En los años de su ascenso al poder, la propaganda del partido nazi vendió una imagen mesiánica de su líder, Adolf Hitler; la de una suerte de «elegido» que debía devolver la antigua grandeza a la vituperada nación alemana tras la derrota en la Gran Guerra. Inspirado en gran parte en la Italia fascista, este providencialismo influiría también en otros movimientos de la época de Entreguerras, como el nacionalcatolicismo español. Hitler se erigía así en un «Salvador» que llevaría al nuevo régimen a gobernar, según sus propagandistas, al menos durante mil años.
A falta de menos de dos años para que se cumpla el 80 aniversario de su muerte, y a pesar de los exhaustivos estudios que le han dedicado expertos de muy diversos campos, son muchos los interrogantes en torno a la figura de Adolf Hitler y a su final. También son numerosos los claroscuros sobre sus delirantes creencias. Si bien, en Prusia y Alemania el nacismo tiene sus raíces en corrientes de pensamiento nacionalistas y etnocéntricas del s.xix, llevadas al extremo, se ha estudiado el nivel real de influencia que tuvo el ocultismo en el ideario nacionalsocialista. De hecho, se ha planteado buscar