El final de la Guerra Civil española supuso el éxodo de miles de españoles que se vieron obligados a huir de su tierra en un triste y patético desfile de cuerpos helados y almas desgarradas por la derrota. Los vencidos huyen cruzando la frontera de un país que, como otros, les había abandonado. Algunos toman el 28 de marzo de 1939 el Stanbrook, último barco que abandona España desde el puerto de Alicante. Pero para muchos solo fue una tregua. El 1 de septiembre estalla la Segunda Guerra Mundial y la libertad solo podía recuperarse con las armas. No las abandonarían hasta 1945.
De casi medio millón de españoles exiliados, unos 30 000 son internados en campos de prisioneros en Argelia, Túnez y el Marruecos francés. Con la derrota de Francia ante la Alemania de Hitler estos prisioneros se ven obligados a trabajar en las duras condiciones del desierto, principalmente en la construcción de la red ferroviaria Transahariana.
Tras la Operación Torch, el desembarco aliado en el norte de África en noviembre de 1942 y el posterior avance hacia Túnez, se hace necesario crear un cuerpo regular que aglutine a los combatientes y el general Giraud, bajo el gobierno de Vichy, crea el Cuerpo Franco de África (Corps Franc d’Afrique). Dos de sus mandos son Joseph Putz y el que fuera almirante en la marina republicana española, Miguel Buiza, que se convertiría en un símbolo para los españoles. Este último es designado capitán de la 9ª compañía del Tercer batallón del Cuerpo Franco, donde hay muchos españoles. Estos proceden de los campos de internamiento africanos y lucharán en Túnez desde finales de 1942 hasta mayo de 1943 contra el Afrika Korps de Rommel. Esta compañía será el germen de «La Nueve». En julio de 1943, estos españoles optan por unirse al general Philippe Leclerc de Hauteclocque, que formará la 2ª División Blindada (Deuxième Division Blindée). Agrupa a estos en el Tercer Batallón