SIN MOTINES NO HAY PARAÍSO
PERIODISTA
Alo largo del siglo xvii, buena parte del Viejo Continente, especialmente los países mediterráneos, tuvo que lidiar con una enorme crisis demográfica, económica y social. Eran tiempos convulsos, favorecidos por las malas cosechas y el hambre. La desnutrición dio paso a las epidemias, y la peste reapareció. Las guerras eran permanentes, y el endeudamiento de la monarquía hispánica se vio incrementado, a la vez que los cargamentos de oro y plata que llegaban de América iban disminuyendo. Hasta el año 1678, la hacienda real quebró en seis ocasiones.
La guerra de los Ochenta Años, entre 1568 y 1648, exigió de la Corona una consignación de recursos sin precedentes. La rebelión en los Países Bajos se transformó en un conflicto duradero, y puso de manifiesto el gran problema económico que suponía el desarrollo de una política imperial en Europa. Los triunfos frente al Imperio otomano y la unión de España y Portugal (1580) no pudieron obviar los graves problemas financieros. La guerra en Flandes fue el principal frente por el que se desangró la delicada economía del Imperio español.
El ejército de Flandes
La vida en un tercio español era cualquier cosa menos fácil. La incertidumbre, la tensión extrema y el peligro constante estaban a la orden del día. Los servicios del soldado se requerían en todo momento, bajo cualquier circunstancia. Lo mismo debía combatir bajo el fuego de los cañones que trabajar en las obras de un asedio o batirse cuerpo a cuerpo en una emboscada. Además, la soldada, cuando llegaba, apenas daba para cubrir las necesidades. En la mayoría de los casos, los soldados se veían abocados a vivir a crédito. Tenían
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