SAN PEDRO QUIATONI, Oax.– De pie, en la cima del cerro, mientras contemplan la siniestra belleza azul turquesa de la presa de jales de la mina El Águila, filial de la compañía estadunidense Gold Resource Corporation, comuneros y autoridades en defensa del territorio de este municipio zapoteco hablan de su desgracia: “Lo que se veía tan lejano ya nos alcanzó, se desencadenaron los malos augurios…”, se refieren a que el agua dulce del río de la comunidad se ha infiltrado de sustancias tóxicas de la presa.
Hace 11 años entró en operaciones la mina El Águila en San José de Gracia, y los pobladores describen los saldos contaminantes: mencionan enfermedades como el cáncer y daños irreversibles en la naturaleza porque se secaron los manantiales y ojos de agua, se cancelaron pozos de agua potable y los peces tienen deformaciones.
Comuneros de San Pedro Quiatoni, Soledad Salinas, San Pablo Lachiriega y La Mancornada fueron guías en un recorrido que Proceso realizó en esta comunidad.
Desde uno de los playones del Río Grande, contaron: “Aquí nos bañábamos, nadábamos y pescábamos. El río era nuestra fuente de vida porque servía para regar los cultivos de donde comemos, pero desde hace 11 años se convirtió en veneno”.
El cielo de esta microrregión de la sierra sur es límpido y atestigua la transformación de su medio ambiente. El agua del Río Grande todavía se ve diáfana, pero ya nadie se atreve a meterse a nadar porque causa ronchas en la piel y el agua que corría dulce ahora tiene un sabor salado.
Los pobladores dicen que