Proceso 1001: El franquismo contra Comisiones Obreras
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José Antonio Pérez Pérez es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco, profesor de esta materia y miembro del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda.
Mayka Muñoz Ruiz es doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, investigadora y archivera en la Fundación 1º de Mayo.
Mayka Muñoz Ruiz
Doctora en Historia Contemporánea y archivera en el Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo. Ha publicado estudios sobre historia de CC OO e historia de las mujeres.
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Proceso 1001 - Mayka Muñoz Ruiz
JOSÉ ANTONIO PÉREZ PÉREZ
Es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco, profesor de esta materia y miembro del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda. Sus ámbitos de investigación se centran en el franquismo y la transición. Entre sus obras más destacadas se encuentra el libro titulado: Los años del acero. (2001), fruto de su tesis doctoral. También ha publicado numerosos trabajos sobre otros temas, como la oposición al régimen franquista, la historia de las mujeres y la violencia política. Además, colabora con la Fundación José Unanue en proyectos relacionados con la historia del movimiento obrero en Euskadi. También ha sido coeditor de varios libros, entre ellos El peso de la identidad (2015) con Fernando Molina y Euskadi, 1960-2011, Dictadura, transición y democracia (2018) con Juan Pablo Fusi. En los últimos años ha estado al frente del proyecto titulado Historia y memoria del terrorismo en el País Vasco (1968-2011), y es el coordinador de la trilogía del mismo nombre.
MAYKA MUÑOZ RUIZ
Es doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, archivera en el Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo y miembro del grupo de investigación Relaciones de género en el mundo contemporáneo: una perspectiva interdisciplinar desde la Historia, la Geografía y el Derecho, reconocido por la UCM. Ha publicado estudios sobre historia de CCOO, así como de historia de las mujeres y de las relaciones de género en el franquismo. Podemos destacar: El legado de la solidaridad. Historia de CCOO en los sectores de la construcción y los servicios, su participación en la obra colectiva Sindicalistas. Mujeres en las Comisiones Obreras, y en el primer volumen Conciencia de clase. Historia de las Comisiones Obreras, con un capítulo sobre el propio Proceso 1001.
José Antonio Pérez Pérez y Mayka Muñoz Ruiz
Proceso 1001
El franquismo contra Comisiones Obreras
Prólogo de Unai Sordo
Diseño de cubierta: PABLO NANCLARES
© José Antonio Pérez Pérez y Mayka Muñoz Ruiz, 2022
© Los libros de la Catarata, 2022
Fuencarral, 70
28004 Madrid
Tel. 91 532 20 77
www.catarata.org
© fundación 1º de mayo
longares, 6
28022 madrid
www.1mayo.ccoo.es
Proceso 1001.
El franquismo contra Comisiones Obreras
isbne:978-84-1352-524-2
ISBN: 978-84-1352-493-1
DEPÓSITO LEGAL: M-14.429-2022
thema: KNXU/3MPQ-ES-A
impreso por artes gráficas coyve
este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Prólogo
Este libro forma parte de las iniciativas que hemos puesto en marcha en el sindicato para celebrar el cincuenta aniversario del Proceso 1001, que se inició con la detención de la Coordinadora Nacional de nuestro sindicato cuando este estaba en proceso de conformación en plena dictadura y era la principal estructura social organizada dentro del movimiento de masas que luchaba por la democracia y las libertades.
Pero este libro también quiere ser mucho más. Una reflexión sobre el nosotros
. No sobre el nosotros endogámico que centra la mirada hacía dentro del sindicato, sino sobre la importancia del sindicato en la construcción del nosotros como sociedad.
España no sería la que es ahora sin la lucha anónima y generosa de miles y miles de mujeres y hombres que decidieron que su instrumento de lucha serían las comisiones obreras
.
Este libro quiere poner en valor que para gran parte de la sociedad española, la que se oponía al franquismo de diferentes formas y a través de diversas luchas, el sindicato era una parte nuclear en el proceso de construcción de una nueva identidad colectiva como país. Una identidad colectiva que se enfrentaba a esa pacata y castradora imagen de España de Reyes Católicos, pandereta y misa diaria que trataban de meternos con calzador en las escuelas, en las iglesias, en los periódicos, en la radio y en la televisión que solo tenía dos canales.
El sindicato fue un instrumento fundamental de la sociedad española para ganar espacios democráticos, lo que nos reivindica como constructores de la libertad en España, pero también las propias comisiones obreras eran en sí mismas una seña de identidad de ese país que quería dejar atrás la larga noche del franquismo. Un elemento clave en esa construcción de un nosotros diferente.
De hecho CCOO fue entre otras cosas consecuencia de los conflictos de clase que se iban abriendo paso en el proceso desarrollista español, a partir de los Planes de Estabilización del 59, donde una incipiente industrialización transformaba una sociedad eminentemente agraria en una con un mayor componente industrial. Esa industria intensiva en mano de obra, de bajo valor añadido y que provocó un relevante proceso migratorio interno fue la que generó las condiciones objetivas para que un nuevo sujeto colectivo exigiera unas determinadas condiciones materiales y salariales.
Eso gestó a las comisiones obreras. Un movimiento sindical que luego se transformaría en una central sindical, cuyas direcciones clandestinas tuvieron el gran acierto histórico de canalizar las corrientes y mareas provocadas por esas condiciones objetivas —así como las reivindicaciones materiales que llevaban aparejadas—, hacia una desembocadura sociopolítica. El salario y las condiciones de vida requerían de libertades y democracia, y el sindicato sería el principal aparato de oposición a un régimen autoritario que terminaría como empezó: asesinando.
Por eso hoy, cincuenta años después de la detención de la dirección de Comisiones Obreras, queremos reivindicar la lucha de esas mujeres y hombres como una lucha que hoy, en condiciones mucho menos desequilibradas que en ese oscuro pasado, afrontan día a día millones de trabajadores, miles de delegados sindicales.
Aunque este libro no necesita más justificación que las ya expresadas, para el sindicato la memoria histórica tiene más funciones que la propiamente historiográfica. Porque pese a los momentos diametralmente distintos que vivimos respecto a aquel año 1972 del Proceso 1001, hay disputas que podemos calificar de intrahistóricas y permanecen con distintas expresiones en tiempos distintos.
La gran batalla cultural que desde el surgimiento del capitalismo hace más de dos siglos se libra en las sociedades desarrolladas es la que enfrenta a quienes consideramos que es la cooperación lo que nos hace humanos y luchamos por reducir la desigualdad, frente a los que justifican y defienden los valores egoístas del darwinismo social
con el que Herbert Spencer impregnó la ideología de las clases dirigentes capitalistas en el siglo XIX para autojustificar su posición de predominio social, y que Hayek proyectó después de la Segunda Guerra Mundial.
Entre quienes defendemos una sociedad inclusiva que no deje a nadie atrás y quienes tienen una concepción liberal que niega la propia existencia de la sociedad, —solo existen individuos y familias, llegó a decir Margaret Thatcher—. Entre quienes situamos la necesidad de un nuevo contrato social para el siglo XXI en la construcción de una sociedad solidaria y compasiva respecto a quienes aspiran a sociedades despiadadas y segregacionistas.
Evidentemente, esta batalla no es una batalla meramente cultural o filosófica, pero en sistemas democráticos y en los que por tanto, en mayor o menor medida las motivaciones de la acción pública han de responder al deseo mayoritario
de la ciudadanía, no hay lucha por la igualdad que no contemple la disputa cultural. Hoy la conformación de lo deseable para las mayorías sociales es tan importante para las clases dominantes y poseedoras como las propias medidas de distribución de la renta y de los bienes comunes. Las políticas materiales de las derechas llevan décadas siendo profundamente performativas. No solo gestionan. Gestionan para provocar una determinada manera de entender el mundo.
Por eso los sindicatos somos tan molestos para el poder, porque somos la construcción más genuina de un nosotros que disputa bases materiales, pero que además lo hace (cuando hace buen sindicalismo) desde la construcción de un sujeto colectivo. No es solo un sindicato para la clase trabajadora, sino de la clase trabajadora. No es solo un sindicato que genera derechos que se disfrutan como un cliente disfruta de un servicio, sino que los genera en procesos de empoderamiento colectivo, y lo hace además partiendo del ámbito más impermeable a la participación democrática como es la empresa y el centro de trabajo.
Por eso fuimos perseguidos con saña por el franquismo; por eso en épocas de crisis como la que vivimos hace diez años sufrimos una dura agresión reputacional; por eso hoy somos objeto de los ataques más furibundos de la ultraderecha del siglo XXI, especializada en dar batallas culturales nacional-populistas para consolidar métodos de extracción de rentas y dominación, con el beneplácito de clases subalternas acogidas en enclaves seguros
(patria, homogeneidad racial o sexual, arcaicos roles de género, etc.), interpretados como opresivos, segregadores y reaccionarios, pero —falsamente— protectores.
Este libro es, por último, un homenaje a todas las mujeres y hombres que construyeron un nosotros en condiciones muy difíciles, en la oscura noche del franquismo, sufriendo cárcel, represión, tortura e incluso la muerte simplemente por defender los derechos y los intereses de las trabajadoras y trabajadores y por luchar por la libertad y la democracia, cuestiones que eran normales en nuestro entorno, en Europa.
Caminamos a hombros de gigantes. Sin su esfuerzo, generosidad y humildad —muchos de ellos y ellas tan solo dicen hicimos lo que teníamos que hacer
—, no sería posible disfrutar de los niveles de bienestar ni de ejercicio de las libertades que disfrutamos y que tienen que servirnos como incentivo y acicate no solo para impedir que se produzcan futuros retrocesos en derechos y libertades, sino para conquistar nuevos derechos en un cambio de paradigmas tan acelerado como el actual.
La lucha de esas mujeres y hombres que lo dieron todo, algunos hasta la vida, es un ejemplo para el sindicato pero también para el conjunto de la ciudadanía de nuestro país en el esfuerzo de construir un nosotros incluyente, que piense en los intereses del conjunto de la sociedad. ¡Vivan las comisiones obreras!
Unai Sordo
Secretario general de Comisiones Obreras
Introducción
La dictadura franquista fue ferozmente clasista. Persiguió y reprimió sin tregua toda expresión organizada de la clase trabajadora, como fue el caso de las Comisiones Obreras. Concibió además el conflicto laboral como un problema de orden público. Comprendió la relación entre las clases de una manera armonicista. Por eso dispuso a trabajadores y empresarios en una misma organización controlada por el propio régimen: la Organización Sindical Española (OSE), más conocida como sindicato vertical, siendo en realidad una ficción en tanto que sindicato.
Esta idea armonicista de la relación entre clases no era original del franquismo. Procedía del catolicismo y del mundo reaccionario del siglo XIX. Sin embargo, no impedía a la dictadura repetir machaconamente en la propaganda social que aquellos trabajadores y trabajadoras que reclamaban sus derechos, emprendían una huelga o trataban de organizarse eran ajenos al cuerpo social. Siempre eran tratados como agitadores externos, a menudo acusados de hallarse a sueldo de Moscú. El objetivo era convencer, cada vez con menos éxito, al resto de la clase trabajadora de que aquellos que trataban de desarrollar una actividad de carácter sindical no formaban parte de ellos, eran extraños y ajenos a sus intereses. Solo así se comprende que, tanto en la calificación provisional del fiscal como en la sentencia 1001/1972 del Tribunal de Orden Público se calificase a algunos de los acusados, al margen de los delitos imputados, como de pésima conducta social
. Otros fueron calificados de mala conducta social
. Nada más lejos de la realidad. De ningún modo vivían en la marginalidad ni tenían antecedente alguno en su vida personal que les hiciese acreedores de tales calificaciones. Todos ellos estaban integrados en su medio natural: trabajando en una empresa, junto a otros trabajadores; viviendo en barrios populares, junto a sus vecinos. Es más, en general, eran buenos empleados, puesto que, para poder erigirse en referentes en sus empresas, debían cumplir sus tareas de la mejor manera posible y que sus compañeros vieran que no se arredraban ante los trabajos duros.
En realidad, el régimen quiso dar un escarmiento a las Comisiones Obreras, frenar su ascenso e influencia entre los trabajadores y trabajadoras a través del Proceso 1001. En estas páginas veremos cómo ese intento acabó volviéndose en su contra.
CAPÍTULO 1
Las detenciones del día de San Juan de 1972
Era sábado aquel día de San Juan de 1972. Como en otras siete ocasiones anteriores, entre junio de 1967 y octubre de 1971, la Coordinadora General de Comisiones Obreras tenía previsto celebrar una reunión. En ella se darían cita delegados de los diferentes territorios, pues desde 1966 la implantación del movimiento había progresado significativamente, lo que exigía una coordinación lo más estrecha posible.
Esta vez, además de reforzar la coordinación, estaba previsto debatir un documento titulado Sobre la unidad del movimiento obrero de masas
, que habían preparado Nicolás Sartorius y Eduardo Saborido. Además, iban a abordarse los criterios de distribución de los fondos solidarios recaudados durante la primavera del año anterior en Milán. Allí había tenido lugar el festival Amnistía. Que trata de Spagna, organizado unitariamente por las centrales sindicales italianas. El programa del festival incluyó, además de actos públicos, una serie de iniciativas culturales, todo ello en solidaridad con las Comisiones Obreras y los presos políticos en España. Se editó así para la ocasión un libro de poesía con autores españoles. De hecho, que trata de Spagna remitía a un muy conocido poemario de Blas de Otero. Igualmente se publicó un disco con temas de cantautores en las cuatro lenguas del Estado español. Pero, sobre todo, sobresalió una gran exposición de pintura y escultura en la que participó prácticamente la totalidad de la vanguardia artística española del momento, así como una serie de creadores europeos. Las obras fueron cedidas expresa y gratuitamente por sus autores para la ocasión y lo obtenido con la venta de las mismas se destinó a la solidaridad.
En cuanto al documento a debatir, se trataba de un texto relativamente extenso, que estaba organizado en un total de 23 apartados y un apéndice. Obviamente, con anterioridad, las Comisiones Obreras habían elaborado una serie de declaraciones de contenido analítico y programático. Sin embargo, "Sobre la unidad del