CÁMARA Y… DOCTRINA
La propaganda fue uno de los motores más potentes del engranaje político-social del Tercer Reich. Hitler y, a su sombra, Goebbels desarrollaron un ambicioso programa propagandístico multimedia, una concienzuda estrategia de instrumentalización de la voluntad colectiva de las masas, a las que manejaban a su antojo modelando una equivalencia entre el sentimiento patriótico, inflamado y azuzado convenientemente por el régimen, y los intereses del nazismo.
Hitler estaba convencido de que el colapso en la moral de las tropas alemanas en 1918 había sido causado por la extraordinaria efectividad de la propaganda aliada, y muy especialmente la británica, durante la I Guerra Mundial, donde por vez primera la persuasión a través de los medios de comunicación ejerció un papel decisivo en la suerte de un conflicto armado de escala internacional. Las técnicas propagandísticas siguieron desarrollándose en el transcurso de la Revolución rusa y de la Guerra Civil española, conflicto en el que se produjo la eclosión como herramienta política del arte del cartelismo y, más aún, de la radio, canal privilegiado para difundir mensajes y consignas.
EL CONTROL DE LOS MEDIOS
Tras su llegada al poder en 1933, el Führer no perdió el tiempo: el 13 de marzo creó el Ministerio de Ilustración Pública y Propaganda, y el 22 de septiembre, la Cámara Nacional de Cultura, ambos presididos por uno de sus hombres de (El Ataque).
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