LAS MUERTES DE MOLA, BALMES Y SANJURJO
Los sufíes –los místicos del islam– creen que algunas personas gozan de la baraka, una especie de bendición de Alá. Con la popularización del concepto, la baraka pasó a considerarse sinónimo de una suerte milagrosa. Y uno de los personajes de nuestra historia reciente a los que, por muchos motivos, se ha considerado poseedor de tal baraka es alguien que forjó buena parte de su prestigio en tierras islámicas, más precisamente en Marruecos: Francisco Franco.
La gran dosis de suerte del futuro dictador es una forma de explicar varios acontecimientos accidentales cuya concatenación ayudó a llevarlo en volandas hasta el liderazgo del bando antirrepublicano. Estos son el mortal accidente de aviación del general José Sanjurjo −primer líder de referencia entre los rebeldes− el 20 de julio de 1936, dos días después del golpe de Estado; la ejecución de José Antonio Primo de Rivera −el joven líder político adorado en los medios de la derecha− en la prisión de Alicante, el 20 de noviembre de ese mismo año [ver artículo en página 82], y otro accidente de aviación, el sufrido por el general Emilio Mola –el llamado “Director” de la conjura– al año siguiente, el 3 de junio de
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