Los segundos se hacían horas en una pequeña aldea al este de Mons. Era 11 de noviembre de 1918, y todos sabían que faltaba un suspiro para que la Entente y las Potencias Centrales acordaran la paz. El soldado canadiense George Price se contaba entre ellos, pero la fortuna le fue esquiva; de la nada, la bala de un francotirador cortó el viento y le segó la vida. Dos minutos después, un sargento informó de la buena nueva: «Se acabó, se ha firmado el armisticio». Podría haberse esperado la Parca… Price fue uno de los últimos muertos del frente occidental, el más conocido de la Gran Guerra y el que acogió también las batallas más cruentas de la historia moderna. Y es que, del Marne a Verdún, lo que vertebró el conflicto fueron los diez millones de combatientes fallecidos en los campos del viejo continente.
ALIVIO EN FRANCIA
La Gran Guerra no comenzó entre húmedas trincheras y posiciones estáticas. Allá por la primera década del siglo xx, el plan del Imperio alemán era obtener una rápida victoria en el frente occidental para, acto seguido, redirigir la totalidad de sus tropas hacia la Rusia de los zares. La máxima era no combatir en dos frentes a la vez y, para ello, su arma secreta era el Plan