdad de su trayectoria.

    Este miedo al ruido excesivo se añade a la impresión —y creo que no es solo mía, sino también de muchas víctimas— de que estas están ya muy enterradas por el silencio y el olvido de bue­­na parte de la sociedad vasca. Esta sigue, en buena medida, sin querer enterarse de lo que pasaba y de lo que pasó en su seno y ahora quiere continuar con una vida de normalidad dando una vuelta de tuerca a aquella frase de que había que hacer política como si ETA no existiera (Ibarretxe), añadiendo ahora la variante de que hay que vivir como si ETA no hubiera existido.

    Siempre queda la tarea a que nos obliga el grito de silencio impuesto a todos los asesinados: hacer transparente lo que significa. Transparencia que obliga a cuidar mucho las palabras que empleamos, las imágenes que producimos, las pretensiones con las que nos acercamos a la historia de terror de ETA, para que el significado de las víctimas —la ley de víctimas aprobada por el Parlamento Vasco añade ahí el calificativo político— no quede oculto detrás de una montaña de palabras e imágenes, detrás de nuestros intereses, sean estos los que sean.

    Es significativo el título de este libro: El movimiento de víctimas del terrorismo. Balance de una trayectoria. La historia no es mi fuerte y hay historiadores profesionales que seguramente estarán trabajando en la historia de los movimientos de víctimas del terrorismo. Sí creo, sin embargo, contar con alguna capacidad para analizar someramente las aportaciones positivas y los aspectos negativos de la trayectoria del movimiento de víctimas. Si se me permite una confesión personal, consciente de que no es muy deseable colocarse en ese plano, debo a la realidad de las víctimas de ETA el haberme inmunizado ante los retorcimientos intelectuales y morales en los que podía haber caído para condenar, pero entender, justificar, pero criticar, la violencia terrorista, la violencia de ETA. En cierto sentido, la rea­­lidad de las víctimas me ha salvado de perder mi honestidad política e intelectual y mi dignidad como persona. Si lo he conseguido, se lo debo a ellas; en caso contrario, la responsabilidad solo es mía.

    POSITIVO Y NEGATIVO DE UNA TRAYECTORIA

    No cabe duda de que el movimiento de víctimas constituye la parte más noble de la historia reciente de la sociedad vasca. La ha salvado, en línea con lo que preguntaban Lot y los tres visitantes de Abraham a Yahvé: ¿Salvarías a la ciudad de Sodoma si hubiera cien, cincuenta, diez justos en la ciudad?. Aunque la sociedad vasca no lo sepa, los movimientos de víctimas del terrorismo de ETA la han salvado de caer en la más profunda de las miserias morales.

    Las asociaciones y fundaciones de víctimas, de las que tanto se habla hoy en día,

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