Acargo de voluntarios que llegaban a pie, en carro o en burro, las bibliotecas, las proyecciones de cine, los gramófonos y las obras de teatro recorrieron los lugares más recónditos de España. Fueron en su mayoría maestros, pedagogos y miembros del mundo intelectual, pero también muchas personas anónimas las que integraron las Misiones Pedagógicas con la intención de educar a la gente de los pueblos. Pero, sobre todo, de procurar diversión y alegría a personas que vivían en la mayor indigencia cultural.
Las Misiones Pedagógicas son conocidas como el proyecto tal vez más romántico de la Segunda República, que fue la edad de oro de la educación en España. En esta etapa se pusieron en marcha numerosas iniciativas educativas, entre las que destacó esta como una de las más novedosas e idealistas.
Las Misiones eran la culminación del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que había surgido en 1876 liderada por Francisco Giner de los Ríos. Ya a finales del siglo XIX, la ILE había pretendido dar un giro a la educación española creando centros educativos con unos sistemas completamente distintos a los de la escuela tradicional. Se valoraban las excursiones, las clases al aire libre, el fomento de la creatividad y de las artes. Se practicaba la coeducación, no se utilizaban libros de texto (pero sí de consulta) y el alumno era el protagonista de su aprendizaje. La ILE había pretendido