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El derecho a la rebelión y la lucha no violenta: (tercera edición)
El derecho a la rebelión y la lucha no violenta: (tercera edición)
El derecho a la rebelión y la lucha no violenta: (tercera edición)
Libro electrónico75 páginas2 horas

El derecho a la rebelión y la lucha no violenta: (tercera edición)

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Este modesto y sencillo escrito no pretende ser un análisis profundo de la problemática de la marginación y la lucha no violenta. Para eso habrá que consultar a los especialistas.
Con este escrito se pretende plantear algunos conceptos, en el lenguaje más simple posible, para entendernos con su destinatario principal: las personas marginadas por esta sociedad y todos aquellos que se solidarizan con la lucha por los Derechos Humanos.
El autor en su condición de Humanista considera que la violencia es repudiable en cualquier circunstancia y que la lucha no-violenta no necesita justificarse por la inutilidad de la lucha violenta; no obstante, si en algunos pasajes de este trabajo enfatiza en la inconveniencia del uso de la violencia es porque entiende que muchas personas de buen corazón pueden caer en la trampa del sistema de llevar la lucha al terreno violento.
Hay mucho por discutir y mucho por transitar sobre cómo desarrollar la lucha para rebelarse contra los condicionamientos de una sociedad que margina cada vez a más gente.
Este trabajo espera aportar su grano de arena.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 ago 2015
ISBN9789567483556
El derecho a la rebelión y la lucha no violenta: (tercera edición)

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    El derecho a la rebelión y la lucha no violenta - Guillermo Sullings

    arena.         

    PROLOGO DEL AUTOR A LA EDICION 2019

    Cuando algunos amigos me propusieron lanzar una nueva edición de este ensayo, escrito originalmente en el 2001, y reeditado luego en el 2011, debo reconocer que no fueron pocas las dudas que me invadieron respecto de la oportunidad del momento social. La edición original había sido escrita en un contexto de enorme movilización social en mi país, y la segunda edición fue lanzada cuando habían cobrado fuerza las protestas anti-sistema en buena parte del mundo a partir de la crisis financiera internacional. Hoy sin embargo pareciera que estamos frente a un enorme retroceso de los ideales humanistas, cuando vemos que las sociedades apoyan a líderes de una derecha cada vez más retrógrada, y el individualismo parece erigirse como el ganador de la batalla cultural.

    En el 2001 intentamos contribuir a un momento de rebelión social, aportando fundamentos y herramientas de la lucha No-violenta. En el 2011 renovamos ese aporte, sumando algunas ideas con respecto a la necesidad de darle organización y permanencia a esa rebelión, para poder avanzar hacia una democracia real. Pero en la actualidad, si bien sigue vigente el desafío de encontrar esos, vuelven a surgir interrogantes que hasta hace poco creíamos superados:

    ¿Hacia dónde quieren ir las mayorías? ¿Qué las moviliza realmente?

    ¿La solidaridad, la equidad, la libertad y la justicia, son valores que movilizan a los conjuntos humanos? ¿O sólo son palabras huecas, políticamente correctas, en una sociedad cuyo principal motor es el interés material individualista?

    Las poblaciones están dispuestas a hacerse cargo de su futuro, o prefieren que unos pocos los conduzcan?

    Según sean las respuestas que nos demos podríamos caer en el nihilismo fatalista, o en el pragmatismo, o en el optimismo ingenuo, y tal vez por eso a veces no queremos hacernos ciertas preguntas. Pero quien quiera avanzar hacia una meta, necesita tener claro donde está antes de empezar a caminar. En mi último libro, Encrucijada y futuro del ser humano, desafiando lúdicamente la afirmación aristotélica de que la única verdad es la realidad, propuse que …la única verdad es la utopía, la realidad es un circunstancial punto de partida…. Con esta afirmación pretendía por una parte superar a ese realismo mediocre que naturaliza el presente y enfatiza en las dificultades e imposibilidades, y dar un nuevo salto hacia las utopías que han movilizado la historia humana. Pero también dejaba claro que el punto de partida es la realidad, la que hay que conocer muy bien para saber cuáles son los pasos a dar para avanzar hacia esa utopía.

    En numerosas ocasiones hemos hablado de la necesidad de generar una organización social que empodere al pueblo para desarticular la concentración del poder dominante. Siendo los políticos tradicionales y los medios de comunicación manipuladores los instrumentos del poder económico para ejercer su dominio, no podemos esperar que la superación del sistema surja del riñón de la casta política, sino del seno de la población. Pero la dificultad consiste en que la gente que debiera organizarse, a menudo es funcional a ese sistema, ya sea porque comulga con él, o porque su subjetividad ha sido manipulada para someterse al mismo. Desde luego que como inexorablemente ese sistema margina a cada vez más gente, con frecuencia hay explosiones sociales que lo desestabilizan, y parecieran ser momentos oportunos para organizar a las poblaciones e impulsar las transformaciones. Pero tales momentos son fugaces, la fuerza de la catarsis se desvanece, y todo parece reordenarse un escalón más abajo en torno al mismo sistema.

    Al parecer la Rebelión no puede alimentarse solamente de la fuerza del reclamo y la protesta, sino que necesita una fuente de energía permanente: la mística social de un proyecto a futuro suficientemente claro y contundente como para enamorar y movilizar.

    Y he aquí uno de los problemas a resolver, porque la aparente complejidad del sistema dificulta la simplificación de las propuestas transformadoras para convertirlas en imágenes claras y contundentes. Cuando en EE.UU. los afroamericanos se movilizaron contra el elaborado sistema de apartheid conocido como Jim Crow, cobraron impulso desde el potente factor de cohesión de su raza y sus ámbitos religiosos, pero también tenían muy claro lo que querían: derecho a votar, derecho a utilizar los mismos transportes y espacios públicos que los blancos, acceso a las mismas universidades…en definitiva…algo tan simple como la igualdad de derechos. Y si bien la lucha no violenta por esa igualdad históricamente es identificada con el liderazgo de Martin Luther King, la fuerza de ese movimiento no provenía de un liderazgo en particular, sino de las condiciones previas que mencionamos.

    La dirección no-violenta en la lucha por los derechos humanos legitima aún más esa lucha, pero la fuerza de la misma debe surgir del sentimiento de

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