Objetivo: MATAR A STALIN
Así narra Walter Schellenberg, general de Brigada de las SS (Brigadeführer) y jefe de información y contraespionaje alemán bajo las órdenes de Heinrich Himmler, en Los secretos del Servicio Secreto alemán, su entrevista con un extremadamente nervioso ministro de Asuntos Exteriores, Joachim Von Ribbentrop, en el verano de 1944. Aquel era un desesperado intento para derrotar como fuera a su enemigo, el gigante del Este, y para ello pretendía eliminarlo con un arma del servicio secreto, un revólver disimulado en forma de estilográfica que podía disparar una bala mortal a una distancia de cinco metros.
La misión jamás se llevó a cabo, ni siquiera se planteó. Pero sí se urdieron otros planes, sin éxito, para acabar con la figura del dirigente soviético.
A lo largo de su vida, Iósif Stalin fue objetivo de numerosos atentados, algunos diseñados por la Alemania nazi. Dos todavía son recordados. El primero, con motivo de la Conferencia de Teherán, en noviembre de 1943, fue la denominada Operación Weitsprung para terminar a la vez con los tres grandes mandatarios aliados. El segundo, un año después, en 1944, la Operación Zeppelin, en la que se envió a Moscú a un desertor ruso entrenado férreamente en las filas nazis con un objetivo: matar a Stalin.
Eran intentos a la desesperada de una Alemania abatida por varias derrotas a inicios de 1943. Tras una encarnizada lucha en Stalingrado, el ejército alemán capituló ante
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