La irrupción de Eduardo Verástegui Córdoba en el escenario político mexicano ha renovado el rostro de la ultraderecha para hacer cohabitar a los veteranos herederos de la Guerra Cristera y el sinarquismo, los discretos integrantes de órdenes y congregaciones de laicos, con los conspiranoicos antivacunas, anticambio climático, antiaborto, anti-LGBT, antiagenda 2030, antifeminismo e, inclusive, con un sector del empresariado más conservador.
Si bien se trata de una presencia electoralmente modesta –apenas si consiguió un 14.47% del apoyo mínimo necesario para su registro ante el INE, equivalente a poco más de 139 mil firmas–, su misión es construir una nueva generación de ultraderecha, con importantes relaciones internacionales y amplios fondos para conseguirlo, de acuerdo con expertos consultados.
Treinta años antes de procurar un lugar en la boleta electoral, Verástegui salía del Centro de Educación Artística de Televisa para integrarse a Kairo, una de aquellas boy band mexicanas que, bajo el título Signo del Tiempo, lanzó su primer LP en 1994. El título del álbum es bien conocido en plural por ser uno de los conceptos de la Constitución Pastoral Gaudium et spes, surgida del Concilio Vaticano II, y resultaba desde entonces notable que ese grupo de jóvenes de aspecto cuidado, musculatura expuesta y coreografías sexualizadas, eligiera en 1995 el nombre de Gaudium para su segundo álbum.
La época era de excesos y abusos que, aunque poco abordados en medios de comunicación, empezaban a aflorar inclusive en la cultura popular, así como algunos escándalos de fin de siglo: Molotov, la banda que se hizo voz de reproche al monopolio del entretenimiento que fue Televisa, cantaba