Canaris comenzó a distanciarse de Hitler en 1938. A diferencia de los gobiernos británicos y franceses, el jefe del Abwehr estaba convencido de que la anexión de Austria no significaba el fin de las ambiciones expansionistas del canciller, sino el principio. El Anschluss no iba a servir para apaciguar a Hitler, sino para espolearlo. El Führer distaba mucho de ser ese “hombre de paz” que aseguraba en sus discursos públicos, “un hombre sincero cuando dijo que no quería la guerra”, como escribió el secretario de Asuntos Exteriores lord Halifax tras entrevistarse con él cuatro meses antes de la ocupación de Austria. Al igual que otros muchos oficiales alemanes, Canaris sabía que Hitler estaba decidido a ir a la guerra, que no se iba a detener en su ambición por construir una Gran Alemania y ampliar su “espacio vital”.
Entre los oficiales que conocían las intenciones del canciller se encontraba el subdirector del Abwehr, Hans Oster, un firme opositor al nazismo desde que su amigo Ferdinand von Bredow, exdirector de la agencia de inteligencia, fuera asesinado por las SS durante la purga llevada a cabo en la Noche de los Cuchillos Largos (1934). Tras la anexión de Austria y el caso Blomberg-Fritsch (la expulsión del Ejército de dos generales contrarios a los planes expansionistas de Hitler), Canaris estrechó vínculos con el coronel Oster, con quien compartía un mismo sentido del deber patriótico y la moral cristiana. Este había reunido a un grupo de opositores entre las élites militares y civiles, con el fin de operar clandestinamente para prevenir el estallido de una guerra europea. Un enfrentamiento que, estaban convencidos, Alemania tenía pocas