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El Joven Hitler 11 (La Segunda Guerra Mundial, Año 1945)
El Joven Hitler 11 (La Segunda Guerra Mundial, Año 1945)
El Joven Hitler 11 (La Segunda Guerra Mundial, Año 1945)
Libro electrónico242 páginas5 horas

El Joven Hitler 11 (La Segunda Guerra Mundial, Año 1945)

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Información de este libro electrónico

En esta nueva novela asistiremos al colapso final de los ejércitos del Reich.

Incapaz de hacer ya ofensivas estratégicas, la que dos o tres años antes fuese la máquina de guerra más poderosa del planeta, ahora está al borde de la aniquilación.

¿Pero cómo reaccionó Hitler ante lo inevitable?

¿Cómo era la vida privada de sus generales, de sus esposas y familia, de todo su entorno, en un momento de tanta trascendencia?

Llega por fin la hora de la verdad a una saga con miles y miles de lectores.

No te la pierdas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 nov 2022
ISBN9781005971045
El Joven Hitler 11 (La Segunda Guerra Mundial, Año 1945)
Autor

Javier Cosnava

Javier Cosnava (Hospitalet de Llobregat, 1971) es un escritor y guionista residente en Oviedo.Ha publicado en papel 4 novelas en editoriales prestigiosas como Dolmen o Suma de Letras, 5 novelas gráficas como guionista y ha colaborado en 9 antologías de relatos: 7 como escritor y 2 como guionista.Ha ganado hasta el presente 35 premios literarios, algunos de prestigio como el Ciudad de Palma 2012 o el Haxtur a la mejor novela gráfica publicada en España.Bio extendida:A finales de 2006 comienza la colaboración con el dibujante Toni Carbos; fruto de este empeño publican en diciembre de 2008 su primera obra juntos: Mi Heroína (Ed. Dibbuks).Cosnava publica en septiembre de 2009 un segundo álbum de cómic: Un Buen Hombre (Ed. Glenat), sobre la urbanización donde los SS vivían, al pie del campo de exterminio de Mauthausen.En octubre de ese mismo año publica su primera novela: De los Demonios de la Mente (Ilarion, 2009).Paralelamente, recibe una beca de la Caja de Asturias (Cajastur) para la finalización de Prisionero en Mauthausen, álbum de cómic que fue publicado en febrero de 2011 por la editorial De Ponent.También es autor de una novela de corte fantástico: Diario de una Adolescente del Futuro (Ilarion, Diciembre de 2010).En noviembre de 2012 publica 1936Z, en Suma de Letras.Las antologías en las que ha participado son: Vintage 62, Vintage 63 (editorial Sportula), Fantasmagoria + Legendarium 2 (Editorial Nowtilus) , El Monstre y cia + La jugada Fosca y cia (Editorial Brau), Postales desde el fin del Mundo (Editorial Universo), Antología Z 6 (Editorial Dolmen), Historia s escribe con Z (Kelonia editorial)En marzo del 2015 salió a la venta su primera novela gráfica en Francia: Monsieur Levine.En enero de 2013 ganó el premio ciudad de Palma de Novela Gráfica con Las Damas de la Peste, que fue publicado en diciembre de 2014. Fue su 35 premio y/o reconocimiento literario.

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    El Joven Hitler 11 (La Segunda Guerra Mundial, Año 1945) - Javier Cosnava

    Javier Cosnava

    EL JOVEN HITLER 11

    AÑO 1945

    Primera edición: OCTUBRE, 2022

     Título original: El joven Hitler 11, año 1945

     © 2022 Javier Cosnava

     © De la portada, imagen reproducida bajo licencia creative commons

     © De la corrección J.r. Gálvez

     Queda prohibido, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual.

     Todos los demás derechos están reservados.

    DRAMATIS PERSONAE

    HITLER Y SU ENTORNO

    --Adolf Hitler: Canciller de Alemania.

    --Eva Braun: Secretaria de Hitler. En realidad, amante, esposa secreta.

    --Gretel Braun: Hermana de Eva.

    --Negus y Stasi: Los dos terriers escoceses de Eva Braun.

    --Geli Raubal: Sobrina de Hitler, que se suicidó antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial.

    --Theo Morell: Médico personal de Hitler.

    --Hermann Goering: Sucesor de Hitler. Mariscal del aire, entre otros muchos cargos y títulos.

    --Emmy Goering: Esposa de Hermann.

    --Albert Speer: Arquitecto de Hitler.

    --Heinrich Himmler: Líder de las SS y la Gestapo.

    --Constanze Manziarly: Cocinera de Hitler. Experta en platos vegetarianos.

    --Joseph Goebbels: Ministro de la Propaganda.

    --Martin Bormann: Hombre de confianza de Hitler.

    OTTO WEILERN Y SU ENTORNO

    --Otto Weilern: Joven oficial de las SS.

    --Mildred Gillars: Actriz americana, estrella de la radio alemana. Antigua amante de Otto.

    --Joseph Mengele: Uno de los mejores amigos de Otto.

    --Rolf Weilern: Hermano mayor de Otto. Ya fallecido.

    --Gertrud Scholtz-Klink: Jefa de todas las organizaciones femeninas alemanas. Ejemplo de madre devota, está criando a 10 hijos para el Reich.

    --Traudl Junge: Antigua amante de Otto. Actual secretaria de Hitler.

    --Mahalta Sánchez: Hija de refugiados españoles. Atleta. Piloto. 

    --Otto Skorzeny: Amigo de Rolf Weilern. Teniente primero de las SS. Jefe de comandos.

    --Claus von Stauffenberg: Oficial alemán.

    LOS ESPÍAS ALEMANES Y OTRAS AGENCIAS

    --Walter Schellenberg : Oficial de las SS. Uno de los hombres más atractivos de Alemania. Jefe del departamento de Seguridad Exterior de las SD (Amt VI).

    --Wilhelm Canaris: Jefe de la Abwehr, la inteligencia militar alemana.

    --Coco Chanel: Famosa modista y creadora del perfume más famoso del mundo. Agente alemán.

    --Heinrich Müller: Jefe de la Gestapo.

    LOS ESPÍAS JAPONESES

    --Hiroshi Oshima: Embajador en Berlín. Antiguo agregado militar. Inteligente y preparado. Amigo personal de Canaris y de Hitler. Más nazi que los nazis.

    --Yukio Atami: Oficial de inteligencia. De rasgos occidentales. Espía experto en el arte del disfraz.

    LOS GENERALES (Y OTROS OFICIALES DEL EJÉRCITO ALEMÁN)

    --Karl Doenitz: Gran Almirante y jefe de la marina de guerra alemana. También máximo responsable del arma submarina.

    --Wilhelm Keitel: Comandante en jefe de la Wehrmacht. Llamado Lakeitel, el lacayo de Hitler, por su servil aceptación de todas sus decisiones.

    --Albert Kesselring: Comandante del Frente Sur.

    --Erich Von Manstein: General alemán. Gran estratega.

    --Erwin Rommel: General al mando de los ejércitos germano-italianos en el norte de África. Genio táctico.

    --Gerd von Rundstedt: Mariscal alemán. Militar de renombre.

    --Walter Model: General alemán. Nazi. Ferviente seguidor de Hitler.

    INGLATERRA Y ESTADOS UNIDOS

    --Winston Churchill: Primer ministro del Reino Unido

    --Franklin Delano Roosevelt: Presidente de los Estados Unidos.

    --George Patton: General americano.

    --Dwight David Eisenhower: Comandante Supremo aliado. 

    --Bernard Law Montgomery: Comandante del 21 Grupo de Ejército.

    ITALIA

    --Conde Galeazzo Ciano: Ministro de Asuntos Exteriores de Italia. Yerno del Duce.

    --Benito Mussolini: Duce, líder de la Italia fascista.

    --Clara Petacci: Amante de Mussolini.

    URSS

    --Viktor Abakumov: Jefe de la contrainteligencia.

    --Laurenti Beria: Responsable de la NKVD, la policía secreta rusa.

    --Joseph (Iósif) Stalin: Dictador soviético.

    --Georgy Zhukov: Comandante de los ejércitos soviéticos.

    --Nikita Kruschev: Comisario político.

    --Vladimir Spiridónovich: Comandante de la Marina Soviética.

    LIBRO PRIMERO

    BERLÍN

    El Ocaso del Reich

    1. 

    LA BOLSA DEL RÜHR

    (enero a abril de 1945)

    I

    De vuelta a la Cancillería, el mundo continuó desmoronándose. Los rusos lanzaron una nueva ofensiva y continuaron su avance hacia Berlín: un avance fulgurante que amenazaba con colapsar los decrépitos restos del ejército alemán. Hitler montó de nuevo en cólera, destituyó generales y nombró incluso a Himmler como jefe del Grupo de Ejércitos Vístula. La única experiencia militar hasta el momento del Reichsführer SS había sido en la Operación Nordwind, pero no había hecho nada destacable.

    No estaba preparado para comandar un grupo de ejércitos.

    Por ello, en Rusia, la actuación de Himmler acabó en desastre. Fue rápidamente cesado. El Reichsführer SS, que hacía tiempo que negociaba con los aliados, tenía una razón más para traicionar a Hitler. Porque veía en los ojos del gran Adolf que pensaba que era un inútil, como Goering, como todos los viejos y fieles camaradas. Y no andaba errado: el Führer creía que muchos de sus antiguos colaboradores se estaban quedando obsoletos. Solo Bormann mantenía su ascendiente sobre Hitler. El astuto y rapaz secretario continuaba a su sombra, siempre susurrando al jefe lo que quería oír, siempre maquinando.

    Ahora, tanto Goering como Himmler, incluso Goebbels, sabían lo que sintió al principio de la guerra Rudolf Hess cuando se vio postergado, ninguneado. La antigua mano derecha de Hitler tuvo la idea loca de desertar y volar hasta Inglaterra para negociar la paz en Inglaterra. Y llevaba años preso a causa de su estupidez. Ahora faltaba saber cómo reaccionarían los príncipes ante el olvido y el descrédito. De Momento, Goering cada vez estaba más obeso y tomaba más drogas. Himmler organizaba un complot tras otro para salvar su cuello. Y Goebbels vagaba como un sonámbulo, incapaz de asumir la derrota del Reich y su propia derrota personal. Aunque el ministro de propaganda era realmente fiel y tenía pensado seguir junto a Hitler pasase lo que pasase. Estaba convencido de que su amado Führer al final recompensaría su entrega.

    Mientras todo esto sucedía, la Cancillería del Reich se había convertido en un mausoleo, en la tumba de Hitler y su imperio moribundo. Su aspecto había empeorado desde que la abandonara unas pocas semanas atrás. Toda la planta superior estaba en ruinas a causa de las bombas incendiarias, y muchas otras estancias eran impracticables. En una pequeña habitación bajo la escalera principal trabajaban las secretarias y los mecanógrafos. Y la gran librería había ardido hasta los cimientos. A causa de todo ello, Hitler se trasladó al Búnker, el refugio antiaéreo ubicado en los jardines. Allí residiría durante el resto de la guerra.

    – El Führer quiere verte –le dijo una mañana Traudl Junge al Asistente General.

    Otto la contempló un instante. Ahora que era viuda habían recuperado su amistad. Durante algún bombardeo especialmente violento se habían abrazado en la oscuridad.  Y se habían besado. Era bonito confiar en alguien en aquel infierno y saberse amado o, al menos, apreciado. Pero no había pasado nada más. Ninguno de los dos había dado el paso. Tal vez no lo necesitaban. Traudl pensaba aún en su esposo y Otto seguía pensando en Gretel Braun y, sobre todo, en la mujer que corría entre las ruinas de la guerra, la mujer que desapareció en Nápoles y que casi cada día poblaba sus sueños.

    – Ahora mismo voy.

    Se rozaron las manos cuando se separaron y Otto descendió desde los jardines al Búnker. Olía a humedad y a rancio, viejo, a descomposición. Bajó varios tramos de escaleras, los guardias le abrieron unas pesadas puertas de hierro y, tras atravesar varios corredores, llegó a la alfombra roja. Sobre el enlosado, la pesada alfombra marcaba el último tramo de pasillo hasta las estancias del Führer. A izquierda y derecha había valiosas pinturas rescatadas de los bombardeos de la Cancillería. Y, al final, una puerta.

    – ¿Adolf? –dijo el Asistente General sin atreverse siquiera a llamar.

    Martin Bormann abrió la puerta personalmente. Otto miró al todopoderoso Secretario, que le devolvió la mirada. Bormann era feliz. Hitler era al fin solo para él. Ningún príncipe podía entorpecer su grandeza. Ni siquiera Otto, aunque Hitler le tutease. A nadie necesitaba más al Führer que a su omnipresente eunuco personal.

    Bormann, hinchado como un pavo, indicó al Asistente General que pasase con una mano y abandonó la estancia, dejándole a solas con Hitler.

    – ¿Cómo estás, Otto?

    – Bien.

    El Führer estaba sentado en un sillón de lino azul y blanco. Su Asistente tomó asiento también. El techo era tan bajo que tuvo que inclinarse para avanzar hasta tomar asiento. Era una habitación no demasiado grande, con un escritorio, unos sofás y una pequeña mesa. Parecía demasiado poco para un hombre que soñó con conquistar el mundo.

    – Me preguntaba si oías voces –dijo Hitler de pronto, sin más preámbulo, mirando fijamente a Otto.

    Pero el Asistente General no sabía nada de las voces. Desde antes de comenzar la guerra Hitler tenía vahídos y crisis, aparte de escuchar sonidos, pitidos y voces que le hablaban en los momentos de mayor tensión. Aquellas voces, que él llamaba Demonios de la Mente, eran una herencia familiar. Su padre, Alois, los había oído toda su vida. Su sobrina, Geli Raubal, también. Por eso estaba tan unido a ella. Más que a su hermana, más que a nadie de su familia. Y por eso había hecho un altar para Geli en el Berghof, aquel cuadro que representaba la lucidez de una persona que nunca estuvo del todo lúcida, una persona que, como el propio Adolf, escondía su enfermedad.

    – ¿De qué voces estás hablando? –repuso Otto–. No comprendo.

    Hitler sabía que se acercaba el final del Reich y la profecía de los demonios se acercaba. Porque una y otra vez repetían: Otto Weilern te salvará la vida tres veces. El primer hijo de Lebensborn será quien te proteja llegada la hora decisiva.

    Y ahora estaban en la hora decisiva. Otto le había salvado una vez, en 1939. Fue casi sin querer, cuando le alejó de la cervecería Bürgerbräukeller en el mismo momento en que estallaba una bomba colocada para matarle. Pero debía salvarle la vida dos veces más. Por eso le quería siempre a su lado, por eso le había nombrado su Asistente General. Porque Otto le salvaría.

    – Tu madre oía voces –dijo entonces Hitler, tanteando el terreno, intentando saber si Otto mentía, si realmente las oía y, como él, las escondía al mundo.

    – ¿Mi madre? ¿Sabes quién era mi madre? –repuso Otto fingiendo sorpresa.

    Entonces Hitler le contó la verdad. Era su sobrino, el hijo de Geli Raubal. Nunca fue reconocido por su madre, entonces demasiado joven. Después de su nacimiento, lo habían enviado a Sankt Valentin, en Austria, donde gente completamente fiel al partido lo educó en las enseñanzas nacionalsocialistas. Allí se había educado no solo él sino el resto de los arios puros escogidos para dirigir en el futuro el Reich de los mil años.

    Pero Hitler estaba nervioso. Aquel tema tan crucial de pronto le parecía poco importante. Ni siquiera reparó en que Otto no se sorprendía demasiado (pues lo había adivinado hacía tiempo). En ese momento le tenían obsesionado los demonios, las voces que oía en su cabeza.

    – Tu madre oía voces –repitió Hitler.

    – ¿Geli oía voces? ¿Qué tipo de voces?

    – Susurros. Voces que hablan del futuro, te dan consejos, te apartan o te acercan a determinadas sendas.

    La explicación del Führer era tan vaga que casi no había dicho nada. No podía. El afecto que Adolf y Geli se profesaban se vio reforzado cuando descubrieron que ambos oían a aquellos demonios dentro de sus cabezas, aquellas voces que les susurraban en la oscuridad. Ambos lucharon contra los demonios. Por desgracia, Geli perdió la batalla y se suicidó en el segundo piso de la casa de Adolf en Múnich, en la Prinzregentenplatz. Porque los demonios podían ser tus benefactores si eras fuerte, pero si te volvías débil te arrastraban con ellos a las negras simas del infierno. Adolf tenía miedo de que ahora que su cuerpo estaba cada vez más enfermo, los demonios le atacasen y le venciesen.

    – Perdona, Adolf. Sigo sin entender. ¿Quieres decirme que Geli tenía demencia precoz?

    En 1945, el término esquizofrenia aún no estaba extendido y todavía menos entre la gente de la calle. Adolf no les había puesto a las voces nombre alguno, ni siquiera el más extendido de demencia precoz, que englobaba media docena de enfermedades mentales. Para él los demonios eran reales, no un síntoma.

    – No lo sé. No es ese el tema. Lo que quiero saber…

    Otto creyó comprender y negó vigorosamente con la cabeza.

    – Si lo que me preguntas es si he heredado esa enfermedad de mi madre, lo cierto es que no. Nunca he oído voces. Y espero no oírlas jamás.

    Hitler se recostó en su sillón. No sabía si estaba triste, decepcionado o contento. Otto podría comprenderle mejor si estuviese en contacto con los demonios. Pero, por otro lado, tal vez era inmune a ellos y esa la razón por la que estaba en situación de salvarle. Ellos no podían tocarle. Nadie podía. Aquel muchacho tenía a la Providencia de su lado. Como el propio Hitler.

    – Me alegro de que no los oigas.

    Adolf cambió de tema y hablaron de pintura, de arquitectura, incluso de la guerra, que empeoraba cada día, a veces hasta cada pocas horas. Fue una conversación animada, casi distendida, que duró casi una hora.

    Cuando Otto se fue, Hitler se quedó a solas con los demonios de la mente que habitaban en su cabeza. Cada vez estaba peor. Y no solo físicamente. Las voces habían regresado para martillarle con sus quejas o sus lisonjas. Al empeorar físicamente, había perdido el auto control que le permitía tenerlos alejados. Ahora los demonios estaban chillando:

    Eres débil. ¡Vas a perder la guerra. Ya te lo decía tu padre. ¡No vales para nada!".

    – Pero Otto, al final, me salvará. ¿No es cierto?

    Los demonios rieron.

    – Te salvará, sí. De eso puedes estar seguro. Completamente, amigo mío. Te salvará de la muerte y vivirás muchos, muchos y muchos años.

    Y estallaron en sonoras carcajadas que atemorizaron a Hitler, porque no sabía de qué demonios los demonios se estaban riendo.

    [EXTRACTO DE LAS CONVERSACIONES DE OTTO WEILERN EN LA PRISIÓN DE LA LUBIANKA]

    No quiero hablar del bombardeo de Dresde. Sé que hay informes que demuestran mi presencia en la ciudad durante el bombardeo. Pero es falso. O al menos no es del todo cierto. De cualquier forma, tendrán que recabar datos sobre este tema a partir de otra fuente.

    No voy a decir nada.

    No.

    *-*-*-*-*-*

    Beria se levanta de la silla en la que lleva sentado horas. El jefe de la NKVD abofetea a Otto. Hasta ahora ha colaborado. Ha narrado la caída del Tercer Reich desde sus recuerdos y está siendo muy útil. No quiere que pare.

    – Me estás haciendo perder la paciencia –dice la mano derecha de Stalin.

    Pero Otto no va a dar su brazo a torcer.

    – No voy a decir nada. Además, no hay nada que decir.

    Beria sale a grandes zancadas de la sala de interrogatorios de la prisión de la Lubianka. El prisionero se queda solo en su celda. Pero sabe que no está solo. Siempre hay alguien observándole, de eso está seguro. Así que insiste:

    – Hablemos de cualquier otro tema, por favor. No quiero hablar del bombardeo de Dresde. No me van a sacar ni una palabra.

    PREPARATIVOS PARA LA DERROTA 3

    Por Walther Schellenberg

    Es el momento de continuar con mi confesión. Hasta ahora todo lo que he escrito ha sido para congraciarme con los aliados, a los que me entregaré en breve, cuando caiga el Tercer Reich. Seguir vivo es mi prioridad, por supuesto, pero no dejo de ser un hombre. Y todo hombre tiene sus límites. Así que hoy voy a contar una parte de la historia que acaso no agrade a mis captores. Lo cual me apena, pero lo encuentro necesario para mi propia cordura y mi necesidad de ser yo mismo, con todas sus consecuencias.

    No obstante, voy a proseguir con mi descripción de los príncipes y del estado actual del entorno del Führer.

    Estamos en febrero de 1945. Speer, como ya expliqué, ha perdido todo su poder y ahora gobierna un ministerio, el de armamento, cercenado y sin poderes reales, en un país sin combustible y sin apenas fábricas.

    Goering apenas aparece. Su amada residencia, el Carinhall, ha sido bombardeada y muchas de sus obras de arte destruidas. La Luftwaffe es la principal culpable de nuestra derrota y él lo sabe. Siempre quiso impresionar a Hitler, demostrarle que era su mano derecha, el mejor de sus príncipes. Creo que la pérdida de confianza de su amado Adolf le duele más que la caída del Reich.

    Es difícil saber lo que piensa Goebbels. Evidentemente, al no tener grandes responsabilidades en temas bélicos, se siente menos importante que otros, pero ha ido consiguiendo algunos cargos relacionados con el esfuerzo bélico. Ahora controla la Guerra Total y ha mandado a miles de civiles al martirio en el frente. Pero los voluntarios de la Volkssturm lo están haciendo francamente mal: mueren como chinches y ningún general los quiere entre sus tropas, aunque a menudo no les queda más remedio que usarlos porque no quedan hombres para enfrentarse a nuestros enemigos. Por todo ello, Hitler ya no le mira con los mismos ojos. Y eso le duele a ese idiota de Ministro de Propaganda.

    Creo que es importante que mis captores comprendan que en el círculo íntimo de Hitler todos le adoran. Cuando

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