Como nunca, vivimos tiempos profundamente oscuros y solamente pocas luces alumbran el horizonte de migrantes y refugiados en tránsito por México o con origen en nuestro país.
Pese a discursos pretendidamente humanistas, la realidad arroja casi a diario crudas estampas de horror y crueldad inconcebibles desde cualquier parámetro moral y jurídico, reduciendo a nada que migrantes y refugiados tienen explícitos derechos establecidos por convenciones internacionales y por los marcos jurídicos de los países, incluidos los Estados Unidos y México.
No obstante, parecieran derechos inexistentes por su débil aplicación en la práctica; es mucho más lo que se hace