Ni duda cabe que en un país como México –y muchos otros– la agresión del hombre a la mujer es de vieja data y estuvo también normalizado en las normas de convivencia social. Nadie en su sano juicio podría estar contra que en los últimos años haya habido una reforma normativa y una gradual intolerancia social a estas conductas que lastiman la dignidad humana.
El problema, empero, ahora se encuentra en el rubro probatorio, habida cuenta