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El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936)
El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936)
El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936)
Libro electrónico579 páginas9 horas

El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936)

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El coronel Ildefonso Puigdengolas Ponce de León (1876-1936) fue un veterano que luchó en Cuba y Marruecos y desarrolló su historial en el Cuerpo de Seguridad, institución policial de la Segunda República. Bien considerado por los políticos republicanos, fue nombrado gobernador militar de Badajoz, ciudad que fue tomada por las fuerzas sublevadas. Las verdaderas circunstancias de la caída de Badajoz han estado ocultas hasta hace muy poco por la prensa-propaganda de la época, que escondió y deformó lo que realmente sucedió. Del máximo responsable militar de la defensa de Badajoz no sabíamos casi nada y muchos de los datos que circulaban sobre él eran difusos y contradictorios. Este libro aporta información nueva sobre su vida y su personalidad, pero también desmiente falsedades vertidas sobre este militar y el que fue el episodio más importante de su carrera.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 sept 2014
ISBN9788437095332
El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936)

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    El coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz (agosto de 1936) - Héctor Alonso García

    1.   INTRODUCCIÓN

    Hay más trabajo en interpretar las interpretaciones que en interpretar las cosas, y más libros sobre los libros que sobre otro tema: no hacemos más que entreglosarnos. Todo hormiguea de comentarios; de autores, hay gran carestía.

    Michel de Montaigne (1533-1592)

    Sobre la guerra civil se han vertido ríos de tinta desde el momento mismo en que se inició y, todavía hoy, una buena parte de los títulos que sobre Historia se publican en nuestro país tratan sobre los aspectos militares, políticos o sociales que envolvieron aquel episodio tan trágico de nuestra historia reciente. Este interés se justifica de diferentes maneras, según las personas. Para algunos porque el período de la ii república y la guerra civil de 1936-1939 sigue siendo el referente más directo que explica nuestra España actual, aspecto este controvertido pues para otros, en realidad, lo es la transición a la democracia. Para muchos otros, el interés viene dado por ser éste el último episodio de crueldad mutua vivida por nuestros antepasados y por ello se intenta dar respuesta a la pregunta ¿por qué se llegó a aquello? Para otros tantos, especialmente los más jóvenes españoles, la guerra civil fue simplemente la guerra de nuestros abuelos y con el tiempo se van desfigurando sus causas e incluso lo que nos acerca a ella, como ya ha sucedido con la guerra de cuba entre las personas de mi generación a la que vemos como algo lejano y ajeno.

    Para la generación que la vivió, sin embargo, hubo un antes y un después de la guerra pues, para muchos, sus vidas quedaron marcadas según el papel que les tocó vivir en el conflicto. una parte de los que formaban parte de las organizaciones del Frente Popular quedaron estigmatizados y algunos de ellos sufrieron una represión por parte de los vencedores que ha marcado políticamente en parte a las siguientes generaciones. Por otra parte, si bien es cierto que los sublevados fueron los vencedores de manera indiscutible y absoluta de la guerra, también lo es que perdieron la paz, según una expresión ampliamente repetida. Pese a su casi aplastante victoria militar, con el trascurso del tiempo, muchos somos los que opinamos que perdieron la batalla de la propaganda.

    De los muchos episodios que tuvieron lugar en nuestra pasada guerra civil de 1936-1939 uno de los primeros y a los que la historiografía ha dado más importancia fue el asalto a la ciudad de Badajoz por las tropas que se habían rebelado contra el Gobierno del Frente Popular que tuvo lugar el 14 de agosto de 1936. Éste, que fue el primero que se hizo de una población verdaderamente importante, destacó por su dureza según la prensa de la época, pero sin embargo fue la posterior represión que llevaron a cabo los sublevados la que trasmitida por los medios periodísticos españoles y extranjeros generó un mayor impacto y escandalizó a buena parte de la opinión pública mundial, sensibilizada porque lo que sucedía en España se presentó como un episodio más del enfrentamiento entre grandes ideologías. desde entonces, el tema de Badajoz ha sido recurrente e inevitablemente presente en casi cualquier libro que tratase sobre ese conflicto. Muchos de éstos, pese a venir respaldados a menudo por autores que han alcanzado gran prestigio, han repetido la misma versión gestada en 1936 por la prensa-propaganda sin aportar nada y han sido considerados como científicamente correctos por una cuestión de autoridad. Parte de la culpa de que esto fuese así la tuvo el que por un lado, durante el franquismo algunos historiadores tuvieron problemas para acceder a determinados archivos pero también al desinterés manifestado por casi todos los historiadores en investigar lo sucedido realmente, una vez superada dicha etapa. En este mismo sentido, esos historiadores por lo general no se preocuparon lo más mínimo en recoger testimonios de los protagonistas aún vivos, sobre todo de aquellos que tuvieron cargos importantes y de responsabilidad para lo que no hacía falta consultar ningún archivo.

    Por todo ello, cuando se profundizaba en un aspecto concreto de lo sucedido en Badajoz y echábamos mano a la bibliografía existente nos dábamos cuenta de que eran numerosas las lagunas, de que la bibliografía era bastante escasa y repetitiva y de que la existente necesitaba una profunda revisión ya que fue escrita en muchos casos a la ligera, con evidentes contradicciones según los autores. otro gran problema es que algunos trabajos no eran aceptables desde el punto de vista metodológico por no cumplir los fundamentos exigibles en todo trabajo de ciencias sociales. Se ha afirmado mucho y las más de las veces sin apoyar estas afirmaciones en fuentes depuradas sino en prensa de guerra, básicamente propagandística, meras suposiciones o cálculos malabarísticos a los que dependiendo de la ideología de cada autor se han aferrado los historiadores posteriores convirtiendo la discusión histórica en un conflicto más político que científico.

    No ha sido hasta hace muy pocos años cuando han surgido nuevos títulos que han renovado los análisis, gracias también en parte a la visión cada vez más imparcial de los historiadores. tal y como digo, la triste situación en que se había encontrado la investigación de lo sucedido en Badajoz ha cambiado sólo muy recientemente cuando han sido publicados laudables trabajos en los que se aportaban datos provenientes de archivos y testimonios que han permitido ir perfilando «grosso modo» la verdad histórica y dar cifras aproximadas, pese a lo cual, todavía quedan algunos puntos oscuros.

    Aquellos que piensan que setenta años después de que se iniciase el conflicto que marcó a la generación de nuestros padres o abuelos, ya sabemos todo lo que pasó porque está todo investigado se equivocan. Para el caso de Badajoz, sólo hasta los más recientes trabajos no se ha llegado a profundizar a un nivel de detalle pormenorizado, lo que ha reabierto el debate no sobre la charlatanería y las afirmaciones inconsistentes sino sobre investigaciones realizadas de manera verdaderamente científica.

    La guerra civil desata, todavía hoy, aunque afortunadamente cada vez en menos gente, acalorados debates sobre cuestiones secundarias. He intentado por ello centrarme en este trabajo en los contenidos científicamente demostrados dejando de lado las valoraciones personales y lo opinable. Además he pretendido mantener la asepsia ideológica y la equidistancia pese a que seguro seré incomprendido por aquellos que consideran que sobre esta cuestión hay que posicionarse política, ideológica o históricamente, aunque insisto en que he preferido mantener estas cuestiones al margen y limitarme a explicar cómo sucedieron las cosas y por qué, interpretándolas en la medida de lo posible, dejando los puntos de vista como una cuestión personal y por ello sólo del interés de cada uno.

    Tras la presentación de mi trabajo de investigación –antigua tesina– en la que presenté los inéditos Manuscritos del coronel Puigdengolas, y la reciente publicación de algunos trabajos en los que se ha ido asentando nuestro conocimiento de lo sucedido en Badajoz, se me planteó el casi absoluto desconocimiento que teníamos del coronel Puigdengolas, responsable máximo republicano de la defensa de la ciudad frente a las tropas de Yagüe. dicha ignorancia se me manifestó en las lagunas sobre el personaje presentes en la historiografía y en los datos publicados que algunas personas planteaban en diversos medios en los que se mezclaban datos ciertos ya conocidos con otros inexactos o erróneos e interrogantes sin responder, en general respuestas que eran a veces suplidas con especulaciones y afirmaciones llenas cuanto menos de imaginación y escasas de datos y de investigación. Los ejemplos son abundantes y alguno de ello muy reciente y especialmente desencaminado como son las afirmaciones vertidas especulativamente por algún aficionado badajocense a la historia local en un trabajo publicado por él mismo pretendiendo apropiarse de una parte de mis fuentes y además, lo que es peor, malinterpretándolas para sostener su propio punto de vista.1

    El coronel Puigdengolas no era un personaje conocido por el gran público por lo que sólo algunos especialistas en la guerra civil tenían alguna referencia sobre él. Esto es debido a su temprana muerte, al principio de la guerra, y al interés de determinadas personas en desacreditarle como militar, interés gestado durante el mismo conflicto por la prensa-propaganda nacionalista. Víctima de esta manipulación del personaje fue también el conocido escritor Lorenzo Silva quien no hace mucho lo incluyó como personaje en una mezcla de realidad y fantasía en su novela Carta blanca, tratándolo de manera injusta y desinformada, como veremos, aunque en este caso por desconocimiento y no ya por oscuros intereses.

    No es mi objetivo en este trabajo explicar las causas ni las circunstancias de la fase inicial de la guerra, ni hacer un resumen de la literatura publicada al respecto ya que ésta es prácticamente inabarcable por su inmensidad pero me ha sido prácticamente ineludible detallar determinados de estos aspectos porque facilitaban la comprensión de los hechos en que se centra este trabajo. En el mismo sentido quiero pedir disculpas al lector por algunas citas textuales demasiado extensas que pueden resultar excesivas pero en mi opinión haberlas seccionado podría haber deformado el sentido del testimonio y no he querido correr ese riesgo. Son numerosos los ejemplos que he encontrado en la historiografía en que se citaba sólo determinadas frases de un discurso con lo que se descontextualizaban y se cambiaba totalmente su significado, y lo peor es que, a veces, esto lo hacía el historiador de manera intencionada. Por ello he sido especialmente cuidadoso en mantener los párrafos en su integridad y sólo recortarlos de lo realmente prescindible y siempre que no cambiase el sentido de lo que se había querido genuinamente transmitir por su autor.

    El coronel ildefonso Puigdengolas Ponce de León fue un hombre de profundas convicciones políticas conocido especialmente para la posteridad por ser el defensor de Badajoz frente a las tropas de Yagüe pero también por asegurar las ciudades de Alcalá de Henares y Guadalajara para el Gobierno madrileño en los primeros días tras la sublevación del 17 de julio. El objetivo de este trabajo ha sido profundizar en su biografía y muy especialmente en su actuación militar, especialmente en Badajoz, centro de interés para polémicas históricas. Para llevar a cabo este propósito ha sido necesaria una completa investigación en la que he analizado documentación inédita que conservaba la familia Puigdengolas además de otra mucha conservada en los archivos y hemerotecas españoles. Entre los documentos inéditos destacan, sobre todo, unos Manuscritos de ildefonso Puigdengolas en las que dejó numerosos detalles de lo sucedido en Badajoz durante su estancia allí. El valor de estas fuentes es incuestionable, pues el coronel vivió en primera persona los sucesos y preparativos de la defensa de la ciudad. dichos documentos desvelan algunos datos inéditos que hasta ahora han permanecidos poco claros para los historiadores o que habían sido erróneamente interpretados.2 Los Manuscritos describen lo que sucedió en Badajoz desde el 25 de julio hasta el 14 de agosto, o sea, desde la llegada de Puigdengolas a Badajoz hasta el día en que las tropas de Yagüe tomaron la ciudad y el coronel se refugió en Portugal, tras cruzar la frontera.

    No sabemos cuándo exactamente fueron escritos puesto que no van fechados pero por los datos que la familia me aportó se desprende que el coronel los escribió en Portugal y lo hizo para enviárselos a su cuñado José Luis Martínez, miembro del PSoE y persona de confianza íntima del propio Puigdengolas. como en su momento veremos, en una carta que le envió a éste desde caxias (Portugal) el 14 de septiembre de 1936, le comunicó que le escribiría contándole todo lo sucedido en Badajoz por lo que, seguramente poco después de esta fecha empezó a escribirlos. cuando Puigdengolas regresó a España –lo que hizo el 13 de octubre– ya debía habérselas hecho llegar a su cuñado mediante algún mensajero «seguro», eludiendo el control al que era sometido, como luego veremos.

    Tras la muerte del coronel, José Luis Martínez entregó los Manuscritos a su viuda –Ángeles Martínez Ponce de León–, quien los guardó y los entregó a su hijo quien los transmitió a sus descendientes que los conservan en la actualidad.3 todos los Manuscritos estaban guardados en un portafolios de eskay marrón donde la familia recuerda que permanecieron durante «toda la vida» junto a algunas pocas fotografías y otros papeles personales del coronel Puigdengolas. Actualmente todos los documentos que fueron del coronel se encuentran divididos entre sus bisnietos a los que tengo que agradecer que me permitiesen utilizarlos sin limitaciones poniendo todo de su parte para facilitar mi labor.

    Es destacable que de los Manuscritos originales falte la hoja de las páginas 61-62 que formarían parte de un capítulo que debió llamarse «La Guardia civil». dicha hoja falta porque fue destruida por Ángeles Martínez, viuda del coronel, temerosa en la posguerra de algún registro de la propia Guardia civil. un nieto del coronel recuerda, ya que las conoció, que en esas páginas el coronel arremetía de manera especialmente dura contra la Benemérita por su actitud desleal contra la república. Es de reseñar también que otro nieto del coronel hizo una trascripción a máquina de los Manuscritos en la cual donde deberían estar las páginas 61-62 escribió: «Falta la pág. 18 (en la trascripción escrita a máquina correspondía con la página 18). En esta página el abuelo relataba la actuación y comportamiento de la Gloriosa Benemérita en la contienda (salían corriendo). Por lo visto su opinión sobre los hijos de Torquemada era tan buena que la Lela (mote con que llamaban a Ángeles Puigdengolas, viuda del coronel) en plena época de represión franquista, temiendo algún registro, no tuvo más remedio que destruirla».

    Además de los citados Manuscritos, son muy destacables cuatro cartas manuscritas por el coronel de las cuales dos corresponden a la estancia de Puigdengolas en Portugal y otras dos al breve período de su estancia en España que va desde su regreso de Portugal el 13 de octubre de 1936 hasta el 31 de ese mes en que murió. Las cartas enviadas desde Portugal tienen fecha de 14 y 25 de septiembre y las enviadas desde Madrid de 21 y 23 de octubre.4 A los datos aportados por los Manuscritos y otros documentos del coronel Puigdengolas hay que sumar los procedentes de las entrevistas mantenidas con la familia Puigdengolas. también han sido especialmente útiles los datos, aclaraciones y las aportaciones documentales de Salvador, uno de los bisnietos del coronel, dado el enorme interés mostrado por la figura de su bisabuelo.

    ¿Por qué escribir estos Manuscritos? A mi juicio, existen varias cuestiones a tener en cuenta. Por una parte, es de destacar que fueron escritos en forma autoexculpatoria porque Puigdengolas quiso dejar constancia documental (tal como trasmite en la carta del 14 de septiembre de 1936 a su cuñado José Luis Martínez) de que entre las causas que habían permitido la caída de Badajoz en manos de los sublevados ninguna podía ser atribuida a su falta de capacidad, aptitud, talento o competencia. Puigdengolas sabía que era el máximo responsable de la defensa de Badajoz y ya había recibido anteriormente algunas críticas por la manera en que dirigió la operación para la toma de Guadalajara a la que me volveré a referir con más detalle más adelante. Es evidente que, consciente de las críticas recibidas después de la operación de Guadalajara y tras la pérdida de Badajoz, algunos aprovechasen para culparle de ello, le atacasen personalmente e intentasen desacreditarle. En ese sentido, comprobaremos las acusaciones que se le hicieron de haber huido cobardemente de la ciudad. no ajeno a las críticas y a que se cuestionase su actuación, es lógico que el coronel Puigdengolas hubiese sentido la necesidad de explicarle a su cuñado, un familiar muy cercano y persona de confianza, todo lo que sucedió en Badajoz en el período en el que él había sido el comandante Militar. El coronel escribió por lo tanto estos Manuscritos por su propio interés, no atendiendo a ninguna exigencia, sólo para explicarle a su cuñado lo sucedido y para que fuera el guardián de sus impresiones, muy posiblemente porque sabía que su muerte podía producirse en cualquier momento y así perderse el testimonio de quien había sido actor principal de unos hechos de extraordinaria importancia. En este sentido es destacable la respuesta que Puigdengolas le dio a su cuñado quien al reencontrarse con él en Madrid le preguntó que por qué había regresado de Portugal para luchar en España pudiéndose haber marchado a otro país como tantos otros hicieron. Puigdengolas, sumido en el pesimismo más absoluto, le contestó fríamente: «he vuelto para morir». Efectivamente así fue y, al poco, Puigdengolas moriría en unas circunstancias que han estado envueltas hasta ahora en el mayor oscurantismo.

    Los Manuscritos fueron documentos de carácter absolutamente privado, escritos «per motu propio» y enviados a su cuñado, redactados en simples cuartillas y no sobre ningún tipo de papel oficial –con membretes oficiales– y por supuesto, de su puño y letra, no a máquina. Por otra parte, en las hojas no se apunta a ningún destinatario en concreto debido a que en caso de ser interceptadas por la policía portuguesa, ésta no debía conocer el destinatario y tampoco van firmadas.

    Sabemos que hubo una entrevista entre el Gobierno presidido por Giral y Puigdengolas tras su regreso a España el 13 de octubre, en la que se le pidieron explicaciones y que informase sobre cuáles habían sido, como máximo responsable militar de la defensa de Badajoz, las causas de la pérdida de la ciudad con la finalidad de depurar responsabilidades. Puigdengolas fue exhimido de toda culpa y de hecho se le volvió a encomendar puestos de vital importancia para la seguridad del Gobierno de la república. Su actuación había sido la correcta, a juicio de sus superiores. En el mismo sentido, un nieto del coronel, me relató una anécdota que vendría a apoyar el concepto de militar profesional de valía que, sin duda, tenía su abuelo. Estando haciendo el servicio militar en las Milicias universitarias en el año 1964 en robledo de chavela, un capitán de Alto Estado Mayor, apellidado Villanueva que pasaba lista, al leer su apellido le preguntó: «–¿Usted tiene que ver algo con el coronel Puigdengolas?» a lo que él respondió «–Sí, era mi abuelo». Pese a la manifiesta aversión que le tenían los militares de esa época, al menos políticamente, muchos debían reconocer sus virtudes militares porque aquel le respondió «un gran militar, siéntese» cuando podía haberse simplemente mantenido callado. Seguramente ese capitán había conocido personalmente al protagonista de este trabajo. con esto creo haber dejado clara su competencia militar, reconocida en su expediente militar durante toda su carrera y avalada por los nuevos puestos de responsabilidad en primera línea de fuego a las puertas de Madrid que le fueron encomendados por el Gobierno republicano.

    Los escritos de Puigdengolas, como el lector juzgará, aportan una importante cantidad de datos al estudio de las circunstancias de la caída de Badajoz frente a las tropas del Ejército nacional. Además de que, por ser los del comandante Militar de la provincia, son de una extraordinaria importancia.

    1 Me refiero a Francisco Pilo y su opúsculo Ellos lo vivieron…, 3ª edición, pp. 165-166.

    2 Los Manuscritos son 34 cuartillas escritas en casi todos los casos por las dos caras. Los contenidos están organizados en los siguientes apartados: «Del 25 de julio al 5 De agosto», «Día 6», «Día 7», «Días 8 al 11», «Día 12», «Día 13», «Día 14», «Badajoz», «Las fuerzas», «Los carabineros», una sección que debía llamarse «La Guardia civil", «El cuerpo de Seguridad» y «Las Milicias». Sus contenidos no corresponden necesariamente con las fechas a que hacen referencia los epígrafes.

    3 La familia Puigdengolas registró la propiedad intelectual de Los Manuscritos (V-1471.06, de 10 de noviembre de 2006).

    4 También se han conservado varias notas referentes al historial militar del coronel Puigdengolas durante la república, algunos recortes de prensa, un salvoconducto, documentación personal, su cartilla Militar de identidad, nombramientos, etc. Me extrañó mucho que fuesen muy escasas las fotografías conservadas de Puigdengolas. no se ha conservado casi ninguna del coronel de joven, ni la de su boda, ninguna de su mujer cuando era soltera, etc. Esto fue así por la apresurada salida de la familia del coronel hacia Valencia al iniciarse la guerra civil y el abandono de la casa que tenían en Madrid, donde se quedaron la mayoría de objetos familiares.

    2.   BIOGRAFÍA DE ILDEFONSO PUIGDENGOLAS

    Ildefonso Puigdengolas Ponce de león nació en figueras (gerona) el 15 de enero de 1876 y era hijo legítimo de lázaro Puigdengolas y Torregón y de Petra Ponce de león y Pérez. Pertenecía a una familia de militares de tradición liberal con una buena posición económica que había visto con simpatías la restauración monárquica alfonsina. El propio rey Alfonso XII fue padrino del niño y existió una relación directa entre el nombre que le pusieron al recién nacido y el del joven monarca Alfonso.1

    Desde pronto, Ildefonso mostró un fuerte carácter de lo que da buena muestra el hecho de que siendo un niño, mientras jugaba con una máquina de coser a la que accionaba la aguja, se atrapó el dedo pulgar de la mano derecha que le quedó casi cortado y entonces, se dirigió solo y por su propio pie a un hospital, temeroso de la reprimenda de sus progenitores, donde le cortaron dos falanges de ese dedo.2

    Reconstruir la vida profesional de Ildefonso Puigdengolas no ha sido nada fácil. los datos militares sobre su biografía aquí expuestos proceden en buena parte de su expediente militar conservado en el Archivo general Militar de segovia, fácilmente accesibles por cualquiera, pero sólo abarcan hasta el principio de la 2ª república. no existen inexplicablemente datos en su hoja de servicios desde 1934 ni se ha conservado prácticamente nada de la documentación como miembro del Cuerpo de seguridad, en el que también sirvió. Quizás fueron destruidos o quien sabe qué pasó con ellos pero el caso es que he tenido que reconstruir las numerosas lagunas existentes en su pasado con otras fuentes que he ido citando en cada momento.

    Puigdengolas quedó huérfano de padre siendo un niño lo que le permitió ingresar el 17 de noviembre de 1892 –con 14 años– en la Escuela de Cabos y sargentos del Colegio de María Cristina para huérfanos de Infantería como «soldado voluntario». Terminó sus estudios en noviembre de 1893 siendo destinado al regimiento Cuenca nº 27, acantonado en Alcalá de Henares, donde permaneció hasta febrero de 1895. durante este período fue ascendido a Cabo en 1893 y a sargento en 1894 tras lo que estuvo dos meses sirviendo en el regimiento España nº 46 en Cartagena hasta finalizar marzo de 1895. Entonces, al reanudarse el conflicto separatista en Cuba con el alzamiento del 24 de febrero de 1895, el joven sargento Puigdengolas se alistó como soldado voluntario en el batallón Peninsular nº 3 que se había empezado a reclutar hacía sólo unos pocos días para ir a luchar a la isla caribeña. En marzo se había publicado una Circular del Ministerio de la guerra en la que se ordenaba «organizar un batallón de infantería en cada una de las siete regiones de la Península, que se denominará "Batallón Peninsular, núm" (el de la respectiva región)».3 Es destacable que Puigdengolas se alistase cuando tenía 19 años, o sea siendo todavía entonces legalmente menor de edad por lo que tuvo que falsificarla ya que en sus circunstancias, al ser huérfano, necesitaba el permiso materno. la idea de que el joven Ildefonso fuese a luchar a Cuba no debió de ser muy atractiva para su madre pues el joven sargento prefirió alistarse a sus espaldas y además lo hizo como soldado, degradándose voluntariamente y renunciando a su cargo de sargento obtenido en la Escuela militar. la madre se enteró de su marcha cuando él ya estaba en la isla. Por lo demás esta fue una de las muchas muestras que veremos en este trabajo del carácter de Ildefonso, carácter que no se fue moderando con la edad.

    El 5 de marzo de 1895 el recluta Puigdengolas partió de Cartagena hacia Valencia donde estaba organizándose su batallón, llegando a la capital del Turia el día 6. la prensa española esos primeros días de guerra demostraba verdadera preocupación por la situación de la provincia de Cuba y se volcó en demostrar sus simpatías al general Martínez Campos que iba a dirigir al Ejército. Era un héroe liberal encumbrado a la fama en las guerras carlistas y promotor de Alfonso XII a la corona, por lo que la opinión pública lo consideraba la persona mejor preparada para apagar de nuevo el fuego del independentismo cubano. El día 8 quedó formado el batallón de Alcántara Peninsular nº 3 por su primer jefe, el teniente coronel Patricio giralt Malanca, al que la prensa dedicó también elogiosas palabras, destacando su valentía y experiencia ya que había luchado en la guerra de los diez Años desde 1871 hasta la Paz del Zanjón y conocía bien el terreno y a los jefes rebeldes. los mil soldados del batallón fueron alojados entre el Cuartel del Refugio y el de san Juan de la ribera. lo cierto es que la organización de estos batallones se hizo de manera precipitada por la urgencia de la situación en la isla siendo muy comentado el caso del batallón Peninsular nº 1 que cuando desfiló por Madrid antes de salir hacia su embarque, lo hizo sin armas y sin bandera por no tenerlas todavía.

    Durante el traslado de las fuerzas de un cuartel a otro, la revista a las tropas y el embarque en el vapor «Antonio lópez» que había de llevarles a América, los soldados recibieron el apoyo afectuoso del pueblo que saludó a los soldados con cariño y con enorme dolor. En el puerto, más de mil personas entre familiares, amigos y curiosos presenciaron el embarque. «El momento del embarque fue realmente conmovedor; no se observaba en el pueblo ese entusiasmo que se resuelve en gritos ensordecedores: se notaban en él el afecto profundo, pero noble y levantado, hacía aquellas centenares de hombres que abandonaban su terruño, sus hogares, sus familias con la sonrisa en los labios, con la luz del valor en sus hijos, dispuestos á arrestarlo todo por el prestigio de España. El contraste que observamos ayer tarde nos enorgulleció, lo confesamos: ellos, los que se marchaban, mostraban alegre el semblante y conservaban sereno el corazón; el pueblo, los que nos quedábamos, estabamos a nuestro pesar dominados por la tristeza».4 Entre esos soldados voluntarios, contentos de ir a luchar a Cuba y de ser de los primeros en partir, estaba el jovencísimo soldado Puigdengolas. fue voluntariamente pese a tener un futuro militar por delante, seguro y relativamente cómodo en la península pero sus sentimientos patrióticos y su carácter inquieto tuvieron más peso en su decisión de enrolarse, renunciando a la tranquilidad de una carrera militar en la península y a la graduación de sargento que ya ostentaba.

    El «Antonio lópez» llegó el día 26 a santiago de Cuba después de hacer escala por unas horas en san Juan de Puerto rico. El barco había tardado dos días más de lo previsto porque un temporal rompió un botalón al salir del Estrecho de gibraltar.

    Las dificultades en la isla hicieron que tan solo dos días después de su llegada, Puigdengolas saliese a unas operaciones militares por bayamo y Manzanillo, cerca de santiago de Cuba, donde se desarrollaban las actividades de los independentistas.

    El año 1895 fue muy difícil para nuestros soldados como se desprende de los numerosos encontronazos que se sostuvo con las partidas de insurrectos que fueron surgiendo por doquier. Además las tropas españolas que fueron llegando a la isla eran todavía insuficientes, poco preparadas militarmente y poco aclimatadas a las condiciones de la isla frente a las ágiles guerrillas de los mambises –los independentistas cubanos– que se desplazaban con rapidez gracias a su numerosa caballería. de hecho, el bautismo de fuego del soldado Puigdengolas tuvo lugar la noche de 30 de marzo, al ser atacado el campamento de Juan Varón. A primeros de abril la revuelta se volvió mucho más virulenta y amplia que antes. las siguientes operaciones fueron derrotas y triunfos sucesivos de las tropas españolas y de los insurrectos cubanos. Mientras esto pasaba, Puigdengolas participó el 16 de abril –el mismo día que desembarcó en la isla Martínez Campos– en las acciones de Cayamas y guamo, a las órdenes del teniente coronel giralt. la guerra se desarrollaba en la isla mediante acciones, que normalmente enfrentaban a tropas poco numerosas. los españoles debían cubrir un enorme territorio con fuerzas muy escasas que fueron incrementándose gradualmente con la llegada de nuevos batallones Peninsulares y otros formados por españoles emigrados a otras naciones como brasil y Argentina.

    Las partidas de insurrectos practicaban la guerra de guerrillas considerando todo el territorio como enemigo y las haciendas y cultivos como objetivos a destruir. los encontronazos fueron provocando víctimas también entre los jefes como la durísima acción de Jobito el 13 de mayo en la que murió el teniente coronel Joaquín bosch y Abril o la escaramuza de dos ríos, el 19 en que cayó José Martí ante la Columna del coronel Jiménez de sandoval lo que sin embargo, no hizo decaer la insurrección. El 5 de junio el cabecilla Máximo gómez consiguió, favorecido por la lluvia, llegar hasta Camagüey, burlando la vigilancia puesta por Martínez Campos. Este hecho permitió la extensión de la insurrección y fue de una extraordinaria gravedad para las tropas españolas. Martínez Campos, que creía imposible que esto sucediese, pidió el 13 de junio su relevo al mando. Mientras, el 16 de junio, Puigdengolas también participó, a las órdenes del comandante don José Escudero, en la acción de las Carolinas, en la provincia de guantánamo.

    Las partidas de mambises siguieron actuando por toda la isla, quemando ingenios y fincas y asesinando a personas. El 28 de junio, Puigdengolas participó en un encuentro con la partida del rebelde Mendieta en Hitalvo de los Indios, el 16 de septiembre en la acción de la rinconada y el 6 de octubre en las de los negros. Mientras tanto, Maceo y Máximo gómez, después de redactar una constitución y nombrar un gobierno, cruzaron dos veces la línea defensiva fortificada (llamadas «trochas») de Júcaro a Morón, el 30 de octubre y luego el 24 de noviembre. Esto supuso extender la insurrección a la parte occidental y que los insurrectos acosaran Colón, Matanzas y la Habana. El 29 de noviembre, ambos líderes declararon la guerra «dura y despiadada» a los españoles. la guerra era ya total y se extendía por toda la isla. El 19 de diciembre Puigdengolas ganó por su comportamiento una primera medalla en la acción de babiney y el 28 luchó en la de Pitos de Managuacao. El 12 de enero de 1896 también estuvo en la acción de Cuatro Caminos, en la provincia de santiago de Cuba. El 16, Martínez Campos era relevado del mando del Ejército español en Cuba después de perder la mayoría de los apoyos de los partidos de la isla siendo sustituido por el teniente general sabas Marín y luego, por el general Valeriano Weyler. Martínez Campos había llevado a cabo una política conciliadora pero aduciendo cuestiones morales que le impedían llevar a cabo ejecuciones sumarias y por no ser partidario de concentrar en las ciudades a las familias que habitaban en las zonas rurales para evitar la ayuda que se daba a los mambises, pidió su relevo, lo que al final se llevó a término.

    Los días 3, 4 y 10 de marzo, Puigdengolas participó en reconocimientos por el arroyo de Jíbaro, los Pedernales y la loma de Quinientos Jeros. En este último lugar estalló al paso de la Columna una bomba de dinamita y se desató un importante tiroteo. las operaciones por la provincia de santiago eran escasas por esas fechas, limitándose los españoles a «la persecución de los innumerables grupitos de salteadores que por doquier pululan, y que, salvo escasísimas excepciones, no hacen jamás frente a nuestras tropas, con las que cambian a lo más cinco o seis tiros, emprendiendo en seguida una de esas fugas en las que no tienen rival»5 pero hubo una excepción en san José de Maffo el 2 de abril. En dicha batalla los mambises tuvieron 25 muertos, que abandonaron, y muchos heridos que pudieron llevarse. Entre los españoles hubo 15 heridos, todos de la tropa, dos de los cuales quedaron muy graves y tres soldados contusos. Puigdengolas obtuvo allí su segunda medalla participando después en varias acciones más siendo ascendido a segundo teniente después de un combate en el río Cantillo el 19 de agosto, cosa habitual en aquellas circunstancias en que era necesario sustituir a un oficial caído. Tras otras acciones, y un breve paso por el hospital en septiembre de 1896, los días 16 y 17 de diciembre formó parte de un convoy de 80 carretas que a las órdenes del general de brigada nicolás del rey se trasladó de Manzanillo a bayamo y que fue atacado seis veces consecutivas por las fuerzas reunidas que mandaban los jefes mambises Máximo gómez, Calixto garcía y Jesús rabí. los españoles tuvieron la friolera de 21 muertos y 146 heridos. Tras esta, participó en otras acciones recibiendo una nueva medalla, esta vez pensionada, que fue seguida de otra con distintivo rojo por haber sido herido. El resto del año y el siguiente lo pasó en operaciones de campaña y de protección de convoyes recibiendo posteriormente otra nueva medalla con distintivo rojo, también pensionada.

    En noviembre de 1897 el gobierno había aprobado una amplia autonomía para la provincia, buscando restar así argumentos y apoyos a los independentistas. Además la dureza del general Weyler, había aumentado la oposición de la población a los españoles aunque también favorecido el desgaste de la lucha mambisa. Parecía que la guerra podía resolverse pronto. sin embargo, un hecho crucial tuvo lugar el 15 de febrero de 1898. Con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, su gobierno envió a la Habana al acorazado de segunda clase «Maine». Esto pretendía en realidad intimidar al gobierno español ya que éste había rechazado una oferta estadounidense de comprar las islas de Cuba y Puerto rico. El «Maine» entró en la Habana sin avisar previamente de su llegada, lo que era y sigue siendo contrario a las buenas maneras de la diplomacia. la noche del 15 de febrero de 1898, el barco explotó espontáneamente muriendo 256 hombres.

    Puigdengolas seguía participando en nuevos combates de los que destacó por su importancia el de la toma de la posición de «El Chino», una posición fortificada que cayó pese a ser atacada con fuerzas muy inferiores a las de los mambises. después de este, nuestro protagonista participó en varios combates más, llegando a Manzanillo el 13 de abril.

    Independientemente de quien fuese realmente la responsabilidad de lo del «Maine», el gobierno de los EE.uu. acusó a España del hundimiento y tras un ultimátum, el 25 los EE.uu. declararon la guerra a España, aunque unos días antes ya nos habíamos adelantado los españoles. las tropas de Estados unidos llegaron enseguida a Cuba pero fueron incapaces en tierra de inclinar la balanza a su favor. la guerra se decidió, sin embargo, en el mar gracias según la historiografía tradicional a que los barcos españoles estaban en inferioridad con respecto a los estadounidenses. El 7 de junio, Puigdengolas fue ascendido a Primer teniente de la escala de reserva de Infantería por los méritos demostrados en varios combates anteriores.

    Al comenzar los desembarcos estadounidenses en las proximidades de santiago de Cuba, el general linares ordenó a la división desplegada en Manzanillo que se dirigiera rápidamente a santiago para defenderla sin perder el tiempo en combates innecesarios con los mambises. la columna, formada por 3.700 hombres –entre los que estaba el teniente Puigdengolas–y mandada por el coronel Escario, salió de Manzanillo el 22 de junio bajo una lluvia tropical, debiendo recorrer a pie unos 300 kms de selvas infestadas de guerrilleros. los mambises habían pactado con los estadounidenses que hostigarían a los españoles para retrasar su misión y darles tiempo a aquellos para tomar santiago. Pese a ser atacados varias veces, la columna de Escario llegó a bayamo el día 26 aunque contradiciendo las órdenes, el jefe ordenó tomar la ciudad. después de ello, la columna se retiró a su campamento. El día 27, la expedición marchó a baire a donde, entre emboscadas enemigas, llegaron al día siguiente. En una de esas, Puigdengolas obtuvo por su comportamiento otra nueva medalla. Tras un día de descanso, el 30, abandonaron baire y continuaron su camino teniendo que asaltar un fuerte cubano que pretendía cerrarles el paso.

    Los norteamericanos ya desde el 19 de mayo mantenían bloqueado navalmente el puerto de santiago. la escuadra española que dirigía el almirante Cervera, en flagrante inferioridad, se limitaba a permanecer atracada en la bahía. El 1 de Julio, mientras tanto los norteamericanos iniciaron un ataque por tierra sobre santiago sufriendo una victoria pírrica frente a las escasas tropas españolas de guarnición en el poblado de El Caney, tropas que demostraron el carácter obstinado de los españoles tantas veces visto en la Historia militar. El 2 de julio, tras vencer nuevas resistencias, la columna del coronel Escario llegó a Palma soriano en el límite exterior de las defensas de santiago culminando así con éxito esa arriesgada misión. desde allí reforzaron urgentemente la plaza. También ese mismo día, temiendo la caída por tierra de santiago en manos de los norteamericanos, el capitán general ramón blanco ordenó a Cervera que abandonase el puerto siendo el 3 de julio la flota española totalmente destruida o encallada. Mientras tanto, entraba Puigdengolas con su exhausta Columna en la ciudad. Tal y como lo hacían, los soldados fueron distribuidos por las defensas. sin descanso, Puigdengolas salió de santiago para dedicarse a la construcción y ocupación de las trincheras que sirvieron después para defender la ciudad de un ataque de los insurrectos los días 10 y 11. Pero la guerra ya tocaba a su fin y el 16 santiago cayó en manos de los norteamericanos. Puigdengolas permaneció en las trincheras hasta el 17 en que se trasladó al campamento de san Juan. Allí permaneció hasta el 14 de agosto en que el batallón embarcó en el vapor-hospital «Isla de luzón» llegando al puerto de Vigo el 29 de agosto por la mañana. Era la segunda expedición de repatriados de Cuba y el barco llevaba numerosos heridos y, sobre todo, enfermos. la llegada de esos soldados sancionaba el fin de una época de grandeza para España y dejaba a nuestro país en el lugar que le correspondía en el equilibrio mundial de las naciones.

    Ya en España, a Puigdengolas le fueron concedidos dos meses de licencia para Madrid que disfrutó hasta el fin de octubre. nuestro protagonista, que había salido como soldado, había permanecido en Cuba alejado de su familia un total de 3 años, 7 meses y 14 días, o sea, todo el tiempo que había durado la guerra. Al regresar, lo hizo como primer teniente por méritos de guerra. Tenía sólo 22 años pero ya era todo un experimentado soldado curtido en las maniguas cubanas.

    En octubre y tras disolverse el «Alcántara Peninsular nº 3» se incorporó a la zona de Madrid pidiendo el paso a la reserva en el Ejército e ingresando en el policial Cuerpo de seguridad donde desempeñaría su trabajo durante buena parte de su carrera. Entre agosto de 1900 y septiembre de 1902 estuvo destinado en santander. debió de ser en la capital cántabra donde se produjo una anécdota con diego Martín Veloz6 que recogió el periodista José del río sainz7 en julio o agosto de 1936, cuando Puigdengolas, tal y como luego veremos, era comandante militar de Badajoz:

    El peligro más grave para salamanca se cernía por la parte de Badajoz, y allí acudió don diego, sin pararse mucho a pensarlo. Por el camino recibió la noticia desagradable:

    –¿Sabes quién manda a los rojillos?

    Respondió con un sarcasmo fácil: –¡la «Pasionaria»!

    –Casi, casi. El coronel Puigdengolas…

    Se quedó de una pieza. Era en lo que menos pensaba. Porque Puigdengolas, el coronel don Ildefonso Puigdengolas había sido uno de sus amigos entrañables. Hacía veinte o veinticinco años. En aquellos tiempos Martín Veloz dio al coronel, entonces teniente, una de esas pruebas de amistad que bastan para dibujar un carácter. Puigdengolas, que se hallaba a la sazón excedente, había conseguido que le nombrasen jefe de la guardia Municipal de una ciudad del norte de España. Pero apenas posesionado de su destino, se amotinaron contra él los republicanos, acusándoles de «reaccionario» y «militarista». Quien haya vivido a principios de siglo sabe lo que significaban estos motines. Era el tiempo de «los jóvenes bárbaros», verdaderos y tiránicos reyezuelos de las calles. lo mismo disolvian pacíficas procesiones, arrojando los santos al agua de una ría, que ponían veto a un arzobispo. A Puigdengolas habían prometido matarle. Cuando lo supo Martín Veloz, que se hallaba muy lejos, corrió en su auxilio sin dudarlo. Vamos a dar un paseo en coche –díjole al llegar–. Pero muy despacio para que puedan «retratarnos».

    Y como lo dijo lo hizo. los dos amigos estuvieron todo un día dando vueltas a la ciudad en un coche descubierto que tenía que abrirse paso entre los grupos gesticulantes. nadie les hizo nada. Cuando acabó «la exhibición», don diego le dijo al teniente.

    –Ahora vente conmigo al tren tírales el destino a la cara.8

    De santander, Puigdengolas fue trasladado de nuevo a Madrid donde en noviembre de 1902 aprobó los exámenes para oficial. Poco sabemos de su vida en esta época pero nuevamente volvió a demostrar su fuerte carácter cuando en agosto de 1903 se enfrentó en un duelo con un superior suyo, solución que entonces era considerada la más lógica y digna cuando las relaciones eran malas entre dos personas y se llegaba a la descalificación personal y a ofender el honor del otro. la noticia salió publicada en el periódico oficioso de los militares, La Correspondencia Militar, con las prevenciones lógicas sobre el informante ya que los duelos estaban prohibidos: «Dice un colega: En la tarde de ayer quedó honrosamente zanjada una cuestión personal que había surgido entre el comandante de Infantería don Juan Gómez y el primer teniente de la misma Arma D. Ildefonso Puigdengola».9 El hecho en sí mismo no tendría más importancia que la anecdótica aunque luego comprobaremos que los duelos tuvieron en esta fase de la vida del joven teniente cierta importancia. Además, el hecho de que tuviera un duelo con un comandante –un cargo muy superior al suyo– sólo podrá interpretarse como debido a una incontinencia verbal por su parte y cierto desprecio y falta de respeto al escalafón militar. según la fuente citada, no consta que ninguno de los dos militares resultase herido y sí que quedase salvado el honor de ambos. En 1904 sostuvo también duelos con los políticos republicanos rodrigo soriano y Vicente blasco Ibáñez, este último también periodista y más conocido posteriormente por su exitosa carrera como novelista. Por desgracia no hay una relación exhaustiva de las personas con las que se batió en duelo blasco Ibáñez pero sí sabemos que fueron muchas. El duelo entre Puigdengolas y blasco Ibáñez se mantuvo en secreto y no se hizo pública la identidad de Puigdengolas al que la prensa sólo citó como «un teniente del Cuerpo de Seguridad». Esto se hizo así para evitar la intervención policial que debía evitarlo y, una vez llevado a cabo, para no perjudicar a ambos implicados. la prensa explicó así lo sucedido: «Desde el día en que los Sres. Blasco Ibáñez y Soriano10 se desataron en el Congreso á competencia, en improperios, viene hablándose de un duelo concertado entre el Sr. Blasco Ibáñez y un teniente del cuerpo de Seguridad, que se dio por aludido por aquel señor. En este asunto ha intervenido la autoridad judicial, pero de una manera tan desdichada, que ni un solo día, ni un solo momento se ha dejado de hablar de las gestiones que han estado haciendo los padrinos de uno y otro duelista, con la complicidad de la autoridad del gobernador, que no ha sabido, ó no ha querido (porque poder es claro que hubiera podido), poner de su parte lo que hubiera sido menester, para que ese escándalo cesara y para que ese desafío no se hubiera llevado á cabo».11 La publicidad que se dio al duelo motivó que fuesen llamados a declarar ante el juez los directores de varios periódicos que cubrieron la noticia.

    Tal y como he dicho, en cualquier caso blasco Ibáñez mantuvo muchos otros duelos destacando el que tuvo con Juan Alestuey, otro teniente del Cuerpo de seguridad, Cuerpo al que había ofendido blasco Ibáñez al criticarlo por una actuación demasiado dura contra unos manifestantes. Esto casi le costó la vida al republicano que se salvó gracias a que la hebilla de su cinturón paró la bala. debieron ser circunstancias similares las que llevaron al desafío entre el político y novelista valenciano y el también teniente Puigdengolas.

    La restauración del honor mediante las armas se mantuvo hasta 1906, en que otro duelo de gran repercusión mediática propició la caída definitiva en desgracia de esta bárbara costumbre. El propio Alfonso XIII fue nombrado Presidente Honorífico de la «liga contra el duelo» que fue apoyada mayoritariamente por periodistas –los más desafiados por las circunstancias de su trabajo– y promovió que la policía persiguiese los duelos más severamente, que se persiguiesen también las calumnias y difamaciones y que se prohibiese a la prensa informar de duelos.

    También en junio de 1904 Puigdengolas fue arrestado durante cuatro meses y nueve días por contraer «deudas injustificadas» sin que sepamos las circunstancias de éstas.

    En marzo de 1905, el teniente Puigdengolas se vio envuelto en un incidente propio de su trabajo en la seguridad con una multitud de albañiles que habían ido a despedir a un compañero fallecido en un accidente laboral. según los cálculos de la prensa, se congregaron en la puerta del depósito unas 5.500 personas cuyos ánimos empezaron a calentarse cuando se corrió el rumor de que la policía tenía órdenes de dirigir a la comitiva por una determinada ruta. Pasadas las tres del medio día la comitiva salió del depósito encabezada por un hermano del fallecido y los directivos de la sociedad de albañiles «El Trabajo» seguida por una enorme manifestación de unos 5.000 albañiles y muchas mujeres. En determinado punto, antes de llegar a la Puerta de Toledo, una sección de Caballería de orden Público les esperaba para impedir que subieran por el paseo de los ocho Hilos y desviarlos por el de las Acacias. Entonces saltó la chispa, la comitiva intentó seguir por donde tenían pensado en un principio por lo que lo guardias intentaron primero convencerles para que desistieran y cuando vieron que no podían, les lanzaron los caballos encima. los asistentes al entierro entendían que estaban en su derecho e insistieron en su actitud, arrollando a los guardias que fueron apoyados por varios guardias civiles y algunos guardias de orden Público a pie. Entonces los guardias sacaron sus sables, armas reglamentarias, y las usaron contra los obreros, resultando «bastantes contusos y algún herido».12 Esta carga provocó el enfado de los trabajadores y de las mujeres que acusaron a los guardias de cobardía y de actuar así porque sabían que los albañiles iban desarmados. Intervino el Presidente de la sociedad obrera, quien se puso a parlamentar con el teniente de la sección montada de orden Público cuando, de repente, a

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