ASESINATO DE JESUITAS EN CEROCAHUI ENTRE LA “SENSACIÓN DE ORFANDAD” Y RECLAMOS AL GOBIERNO
CHIHUAHUA, CHIH.— En la tarde del lunes 20 Noriel Portillo Gill, El Chueco, entró al templo de Cerocahui con un hombre muy golpeado. Era Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, conocido en la región como un guía de turismo con más de 40 años de servicio. Los sacerdotes jesuitas que estaban en el templo se acercaron para abogar por él y trataron de disuadir al agresor de que no le disparara.
El padre Joaquín Mora Salazar intentó darle los santos óleos, pero fue en vano. El Chueco le disparó a Pedro Palma y al cura. El jesuita le suplicaba que pensara bien lo que estaba haciendo. Intervino Javier Campos Morales, conocido como el padre Gallo, y Portillo también disparó contra él, asesinando a los tres.
Los crímenes han conmocionado a la comunidad católica y jesuita en el mundo.
“El otro padre que estaba viendo se quedó helado. En algún momento (El Chueco) cae en la cuenta, se arrepiente y pide perdón al padre y le dice que quiere confesarse. Luego hay unos minutos largos en que el asesino le está hablando al sacerdote”, relata en entrevista desde Creel el padre provincial de la Compañía de Jesús, Luis Gerardo Mora Madrid.
El vicario de la Diócesis de la Tarahumara, Héctor Fernando Martínez Espinosa, cuenta también en entrevista que le preguntó al cura que sobrevivió: le avisó que se llevaría los cuerpos, pero el jesuita le insistió que no. “¿Usted me perdona, padre?”, reiteró el agresor y el religioso le respondió que sí, pero que no se llevara los cuerpos. no le hizo caso.
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