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México: 45 voces contra la barbarie
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México: 45 voces contra la barbarie
Libro electrónico582 páginas15 horas

México: 45 voces contra la barbarie

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Las voces más autorizadas para hablar de la violencia en México.
Testimonios recogidos por una activista experta.
En estas cuarenta entrevistas, la activista y escritora Lolita Bosch se adentra a explorar las raíces de la violencia que hoy aqueja a México, junto con las respuestas que ha recibido dentro y fuera de los marcos institucionales. Desde familiares de víctimas cuya pérdida ha transformado irremediablemente su vida hasta luchadores por los derechos humanos, pasando por periodistas que se han puesto en riesgo en su búsqueda de la verdad y por analistas y consultores que han estudiado distintas aristas del fenómeno, las personas aquí retratadas pintan un complejo panorama nacional. Ante la amenaza y el ejercicio de la violencia, han levantado la voz por la esperanza de un mejor futuro para el país.
IdiomaEspañol
EditorialOcéano
Fecha de lanzamiento15 sept 2014
ISBN9786077354079
México: 45 voces contra la barbarie

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    México - Lolita Bosch

    BOSCH

    Julián LeBarón

    EL GOBIERNO ES LO CONTRARIO DEL AMOR

    o

    Cuando nos callamos somos cómplices de la violencia

    ______

    Benjamín Franklin LeBarón, líder mormón de Galeana, un municipio a casi 300 kilómetros de la ciudad de Chihuahua y a 300 del paso fronterizo de Ciudad Juárez, encabezó un llamado contra los secuestros en su comunidad tras el rapto de su hermano menor, Eric, de 17 años, por quien se pedía un millón de dólares. La familia LeBarón no sólo se mantuvo firme en que no pagarían ningún rescate porque eso supondría participar con el crimen organizado, sino que denunció a una banda de secuestradores de la región. Eric está convencido de que fue liberado sin previo pago porque, en un suceso inédito en este marasmo de violencia que sacude al país, logró convencer a sus secuestradores de que lo soltaran, aunque hay quien piensa que la presión al gobierno logró su liberación, e inclusive hay quienes creen que hubo complicidad de los secuestradores con el gobierno del estado. No obstante, y como represalia a la denuncia hecha por sus familiares, veinte hombres armados y vestidos con uniforme militar entraron a Galeana y torturaron a Benjamín frente a su esposa y sus hijos. Y cuando su cuñado Luis Whitman acudió a socorrerlo tras escuchar los gritos de auxilio, los secuestraron a los dos: a Benjamín Franklin y a Luis. Sus cuerpos fueron encontrados sin vida pocas horas después, a 50 kilómetros de su casa. El hermano de Eric y de Benjamín, Julián LeBarón, alzó entonces su voz por sus víctimas y todas las víctimas de México.

    ¿Cómo y por qué decidiste trabajar en contra de la guerra haciéndote portavoz de las víctimas?

    Me di cuenta después de la muerte de algunos de mis familiares y amigos de que cuando nos quedamos callados somos cómplices de toda la violencia.

    Y cuando te preguntan qué está ocurriendo en México, ¿qué cuentas? ¿Dices que hay una guerra, una crisis de seguridad, un conflicto? ¿Qué crees que está pasando?

    Yo creo que lo que hay en México es mucho miedo. La violencia surge siempre del miedo y nosotros no estamos atendiendo lo que genera miedo, sino que lo estamos empeorando.

    ¿De qué modo?

    Militarizando el país.

    Y en lugar de eso ¿qué opinas tú que deberíamos hacer?

    Se tiene que empezar por respetar la libertad y la presunción de inocencia de las personas. Y no permitir que se criminalice a toda la sociedad.

    ¿Crees que se está criminalizando a toda la sociedad?

    Absolutamente. Cuando se ponen retenes militares y las autoridades no respetan a las personas individualmente, se criminaliza a toda la sociedad. Esto genera temor, miedo y mucho coraje en la población.

    ¿Y qué pueden hacer los ciudadanos y ciudadanas más allá de protegerse? Hay gente que se está yendo, gente que optó por quedarse callada, gente que se ha unido a la tragedia de los demás y los acompaña...

    Yo creo que el problema más grande es que la gran mayoría de las soluciones que se proponen tienen que ver con la autoridad, pero la autoridad no es la herramienta correcta para resolver el problema del miedo. El gobierno no puede crear amor y no puede crear compasión. El gobierno es el uso de la fuerza y creo que es imposible construir una civilización con esos medios.

    ¿Qué alternativa ves?

    La alternativa tiene que ser estrictamente ciudadana. El problema que tenemos en nuestro país es que en cuanto se consigue un liderazgo ciudadano, casi inmediatamente se aspira al poder político y a utilizar ese poder político para diversos fines. Y eso destruye el espíritu con que esa autoridad se construyó.

    ¿Dirías que la sociedad mexicana ha respondido proporcionalmente a la tragedia? ¿O crees que hay algo que nos impide reaccionar en masa?

    Cuando uno presencia un acto de violencia, la idea de involucrarse tiene muchos riesgos y causa muchos problemas. Y lo cierto es que nosotros lo hemos permitido: no resolvimos el conflicto cuando hubo uno por ciento de impunidad, y ahora que tenemos noventa y ocho por ciento de impunidad para el asesinato, el costo de involucrarse es demasiado elevado. Es mucho más fácil escondernos y recurrir a la apatía como una forma de evitar el riesgo y la confrontación.

    Pero es una apatía muy dolorosa, ¿no? ¿No crees que el pueblo de México, apático o no, la está pasando realmente mal?

    Claro, porque la apatía no le permite a uno vivir plenamente. Pero de cierta forma, es más fácil que dar la cara. Hemos visto que a las personas que dan la cara las matan y desaparecen, como Nepomuceno Moreno² y mi hermano.

    ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué crees que vaya a ocurrir?

    Yo creo que, tal vez, esto pueda ser lo mejor que le ha pasado a México. Y lo digo porque creo que para los mexicanos dejar las cosas como están ya no es lo más fácil. Tal vez si no nos la pusieran tan difícil nunca haríamos un cambio. Y creo que hay cambios muy importantes en nuestro futuro.

    ¿Cómo cuáles?

    Pues los servidores públicos en México nunca han sido servidores públicos y nosotros siempre hemos asumido que somos sus feudos. Creo que hoy ya no queda un solo mexicano que crea en sus instituciones. Y que éste es el primer paso para lograr que todo cambie.

    ¿Y que se conforme una sociedad más controlada por su ciudadanía?

    Sí, claro.

    ¿Crees que es posible?

    Yo creo que si México lograra que así fuera, el resto del mundo le sigue el ejemplo.

    Eso sería maravilloso.

    Pues sí. Uno tiene este tipo de esperanzas. Pero está por verse.

    ¿Crees que esto ya está comenzando a pasar de algún modo, que se están gestando nuevas formas de convivencia social como respuesta a la violencia?

    Sí. Lo estamos viendo.

    ¿Qué te ha enseñado esta guerra? ¿Qué podemos aprender?

    Que uno también es responsable de las acciones de los violentos. Si vivimos en una sociedad donde un chavo cree que la única forma de prosperar en el mundo es secuestrar a otro ser humano, y nosotros como ciudadanos colaboramos con ese tipo de odio y con ese tipo de miedo, nomás por el hecho de vivir en el mismo país y ser vecinos, de cierta forma estamos participando. Todos estamos participando. Y es importante hacer consciencia de eso, porque de otro modo estaremos siempre atendiendo los efectos del problema y nunca llegaremos a la causa. La solución tiene que venir de los ciudadanos. Es ingenuo pensar que con legislación y con policías esto se va a resolver.

    ¿No confías en que el gobierno pueda poner fin a esta crisis?

    La única forma en que el gobierno le puede dar fin a la violencia es poniendo un soldado en cada esquina. Pero para aplastar ese impulso violento, ahí se tienen que quedar esos soldados. Y el problema es que los soldados no producen nada y que lo único que provoca un ejército es destrucción. Pura destrucción. El hecho de que no sea visible esta violencia no significa que se haya atendido el miedo que causa, porque entre más aplastas con el temor la inclinación hacia la violencia, más violencia vas a tener eventualmente.

    ¿Crees que saldremos de esto? ¿México sabrá solucionarlo?

    Yo creo que no solamente México, sino que el mundo lo debe resolver. Porque la tecnología encaminada a destruir ya es de destrucción absoluta. Y creo que es tarea de todos. Todos tenemos que poner de nuestra parte, y ojalá podamos seguir adelante. Creo que la única forma de superar la violencia es con principios compasivos. No lo va a poder solucionar la legislación: el gobierno es lo contrario del amor, porque cuando existe una ley significa que si te resistes vas a enfrentar una fuerza armada, y si te resistes a la fuerza armada te matan.

    No sólo te matan, sino que dejan abandonados a los familiares, que son también víctimas de esa matanza. Porque los familiares de las víctimas están pasando este momento muy solos, ¿no crees?

    Sí, totalmente. Y el gobierno no es el que los dejó solos. Los que los dejamos solos hemos sido los ciudadanos, y tenemos que hacernos conscientes de eso.

    Ernesto Núñez

    EL OPTIMISMO FORZADO

    o

    La pobreza como caldo de cultivo

    ______

    Ernesto Núñez es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó el máster en periodismo del diario El País y obtuvo el título de posgrado por la Universidad Autónoma de Madrid en 1998. Inició su carrera periodística en septiembre de 1993, en el diario El Norte de Monterrey. Fue fundador del periódico Reforma, en el que ha sido reportero de las secciones Ciudad y Nacional. De 2007 a 2013 fue editor del suplemento dominical de Reforma: Enfoque. Y actualmente es el editor en jefe del suplemento dominical de cultura, política y sociedad Revista Reforma. En sus 20 años de carrera se ha especializado en la cobertura de procesos electorales, partidos políticos, relaciones internacionales, políticas públicas, asuntos legislativos y conflictos políticos y sociales. Su primer libro, Crónica de un sexenio fallido. La tragedia del calderonismo (Grijalbo, México, 2012), es una investigación fundamental para entender qué nos abocó al abismo de la violencia durante el calderonato.

    Cuando sales del país y alguien te pregunta qué está pasando en México, ¿qué les dices?

    ¿En materia de inseguridad o en general?

    Pues parece bastante vinculado, pero en inseguridad. Cuando la gente te pregunta lo que suelen preguntarnos en el extranjero: Veo descabezados en la tele desde Alemania, ¿qué está pasando en México?, ¿tú qué les dices?

    Yo creo que en México se instaló una especie de optimismo forzado. Después de seis años muy rudos con Calderón, seis años de muertes, seis años de guerra, es tal el anhelo de paz que, de pronto, es como si quisiéramos extender un velo de optimismo sobre la cruda realidad.

    Pero México sigue siendo muy cruel, la gente sigue muriendo por la inseguridad o por el hambre, hay unas desigualdades sociales impresionantes, un grupito económico y una elite política tienen todo a manos llenas: el poder político, económico y social; y una gran mayoría la pasa bastante mal. Y no sólo las clases pobres, sino también las clases medias totalmente pauperizadas y cada vez más jodidas o con menos posibilidades de vivir bien. Aunque nos quieran hacer ver, sobre todo desde el gobierno y desde el discurso oficial, una realidad distinta. Porque sí hay un intento deliberado por parte del gobierno federal de decir que aquí no está pasando nada o que México ya cambió en términos de violencia e inseguridad, cuando en realidad no es así. De alguna manera el gobierno se las arregló para que los medios habláramos de otra cosa. El Reforma es el único medio que mantiene vivo su ejecutómetro, por ejemplo, que es la medición que sale los sábados de la gente que muere de manera violenta. Y si comparamos la cifra con la del año pasado, es más o menos la misma. Realmente, nada ha cambiado.

    Y además ha aumentado el índice de otro tipo de crímenes como la extorsión, las desapariciones...

    Crímenes que ya estaban ahí, pero se veían en un segundo término. Hoy no. Hoy se habla nuevamente de secuestros, extorsión, robos y asaltos.

    ¿Dirías que había disminuido un poco este tipo de crímenes, o que en un sexenio hablamos de unos crímenes y en otro sexenio hablamos de otros?

    Habían bajado. En 2012 se empezó a contener la violencia, no por obra y gracia de Calderón sino de la sociedad. Porque cuando en 2010 la gente se empieza a declarar hasta la madre de la violencia y de la inseguridad y empieza a reaccionar, cuando empiezan a pasar cosas como lo de Villas de Salvárcar,³ donde una señora encara a Calderón, o cuando pasa lo de los chicos del TEC,⁴ y se viene lo de Javier Sicilia con todo el movimiento de víctimas, sin duda hubo una reacción del gobierno que le hizo variar un poco la estrategia. Y sí creo que eso tuvo un reflejo en 2012. Porque sí empezó a bajar la violencia. Ciudad Juárez, por ejemplo, tuvo una buena experiencia: después de Villas de Salvárcar, la ciudad bajó sus índices de criminalidad. Pero insisto: no porque el gobierno de pronto haya dicho ya voy a hacer las cosas bien porque quiero hacerlas así, sino porque la presión de la sociedad fue tal que se obligó al gobierno a arrinconar el crimen en algunos lugares.

    ¿Con medidas de seguridad o con ententes?

    Yo creo que, por un lado, con medidas de seguridad. Pero sobre todo con participación social, porque la gente empezó a cobrar consciencia de que esto era un reguero de sangre, que es lo que es. Aunque ahora como que de pronto se inhibió a la sociedad, de pronto se nos quiso decir que el problema de seguridad era un problema mediático y de percepción. Y la sociedad, de alguna manera, se fue con la finta. Si te fijas, en 2013 no hubo un movimiento fuerte de la sociedad en contra de la violencia. De ningún lado. Ni por el lado de grupos que podríamos llamar más de la derecha, como Alejandro Martí,⁵ ni por el lado de víctimas como María Herrera Magdaleno,⁶ que habían estado muy activas en el gobierno de Calderón antes de que surgiera el movimiento de víctimas.

    ¿O Isabel Miranda de Wallace?

    La Wallace, ¡claro! Totalmente de acuerdo. Sin duda en el gobierno de Calderón hubo un movimiento social muy importante donde confluyó gente de todo el espectro político e ideológico. Y creo que en 2012 se redujeron los crímenes en gran parte por eso, porque a Calderón le cayó el veinte después de los Diálogos por la Paz [celebrados en 2011 en el Castillo de Chapultepec de la ciudad de México y convocados por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, con Javier Sicilia a la cabeza] y entendió que tenía que hacer algo diferente.

    ¿Y ahora por qué nos frenamos, según tú? ¿Por qué crees que no estamos reaccionando?

    Si vemos los datos que Eduardo Guerrero presentó en agosto de 2013, podemos darnos cuenta de que mayo, junio y julio son meses donde normalmente hay repuntes. Pero el gobierno ya no da cifras ni hace tanta alharaca sobre todo lo relacionado con la violencia, aunque igual pasan cosas bien gruesas. Michoacán es un ejemplo clarísimo.

    Pero lo que sí ocurrió en 2013 —y pienso que quizá sea lo más peligroso, y eso me regresa a tu pregunta original—, es que veníamos de un movimiento civil ciudadano absolutamente pacifista y ahorita estamos viendo movilizaciones sociales que ya no son pacíficas, sino grupos de autodefensas, policías comunitarias...

    En algunos estados, como Guerrero o Michoacán, sí. Pero en muchos otros estados del país no está pasando, y en sitios como Tamaulipas o Zacatecas, todo parece estar absolutamente silenciado.

    No, allá no pasa. Pero a lo que me refiero es a que las manifestaciones civiles y sociales contra la violencia están dándose de un modo muy peligroso. Ya no es Sicilia en una caravana recorriendo los territorios, sino algo completamente diferente. No es calmado ni pacífico. Ahora son grupos, financiados quién sabe por quién, que forman territorios. Y eso a mí me parece bien peligroso.

    En Guerrero hay otro fenómeno un poco más oculto, pero que nosotros hemos estado reporteando de alguna manera en Enfoque. A muy pequeña escala, la gente en sus comunidades comienza a acumular mantas. Algo que también sucede en el Estado de México y en algunas colonias del D.F. como Tláhuac, Iztapalapa o Neza: los vecinos comienzan a colgar mantas donde se dice: Al que sorprendamos robando le vamos a hacer tal y tal cosa. Este año se están viendo muchos intentos de linchamiento de ladroncillos en colonias, y eso también es una expresión de autodefensa. Es decir, que pasamos del movimiento civil, pacífico, social y de víctimas, a la autodefensa ciudadana. Pero la autodefensa implica te voy a romper la madre con tus mismos medios. Y quizás el gobierno no le está dando la importancia debida a esa violencia emergente ni a la de los grupos organizados de autodefensa. Nosotros publicamos un especial ya en febrero de 2013 en el que advertíamos de esta problemática.

    ¿Y en qué puede derivar todo esto?

    Lo peor que podría pasar es un enfrentamiento bárbaro en cualquier momento. Que se enfrenten entre varios, de tú a tú. De hecho, creo que ya está empezando.

    ¿Y que se extienda a todo el país? Porque hay lugares, como el Estado de México, muy violentos pero aparentemente también muy contenidos.

    ¡Es que la gente está ya muy harta! Aunque para contestar a tu pregunta, yo creo que Michoacán tiene unas características muy específicas y no sé si haya condiciones para que esto se extienda, por ejemplo, a Tamaulipas. Sea como sea, hay que hacer una autocrítica como sociedad porque no todo es culpa del gobierno. Y también habría que revisar estado por estado, lugar por lugar, porque no dudo que haya sitios donde la gente ya aceptó que el narco es el que gobierna. ¿Qué tanto de eso no habrá detrás de la supuesta tranquilidad en la que están ahora estados como Durango?

    Aunque en Durango está subiendo mucho el feminicidio.

    Sí, pero no estoy seguro de que eso se deba a un cártel. Más bien creo que en lugares así los presidentes municipales están volteando la mirada hacia otro lado y los narcos están operando. Y que mientras no se peleen por una ruta o una plaza los dejarán en paz.

    Una paz relativa.

    Sí, claro. Pero digamos que el fenómeno criminal de enfrentamiento de un cártel contra otro ha bajado un poco. Insisto, no creo que por acción del gobierno sino porque a lo mejor llegaron a algún tipo de acuerdo.

    ¿Y todos estos acuerdos, que evidentemente se están dando en varios lugares del país, serían parte de ese plan de optimismo forzado del que hablas?

    El gobierno federal, claramente, tiene la intención de hacerlo. ¿Cuántas veces has oído a Peña Nieto hablar de violencia o de narco, o tan siquiera mencionar la palabra guerra? Aunque las cosas no dejan de existir porque no hablemos de ellas, ésta es su estrategia: no hablar del tema y paralelamente hacer acuerdos con los grupos para que le bajen un poco a la violencia.

    De hecho, ese silenciamiento también está callando al movimiento civil que lo combate. Ahora la importancia mediática se le está dando, como dices, a la autodefensa. Pero el movimiento civil contra la guerra sigue: se sale a bordar en plazas de todo el país, las madres de los desaparecidos siguen buscando, hay juicios abiertos y portales como Nuestra Aparente Rendición reciben diario miles de lecturas de gente preocupada o que quiere trabajar por la paz.

    Sí, claro: eso sigue ahí. Pero el gobierno tuvo una gran nariz al hacer las cosas en el arranque de su mandato. Al publicar la Ley de Víctimas desactivó mucho el tema porque la izó como una bandera. Es decir, mientras tú estés resistiendo eso sigue vivo, pero en cuanto el gobierno le quita el contrapeso pareciera que deja de existir como fuerza.

    Claro.

    Yo creo que Peña Nieto hizo algunas cosas de manera muy estratégica: recibir a Sicilia, publicar la Ley de Víctimas que había bloqueado Calderón, reconocer la labor del padre Solalinde dándole el Premio Nacional de Derechos Humanos 2012 y mostrar una cierta empatía con el movimiento de víctimas. Con todo eso, desactivó un poquito la visibilidad en los medios. Y como tú dices, no es que deje de existir, pero ya no está ocurriendo en la prensa. En parte porque a los medios nos traen muy ocupados con la agenda de reformas, y en parte porque la sociedad civil no ha tenido la habilidad que tuvo hace dos años para dar visibilidad al problema. Eso también hay que reconocerlo.

    ¿Y qué crees que vaya a pasar a raíz del ocultamiento de la violencia, el despunte de las autodefensas, los estados que ya se silenciaron, los movimientos de víctimas que tal vez no dan con el canal adecuado para hacerse ver, el aumento de los feminicidios, la guerra tan cerca del Distrito Federal...?

    Yo creo que va a tener mucho que ver la economía. Muchos pronostican que 2014 será un año muy jodido económicamente. ¡Y agárrate! Porque cuando no hay... De por sí la gente ya no vive muy bien, pero si a eso le sumamos la recesión, la falta de empleo, el encarecimiento y la subida de los impuestos, sin duda va a haber mucha más presión social. La recesión y la crisis europea, que se acercan a Latinoamérica, pueden complicar mucho el panorama. Vamos a ver a gente muy insatisfecha y mucha pobreza, y sin duda la pobreza es un caldo de cultivo para el crimen organizado. Porque muchas veces la gente va a trabajar para el crimen organizado no porque quiera, sino porque no tiene otra opción. A un chavo que nació en la Sierra de Durango, por decir, y que tiene una universidad lejísimos de su casa, u otro que tiene seis hermanos y al que se le fue el papá, ¿cómo les vamos a exigir que tengan como principal anhelo estudiar un posgrado y ser académicos o no sé qué? ¡Pues no! Van a querer ser narcos, que es lo que están viendo todos los días. Y mientras no corrijamos esa desigualdad social, podrán hacer lo que quieran en estrategia criminal, pero esto va a seguir así. Mientras haya pobreza va a haber crimen organizado y fuerte. De hecho, uno de los datos más preocupantes que hemos conocido en estos años es el aumento de la pobreza, porque eso tarde o temprano va a implicar un aumento en la criminalidad. ¿O será que me estoy viendo muy pesimista?

    No, con todo y todo, ¡te estás viendo extrañamente optimista! De hecho, eres de los pocos entrevistados que me dice que la sociedad civil logró bajar la violencia.

    Es que yo creo que sí. No tanto como hubiéramos querido, pero sí se lograron un chorro de cosas. Pero ¿sabes qué? Que no nos lo reconocemos. Yo creo que hubo mucha labor de gente como ustedes en Nuestra Aparente Rendición, de los medios, de todo el movimiento de víctimas, hasta de la señora Wallace y el señor Martí, que todos pusieron un granito de arena para, por lo menos, sacudir al gobierno. Y de verdad creo que la guerra se alcanzó a detener un poco porque la sociedad salió a la calle. Lo que pasa es que uno ve cómo Calderón decepcionó al movimiento y dice que no sirvió de nada. Pero yo creo que sí sirvió de mucho. ¡Ojalá tengamos otra vez movilizaciones en contra de la violencia! Yo preferiría ver movilizaciones en contra de la violencia que movilizaciones en contra de la reforma energética y esas cosas, la verdad.

    Yo también.

    Evidentemente la agenda de reformas es muy importante. Pero ninguna reforma, ni energética, ni fiscal ni educativa, podrá funcionar si tienes un país sumido en la pobreza y en la violencia.

    Hermes D. Ceniceros

    NEOLIBERALISMO GORE

    o

    La primera prioridad es conservar la vida

    ______

    La primera vez que Hermes D. Ceniceros viajó de Sonora a Barcelona para cursar un doctorado, en su estado ya repuntaba la violencia, aunque él siempre sintió que una burbuja hacía creer a los sonorenses que el suyo era el estado más seguro de la frontera. En una visita que hizo a su casa durante su estancia en Barcelona, le tocó presenciar cómo la tragedia de la guardería ABC⁸ dejaba en Sonora una herida que aún sigue abierta. Con la distancia que dan el tiempo y la lejanía, comencé a reconocer muchas de esas heridas que conforman a México y vi en el país una colección de cicatrices atravesadas por una violencia sistémica y magnificada. Esto lo llevó a involucrarse con el colectivo Nuestra Aparente Rendición que, dice, permite mantener vivo un tejido social en medio de tanta violencia y a través de todas las burbujas de nuestra geografía. Porque estoy seguro de que únicamente podremos contar la historia de este periodo reuniendo todas las voces. Juntos, en red, y no en trincheras. Hoy, Hermes D. Ceniceros es candidato a doctor de la Universidad de Barcelona en Didáctica de la Lengua y la Literatura, con especialidad en Pedagogía Multicultural en Contextos Plurilingües, además de colaborador del diario independiente Spleen Journal, responsable de reportar cómo van las cosas en Sonora para El Estado de la República, un proyecto de Nuestra Aparente Rendición, y coordinador, en ese mismo colectivo, del blog Luces Artificiales: un espacio para ver dónde estamos en el mapa del abismo en el noroeste mexicano, reconociendo que la violencia está en el entorno, es sistemática y que muchas veces no puede ser cuantificable en cuerpos porque aparece de manera simbólica, permeando así en nuestra forma de entender la vida.

    ¿Cómo contarías fuera de México la violencia que aquí estamos viviendo?

    De dos modos diferentes, porque a mí me tocó verla primero desde fuera y ahora desde dentro. Desde Barcelona, casi me parecía una guerra inventada por Calderón y por Estados Unidos, un resultado de la política prohibicionista y la doble moral que hay sobre el uso de las drogas, de la torpeza de atacar un problema de salud pública como si fuera un problema de seguridad, una excusa para que los gringos vendieran sus armas y, por supuesto, el resultado de la globalización, de esta economía neoliberal y de la lógica de libre mercado en los términos más descarnados. Y si bien sigo pensando todo esto, ya viviendo aquí me he dado cuenta de cómo las personas se aclimataron a vivir en estas condiciones y cómo mediáticamente no se entiende lo que estamos viviendo como una guerra porque no se ven tanques, no aparece en las noticias internacionales y no encaja con la idea que Estados Unidos transmite al mundo sobre lo que es y lo que no es una guerra. Pero esa visión gringa hoy aquí no nos sirve. Porque las guerras no son lo que nos dicen las películas norteamericanas sino algo muchísimo más complejo.

    Conversando con gente de aquí que de algún modo ha estado cerca del trasiego de drogas, me han hecho ver algo muy interesante. Cuando la gente se mata por cuestiones de narcotráfico es, precisamente, porque como hacen algo ilegal no pueden protestar ante ninguna institución ni acudir a ningún tribunal si algo sale mal. No pueden solucionar su problema de manera civilizada y por eso en muchas ocasiones se matan, porque mientras exista la prohibición no tienen otros medios para solucionar sus conflictos. La política prohibicionista ha generado mucha violencia: se están peleando las plazas y la mercancía y han convertido a México en un campo de batalla. La CIA, el gobierno estatal y los distintos órganos de la federación han hecho de nuestro territorio un lugar en el que no se puede vivir. Y aun así la sociedad civil lo ha normalizado porque éste es el modus vivendi de muchas personas. Hay mucha gente, por ejemplo, que aquí en Sonora le entra al crimen organizado y normaliza todo esto a cambio de cierta estabilidad económica. Por eso es tan complicado que la gente que vive aquí le llame guerra a lo que está sucediendo.

    Alguna gente, ¿no? Porque hay muchas personas que sí entienden que estamos atravesando una crisis humanitaria catastrófica y que, por diversas razones, muchas de ellas comprensibles, no actúan en consecuencia. ¿Qué les dirías? ¿Crees que hay modos de encontrarnos y trabajar juntos?

    Ante todo, creo que hay que establecer prioridades y que la primera prioridad es conservar la vida. Esto no es una lección de periodismo en la que todos debemos de ser objetivos. Sin duda tenemos que difundir la tragedia nacional que estamos viviendo, pero no podemos únicamente presentar datos. Tiene que haber empatía con las víctimas. Y muchas de esas personas que no pueden ver que estamos en guerra es por cómo se han informado, por este sesgo informativo, esta cortina de humo que nos imponen los medios nacionales y oficialistas que únicamente comunican los datos con frialdad, sin mostrar lo humano que hay detrás.

    O sólo cierto número de datos, ¿no crees? Creo que no alcanzamos a imaginar todo lo que está ocurriendo.

    Sí, hay un control terrible. Aquí en Sonora, que debe ser uno de los estados más aislados del país, la formación en comunicación es de tener miedo. Los pobres chavos acá aprenden con profesores que muchas veces no saben googlear, literalmente. Los mismos profesores no conocen portales como Animal Político o Sin Embargo, y nada más leen el periódico local y creen que eso es la comunicación. Esta ignorancia también conforma el sesgo informativo: se prepara a los futuros periodistas limitándolos a lo oficial, a no buscar más, a no informarse y cuando les enseñas a los chavos portales como Nuestra Aparente Rendición o Spleen, les cuesta creer que en serio se pueda hacer eso. Yo siempre les digo que Spleen lo hacen chavos de su edad, pero a ellos no los educan para pensar sino para obedecer, para hacer el boletín del medio oficial. Y esto llega hasta tal grado que, finalmente, en los medios de aquí no sale lo que estamos viviendo en Sonora. La violencia aumentó un 45 por ciento en todo el estado en 2013. Pero el discurso oficial insiste en que Somos el estado más seguro de la frontera. ¡Por favor!

    ¿Esta información no aparece porque los comunicadores tienen miedo o porque los medios están comprados?

    En los medios locales grandes, porque están comprados. No hay más.

    ¿Qué tiene que ocurrir para que actuemos en masa? ¿Tú crees que pueda suceder algo que haga que reaccionemos todos? Mucha gente opina que para que la reacción sea grande, de verdad grande, tendría que suceder algo en la capital del país.

    Puede que sí. Pero es que México, como país completo, como propuesta del nacionalismo patriarcal del PRI y la idea de que si no salimos en un mural de Diego Rivera no somos mexicanos, no es real. El nacionalismo que nos construyeron durante el PRI hoy no funciona. El país está fraccionado. Y si ocurre algo en el D.F. puede que la gente aquí en Sonora no se dé ni cuenta. Yo siempre insisto en que una de las urgencias de esta guerra es replantearnos la identidad nacional, plantearnos qué implica ser mexicanos y por qué estamos unidos. Uno puede identificar la identidad del noroeste con el Cártel de Sinaloa o la idiosincrasia de los habitantes de las regiones que están dominadas por los Zetas.

    ¿Pero no crees que las víctimas de tu estado, en el panorama nacional, son injustamente tratadas como víctimas de segunda?

    Para el centralismo informativo de Televisa, sí.

    A eso me refiero: que el país no reacciona igual si ve morir a tres niños en el D.F. que en Hermosillo.

    Definitivamente.

    ¿Y eso cómo te hace sentir?

    ¡Me da rabia, pues! Me indigna que los medios nacionales se paren el cuello diciendo nosotros somos los que decimos lo que le interesa a la nación. Y aquí es donde los otros medios, como Nuestra Aparente Rendición —porque yo lo considero un medio, de hecho, el medio más importante para entender la guerra— nos están ayudando a pensar de otra forma. Sin duda el salto a lo digital nos ha ayudado.

    ¿Cuál sería entonces un detonante para que reaccionemos todos, si crees que puede haber alguno?

    La verdad es que me cuesta trabajo pensar en algo que pueda suceder para que todo México reaccione. Yo creo que se puede reaccionar por regiones. En primer lugar, no están las cosas como para formar una masa crítica que reaccione contra el narco...

    Pero no te hablo sólo del narco. Hubo, por ejemplo, el movimiento #Yosoy132.

    Sí, pero en periodo de elecciones y por regiones. Y las regiones nunca se coordinaron.

    ¿Y el movimiento de los maestros?

    Igual, es por regiones. Ni siquiera hay una coordinación nacional completa. Me parece que es muy difícil que exista una reacción nacional porque la guerra se vive de manera distinta dependiendo de los cárteles con los que nos toca convivir. Además, los procesos históricos son diferentes en cada región. No nada más entre la provincia y el centro.

    En algún momento llegamos a pensar que algo como lo que hicieron Sicilia y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad o la muerte de un secretario de Gobernación, por poner un ejemplo de paz y un ejemplo de guerra, nos podrían haber hecho reaccionar, ¿no?

    Pero no creo que sea por ahí. Yo creo que va a ser por regiones y que los medios como Nuestra Aparente Rendición van a ser indispensables para ayudar en una coordinación, para informarnos de estas posibles reacciones. Pero una respuesta colectiva y nacional a la violencia la veo todavía muy difícil. De hecho, si esto continúa así, estamos más cerca un proceso de balcanización que de cohesión.

    ¿Y qué soluciones ves? ¿Imaginas un final? ¿Qué viene?

    Me cuesta mucho trabajo pensar en un final. Creo que no puede estar nada más en lo que hagamos nosotros, aquí en México y entre la sociedad civil mexicana, sino que también Estados Unidos tendrá que meter su enorme cuchara. A veces pienso que el principal cártel es la CIA y que ellos son realmente quienes han movido todos los hilos, que las agencias de inteligencia norteamericanas se han metido en México hasta la cocina y han propiciado esta guerra. Están sacando mucho provecho de todo esto.

    ¿Y los políticos mexicanos no?

    Coludidos con los políticos mexicanos, obviamente. Y ésta es otra pregunta que me estoy empezando a plantear: ¿en qué momento los políticos mexicanos y las agencias de inteligencia norteamericanas se convirtieron en cárteles? No alcanzo a comprender cómo, y por supuesto no tengo ninguna prueba, pero creo que son ellos los que mueven el lavado de dinero y que en algún momento dirán algo así como creo que nos pasamos de lanza, ya mejor legalicemos las drogas y nos dejamos de este juego.

    ¿Por moral?

    No, sino porque ésta es la inercia que ha generado todo esto: aquí el neoliberalismo se ha hecho gore y, como dice la filósofa de Tijuana Sayak Valencia, puede incluso llegar a lo esnob. Creo que esto todavía se puede poner muchísimo más feo y que son capaces de hacerlo. ¿Por qué? Porque produce mucho dinero, no nada más dentro de México sino también entre quienes lavan dinero afuera. ¡Cantidades que uno no alcanza a contarlas!

    ¿Se acabará?

    Tiene que acabarse en algún momento. No lo veo cerca, porque seguimos en la lógica de poderoso caballero es don Dinero y bajo esa lógica ellos no van a reaccionar. Aparte de que estamos hablando de un problema global: esto no sucede nada más aquí, la prohibición de las drogas es internacional y la solución también tiene que serlo. Pero sí creo que algún día se dará algo así como una justicia kármica. Algún día la narrativa de este periodo de nuestra historia la contaremos los ciudadanos de a pie, los periodistas, los activistas por la paz y sobre todo las víctimas. La historia de este país ya no la podrán contar las instituciones oficiales. Al final, recuperaremos la capacidad de contarnos nuestra historia con todo el dolor que esto implica.

    ¿Tú y yo lo veremos?

    Espero que sí. Hoy las sociedades nos comunicamos y cambiamos nuestra perspectiva globalmente y de una manera más rápida. Hay más dinamismo en ese sentido y los cambios que en el siglo pasado se veían lentos en éste ya se ven más rápidos. Hay datos esperanzadores, como por ejemplo que 58 por ciento de los estadunidenses estén a favor del uso de la marihuana.

    Me decía Alma Guillermoprieto que, de hecho, la legalización en Estados Unidos ya es una realidad.

    Sí, lo es. Son buenos síntomas que tienen que ver con esta nueva manera de comunicarnos. No mediante sistemas análogos, estructurados y vertebrados como los medios tradicionales de comunicación, sino con redes sociales, el internet y los portales. Todo eso nos está ayudando a informarnos, a comunicarnos, a ser más rápidos y a hacer presión para que la lógica estructural de los sistemas de comunicación y de los discursos políticos se vean en un apuro y tengan que cambiar lo que están haciendo. Creo que eso nos puede ayudar, por ejemplo, a que veamos el problema de las drogas como un problema de salud y no de seguridad. Pero también nos puede ayudar en otros asuntos menos tomados en cuenta, como la reivindicación de los pueblos indígenas. ¡Se me hace impactante que los guarijíos de Sonora hayan salido en El País de España, y que los portales y las redes sociales nos saltemos el sesgo informativo de aquí de Sonora y leamos en El País que los guarijíos están en resistencia!

    ¿Qué edad tienes?

    Treinta y uno.

    ¿Qué dirías que le ha hecho esta guerra a tu generación?

    A veces me cuesta trabajo verme en mi generación.

    Pero formas parte de un grupo de gente que, si pudieron ir a la universidad, cuando terminaron el país ya estaba hecho pedazos, ¿no?

    Pues cuando regresé de Barcelona, me di cuenta de que mucha de la gente que fue conmigo a la universidad había silenciado su capacidad crítica. Trata de evitar ese tema, le saca la vuelta a cuestionar cualquier cosa. Sin duda tiene que ver con cómo es la universidad aquí en Sonora y con toda una serie de cuestiones locales. Pero yo me siento más cercano a la generación de los chavitos de Spleen y a su capacidad de indignarse. Los chavos que vienen tienen muy desarrollada esa capacidad y la van a usar.

    ¿Te ha enseñado algo esta guerra?

    A respetar la vida y a generar más sensibilidad humana. Me cuesta trabajo decirlo, pero de cierta forma le he agarrado cariño a lo que está ocurriendo porque me ha enseñado mucho.

    ¿Tienes miedo?

    He pasado por procesos diferentes desde mi llegada. Ahora, me doy cuenta de que cuando voy caminando y escuchando música de repente se me ocurre ay, imagínate que llegaran en estilo colombiano y me dispararan por atrás. Y entonces pienso si me van a matar, que me maten escuchando música chida. Sé que no es normal, sé que en una sociedad en paz esas cosas no pasan por tu cabeza...

    Pero en México sí.

    Pero en México sí. Y no queda sino poner a prueba tu valentía y a veces tu sentido del humor.

    Lydia Cacho

    LOS PROCESOS DE EMPATÍA

    o

    La violencia es una elección que hacemos todos los días

    ______

    Cuando Lydia Cacho empezó a hacer periodismo, supo que quería dar voz a las víctimas. Tiene que ver con la manera en que la educó su madre. Me cuenta que hace poco estaba viendo en su cajón de los recuerdos un diploma del primer taller que tomó para dar talleres a jóvenes. Tenía en ese entonces dieciséis años y el taller se llamaba Los procesos de empatía. Años después comenzó a hacer periodismo con un primer reportaje largo sobre la violencia que vivían las mujeres y la situación de vulnerabilidad en que estaban sus hijos en el contexto del abuso sexual infantil (incesto), que se daba y se da tremendamente en la península de Yucatán. Su madre le había dado lecturas de Simone de Beauvoir y Marcela Lagarde, y Lydia entendió cuando comenzó a hacer periodismo que era feminista desde siempre y quería ser eco de las voces, sobre todo, de las mujeres. Así se convirtió en periodista especializada en violencia y en la situación de las víctimas. Y pronto supo que había un nicho en el periodismo del sureste que no estaba cubierto y al que nadie le estaba poniendo atención: el de la crónica de la vida cotidiana que se relacionaba siempre con la manera en que el Estado aplastaba a la ciudadanía y acababa incidiendo en su vida personal, pero que pasaba también por las injusticias, el hambre, la discriminación y, por supuesto, por la violencia de género. En ese entonces pocas personas daban la voz a las víctimas. Y a muchos lectores y lectoras el periodismo que hacía Lydia les parecía un periodismo excepcional o de mujeres. Mujeril, le dijo una vez un reportero peyorativamente.

    ¿Periodismo mujeril?

    Me decían que era sensiblero, que qué nos interesaba si le pegaron a la señora o si abusaron del niño cuando el país estaba como estaba. Hoy tenemos un periodismo especializado en escuchar y reproducir las voces de las víctimas y traducir el contexto de violencia que viven. Un periodismo que excepcionalmente hacen algunos hombres, pero que en su mayoría lo hacemos las mujeres. Y cuando comenzamos, luego luego nos unimos porque descubrimos que estábamos haciendo un periodismo distinto y que además de abarcar los temas tradicionalmente periodísticos, estábamos reflejando la humanidad del país desde diferentes ámbitos. No les dábamos voz a las mujeres y a los niños, sino que éramos el eco de sus voces.

    Esta distinción es importante, porque el lugar en el que tú te colocas como reportera o como reportero hace una diferencia monumental para poder reflejar aquello que están viviendo las y los otros. Y en aquel entonces, creo que entendimos, o por lo menos yo lo entendí hace ya veinte años, que cada vez que entrevistaba a una mujer víctima de pobreza, violencia, discriminación o racismo —una mujer maya en Quintana Roo, por ejemplo— su historia pasaba, eventualmente, por mi historia.

    Y desde el principio me rebelé contra un discurso, que sobre todo nos llegaba de los maestros del periodismo que viven en la capital del país y que decían que hay que ser objetivo. ¡Yo creo que no! No hay manera de hacer periodismo objetivo, eso es una farsa que se inventaron los patriarcas del periodismo. Una cosa son las reglas éticas del periodismo que no debes romper nunca, pero cuando las historias que cubres pasan por tu vida, tu vida se nutre y al mismo te haces cómplice de los seres humanos que conoces a lo largo de tu carrera periodística. Y si lo entiendes, eso te fortalece como ser humano, te hace mejor periodista y te hace mejor reportera. Y eventualmente, si lo intentas, creo que también te hace mejor persona.

    Es lo que hoy se llama periodismo humano.

    ¡Claro! Y periodismo de paz.

    Es decir que de algún modo tú fuiste precursora de todas las voces del periodismo que se han levantado en contra de la guerra y han montado proyectos independientes para hacerse eco. ¿Dirías que tú ya hacías esto antes de la guerra? ¿Que lo que ha sucedido ahorita es que se ha rescatado ese modo de hacer periodismo porque el otro no nos está sirviendo para contar esta guerra?

    Así es. Yo la verdad así lo creo. Recientemente, ahora que ando con estos viajes al pasado, revisando en el baúl de los recuerdos encontré textos y hasta recortes de periódico en una carpetita que fui haciendo con todas mis columnas de cuando empecé a escribir. Columnas de viajes que hice a Senegal, donde empecé a comparar las historias de África con las de México, con el sureste. Estaba escribiendo sobre las víctimas de VIH que dejaban tiradas en el piso de los hospitales públicos porque no las recibían en Quintana Roo ni en Yucatán. Mario Villanueva, que era entonces gobernador de Quintana Roo [1993-1999], me llamó por teléfono para amenazarme y decirme que no había sida en su estado. Yo me asusté, porque todos sabíamos que era un mafioso, y solamente me atreví a decirle por teléfono: Pues en su estado no habrá sida, pero en el mío sí. Al día siguiente teníamos unos guaruras fuera de la casa y Salvador, mi exmarido, estaba aterrorizado. ¡Pero es que no había condiciones de salud y prevención! Podían infectar a las enfermeras, a los doctores y al resto de los pacientes. Y como yo era la única que escribía sobre eso, explicando el fenómeno y las políticas de salud pública que se necesitaban, llegaban en fila al periódico. Sobre todo jóvenes gays con VIH que querían contarle a esa chava que escribía sobre el sida sus historias personales. Hasta que dije no tienen nada sobre qué caer, son chavos, y entonces con una amiga y con mi entonces marido construimos un albergue donde aquellas personas tuvieran posibilidades de cuidarse entre ellas. Construimos un albergue, fundé una ONG, trajimos a especialistas, conseguimos camas de hospital... Hoy sigue vivo ese lugar, y creo que marca una diferencia. Algunas periodistas tenemos claro que es benéfico poder reconocerse como ciudadanas activas, como activistas. Y muchos periodistas, sobre todo hombres —algunos de ellos amigos míos entrañables, como Alejandro Páez Varela—, dicen que o eres periodista o eres activista. A mí me parece ridículo, porque si eres ciudadano y te involucras, acabas haciendo activismo.

    ¿Cómo cuentas lo que ocurre en México, cuando viajas?

    Siempre analizo muy bien el lugar al que voy: Nueva York, Washington, Minnesota, Santander o Yakarta. Estudio lo que sucede ahí y trato de hacer un contraste. Cuando voy a algún lugar a dar una conferencia sobre la situación de violencia en México, tengo que buscar ciertos paralelismos con el sistema de justicia de ese país para poder explicar los avances, sí, pero también las limitaciones y los retrocesos. Porque es importante colocar a la gente en ese lugar que para ellos o ellas es familiar. Me acaba de suceder ahora en Indonesia. Me invitaron a la Escuela de Periodismo de Java a hablar con algunos periodistas que están aterrados. Y yo, que ya había estudiado la situación del periodismo en Indonesia, pensé: "Están como estábamos

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