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Operación Fall Blau
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Operación Fall Blau

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Junio de 1942. Alemania lanza la ofensiva definitiva contra la Unión Soviética. El destino de la II Guerra Mundial se concentra en el Cáucaso, en una batalla apocalíptica que finalmente conduce a la derrota del Tercer Reich.
En el verano de 1942, la Segunda Guerra Mundial se encontraba en su apogeo. La entrada en la guerra de los Estados Unidos había dado a la contienda una dimensión auténticamente mundial, pero en ese momento, el destino de todo el conflicto se centraba en las infinitas estepas del sur de la Unión Soviética.
Enfrentada a la pesadilla de una guerra en dos frentes, Alemania intentó acabar con dicha situación concentrando la mayor parte de sus recursos militares disponibles para dar un golpe definitivo. Con la esperanza de aniquilar económicamente a la Unión Soviética e inducirla a firmar la paz, las fuerzas del Tercer Reich, junto con grandes contingentes de sus aliados italianos, rumanos y húngaros, se lanzaron a la conquista de todo el sur de la Unión Soviética, en una de las mayores operaciones militares de la historia.
En esta obra, el historiador Juan Pastrana analiza el punto de partida de la ofensiva alemana, sus esperanzas y los errores que se cometieron, así como las repercusiones sobre el Cáucaso tras la retirada de las tropas del Eje.
Conozca una ofensiva que podía haber cambiado el curso de la Segunda Guerra Mundial, y en cuyo desenlace podemos encontrar el germen tanto del nacionalismo checheno como de los deseos de independencia de los actuales Estados que conforman el Cáucaso.
IdiomaEspañol
EditorialNowtilus
Fecha de lanzamiento4 abr 2017
ISBN9788499678610
Operación Fall Blau

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    Operación Fall Blau - Juan Pastrana Piñero

    portada

    Operación Fall Blau

    Operación Fall Blau

    JUAN PASTRANA PIÑERO

    Nowtilus_logo

    Colección: Historia Incógnita

    www.historiaincognita.com

    Título: Operación Fall Blau

    Autor: © Juan Pastrana Piñero

    Copyright de la presente edición: © 2017 Ediciones Nowtilus, S.L.

    Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid

    www.nowtilus.com

    Elaboración de textos: Santos Rodríguez

    Diseño y realización de cubierta: eXpresio estudio creativo

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

    ISBN edición digital: 978-84-9967-861-0

    Fecha de edición: Abril 2017

    Depósito legal: M-6573-2017

    A Susana. Por tu infinita paciencia

    y por estar a mi lado.

    Índice

    Agradecimientos

    Prefacio

    Capítulo 1. La planificación de la gran ofensiva de 1942

    La génesis de Fall Blau y la oposición del Oberkommando des Heeres (OKH)

    El petróleo y otras consideraciones económicas

    La estructura final de Fall Blau

    El ejército alemán en la primavera de 1942

    La resurrección del gigante con los pies de barro

    Capítulo 2. Operaciones preliminares

    La conquista de Crimea: Operación Trappenjagd

    La ofensiva de Kharkov

    De nuevo Crimea: la caída de Sebastopol

    Preparando el terreno: la Operación Wilhelm

    El error de un hombre y la Operación Kreml

    Fall Blau desencadenada: la Operación Friederichus II

    Capítulo 3. Fall Blau, fase I: el avance sobre Voronezh

    El asalto inicial

    El ataque del VI Ejército

    El contrataque soviético

    El avance sobre Voronezh

    Capítulo 4. Fall Blau, fase II: la batalla por el recodo del Don

    La lucha por Voronezh y el lanzamiento de la fase II

    La debacle del 5.º Ejército de Tanques

    La Directriz 43 y la división del Grupo de Ejércitos Sur

    La conquista del recodo del Don

    La caída de Rostov

    Capítulo 5. El momento decisivo

    La Directriz número 45

    El destino del XI Ejército

    Pagar en sangre cada avance. La Orden 227

    Capítulo 6. La conquista del Cáucaso. Operación Edelweiss

    El inicio de Edelweiss

    La reorganización soviética

    El ataque sobre la costa del mar Negro

    Triunfo y frustración: la captura de Maikop

    Promesas incumplidas

    El final de la fase de movimiento

    Capítulo 7. El avance sobre Stalingrado

    Capítulo 8. De vuelta al Cáucaso: el avance continúa

    Redefiniendo objetivos

    El final de la inmensidad de la estepa

    El primer asalto a Tuapse

    Novorossiisk y la península de Taman

    La lucha por los pasos de montaña

    La ira de un dictador

    Capítulo 9. Hitler y el Grupo de Ejércitos A

    El fracaso de la voluntad

    La última ofensiva

    Capítulo 10. Stalingrado y el repliegue del Grupo de Ejércitos A

    El demoledor abrazo del oso ruso

    La alargada sombra de Stalingrado

    La carrera hacia Rostov del Don

    Capítulo 11. Un sangriento epílogo: la Operación Lentil

    El movimiento nacionalista en el Cáucaso

    El nuevo campo de reclutamiento del OstFront

    «¡Purgad a los traidores!» La gran deportación de 1944

    Conclusiones

    ANEXOS

    I. Directriz n.º 41

    II. Informe sobre el potencial de combate de la Wehrmacht

    III. Orden de batalla en Trappenjagd

    IV. Orden de batalla inicial en la ofensiva de Kharkov

    V. Orden de batalla asalto Sebastopol

    VI. Orden de batalla Operación Wilhelm

    VII. Destituciones en el Grupo de Ejércitos Sur

    VIII. Orden de batalla Operación Friederichus II

    IX. Orden de batalla Blau fase I

    X. Directriz n.º 43

    XI. Directriz n.º 45 del 23 de julio de 1942

    XII. Orden de batalla, 21 de julio de 1942

    XIII. Orden 227

    XIV. Orden n.º 270 del 16 de agosto de 1941

    XV. Orden de batalla 27/VII/1942

    XVI. Memorando de Stalin a Churchill. 12 de agosto de 1942

    XVII. Telegrama del segundo secretario de la embajada en la Unión Soviética (Thompson) al Secretario de Estado [Extracto]

    XVIII. Memorando de una conversación por el Secretario de Estado

    XIX. Directriz del 13 de diciembre de 1942

    XX. Anexo a la Directriz n.º 41

    Índice de mapas y tablas

    Fuentes primarias

    Bibliografía

    Prefacio

    La invasión de la Unión Soviética (URSS) fue la mayor operación militar de la historia, enmarcada en un contexto de enfrentamiento ideológico que condujo a los mayores combates que se hayan dado en la historia militar.

    Tras el colapso frente a Moscú de la hasta entonces invencible Wehrmacht, la idea alemana de otra Blitzkrieg que posibilitase el establecimiento del Reich de los Mil Años pasó a convertirse en una lucha de desgaste que Alemania no estaba preparada para librar. Así pues, en el verano de 1942, el régimen hitleriano se preparó para asestar el que creían sería un golpe decisivo a la capacidad soviética de sostener la guerra, acabando con una lucha que cada día se tornaba más desfavorable a sus intereses. Mediante una ofensiva en el sector sur del Frente del Este, el Führer esperaba llevar al colapso económico al gigante soviético, a la par que garantizaba para Alemania los recursos necesarios para el sustento de su esfuerzo militar y la derrota de Gran Bretaña y los Estados Unidos.

    Tradicionalmente se ha centrado el análisis de esa ofensiva en el avance del Grupo de Ejércitos B bajo el mando del mariscal de campo Maximilian von Weichs y, particularmente, de su VI Ejército bajo el mando del general (más tarde mariscal de campo) Friedrich Paulus que concluyó en la apocalíptica batalla de Stalingrado. Pero hubo un segundo eje de avance, el del Grupo de Ejércitos A del mariscal de campo Wilhem von List al que, en la mayor parte de la literatura, apenas se le dedican unas pocas páginas.

    Y, sin embargo, este ataque, que siempre ha vivido a la sombra de la debacle del VI Ejército, fue el ataque principal en la planificación del OberKommando der Wehrmacht o Alto Mando de las Fuerzas Armadas (OKW) para la campaña de verano de 1942. Únicamente tras las fases iniciales de la Operación Blau se alteró el esquema original, incrementando la importancia de la ciudad del Volga, aunque incluso en ese momento, Adolf Hitler lo único que hizo fue igualar la importancia de ambos ataques, sin convertir en secundaria la ofensiva sobre el Cáucaso.

    Aunque resulta imposible desligar el destino del Grupo de Ejércitos A de la suerte sufrida por las armas del Eje en Stalingrado, he intentado reducir al mínimo los hechos acontecidos a orillas del Volga, intentando centrarme en el análisis de las operaciones militares en el Cáucaso. Además, he intentado aportar una visión sobre los acontecimientos posteriores a la retirada de las fuerzas del Eje de la zona, ya que, una vez más, fue la población civil la gran perdedora de la batalla que se libró en las estepas y montañas caucásicas en 1942.

    Capítulo 1

    La planificación de la gran ofensiva de 1942

    LA GÉNESIS DE FALL BLAU Y LA OPOSICIÓN DEL OBERKOMMANDO DES HEERES (OKH)

    El 1 de junio de 1942 Adolf Hitler aterrizó en Poltava para mantener una reunión al más alto nivel con la cúpula militar del Grupo de Ejércitos Sur. Entre los asistentes, se encontraban, además del propio Führer, el mariscal de campo Von Bock, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos Sur, el general Von Kleist del 1.er Ejército Panzer, el general Hoth del 4.º Ejército Panzer, el general Von Paulus del VI Ejército y el capitán general Wolfram von Richthofen de la Luftwaffe. El tema único de dicho encuentro era la discusión final sobre la inminente ofensiva de verano del ejército alemán en la Unión Soviética, con la que se esperaba conseguir aniquilar la capacidad soviética de continuar la guerra.

    A pesar de las esperanzas puestas en la ofensiva inicial de 1941, denominada Operación Barbarossa, la Unión Soviética no fue derrotada en una nueva Blitzkrieg, aunque el Ejército Rojo tampoco consiguió expulsar de la Unión Soviética a la Wehrmacht durante el invierno de 1941-1942. Agotado el impulso inicial por el tremendo desgaste sufrido, las tropas del Eje se encontraron librando una campaña de invierno para la que no estaban en absoluto preparadas, justo a las puertas de Moscú. El último intento por conquistar la capital soviética, la Operación Tifón, se estrelló ante la férrea resistencia de los defensores, que pasaron al contrataque y obligaron al repliegue enemigo frente a Moscú. En otros sectores del frente, sus ganancias fueron menores, pero demostraron a Alemania que la Unión Soviética distaba mucho de estar completamente derrotada.

    La respuesta de Hitler ante el contrataque fue la orden de pegarse al terreno y resistir a toda costa; probablemente la imagen de la Grande Armée napoleónica en retirada le impulsó a adoptar esta medida, que permitió a las fuerzas del Eje sobrevivir al ataque enemigo y al invierno, aunque a un gran coste en hombres y material.

    Aunque lograron superar el invierno sin sufrir una derrota decisiva, las fuerzas del Eje habían sufrido unas grandes pérdidas que impedían una renovación de la ofensiva en toda la extensión del Frente del Este. Por tanto, se decidió pasar a la defensiva en el sector central, concentrando el ataque principal en el sector del Grupo de Ejércitos Sur (Operación Blau) y realizar una ofensiva limitada por parte del Grupo de Ejércitos Norte para ocupar definitivamente Leningrado (Operación Nordlicht).

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    Situación del Frente del Este en abril de 1942.

    La génesis de la Operación Blau se encontraba unos meses antes. El 8 de diciembre de 1941, se anunció la Directriz n.º 39, en la que se comunicaban las futuras líneas de actuación en el Frente del Este:

    Sebastopol será capturado lo antes posible. El futuro empleo del grueso del XI Ejército (con la excepción de aquellas tropas necesarias para la defensa costera) será decidido al finalizar la lucha en dicho sector.

    A pesar de todas las dificultades, el Grupo de Ejércitos Sur debe establecer las condiciones en las que, con un tiempo favorable, incluso durante el invierno, haga posible el ataque y la captura de la línea del bajo Don-Donets. Esto posibilitará condiciones favorables para las operaciones contra el Cáucaso en primavera.

    Cuando, tras los trabajos del OKW, Hitler promulgó la Directriz n.º 41 del 5 de abril de 1942, se anunciaba que:

    […] la campaña de invierno en Rusia se está acercando a su final […]. El objetivo [de la nueva ofensiva] es eliminar completamente el restante potencial defensivo de los soviéticos y privarles de sus principales fuentes de suministro […]. De acuerdo con los planes originales para la campaña del este, se pretende mantener la parte central del frente, en el norte capturar la ciudad de Leningrado y realizar la unión con las fuerzas finlandesas por tierra, y en el ala sur del Ejército, forzar una ruptura hacia la zona del Cáucaso.

    Dicha directriz, y los objetivos que establecía, había sido fuertemente discutida por gran parte del Alto Mando alemán, en especial por abandonar Moscú como objetivo primario e ignorar el impacto que tendría la caída de la capital sobre la capacidad de la Unión Soviética para continuar combatiendo. El Oberkommando des Heeres (Alto Mando del Ejército [OKH]) abogaba, dadas las pérdidas sufridas durante el invierno, por una defensa elástica apoyada por fuertes reservas y complementada por recortes del frente, o bien por una renovación de la ofensiva sobre Moscú partiendo desde el sector central:

    La región petrolífera [del Cáucaso] no es esencial para la continuación de la guerra por parte soviética, así que adoptarán una estrategia de defensa pasiva, es decir, que intentarán negarnos el petróleo, no preservarlo para sí mismos.

    Moscú es el punto central de toda la vida rusa. Asimismo, es el punto occidental donde termina la tierra europea y empieza la Rusia asiática, y tiene una importancia decisiva en los planes ofensivos soviéticos.

    La mayor parte de los altos oficiales en el Frente del Este se opusieron incluso a la idea de una renovación de la ofensiva, abogando por el establecimiento de una defensa que:

    […] permitiese consolidar las ganancias territoriales logradas. Halder dudaba sobre la continuación de la ofensiva. Von Rundstedt era incluso más taxativo y opinaba que el Ejército alemán debía retirarse a la línea del frente original en Polonia. Von Leeb se mostraba de acuerdo con él. Mientras otros generales no iban tan lejos en sus opiniones, se mostraban preocupados hacia dónde les iba a dirigir la campaña.

    La reacción del Führer fue tajante: Von Rundstedt y Von Bauchitsch fueron licenciados y se renovó la planificación para la nueva ofensiva, a la que ya prácticamente nadie se oponía.

    Algunos autores han afirmado que existían objetivos adicionales en el plan de Hitler para la ofensiva de 1942, pero probablemente se tratase de quimeras que aparecieron posteriormente en conversaciones de Hitler, y no responden a los planteamientos iniciales de la Operación Blau. Entre dichas teorías, encontramos la idea de una prosecución de la ofensiva desde el Cáucaso sobre Irán e Irak, Oriente Medio y la India e incluso que la conquista de Stalingrado no era más que un ataque de flanqueo sobre Moscú.

    Para Hitler, la estrategia propuesta por el generalato germano requería tiempo, a fin de permitir que la Wehrmacht reconstituyese su potencial ofensivo, algo que no podía permitirse dada la entrada en guerra de los Estados Unidos a finales de 1941. Además, criticaba que los planes del OKH no tenían en cuenta las consideraciones económicas y su cortedad de miras al centrarse únicamente en la conquista de Moscú como el objetivo principal para ganar la guerra. Las diferencias entre los altos mandos de la Wehrmacht y el dictador alemán empezaban a ser notorias, en especial con el mariscal Halder, mientras que otros, como el mariscal Jodl, se habían plegado ya a la voluntad de Hitler y no eran apenas capaces de discutir sus decisiones.

    Asimismo, el Führer creía firmemente que una estrategia defensiva, lejos de permitir una recuperación de la Wehrmacht para relanzar el ataque en 1943, daría tiempo a los aliados occidentales para abrir un segundo frente, por lo que era vital eliminar a la Unión Soviética del tablero de juego para enfrentarse con mayores garantías al previsto ataque anglo-norteamericano.

    Era necesario, por tanto, adoptar un plan ofensivo que permitiese al Reich de los Mil Años ganar la guerra en el este de forma inmediata, de manera que la práctica totalidad del potencial militar germano volviese a concentrarse contra los Aliados occidentales. Dada la imposibilidad de aniquilar militarmente al Ejército Rojo, debería eliminarse su capacidad de sostener una guerra mediante la conquista de sus principales recursos económicos. Porque, sobre todo, estaba la cuestión del petróleo.

    EL PETRÓLEO Y OTRAS CONSIDERACIONES ECONÓMICAS

    El petróleo siempre había sido el talón de Aquiles del esfuerzo bélico germano, aunque la rapidez de las campañas anteriores a 1941 hizo que no hubiese supuesto una excesiva preocupación. Sin embargo, la intensificación del conflicto terrestre y la campaña sostenida por la Kriegsmarine en el Atlántico hacían que fuese necesario contar con nuevas fuentes de petróleo que complementasen tanto la producción de los campos rumanos, los únicos yacimientos de importancia con que podía contar Alemania, como la producción de combustible sintético germano.

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    Reunión del Alto Mando alemán presidida por Hitler en la Guarida del Lobo. Las consideraciones económicas serían incluso más importantes que las estrictamente militares a la hora de decidir el movimiento ofensivo de 1942. Fuente: Bundesarchiv

    A principios de 1942, la producción de los campos rumanos había alcanzado los veinticuatro millones de toneladas, que eran complementados por la creciente producción de petróleo sintético en Alemania (2,3 millones de toneladas en 1939, 2,73 millones en 1940). Sin embargo, la situación del petróleo empezaba a ser preocupante en 1942, ya que la reserva general había caído a 797.000 toneladas, es decir, la mitad del disponible en 1941. Esta caída se había traducido en una fuerte reducción de los stocks de la Luftwaffe (de 613.000 toneladas en 1941 a 254 en 1942), la interrupción del suministro a la Regia Marina italiana, lo que la obligó a permanecer en puerto, y la extinción de la reserva operativa de la Kriegsmarine, salvo por el diésel para los submarinos.

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    Gráfico que recoge la evaluación de producción, consumo y reservas de combustible en Alemania.

    Por tanto, resulta completamente lógico que la preocupación por el petróleo influenciase la decisión de Hitler sobre dónde continuar la ofensiva contra la Unión Soviética en 1942. La conquista del Cáucaso era vista como la solución a los problemas de abastecimiento de crudo para Alemania, ya que los pozos de la zona suponían el 73,5 % de la producción total de la Unión Soviética, además del 56,5 % de la de manganeso y el 65 % de la de gas. De hecho, tan vital se veía dicha operación que Hitler declaró que debían capturar los campos petrolíferos antes de la llegada del otoño, porque Alemania no podía continuar la guerra sin ellos. Adicionalmente, la conquista del sur de la Unión Soviética permitiría proteger de posibles bombardeos por parte de la aviación soviética los pozos rumanos y proporcionaría el acceso a otros suministros para activar la guerra total por parte alemana, a la par que negaría a los soviéticos su uso para la industria bélica. En caso de conseguirse los objetivos, se esperaba el total colapso de la economía soviética y su rendición, dada la incapacidad de Moscú para obtener nuevas fuentes de suministro de crudo en cantidades suficientes para permitirle continuar abasteciendo su industria y sus unidades militares.

    La preocupación por obtener fuentes alternativas de petróleo a los yacimientos rumanos ya era una de las motivaciones en la planificación de Barbarossa. En marzo de 1941, el responsable del Departamento de Economía de Guerra y Armamentos, el general Georg Thomas, había afirmado que, dados los niveles de reservas disponibles y el ritmo de consumo existente:

    […] Resulta absolutamente crucial capturar y explotar rápidamente los pozos petrolíferos del Cáucaso, como mínimo aquellos alrededor de Maikop y Grozny. Los pozos que no hayan sido completamente destruidos, podrán ser puestos en funcionamiento de nuevo en alrededor de un mes, y al cabo de otros treinta días estará disponible el transporte de su producción. Debemos alcanzar esas áreas no más tarde del segundo mes de operaciones […] si no se consiguiese, debemos esperar las más serias repercusiones, con unas consecuencias impredecibles para las operaciones militares posteriores al 1 de septiembre [de 1941] y para la supervivencia de la economía [de guerra alemana].

    Se debe tener en cuenta que, en el momento de emitirse dicho informe, las Fuerzas Armadas alemanas no se encontraban especialmente presionadas. Con la campaña de Francia finalizada y con el norte de África como un único frente terrestre abierto, el consumo de combustible correspondía básicamente a la Kriegsmarine y la Luftwaffe en su campaña contra Gran Bretaña. Por tanto, si se consideraba una expansión de las actividades de la Wehrmacht, resultaba vital contar con nuevas fuentes de suministro.

    La Operación Blau suscitaba dudas entre algunos altos oficiales germanos como Von Kleist, que no dudaron en señalar al dictador alemán los riesgos inherentes a una ofensiva con objetivos situados a tanta distancia de las líneas de partida alemanas:

    Cuando le señalé [a Hitler] los riesgos de dejar un flanco tan extendido expuesto [a un contrataque soviético], dijo que iba a solicitar el concurso de tropas rumanas, húngaras e italianas para cubrirlo. Le advertí, tal y como hicieron otros, que era un gran riesgo confiar en esos contingentes de tropas, pero no hizo caso. Me dijo que esas tropas aliadas solamente serían empleadas para mantener el flanco a lo largo del Don desde Voronezh hasta el recodo sur, y desde Stalingrado hasta el mar Caspio, lo que eran, en su opinión, los sectores más fáciles de defender.

    Así pues, las consideraciones económicas se impusieron a las estrictamente militares a la hora de determinar el punto donde Alemania renovaría su ofensiva en 1942. Por otro lado, y suponiendo que se lograra el objetivo de conquistar el Cáucaso, no se prestó excesiva atención al hecho de cómo ponerlo a disposición de las industrias alemanas, en un momento en que la capacidad de transporte naval estaba concentrada en su práctica totalidad en el Danubio con la producción rumana. La única acción en dicho sentido fue la creación de la Technische Brigade Mineralöl (Kaukasus), que se esperaba pudiese reparar cualquier daño que produjese la táctica soviética de tierra quemada a la capacidad petrolera del Cáucaso.

    Por último, también se tuvieron en cuenta algunas consideraciones políticas, aunque más bien parecían los resultados oníricos de la fecunda imaginación del Führer que unos proyectos realistas habida cuenta de la evolución del conflicto. Entre dichos factores se encontrarían el de provocar la entrada en la guerra de Turquía o una invasión de Irán y Oriente Próximo a través de dichos territorios.

    Entre todos los aspectos considerados, destaca la ausencia de un papel relevante de Stalingrado en la planificación. En la Directriz n.º 41 ni siquiera se menciona la ciudad en la descripción general del plan, y hay que esperar al apartado de la conducción de las operaciones para encontrar la primera referencia, mencionándose tan sólo que las unidades acorazadas avanzarían sobre la ciudad y que quedaría guarnecida con algunas divisiones alemanas, a diferencia del resto de la línea del Volga, que sería defendida por otras de los aliados del Eje. En aquel momento, la ciudad era únicamente un punto en el flanco defensivo del Grupo de Ejércitos Sur, y su importancia radicaba en la existencia de algunas fábricas de armamento que debían ser destruidas. Por tanto, la mayor parte de las fuerzas atacantes debían concentrarse en el ataque sobre el Cáucaso mientras que el grueso de las tropas aliadas se emplearía en la línea defensiva del Don, señal de la prioridad concedida a la conquista de los yacimientos petrolíferos del sur de la Unión Soviética. En palabras del general Von Kleist: «La captura de Stalingrado era subsidiaria al objetivo principal. Su única importancia era su ubicación, en el cuello de botella entre el Don y el Volga, donde era relativamente fácil contener un ataque desde el este de las fuerzas soviéticas sobre nuestro flanco. Al principio, Stalingrado tan sólo era un nombre en un mapa».

    Sin embargo, parece ser que Hitler, enmascarando su idea para la ofensiva de 1942 incluso a sus mandos militares, comunicó al general Halder, jefe del OKH, que el objetivo principal era Stalingrado, y que el ataque al Cáucaso tan sólo era para asegurar el flanco. En concreto, y según las palabras del antiguo general alemán: «Hitler me dio una orden escrita mediante la cual me ordenaba la preparación de una ofensiva en el sur de Rusia para el verano de 1942. El objetivo principal era el río Volga en la ciudad de Stalingrado. Desde ese momento pusimos todo el énfasis en la conquista de dicho objetivo, dejando tan sólo una pantalla de tropas en el flanco sur del río Don».

    Dicha afirmación bien podría ser un argumento a posteriori para justificar la absorción del esfuerzo militar del verano de 1942 por el frente establecido a orillas del Volga o, tal vez, no sea más que el reflejo de la política cambiante de Hitler al dar órdenes a sus subordinados. De una forma u otra, Fall Blau iba a dar comienzo sin tener claro cuál iba a ser el objetivo final de la operación.

    LA ESTRUCTURA FINAL DE FALL BLAU

    La estructura final para la gran ofensiva fue la de una operación en cuatro fases sucesivas. El primer paso lo darían el II Ejército y el IV Ejército Panzer al avanzar sobre Voronezh con el apoyo en segundo escalón del II Ejército húngaro. Tras capturar la ciudad, los blindados germanos girarían hacia el sur, coincidiendo con el avance del VI Ejército desde la zona de Kharkov y eliminarían la mayor parte de las fuerzas soviéticas al oeste del Don (Operación Clausewitz) mediante un gran cerco al estilo de las operaciones de 1941. Tras esta operación se llevaría a cabo un avance en dirección a Stalingrado, a fin de capturar o neutralizar la ciudad, cortando el tráfico naval por el Volga. Como se ha comentado anteriormente, en la planificación original no se hacía especial énfasis en la ciudad de Stalingrado, afirmándose tan sólo que se debía «tratar de alcanzar o, al menos, situarla bajo el fuego de la artillería pesada de tal manera que fuese eliminada como centro de producción de armamento y de tráfico en el futuro».

    Tras alcanzar dicho punto, o bien conquistar la ciudad, se establecería una línea defensiva sobre el río Don, básicamente constituida por las fuerzas de los aliados del Eje (el VIII Ejército italiano, fuerzas rumanas y el II Ejército húngaro) reforzadas en algunos puntos por tropas germanas. Por último, se procedería a la conquista del Cáucaso, con el apoyo de fuerzas adicionales rumanas, hasta la línea Batum-Bakú, una vez se hubiese asegurado la zona de Stalingrado y el río Don. El apoyo aéreo correría a cargo de la totalidad de los Fliegerkorps IV y VIII; además, la Luftwaffe desplegaría su I Flak-Korps consistente en las reforzadas 9.ª y 10.ª Divisiones Antiaéreas.

    La Directriz n.º 41 era un plan maestro que se basaba en una excesiva confianza por parte de Hitler, como demuestra el hecho de que se renunciase a utilizar la mayor parte del XI Ejército en el asalto al Cáucaso. Probablemente, el haber sobrevivido al invierno ruso, cuando anteriormente habían sucumbido a él tanto Napoleón como Carlos XII de Suecia, había enardecido los ánimos del Führer, además de llevarle a sobrestimar sus propias capacidades de mando militar.

    Pero, por otro lado, dicha confianza también se basaba en asunciones que nada tenían que ver con la realidad, o que, directamente, negaban la evidencia tangible. Entre estas asunciones encontramos la subestimación de las fuerzas soviéticas, que se creían desgastadas por el invierno y las sucesivas contraofensivas rechazadas por las tropas germanas, o la capacidad productiva soviética. Así, cuando Hitler fue informado sobre los datos de producción de blindados de Moscú, que se estimaban entre seiscientas y setecientas unidades mensuales, perdió el control de sí mismo, exclamando que dicha cifra era imposible.

    Tampoco se prestó demasiada atención a la escasa capacidad logística existente en el territorio, en el que únicamente existía una línea férrea capaz de reforzar a las unidades una vez iniciado el avance, lo que implicaba que, inevitablemente, el grueso del transporte debería efectuarse por vía aérea o mediante camiones. Dada la enorme distancia a cubrir por las fuerzas del Eje, así como la extensión del frente, solamente podía esperarse un gran retraso en la recepción de suministros una vez las fuerzas atacantes empezasen a distanciarse de sus puntos de partida. Si a este hecho añadimos el deplorable estado de las carreteras soviéticas, así como su escasez y el hecho de que la mayor parte del transporte germano era hipomóvil, el resultado solamente podía ser una pérdida de ímpetu, además de colapsos del avance por sectores, ya que resultaría imposible abastecer a la totalidad de las formaciones implicadas en el ataque. Así pues, aunque la defensa soviética se hundiese, las fuerzas atacantes no podrían explotar todas las oportunidades de persecución que se les ofreciesen, viéndose comprometidos los objetivos a alcanzar.

    Pero el punto que mayor consternación causó entre los oficiales al mando del ataque fue el gran énfasis puesto en la contribución de los aliados del Eje para establecer la línea defensiva del Don y para apoyar el avance sobre el Cáucaso. Según el general (más tarde mariscal de campo) Paulus:

    1.3.tif

    El Frente Sur en marzo de 1942.

    Las tropas aliadas no estaban preparadas para tomar parte en una gran guerra moderna, y, en particular, en una como la que se desarrolló en las severas condiciones climatológicas del invierno ruso. Además, la opinión en los países aliados era contraria a enviar a sus tropas a luchar en el Volga y el Don. No resultaba fácil explicar, por ejemplo, a un soldado italiano por qué debía prestar servicio en la profundidad de la estepa rusa y bajo unas condiciones climáticas intolerables. Lo mismo se podía aplicar, generalmente, al resto de nuestros aliados. El II Ejército húngaro estaba compuesto de unidades transferidas sin ninguna consistencia desde otras formaciones del Ejército húngaro y con gran número de efectivos reclutados en regiones recientemente adquiridas por Hungría. La inevitable debilidad de una fuerza de dicha composición quedó de relieve de forma inmediata.

    Esta necesidad también derivaba de la gran extensión del frente de avance, que hacía que los recursos alemanes fueran completamente insuficientes para mantener una cierta continuidad en el frente, siendo necesario rellenar los espacios entre formaciones de la Wehrmacht con unidades aliadas de menor poder combativo. Aunque Hitler confiase en que dichas formaciones de los satélites de Alemania tan sólo deberían hacer frente a unas fuerzas soviéticas debilitadas por el asalto germano, la respuesta de las mismas ante un contrataque soviético, especialmente si se utilizaban medios blindados de importancia, planteaba serios interrogantes a los altos mandos del ejército alemán.

    Además de su menor poder combativo, algunas de las unidades enviadas por los aliados de Alemania presentaban otro problema, el de la manifiesta hostilidad entre ellas. Especialmente notorio era el caso de húngaros y rumanos, cuya tradicional animadversión se hizo patente desde el mismo momento en que Hitler requirió a sus aliados una aportación de tropas para el Frente del Este.

    Eran, en definitiva, muchos puntos débiles en una ofensiva que debía cambiar el curso de la guerra en el Frente del Este y, por extensión, de toda la dimensión europea de la Segunda Guerra Mundial.

    EL EJÉRCITO ALEMÁN EN LA PRIMAVERA DE 1942

    A pesar de haber sobrevivido a la campaña invernal de 1941, la Wehrmacht había visto enormemente reducida su capacidad de combate. Entre el 22 de junio de 1941 y el 20 de enero de 1942, la Wehrmacht había sufrido 886.628 bajas como se ve en la Tabla I.

    Tabla I

    t01

    A estas pérdidas se debían añadir casi cien mil vehículos destruidos. Pero el mejor indicador de la importancia de dichas pérdidas era la imposibilidad de retomar la iniciativa en la totalidad del Frente del Este con una gran ofensiva al estilo de Barbarossa. En un esfuerzo por mantener la apariencia de los ejércitos germanos sobre el mapa, las unidades alemanas redujeron su fuerza nominal, reformando las divisiones según el esquema 1942. Esta restructuración implicaba que las divisiones de infantería pasaban a constar de siete batallones de infantería en lugar de los nueve anteriores, y las compañías de fusileros vieron reducida su fuerza de ciento ochenta a tan sólo ochenta efectivos.

    Por el contrario, se decidió reforzar las fuerzas acorazadas, incrementando el número de carros de combate en varias divisiones. La reforma indicaba que las divisiones blindadas debían incorporar un tercer batallón acorazado, mientras que las divisiones de infantería motorizada añadirían un batallón blindado a su estructura orgánica. La cortapisa era que gran parte de dichos incrementos se producirían transfiriendo los nuevos batallones desde las unidades Panzer existentes en los Grupos de Ejército Centro y Norte, de manera que muchas de las divisiones blindadas en dichos Grupos quedaron reducidas a un único batallón de carros de combate.

    A finales de abril de 1942, la Wehrmacht había conseguido solucionar, en gran parte, el problema

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