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Anticatalanismo y transición política: Los orígenes del conflicto valenciano (1976-1982)
Anticatalanismo y transición política: Los orígenes del conflicto valenciano (1976-1982)
Anticatalanismo y transición política: Los orígenes del conflicto valenciano (1976-1982)
Libro electrónico439 páginas5 horas

Anticatalanismo y transición política: Los orígenes del conflicto valenciano (1976-1982)

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Han sido innumerables las páginas dedicadas a la Transición valenciana. Desde el ámbito del ensayo, del periodismo, de la politologia y de la sociologia se nos ha ofrecido el relato del periodo en clave identitaria; pero el presente libro no tiene el mismo objetivo, se trata de un libro de historia. El anticatalanismo ha demostrado ser una formidable arma política que ha dado mucho rédito a la derecha valenciana. En una coyuntura histórica como la transición a la democracia, logró aglutinar a amplios sectores sociales tradicionales -el franquismo sociológico-, vertebrando todo un movimiento social de base popular, integrista y reaccionario contra el cambio político liderado por la izquierda que había ganado las primeras elecciones democráticas en 1977, así como las legislativas y las municipales de 1979. El conflicto estalló por el papel activo que tuvieron en el campo de la reacción amplias capas sociales de extracción popular que lograron crear un clima de tensión y violencia que convulsionó la vida ciudadana, todo un 'kale borroka' contra los partidos políticos democráticos instigado desde las instituciones del tardofranquismo y el gobierno de la UCD. El objetivo es, pues, fundamentar en la historia las causas políticas y sociales del origen de ese conflicto.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2020
ISBN9788491346937
Anticatalanismo y transición política: Los orígenes del conflicto valenciano (1976-1982)

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    Anticatalanismo y transición política - Juan Luis Sancho Lluna

    I. LA TRANSICIÓN Y EL ESPÍRITU DE LA REFORMA POLÍTICA (1973-1976)

    Me siento total y absolutamente responsable

    de todo mi pasado. Soy fiel a él, pero no me ata.

    TORCUATO FERNÁNDEZ-MIRANDA

    Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino

    (1975-1977)

    El año de 1962 es históricamente un año excepcional. En opinión del historiador Xavier Domènech, «1962 fue un año extraordinario, a todas luces uno de esos años raros en la historia que marcan un antes y un después, que señalan tanto la muerte de lo viejo, como el nacimiento de lo nuevo».¹ De hecho, 1962 es un punto de inflexión en la historia política del franquismo y todo un referente para el estudio de los fundamentos políticos y sociales de la transición política, de forma particular de la Transición valenciana.

    Ese año supuso un cambio de ciclo en el desarrollo político de la dictadura. La coalición reaccionaria vencedora de la guerra civil comenzaba a agrietarse, a la vez que empezaban a mostrarse –aún en estado embrionario–, por un lado, las fuerzas sociales que conformaron una oposición política capaz de echar un pulso a la dictadura; y por otro, la aparición de una facción, entre las distintas familias del régimen, que se situaría en disposición de reformar el sistema político desde las mismas entrañas del Estado.

    En esta fase histórica que se inicia, el País Valenciano no resulta una excepción. En la propia crisis de 1962, «encontramos la «prehistoria» de las corrientes políticas de la transición a la democracia en Valencia»,² con un movimiento obrero y un incipiente movimiento nacionalista que llegarán a la Transición en una coyuntura política condicionada por la inexistencia de una facción reformista, hecho que históricamente dotará de singularidad la transición política valenciana.

    El hecho es que, en 1962, se dan una serie de acontecimientos de indudable trascendencia. El movimiento huelguístico de los mineros asturianos y la formación de comisiones estables de obreros, la aparición de un movimiento estudiantil democrático y de oposición al sindicato universitario franquista (SEU), el encuentro en Múnich de personalidades y partidos de la oposición política moderada (republicanos, socialistas y monárquicos) y los cambios que se estaban produciendo en el seno de la Iglesia católica española –con el Concilio Vaticano II de fondo– constataron la crisis de un sistema político que irremediablemente entró en abierta contradicción con el proceso de liberalización económica iniciado en 1957, y caracterizado por el ascenso al poder de los tecnócratas y la caída en el ostracismo de «las viejas camisas azules».

    Los tecnócratas, las nuevas élites del régimen compuestas por profesores universitarios, altos funcionarios, abogados y políticos vinculados al Opus Dei, con estrechas relaciones con la banca y la gran industria, ocuparon en 1957 los puestos clave del Estado y del Gobierno, procediendo a una reforma económica y administrativa que necesitó del Estado autoritario –permisivo a la corrupción administrativa y represivo con el mundo laboral– para poner en marcha los instrumentos institucionales que garantizaran la continuidad del régimen (Ley Orgánica del Estado de 1967), y a la vez desarrollar un programa económico –el desarrollismo tecnócrata–, basado en la especulación financiera, la industrialización y un caótico crecimiento urbanístico que aumentó los desequilibrios sociales y regionales pero que condujo a España al crecimiento económico y a la modernización social, sentando las bases históricas para la desaparición del franquismo.

    1.1 L A CUESTIÓN SOCIAL EN LA CRISIS DEL E STADO FRANQUISTA

    Por lo que se refiere al País Valenciano, en primer lugar, el año 1962 supuso el comienzo de un ciclo político caracterizado por el aumento de las protestas obreras y la aparición de un nuevo modelo de conflictividad laboral, surgido a raíz de la promulgación de la ley de convenios colectivos de 1958, modelo que constató «la quiebra de la paz laboral del modelo autoritario y paternalista de posguerra»³ y posibilitó que los trabajadores se organizaran en las empresas en comisiones de obreros estables para la defensa de sus intereses. Particularmente, en Valencia, la Unión Naval de Levante, la Papelera Española, los Altos Hornos de Sagunto, los astilleros ELCANO o la empresa de suministros ferroviarios MACOSA se convirtieron en «fábricas de referencia»⁴ para un renovado y moderno movimiento obrero valenciano.

    En la capacidad de los trabajadores de esas empresas en organizarse fuera de la estructura de los sindicatos oficiales, se fundamentó la fortaleza de un movimiento obrero que llegaría a la transición con una fuerza y empuje sin precedentes. Y es en 1962, sobre la base de ese nuevo modelo de conflictividad social y del cambio de estrategia de la clase obrera contra la dictadura, cuando encontramos la singularidad y los límites de un crecimiento que condicionó históricamente el desarrollo de una alianza antifranquista.

    En 1962 se producen las primeras huelgas obreras en Valencia. La repercusión social de estas huelgas la constatamos en la sentencia dictada en la causa 629/62 seguida en el Juzgado Nacional de Actividades Extremistas. En este sumario fueron condenados a penas de prisión cinco miembros del Comité Provincial del PCE de Valencia detenidos a raíz de la caída del aparato del Partido ese año. Destaca, por un lado, la juventud de los acusados, no fichados por la policía, provenientes de la inmigración, de organizaciones obreras católicas, e incluso del Frente de Juventudes; y por otro, la extrema dureza del aparato judicial contra estos jóvenes acusados del delito de rebelión militar por redactar clandestinamente octavillas llamando a la huelga general para mayo, en solidaridad con los mineros asturianos.

    Así pues, dos cuestiones podemos extraer de esta lectura: primera, el cambio generacional que se había producido en el movimiento obrero valenciano; y segunda, que continuaba intacto todo el poder represivo del aparato del Estado para mantener ante cualquier tipo de protesta el orden y la «paz social».

    Así pues –vistas las circunstancias históricas y políticas–, esta nueva clase trabajadora surgía en unas condiciones muy adversas:

    El nuevo movimiento obrero que nacía en los años sesenta consumió buena parte de sus esfuerzos, no en luchar contra medidas del gobierno que alteraban las condiciones del mercado de trabajo, como sucede ahora, sino por el derecho a la existencia contra la arbitrariedad de la legislación de orden público, la policía política de la dictadura, la burocracia verticalista, los tribunales militares y jurisdicciones especiales, los despidos y las represalias de la patronal.

    Pero, pese a la adversidad, «al filo de los primeros sesenta la temida hidra obrera había vuelto a resurgir con renovadas fuerzas».⁷ A la nueva etapa de crecimiento económico y desarrollo capitalista se correspondían unas nuevas relaciones laborales propias de una sociedad industrial avanzada, y en la que una nueva clase obrera, ajena a la tradición de las dos centrales históricas (la CNT y la UGT), «tuvo que organizarse ex novo al faltarle o no servirle las experiencias pretéritas».⁸ La formación y el desarrollo de un nuevo movimiento obrero entre 1962 y 1976 estimuló el desarrollo de todo un movimiento social en el que desempeñó un papel protagonista la clase trabajadora industrial.

    Y fue por las formas que adquirieron las nuevas relaciones socioeconómicas creadas por el desarrollismo como se cimentaron las bases de una nueva y moderna clase trabajadora que –pese a los desequilibrios sociales y a las desfavorables condiciones en las que se desarrolló– se dispuso a conquistar derechos sociales universales y a acceder directamente a las ventajas de la sociedad de consumo y a otros beneficios del capitalismo; una clase obrera que se transformó radicalmente con el factor migratorio, las nuevas formas de producción capitalista y las nuevas relaciones laborales, y, sobre todo, con el cambio generacional que supuso la llegada al mundo del trabajo de jóvenes que no habían vivido el sindicalismo anterior a 1939. Esta nueva clase obrera, de una composición sociológica distinta a la de preguerra, estaba compuesta por jóvenes emigrantes e hijos de republicanos, además de jóvenes procedentes de medios católicos. Fueron estos los factores que permitieron el resurgir de un nuevo movimiento obrero que aparecería, en el marco de la transición, en situación de desafiar abiertamente al

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