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Resistencia socialista en femenino: Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011
Resistencia socialista en femenino: Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011
Resistencia socialista en femenino: Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011
Libro electrónico252 páginas3 horas

Resistencia socialista en femenino: Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011

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Esta es una historia sobre las mujeres socialistas vascas que vivieron la dictadura franquista y más tarde el totalitarismo de ETA, mujeres que contribuyeron a que la democracia pudiera consolidarse y vieron luego a la dictadura de ETA asentarse. Porque ellas, aunque no siempre estuvieran en primera línea, contribuyeron no solamente a la supervivencia del ideal socialista durante la dictadura, sino también al advenimiento y consolidación democrática. Después, cuando el terrorismo de ETA embistió duramente al socialismo vasco, ellas también estuvieron en la primera línea. Han sido mujeres alcaldesas, concejalas, junteras, parlamentarias, consejeras, pero también militantes de base, parejas, madres o hijas de cargos públicos, o socialistas que querían declarar públicamente su adscripción política. Y en estos cuarenta años de democracia ellas han jugado un papel fundamental dentro del socialismo vasco. Algunas vivieron en sus carnes la violencia de la persecución; otras pagaron con su vida su militancia, y otras vivieron desde la esfera familiar el drama de aquellos hogares donde el terrorismo etarra había puesto el punto de mira.

Las historias que aquí se presentan son producto de una investigación tanto en fuentes documentales como a través de entrevistas. En estas páginas, historia y memoria se mezclan para darnos una perspectiva más amplia de cómo sintieron estas mujeres su entorno, qué decisiones tomaron y con base en qué, y, sobre todo, cómo esta realidad contribuyó a reconfigurar de alguna manera su ser socialista.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ene 2021
ISBN9788413521428
Resistencia socialista en femenino: Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011
Autor

Ángel Comonte Santamaría

Licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Deusto y doctorando en la Universidad del País Vasco. Es autor de los libros Juan de los Toyos González. Biografía de un pequeño gran hombre (Fundación Juan de los Toyos, 2010), Alcaldes y alcaldesas socialistas del País Vasco (1979-2018). La lucha por la democracia, la libertad y la convivencia (Los Libros de la Catarata, 2019) y coautor, junto con Carmen González Guerra, de La experiencia de la resiliencia socialista en Errenteria (Los Libros de la Catarata, 2019) y junto con Sara García Hidalgo de Orellán de Resistencia socialista en femenino. Violencia de ETA y mujeres del PSE desde la Transición hasta 2011 (Los Libros de la Catarata, 2020). Durante varios años ha formado parte el consejo de redacción de los libros de historia local de Portugalete, en la colección El Mareómetro-Fundación El Abra. Es un colaborador habitual de los programas televisivos Temas de Actualidad y Objetivo Bizkaia de la cadena baracaldesa Tele 7. Ha formado parte del documental para la EITB: Tras la huella obrera de Pasionaria (2020). Junto con la productora Luanma Films ha colaborado en los guiones: El tiempo que nos tocó vivir y Ramón Rubial, un vasco universal. Desde agosto de 2022 junto con la también historiadora y coordinadora de la Asociación Cultural Globalkultura, Jaio de la Puerta Rueda, está trabajando en la reorganización del Museo de la Industria-Rialia de Portugalete.

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    Resistencia socialista en femenino - Ángel Comonte Santamaría

    Euskadi.

    Presentación

    Begoña Álvarez Bazán fue una mujer de Portugalete que vivió en sus carnes la dictadura franquista y más tarde presenció cómo el totalitarismo de ETA seguía coartándole la ansiada libertad. Begoña también fue mujer de un histórico socialista que contribuyó sobremanera a la consolidación del PSOE y de la UGT durante la dictadura, y es la madre de un lehendakari socialista. Pero en este trabajo nos interesa su historia, la de una mujer que tuvo que resistir ante la dictadura franquista y más tarde la de ETA. Porque ellas, aunque no siempre estuvieran en primera línea, contribuyeron no solamente a la supervivencia del ideal socialista durante la dictadura, sino también al advenimiento y consolidación democrática.

    Más tarde, cuando el terrorismo de ETA embistió duramente al socialismo vasco, ellas también estuvieron en la primera línea. Mujeres alcaldesas, concejalas, junteras, parlamentarias, consejeras, pero también militantes de base, parejas, madres o hijas de cargos públicos, o socialistas que querían declarar públicamente su adscripción política. Y en estos cuarenta años de democracia ellas han jugado un papel fundamental dentro del socialismo vasco. Mujeres como Izaskun Gómez, Rafaela Romero, Esther Cabezudo o Soledad del Bosque vivieron en sus carnes la violencia de la persecución. Otras pagaron con su vida su militancia, como Maite Torrano. Y otras vivieron desde la esfera familiar el drama que se cernió sobre aquellos hogares donde el terrorismo etarra había puesto el punto de mira.

    La historia de las mujeres en contextos de dictadura o de violencia política es un tema que tiene una cada vez más amplia trayectoria historiográfica. No obstante, la his­­toria de las mujeres socialistas vascas que vivieron la dictadura franquista y luego el totalitarismo de ETA cuenta con un bajo número de monografías. Precisamente este libro quiere ser una primera aproximación a la historia de estas mujeres, que tuvieron su rol durante la dictadura y contribuyeron a que la democracia pudiera consolidarse, y vie­­ron luego cómo la dictadura de ETA y del nacionalismo vasco radical se asentaba, teniendo que convivir con este fenómeno otros cuarenta años, hasta 2011.

    Las historias que aquí se presentan son producto de una investigación tanto en fuentes documentales como a través de entrevistas. Historia y memoria se mezclan, pues, en este trabajo, para darnos una más amplia perspectiva de cómo sintieron estas mujeres su entorno, qué decisiones tomaron y con base en qué, y, sobre todo, cómo esta realidad contribuyó a reconfigurar de alguna manera su ser socialista. Y es que muchas de ellas afirman que el socialismo se siente, que han vivido en socialismo, que su compromiso con este ideal se basa en su compromiso con la política.

    En el primer capítulo hacemos un recorrido por todo el contexto histórico de la etapa democrática y el impacto que la violencia terrorista de ETA ha tenido en el mismo. También se aborda la cuestión de la historia-memoria, tema no menor en el actual contexto historiográfico. En el segundo capítulo se aborda la experiencia de las mujeres durante la dictadura y la Transición. En el tercero hablamos sobre el día a día de las mujeres socialistas de la provincia de Vizcaya, incidiendo en dos atentados que marcaron a estas resistentes, como fueron Maite To­­rrano y Esther Cabezudo. En el cuarto se abordan los territorios de Guipúzcoa y Álava, y cómo el terrorismo ha impactado en ellos, haciendo especial hincapié en la violencia de persecución que se desató a mediados de los noventa.

    Los historiadores somos hijos de nuestro tiempo, como bien afirmaban Fernand Braudel y Manuel Tuñón de Lara, entre otros. Además, quienes hemos vivido las últimas décadas en Euskadi, hemos conocido el fenómeno del terrorismo, lo que nos convierte en lo que Timothy Snyder definió para Tony Judt, un insider y un outsider de la realidad que analiza, es decir, el o la historiadora ha vivido ese tiempo y, por tanto, es un insider, pero también es capaz de abstraerse del mismo y analizarlo con las herramientas historiográficas, y en ese sentido es un outsider. Quizás la cercanía en lo temporal sea la causa de que todavía no tengamos demasiados estudios historiográficos sobre este fenómeno y, aun así, su cada vez más creciente número nos está permitiendo un análisis cada vez más completo y complejo de la misma. Este libro quiere contribuir a esta dinámica.

    Este libro está escrito a cuatro manos. Ángel Comonte, historiador, ha realizado la parte vizcaína y el capítulo segundo. Sara Hidalgo, también historiadora, ha sido la encargada del primer capítulo y del análisis de la realidad guipuzcoana. Ambos han compartido las reflexiones de la parte alavesa. La autoría de las entrevistas aparece reseñada.

    Queremos agradecer a todas y cada una de las entrevistadas que han dedicado su tiempo para rememorar su pasado. Hemos conocido a varias de estas mujeres, y somos conscientes de la importancia de recuperar el relato de estas personas para una mejor reconstrucción histórica, alejada de blanqueamientos o manipulaciones. Como decía Joseba Arregi, el relato de las víctimas es fundamental para la buena salud democrática de una sociedad que ha experimentado algún fenómeno de terrorismo, como la vasca con ETA. Por otro lado, las aportaciones y reflexiones de Sara Buesa desde la Fundación Fernando Buesa y Esozi Leturiondo desde la Mario Onaindia Fundazioa son un claro ejemplo de coordinación entre entes públicos y tejidos sociales ciudadanos que siguen fundamentando los valores democráticos. También queremos agradecer a la Fundación Ramón Rubial y a su coordinadora Ana Cano su implicación con este trabajo.

    Capítulo 1

    La Euskadi del terrorismo etarra (1959-2011)

    Izaskun Gómez, Esther Cabezudo y Sara Buesa son tres nombres que aparentemente no tienen nada en común. Y digo aparentemente porque en realidad sí lo tienen. Las tres son mujeres que vivieron en primera persona la violencia terrorista de ETA. Izaskun Gómez, alcaldesa de Pasaia, sabe bien lo que significa ser concejal socialista en un pueblo con fuerte impronta del nacionalismo vasco radical. Entró de concejala en 1999, en los años de la socialización del sufrimiento, cuando los insultos y amenazas en los plenos eran la costumbre. Izaskun regentaba junto con su marido una cafetería en Hernani, que se convirtió en el punto de mira del nacionalismo vasco radical al mismo tiempo que ella iba adquiriendo responsabilidades institucionales en representación del PSE-EE. Comenzaron las amenazas, los insultos, empapelar el pueblo con su nombre dentro de una diana, hasta que una noche recibió la llamada de la Ertzaintza diciendo que habían destrozado su negocio por dentro. Nunca volvió a abrirlo. Ella siguió dedicándose a la política, hasta hoy. Esther Cabezudo ejercía su cargo de concejala socialista en un lugar sociológicamente muy diferente a Pasaia. Portugalete es un municipio con gran arraigo socialista, uno de los municipios que componen la otrora orgullosa Margen Izquierda, feudo socialista y cuna de algunos líderes sindicales de renombre, como Nicolás Redondo. Aun así, la violencia de ETA también tuvo aquí su impacto. Luchadora antifranquista, una vez llegada la democracia Esther tuvo que seguir peleando y hacer frente a la dictadura de ETA. El 28 de febrero de 2002, una bomba casi sega la vida de la que entonces era teniente alcalde de la localidad. Esther salvó la vida, aunque le quedaron secuelas que le acompañan hasta hoy. Las amenazas, insultos o coacciones que solía recibir en los plenos municipales llegaron demasiado lejos ese día, aunque no tanto como para ser fatales. Sara Buesa, por su parte, es hija de un asesinado por ETA, Fernando Buesa, líder del socialismo alavés, vicelehendakari del Gobierno Vasco, además de consejero. El 22 de febrero del 2000, a las 16:38 horas de la tarde, ETA hizo explotar un coche bomba que asesinó a Fernando Buesa Blanco y a su escolta, el ertzaina Jorge Díez, en el campus de la Universidad del País Vasco en Vitoria, cerca de su domicilio. Esa cercanía a su casa hizo que su hija Sara escuchara el impacto. Euskadi volvió a ver cómo el terrorismo etarra marcaba su vida política, pero Sara vio que un coche bomba le acababa de arrebatar a su padre. Las tres historias nos muestran la multiplicidad de experiencias de lo que ha sido el terrorismo de ETA y cómo se ha encarado. Aunque nos centramos en las vivencias de las mujeres socialistas, cada historia condensa todo un mundo, una cosmovisión, al ser la encarnación de las vivencias de una persona subjetiva y única. Lo que todas ellas tienen en común es que el terrorismo de ETA marcó sus biografías, su día a día y, en el caso de quienes militaban activamente, su militancia política. Porque no hay que olvidar que ETA ha marcado la historia del País Vasco desde su fundación, a mediados del siglo XX, hasta el anuncio de su disolución, en 2011.

    ORIGEN DE ETA, TRANSICIÓN Y AÑOS OCHENTA

    La historia de ETA se remonta a 1959, en los oscuros tiempos de la dictadura franquista. Entonces eran un grupo nacionalista vasco descontento con la gestión que, desde el exilio francés, estaba haciendo el PNV. Su primer asesinato llegó nueve años más tarde, en 1968, cuando mató al guardia civil José Antonio Pardines, mientras este regulaba el tráfico en una carretera de Villabona. Ese mismo día el etarra que había cometido el primer asesinato se convertía a su vez en el primer mártir, Txabi Etxebarrieta, al caer bajo las balas de la guardia civil (Fernández Soldevilla y Domínguez Iribarren, 2018). Se iniciaba así el ciclo violento del terrorismo etarra, plagado de víctimas, mártires elevados a los altares y, sobre todo, mucho radicalismo, pensamiento sectario y maquillaje de acontecimientos. Un ciclo en el que sobre todo existe miedo, terror sobre una parte de la sociedad, pues, tal y como afirma Joseba Arregui: Violencias ha habido muchas, de muchas clases, pero terror, básicamente el de ETA (Arregi, 2015). Asimismo, desde una mirada historiográfica, la afirmación que catalogaba a ETA como un colectivo antifranquista requiere de cierta matización, avalada por las fuentes disponibles. ETA era un grupo de ideología nacionalista vasca radical, su lucha era contra España, tuviera el régimen que tuviera, afirmación claramente constatable con los datos: si durante la dictadura asesinó a 45 personas, durante la democracia, su periodo más largo, asesinó a 800, tal y como arroja el Informe Foronda sobre el terrorismo en Euskadi.

    De hecho, la ideología etarra bebía de varias fuentes, entre las que se encontraban el aranismo más radical y su particular interpretación de la historia del País Vasco, las teorías descolonizadoras tan en boga en los años sesenta y las tácticas terroristas (Fernández Soldevilla, 2016). La denominada teoría del conflicto, que supeditaba la acción violenta de ETA a un secular conflicto entre el Estado español y el País Vasco, tuvo un gran impacto (Fernández Soldevilla, 2015). El historiador Gaizka Fernández Soldevilla (2016) resume así esta tesis:

    ETA y su entorno civil, la autodenominada "izquierda abertzale (patriota), denominan a su particular guerra el contencioso o el conflicto vasco": una contienda étnica en la que los invasores españoles y los invadidos vascos llevarían enzarzados desde hace centurias. Con el fin de que puedan encajar en tal tesis, se han reescrito diferentes episodios históricos que son presentados como eslabones de una misma cadena.

    Se refiere este historiador a diferentes momentos del pasado ensalzados y en ocasiones maquillados por la retórica nacionalista, como las revueltas bagaudas durante la descomposición del Imperio romano; la época de la monarquía visigoda; la batalla de Roncesvalles (778), en que los vascones derrotaron a las tropas carolingias; las batallas medievales como la de Arrigorriaga —legendario enfrentamiento convertido en útil recuerdo por la tradición fuerista y luego rescatado por Sabino Arana—; las guerras carlistas del siglo XIX; o la Guerra Civil de 1936. Con esta manipulación del pasado se creaban un imaginario colectivo y una memoria colectiva como pueblo basadas en la figura de ese pueblo como víctima colectiva siempre en lucha, que daba, además, forma a una serie de emociones de valor colectivo, duelo colectivo de los mártires, sufrimiento colectivo e incluso orgullo por ese pasado guerrero. Todo ello, en última instancia, actuaba como argamasa para la creación de una comunidad, la vasca, que se presentaba como opuesta a la otra comunidad, que estaría encarnada por los españoles y los franceses, y por los Estados español y francés. Es precisamente la Guerra Civil uno de los acontecimientos históricos que más nos interesan para comprender la retórica construida por ETA y su entorno para justificar sus acciones, autoproclamándose sus integrantes herederos de los gudaris (soldados vascos) de la Guerra Civil en el País Vasco, a la cual consideran no una lucha entre vascos de distinta ideología, sino que, tras unos convenientes retoques y omisiones, es presentada como una lucha entre España y Euskadi. Entre las omisiones podemos encontrar que Álava fue después de Navarra la provincia española que más miembros voluntarios dio a las filas de los requetés, los soldados carlistas que pelearon al lado de Franco (Ruiz, 2016), y que muchos guipuzcoanos engrosaron estas filas una vez caída su provincia.

    Además de esta reinterpretación del pasado, ETA nutrió su aureola mítica con acciones que, en el contexto del antifranquismo, muchos vieron con simpatía. Así, el asesinato de Melitón Manzana en 1968, jefe de la Brigada Político-Social de Guipúzcoa y conocido torturador de opositores al régimen, o el magnicidio contra el presidente de Gobierno franquista Carrero Blanco en 1973 dieron a este grupo terrorista un capital simbólico que tanto ellos como el nacionalismo vasco radical aprovecharon durante mucho tiempo para justificar sus atentados. A esta percepción contribuyó también el famoso juicio de Burgos contra 14 etarras, en 1970, que generó una ola contestataria global exigiendo su indulto, o los últimos fusilamientos ordenados por el dictador, en 1975, entre los que se encontraban los etarras Juan Paredes, alias Txiki, y Ángel Otaegui. De hecho, este último fusilamiento otorgó a ETA otro importante filón: el de integrar en su seno a muchos jóvenes venidos con la inmigración durante el desarrollismo o nacidos en Euskadi de padres inmigrantes, al calor del símbolo movilizador y nacionalizador que fue Txiki, cacereño de origen (Fernández Soldevilla, 2019).

    A la muerte de Franco, en 1975, la realidad política española fue modulando, y los nuevos partidos y organizaciones fueron tomando posiciones en el nuevo tablero político. Las izquierdas no nacionalistas (encarnadas en el PSOE, el PCE y otros partidos más minoritarios) en general se adherían a los nuevos principios democráticos. Pero ETA militar (separada en 1974 de ETA político-militar, que abogaba entonces por la acción política en detrimento de la militar) decidió seguir matando para generar presión que llevara a la cesión de su objetivo nacionalista. ETA político-militar —los denominados polimilis— concurrió a las elecciones de 1977 con las siglas de EIA (Euskal Iraultzarako Alderdia). El periodo de la Transición estuvo teñido de sangre. El objetivo de ETA se centró fundamentalmente en miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, presentados como policías torturadores o franquistas que no se adherían a los nuevos estándares democráticos, justificando así el asesinato. Además, en su lógica de la ocupación de Euskadi por parte de España, estos eran representantes de los ocupadores, ocupantes ellos mismos, siendo su presencia considerada ilegítima y, por tanto, combatible. Es interesante observar que, en el proceso de deshumanización iniciado contra estas personas para justificar el acto del asesinato, se las fue asimilando a animales. Así, se las denominaba txakurrak (perros), y es interesante entender qué significa un perro, aquel que obedece al amo (que sería España), además de ser un animal, no un ser humano. Policías nacionales, guardias civiles y policías municipales fueron engrosando su lista de asesinados. Pero junto a ellos ETA también asesinó a un buen número de personas acusadas de colaborar con estos cuerpos o de chivatas, traidoras. Es interesante observar el campo semántico de estas palabras, ya que el chivato o el traidor es el epítome de la falsedad, de la maldad, es el Judas que traiciona a Jesús, es aquel que pone en peligro una empresa (en este caso, la independencia de Euskadi), colaborando con el enemigo

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