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La noche de Iguala: Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero
La noche de Iguala: Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero
La noche de Iguala: Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero
Libro electrónico300 páginas7 horas

La noche de Iguala: Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero

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El asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa es uno de los eventos más crueles que hemos sufrido, consecuencia de una década de violencia del narcotráfico, que ha generado decenas de miles de víctimas. No fue un crimen político: fue la consecuencia de la corrupción, la violencia y la impunidad con que actúan las fuerzas del crimen organizado y de su complicidad con autoridades municipales y estatales.
Alegar que "el Estado" fue el responsable de esos crímenes injustificables es una forma de asumirse como cómplice de los criminales, otorgarles una coartada para quedar impunes y alejar, cada día más, la posibilidad de hacer justicia. Una justicia que esos jóvenes sacrificados por el crimen merecen y que no se les puede negar.
IdiomaEspañol
EditorialCal y arena
Fecha de lanzamiento30 nov 2021
ISBN9786078564507
La noche de Iguala: Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero

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    La noche de Iguala - Jorge Fernández Menéndez

    Prólogo

    La noche de Iguala

    El testimonio de los sicarios

    El narcotráfico en Guerrero

    La Normal Rural Raúl Isidro Burgos, la historia guerrillera de Ayotzinapa

    El debate sobre la pira

    GIEI: No fue el Estado

    Epílogo

    Mapas de algunas organizaciones delictivas que operan en el estado de Guerrero

    Agradecimientos

    Son muchos los que han hecho posible esta publicación. Gracias sobre todo a mis directores en Excélsior, Olegario Vázquez Raña y Olegario Vázquez Aldir, porque buena parte de esta investigación se publicó, sin limitación alguna, en esas páginas, en la columna Razones. Gracias, junto con los Olegarios, a Ernesto Rivera, Ignacio Anaya y Pascal Beltrán del Río. Gracias a Ricardo y Benjamín Salinas, porque en adn40 de televisión Azteca, en el programa Todo Personal, pudimos no sólo relatar estas historias sino también mostrarlas a un público creciente, con absoluta libertad editorial, algo que siempre han garantizado Luis Armando Melgar y Luciano Pascoe, mis directores y queridos amigos. Gracias a Rafael Pérez Gay y Delia Juárez, que dieron cobijo a este trabajo y lograron esta excelente edición en Cal y Arena.

    El trabajo de investigación tuvo dos pilares insustituibles: Adrián Castillo de los Cobos y Cristina Pérez Ocampo, con el apoyo, también, de Mauricio García.

    Un adelanto de este trabajo se plasmó en el docudrama La Noche de Iguala, que realizamos en 2016 con mi gran amigo, el maestro Raúl Quintanilla, un filme boicoteado por ser políticamente incorrecto para aquellos que no se han molestado en diferenciar la propaganda de la investigación periodística.

    Desde tiempo atrás, pero sobre todo desde hace ocho años, mi trabajo profesional va de la mano, aunque sea en forma paralela, con el de Bibiana Belsasso, que me abrió un nuevo mundo. Ella es insustituible.

    Como diría Gustavo Cerati, gracias totales.

    Prólogo

    Cuando miras demasiado tiempo un abismo, el abismo mira también dentro de ti. Quien lucha contra un monstruo puede convertirse a su vez en un monstruo.

    Friedrich Nietzsche

    Cuatro años después de la desaparición y muerte de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, no es verdad que no se sabe cuál fue su destino. Es inexplicable, por ejemplo, que se pida un nuevo peritaje en el basurero de Cocula cuando ya se realizó uno, avalado por cinco expertos internacionales, que sostuvieron que allí hubo un fuego que calcinó por lo menos diecisiete cuerpos y donde fueron encontrados restos que, siquiera en dos de los casos, fueron identificados como de las víctimas. Ese peritaje se realizó en Estados Unidos a pedido de la Procuraduría General de la República (pgr), los representantes de los familiares y el Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales, giei. El resultado es público.

    ¿Qué sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014 en Cocula? Las autoridades y los familiares de las víctimas lo saben desde fines de ese año con toda claridad. Hay testimonios, algunos se han hecho públicos y otros no, de lo sucedido. Aquí les vamos a transcribir los más importantes. Son materiales que están en poder de las autoridades, de los familiares y de sus abogados. El relato es largo pero terriblemente contundente.

    El 16 de enero del 2015, Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo o El Terco, uno de los jefes de sicarios de Guerreros Unidos, contó cómo, la noche del 26 de septiembre, le avisaron a las nueve y media de la noche que les llevarían unos paquetes (así les dicen a las víctimas). Iban ocho patrullas municipales, con entre 30 y 35 policías y entre 38 y 41 paquetes detenidos amarrados con mecates, algunos con esposas y otros ensangrentados. Se fueron con todos ellos en un camión de tres y media toneladas al basurero de Cocula. "Antes de llegar al basurero pateé a uno de los estudiantes que iba debajo de mí y le pregunté quién los había mandado. Me dijo que los mandó El Carrete (jefe del cártel de Los Rojos) de Cuernavaca y en ese momento le marqué un x en la espalda con pintura en aerosol".

    Dice El Terco que cuando llegaron al basurero los de abajo (iban todos apilados) estaban muertos por asfixia y que quedaban vivos unos 18 jóvenes.

    Agustín García Reyes, El Chereje, detenido desde octubre de 2014, cuenta que "al llegar al basurero El Jimy estacionó la camioneta y ambos empezamos a bajar a los estudiantes que traíamos atrás, los jalamos de los pies y los arrojamos al piso boca abajo y los cuatro (que iban en la camioneta pequeña) estaban vivos". Enseguida, dice El Chereje, "llegó la camioneta grande y El Cepillo (el Terco), El Jona, El Pato, El Chequel, El Güereque y El Primo, así como El Bimbo y El Pajarraco empiezan a bajar a los estudiantes que iban amontonados y estaban acostados a lo largo unos sobre otros, boca abajo. No iban amarrados y los comienzan a bajar y los dejan a todos acostados boca abajo y los amontonan… les empiezan a preguntar a qué venían a Iguala. Y los estudiantes, dice, al principio no respondían nada, pero los mismos estudiantes nombraron a una persona apodada El CochilocoEl Terco y El Pato le empiezan a preguntar al Cochiloco a qué habían venido. Y él respondió que por la esposa de Abarca… Le disparan en la cabeza a unos veinte o veinticinco. El Terco nos dice a mí y al Bimbo que empecemos a jalar los cuerpos que ya estaban muertos y los ponemos a la orilla del basurero… el primo del Bimbo y La Rana los agarran de pies y manos y los arrojan al basurero… a los que quedaban vivos los bajaron caminando al fondo del basurero, unos veinte aproximadamente". Distintos testimonios de los sicarios detenidos coinciden en que éstos fueron muertos a palazos.

    "Comenzamos a amontonar muchas piedras y empezamos entre todos a acarrear los cuerpos hacia el círculo y los vamos acomodando. El Terco les echa diésel o gasolina de un galón de veinte litros, les prende fuego con un encendedor y les vamos echando leña y plástico… comienzan a arder y yo, –dice El Chereje– sigo juntando botellas, llantas, cualquier plástico para que no se apagara el fuego".

    Cuando los están quemando, cuenta otro sicario, Salvador Reza Jacobo, El Lucas, que "le echaron relajo a El Jona y le dijeron ‘a que te rajas, Jona, a comerte un pedazo de carne humana’ y el Jona agarró un pedazo de carne y se lo comió. Dijo El Jona que sabía bueno y El Pato dijo que cuando se están quemando huele mejor que la carne asada".

    Cuenta El Chereje y coinciden los demás sicarios que permanecimos cerca de quince horas, hasta que nos dieron las cinco de la tarde… esperamos que se enfriaran las cenizas y los recogimos con la mano y unas botellas. Sólo había una pala. Ocupamos cerca de ocho bolsas de basura… llegamos al río San Juan como a las seis de la tarde y empezamos a arrojar las bolsas completas al río y de ahí nos regresamos.

    Esa es la terrible historia, relatada por los victimarios, confirmada por pruebas y peritajes, de lo ocurrido la noche del 26 de septiembre de 2014. Lo saben las autoridades, los padres y sus representantes.

    Cuatro años después del secuestro y asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa en Iguala, debemos y podemos tener ya un corte de caja. Existen elementos suficientes para establecer no una versión, sino una verdad jurídica que sirva para hacer justicia a los jóvenes pero también para que ya no impere la impunidad entre quienes están usando Ayotzinapa para fines que nada tienen que ver con la justicia, los derechos humanos o la seguridad.

    Hoy sabemos qué ocurrió el 26 de septiembre en Iguala, cómo fueron los muchachos agredidos, detenidos, llevados a las instalaciones policiales en Iguala, entregados a la policía de Cocula y a un grupo de narcos, trasladados al basurero de ese municipio, incinerados y sus restos arrojados al río. Hay más de un centenar de detenidos, testimonios y confesiones; restos identificados que confirman los dichos; autores materiales e intelectuales detenidos y confesos. Por supuesto que falta por hacer, pero manipular los hechos como intentan algunos grupos es inaceptable, en primer lugar, para los familiares de las víctimas, pero también para el resto de la sociedad. No fue el Estado el que mató a los jóvenes de Ayotzinapa, no participó en esos hechos el ejército, fueron narcotraficantes, ligados a policías y autoridades municipales y posiblemente locales.

    Hay manipulación en los voceros y los abogados de los familiares, y también en el llamado giei. Existe manipulación cuando se dice que los jóvenes estuvieron en un cuartel militar cuando no existe una sola prueba en ese sentido; es un sinsentido decir que se usaron hornos crematorios para quemar sus restos; o asegurar que no pueden quemarse los cuerpos en las condiciones en las que dicen los investigadores. Primero, porque no existe razón alguna, móvil alguno, para haber realizado esas acciones. Segundo, porque lo que sí existe es el testimonio de los actores reales sobre cómo sucedieron los hechos.

    De lo que no hay respuesta es de otras cosas. La primera es saber por qué esa noche mandaron a los jóvenes desde la Normal de Ayotzinapa hasta Iguala. Primero les dijeron que irían a Chilpancingo, y ya en los autobuses, robados, por cierto, les dijeron que iban a Iguala. A esa misma hora se estaba realizando el informe de la esposa del presidente municipal, María de los Ángeles Pineda, cuyos hermanos y padres fueron líderes del cártel de Guerreros Unidos, ella misma identificada como una de las jefas de esa organización. El líder de Guerreros Unidos declaró, al ser detenido en Cuernavaca, que él no participó de los hechos pero que estuvo informado de ellos y que sus sicarios en Iguala lo que le dijeron es que había llegado un grupo de Los Rojos (un cártel enemigo de Guerreros Unidos, que tiene fuerte presencia en Chilpancingo y en toda la zona aledaña a Ayotzinapa) para matar adversarios.

    La versión aparentemente era falsa: podría haber entre los estudiantes dos o tres personajes que tuvieran historias diferentes (los únicos que llevaban cabello largo y que eran responsables del grupo, existen testimonios al respecto también) pero la enorme mayoría eran jóvenes de primer ingreso, que acababan de comenzar en la Normal y que tenían la obligación de participar en marchas, eventos o manifestaciones como las que se suponía tendrían que hacer en Iguala. Alguien se encargó de decirle a Los Rojos que iban a atacarlos, por eso el nivel de violencia contra los jóvenes. ¿Quién los envió, quién hizo confundir a un grupo de estudiantes desmadrosos con un comando de sicarios, quién ordenó una muerte tan brutal? ¿Dónde están los líderes y directores de la Normal de Ayotzinapa que no han dado la cara ni proporcionado una explicación sobre su papel en estos hechos?

    Lo cierto es que los secuestros y muertes de Iguala han servido para muchos de los objetivos de estos y otros grupos. El nivel de violencia y vandalismo es inaceptable: decenas de bienes públicos y negocios privados destruidos; carreteras bloqueadas y casetas de cobro tomadas para hacer negocio, tanto que hasta los manifestantes se pelean entre ellos para ver quién se queda con esos recursos; pérdidas por más de mil millones de pesos de empresas privadas, grandes y pequeñas, por el robo sistemático a sus transportes; centenares de autobuses de pasajeros secuestrados, en ocasiones quedándose con los equipajes.

    La lista es muy amplia y la impunidad ante estos hechos es absoluta. Ese tipo de violencia es parte de una agenda política desestabilizadora donde participan desde grupos armados hasta organizaciones políticas extremadamente radicales (y los cacicazgos locales que muchas veces utilizan para su beneficio a unos y otros, como también lo hacen los grupos criminales, se llamen Rojos o Guerreros Unidos, o cualquiera de los que operan en el estado).

    Esta investigación intenta mostrar cómo y por qué sucedieron los hechos de Iguala. Cómo funciona el narcotráfico en Guerrero, cómo se relaciona con estos grupos, por qué los jóvenes fueron muertos con tanta brutalidad y saña y quiénes son los verdaderos responsables. También explica por qué la labor en la investigación que realizaba el giei se terminó convirtiendo en un intento proselitista basado en dichos, rumores y simples falsedades. Pero, ante todo, con base exclusivamente en pruebas documentales, se narra lo que sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014, por qué sucedieron los hechos y quiénes fueron los responsables.

    La noche de Iguala

    ¹

    Estos demonios no son ni locos ni cuerdos. Se mueven como fantasmas en un mundo de tinieblas y problemas morales y crueles. Si fueran menos cobardes se suicidarían; si tuvieran un poco más de carácter serían santos. En verdad buscan la luz, pero la buscan completamente sumergidos en el barro. Y ensucian lo que tocan.

    Roberto Arlt

    1. La llegada

    El 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero –municipio situado a 200 kilómetros al sur de la Ciudad de México–, todo mundo esperaba una gran fiesta. Se alistaban los últimos detalles para que a las 18:00 horas, en la plaza cívica Las Tres Garantías, María de los Ángeles Pineda Villa, esposa del alcalde perredista José Luis Abarca Velázquez, rindiera su segundo informe de labores como presidenta del Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (dif) municipal. El acto tenía no sólo relevancia como festividad local, implicaba el lanzamiento de la también perredista como sucesora de su marido en el ayuntamiento.

    A 123 kilómetros de distancia, en la localidad de Ayotzinapa, en el municipio de Tixtla, alrededor de 95 alumnos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos se alistaban para, a bordo de dos camiones de la empresa Estrella de Oro –con números 1531 y 1568– que habían secuestrado la víspera, viajar a Chilpancingo y ahí recabar dinero para financiar su participación en la marcha conmemorativa de la matanza del 2 de octubre. Aunque su plan tenía otro componente más ambicioso: querían hacerse de 25 camiones para poder viajar en caravana a la Ciudad de México, pues así lo habían determinado en una asamblea de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, conocida por sus siglas como la fecsm, la cual se había efectuado el 21 de septiembre de 2014.

    Alrededor de las 16:00 horas, Bernardo Flores Alcaraz, estudiante conocido como El Cochiloco, se dirigió hacia la zona de la Normal donde mantenían retenidos los camiones y le dijo al chofer de la unidad 1531 que se preparara, según recuerda este último. Cuarenta minutos después llegó un grupo de jóvenes, la mayoría de primer grado, que podía identificarse en esa condición porque tenía la cabeza rapada como parte de una novatada que es común en la Normal. El chofer del autobús 1531 en su declaración ante la Procuraduría General de la República declaró que el jefe de los jóvenes que fue asignado para su unidad fue un güero flaquito.

    Describió además la vestimenta de los muchachos, la cual denotaba que se trataba de jóvenes en su mayoría de origen humilde: algunos llevaban playeras de color rojo, otros blancas, otros camisetas azules, otros color café; incluso uno llevaba una playera rosa. Unos usaban huaraches, otros sandalias y algunos más, tenis. En la unidad 1568 quedó al mando El Cochiloco quien durante todos los trayectos estuvo de pie junto al chofer, para coordinar las acciones del resto de los normalistas.

    Su salida de la escuela fue entre las 16:30 y las 17:30 horas. No pudieron llegar a Chilpancingo porque la policía federal se los impidió. Sólo llegaron a las inmediaciones a las 17:50 horas. En ese sitio, Flores Alcaraz les dio una segunda orden: dirigirse a Iguala. Les dijo, de acuerdo con las indagatorias del caso, que iban a secuestrar camiones para trasladarse a la Ciudad de México el 2 de octubre. Los camiones entonces se enfilaron hacia el norte del estado y llegaron a su destino, Iguala, entre las 19:30 y las 20:00 horas.

    El autobús número 1568 se detuvo en el restaurante La Palma ubicado en la colonia Rancho del Cura, a diez kilómetros del centro del municipio, mientras el número 1531 se dirigió a la caseta de Iguala, a cuatro kilómetros del ayuntamiento. En el lugar, los jóvenes que iban a bordo se bajaron a botear. Entre las 20:15 y las 20:30 horas, cuando ya caía la noche, estudiantes encapuchados que venían en el vehículo de El Cochiloco pararon un autobús de la línea Costa Line –de la empresa Estrella Roja del Sur, con número económico 2513– y se apoderaron de él no sin algunos problemas pues el chofer les hizo ver que traía pasajeros y no los podía dejar abandonados en el lugar. Algunos viajeros, molestos, pidieron hablar con quien iba a cargo de los estudiantes y, tras una negociación, los normalistas aceptaron que les entregaran el vehículo en la central de camiones de Iguala. Una decena de muchachos trepó entonces a la unidad que emprendió el camino hacia ese punto ubicado entre las calles De Salazar, Hermenegildo Galeana e Ignacio Manuel Altamirano, en el centro de la ciudad.

    Minutos después, los normalistas que permanecían en los dos puntos a los que originalmente arribaron, Rancho del Cura y la caseta, terminaron su labor de boteo. Sin embargo, en ese momento El Cochiloco recibió una llamada del grupo que se había dirigido a la terminal, solicitándole apoyo porque, tras haber llegado al lugar, alrededor de

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