FUTUROS IMPERFECTOS
La ciencia ficción distópica, entendida como representación metafórica y futurista de los temores de una sociedad, suele germinar con especial viveza en contextos históricos que han sido golpeados por grandes crisis colectivas. A juzgar por la actual proliferación de estos relatos, tanto en el ámbito editorial como en el audiovisual (incluyendo la revitalización de la novela 1984, cuyas ventas se dispararon significativamente tras la llegada al poder de Donald Trump), nuestro presente parece estar lleno de heridas y contusiones. La amenaza terrorista tras el 11-S, la incertidumbre y precariedad laboral tras la Gran Recesión de 2008, la desafección hacia la política y el auge de los populismos, la desorientación provocada por la disolución de las certezas en tiempos de la posverdad, las tensiones entre grandes potencias como Estados Unidos y China, el cambio climático…
Todos esos sucesos y procesos han generado un vértigo existencial, un (2015-19) o (2019); novelas como (2011) o (2013) y sus correspondientes adaptaciones cinematográficas; fenómenos juveniles como las sagas literarias (2008-10) o (2011-13); de clásicos como (2017) o (2018); o la reciente (2019), secuela escrita por Margaret Atwood de su “redescubierta” –gracias a la adaptación televisiva– (1985), son algunos ejemplos (sin entrar en ámbitos como el cómic o el videojuego) que conforman esta edad dorada de la distopía.
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