El domingo 16 de agosto de 1942, a las once y cuarto de la mañana, comenzó en la basílica de Nuestra Señora de Begoña de Bilbao la tradicional misa por los caídos carlistas en la Guerra Civil. Presidiendo la ceremonia se encontraba el general José Enrique Varela, ministro del Ejército y hombre afín al carlismo desde hacía una década, concretamente desde que tomó contacto con ideólogos de Comunión Tradicionalista durante su participación en la Sanjurjada, el fallido golpe de Estado contra la República de 1932. El general, además, estaba casado con Casilda Ampuero, destacada activista carlista perteneciente a la alta burguesía bilbaína.
A la salida de la ceremonia, los asistentes se encontraron con un grupo de falangistas que exhibían una actitud desafiante. Unos y otros empezaron a enzarzarse verbalmente, lanzando consignas a favor y en contra de la monarquía y de Franco. A continuación se formó una multitudinaria reyerta, con golpes y navajazos, que terminó de manera abrupta: justo en el momento en que Varela salía del santuario, explotó una bomba.
De inmediato se desató el caos. Carreras, empujones, gritos… Mientras unos huían despavoridos de la basílica, otros perseguían a quienes creían responsables de la explosión y los de más allá auxiliaban a las decenas de heridos que yacían en el