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Siempre nos quedará Beirut: Cine de autor y guerra(s) en el Líbano, 1970-2006
Siempre nos quedará Beirut: Cine de autor y guerra(s) en el Líbano, 1970-2006
Siempre nos quedará Beirut: Cine de autor y guerra(s) en el Líbano, 1970-2006
Libro electrónico412 páginas6 horas

Siempre nos quedará Beirut: Cine de autor y guerra(s) en el Líbano, 1970-2006

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"Siempre nos quedará Beirut recorre audiovisualmente los episodios violentos sufridos en el Líbano desde 1975 y demuestra cómo las películas, conformando en su conjunto una filmografía completa y diversa, son una herramienta que sirve para preservar la memoria íntima, colectiva y nacional de un país. A lo largo de sus capítulos, somos testigos del modo en que la sociedad civil libanesa, y en concreto sus cineastas, responden al horror de la guerra. Así, a pesar de las diferencias religiosas o de clase social entre éstos, su obra, en conjunto, crea una memoria histórica regional que refleja y reflexiona en torno a cómo la sociedad civil no sólo se resiste a la violencia, sino que construye y reconstruye lo que ésta destruye.

Lejos del silencio o la propaganda, el cine libanés es la manifestación que cuestiona y hace público lo que ocurre en el interior de las casas, dejando constancia de la historia no narrada por los noticiarios, de la cotidianidad golpeada por las decisiones políticas de un sistema mundial que no tiene en cuenta la vida de las personas y sus anhelos más sencillos y, por ello, más profundos.

Este libro se perfila como una obra fundamental para quienes quieran adentrarse en la historia contemporánea de Oriente Medio y del cine mundial."
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 oct 2020
ISBN9788446050278
Siempre nos quedará Beirut: Cine de autor y guerra(s) en el Líbano, 1970-2006

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    Siempre nos quedará Beirut - Laila Hotait Salas

    1966.

    1. Antes de la guerra. Nacimiento del cine de autor libanés (1960-1975)

    Son numerosos los factores que han de considerarse para entender cómo en el Líbano anterior a la guerra civil se había ido preparando gradualmente una inestabilidad que condujo a un extenso enfrentamiento. La distribución de la población, la conformación de su identidad en un contexto regional concreto que le influía enormemente, y el aumento de la violencia política en los años previos al conflicto, junto a dos factores externos fundamentales como son la ocupación israelí del sur del país y la presencia de los palestinos, también a raíz de la ocupación, constituyen claves que sirven para entender por qué se produce un determinado tipo de cine y cuál es su importancia.

    El Líbano no puede entenderse sin reflexionar antes en torno a una serie de antecedentes y características que lo conforman. Primero, su espacio geográfico,[1] un pasillo entre tres continentes que ha dado lugar a que se sumaran a lo largo del tiempo múltiples capas de sucesos históricos. Segundo, una población conformada por una gran pluralidad de comunidades[2] cuya existencia se prolonga en los otros países de Oriente Medio.[3] Asimismo, existen una serie de factores políticos y sociales cuyas sinergias y evolución han dado forma a la historia contemporánea libanesa. Por un lado, el sistema confesional que rige la vida política, consagrado en dos textos fundacionales, la Constitución de 1926 y el Pacto Nacional de 1943, que aparentemente permitían un sistema político con representación para las tres confesiones principales del país, la cristiana maronita, la musulmana sunní y la musulmana shií, aunque la consecuencia real fue la consolidación de un complejo sistema social y económico basado en la pertenencia confesional y en contra de un desarrollo y ser individual. Samir Kassir, el intelectual asesinado en 2005, señalaba al sistema jurídico como otro elemento clave que explicaba el hecho de que la división entre los libaneses continuara en época contemporánea.[4] Este sistema hace que las comunidades religiosas sean las encargadas de administrar los temas jurídicos en función del estatuto personal de sus feligreses, una estructura que impide que el ciudadano se salga del marco de su religión específica aunque lo desee, pues, a nivel estatal, la única excepción a esta regla estaría en el reconocimiento de los matrimonios civiles contraídos en el extranjero. Incluso la educación había sido dejada en manos de las comunidades religiosas o, si no, extranjeras, mayoritariamente francesas, norteamericanas y egipcias, algo que impedía aún más el desarrollo de una conciencia nacional a través de una ciencia histórica propiamente libanesa.[5]

    Además, el sistema confesional del Líbano no sólo ha parcelado a sus ciudadanos en comunidades, sino que también ha dado siempre preeminencia a una comunidad sobre el resto. Es el caso de la comunidad cristiana maronita, la cual acapara la dirección de todos los puestos esenciales del Estado, pues no sólo el presidente ha de ser maronita, sino también el jefe mayor del Ejército, el director de la seguridad general, el rector de la Universidad pública libanesa y el jefe del Banco central. Es decir, los musulmanes podían sentir que el Estado no era del todo un ente que los representaba. En realidad, el hecho clave y radical que explicaría el Líbano contemporáneo fue que éste se configuró durante el mandato francés en beneficio de los maronitas y en contra del nacionalismo sirio y árabe.[6] En la primera etapa de su independencia, entre los años 1943 y 1964, se podría decir que los tres presidentes maronitas establecieron un presidencialismo autoritario[7] a través de los cuerpos del Estado; un legado del colonialismo francés y su alianza con la comunidad maronita que afectó a la estructura social dando lugar a un Gobierno sellado por el taifismo[8] y a una estructura de clases enormemente diferenciadas basada en la confesión religiosa del ciudadano. Esto ha dado lugar a un complejo hecho social: los libaneses se han visto afectados y han reaccionado a los distintos fenómenos políticos determinados por su confesión religiosa. Por ello al hablar de la situación en el Líbano se habla de grupos confesionales que han acabado conformando conjuntos ideológica y socialmente diferenciados en sí mismos. Además, durante los años 50 y 60 se desarrollaron dos sectores económicos completamente dispares, uno más tradicional y el financiero (Líbano llegó a ser casi un paraíso fiscal ganándose el apodo de la Suiza de Oriente Medio).[9] Pero las riquezas generadas no se repartían y el Estado, con todo su aparato, se hacía cada vez más débil.

    Habría que entender cómo estaba configurado el Líbano, o al menos el grado de complejidad de su organización taifí, para comprender por qué el calado de ciertas ideas fue mayor en unas partes de la población o grupos confesionales que en otros. Sobre la comunidad maronita se podría decir que ya en la época de las cruzadas había hecho su elección histórica, siendo la única comunidad cristiana oriental que había luchado junto a los cruzados que venían de Europa, así como era y es también la única vinculada a Roma y no a otros centros orientales del cristianismo (en el Vaticano hay un consejo cristiano maronita). En realidad, aunque siempre han existido ideologías transversales entre cristianos y musulmanes libaneses, en la comunidad maronita caló profundamente la sorprendente interpretación que les llevó a proclamarse herederos de los fenicios, ajenos a la arabidad, y defender una suerte de especificidad libanesa que les diferenciaría del resto de países árabes. Un ideario que encontró su opuesto en el panarabismo y pansirianismo, mayoritario entre la población musulmana.

    Una parte importante del espíritu político de la época poscolonial tanto en el Líbano como en el resto de los países árabes estaba imbuido de una visión panarabista del mundo y la política, una toma de conciencia de la arabidad que databa ya de la época del dominio otomano. El panarabismo era en esencia una ideología que pretendía edificar una entidad árabe en nombre de la arabidad[10] y cuyas vertientes y movimientos más importantes, organizados y vertebrados, acabaron siendo el baazismo y el naserismo.[11] En realidad, los panarabistas libaneses, en su mayoría musulmanes o cristianos ortodoxos, tardaron mucho tiempo en reconocer y reconocerse en el Estado, pues reivindicaban su pertenencia a la Gran Siria, de la que consideraban que el Líbano había sido separado artificialmente por Francia.

    El nacionalismo árabe y el sentimiento de arabidad encontraron entre los cristianos del Líbano uno de sus grandes espacios de reflexión y acción. Según el historiador Kamal Salibi, quien veía este movimiento más como una actitud que como una ideología, fueron los cristianos los primeros en identificarse con él, pues entre otros factores se habían formado en las universidades fundadas por las comunidades religiosas venidas de Occidente, la Universidad Jesuita de Saint Joseph y la Universidad Americana de Beirut, en las que se discutía y planteaba la idea de nación.[12] En la articulación de ese arabismo, o panarabismo moderno, destacaron dos figuras importantes, los profesores Constantine Zurayk y Nabih Amin Faris, ambos cristianos y docentes en la Universidad Americana de Beirut, quienes llamaban al levantamiento de los árabes aletargados[13] contra los turcos. Otro ideólogo posterior, Antun Saade, de la comunidad greco-ortodoxa, consiguió agrupar seguidores en torno a la idea de una unidad de civilización en todo el Creciente Fértil desde la Antigüedad, procedente de la base aramea y siriaca de dicha región. Creó el Partido Popular Sirio (pps), contrario radical a la unidad árabe global que reivindicaban otros cristianos libaneses como Amin al-Rihani.[14]

    Asimismo, el panarabismo, aunque era un pensamiento más extendido entre los sunníes, también se expandió entre los shiíes libaneses. Por tanto, no debería verse, tal como algunos analistas han hecho, a la comunidad sunní como la única valedora del proyecto unionista y panarabista en el Líbano.[15] Todas estas visiones políticas regionales estaban dándose en la zona y Beirut no sólo era parte de ellas, sino que también se encontraba en el centro del debate. Así, además de las ideologías de las distintas comunidades que las aceptaban y entendían de distinta forma, una vez emancipado el Líbano del control exterior colonial, hubo factores o hechos históricos fundamentales que siguieron añadiéndose a las causas del estallido final de la guerra civil. Problemas nunca resueltos que nos permitirían ver cómo, escalonadamente y de forma dilatada en el tiempo, se habían ido sembrando las semillas del conflicto.

    El historiador español Bernabé López García resumía en tres los principales factores de la crisis: la disposición de la creación estatal de Líbano en 1920 por parte del Gobierno francés [...], la fragilidad del Pacto Nacional de 1943 […y] las insurrecciones de 1958.[16] El Pacto Nacional de 1943 en el Líbano, Al-Mizaq al-Watani, firmado bajo el Gobierno de Bichara Al-Khoury con el panarabista Riad Al-Solh como primer ministro, el cual, como hemos analizado anteriormente, buscaba suavizar las rivalidades entre los grupos confesionales a la vez que se acercaba a los Estados árabes. Por ello se consiguió que los maronitas desistieran de su sueño de aislar el Líbano del resto del mundo árabe, a la vez que se llegaba a un acuerdo con Siria para que ésta respetara la soberanía del país.[17] El Pacto Nacional dio una cierta estabilidad al país y ayudó a la creación de un régimen parlamentario con un alto grado de libertad de expresión, pero seguía imponiendo una división de la estructura social basada, en esencia, en lo confesional.

    En 1952, durante el periodo que hemos denominado la guerra fría árabe, se alzó con la presidencia Camille Chamoun, de claro talante prooccidental, que firmó al final de su primer mandato, en 1957, la doctrina Eisenhower,[18] siendo el Líbano el único país árabe de Oriente Medio que la ratificaba, es decir, el Estado libanés se posicionaba en contra de la URSS y a favor del bloque de los Estados Unidos. Pero, en la votación de 1957, los panarabistas se habían fortalecido tras la nacionalización del Canal de Suez en 1956 y dieron un giro a la política exterior del Líbano alineándose políticamente con Siria y Egipto.[19] Los posicionamientos enfrentados entre el prooccidental Camille Chamoun y los panarabistas produjeron numerosos disturbios que los medios de comunicación llegaron a tildar de enfrentamiento civil y que adquirieron cierto cariz de confrontación entre musulmanes y cristianos. En el fondo, lo cierto es que ya se veían los mismos elementos que entraron después en disputa en la guerra civil de 1975. Chamoun, temeroso de que se extendiese la ola nacionalista árabe tras la revolución en Iraq y haciendo uso de la doctrina Eisenhower que había ratificado, recurrió a las tropas estadounidenses para que intervinieran en el país; llegaron éstas en 1958 para combatir la expansión del naserismo y el baazismo en el Líbano. El desembarco de los marines estadounidenses en Beirut integró definitivamente a la superpotencia como un actor sustancial en los acontecimientos posteriores del país.

    Entre 1964 y 1970 gobernó el país el presidente Charles El-Helu, un hombre relativamente débil pero extraordinariamente cultivado,[20] y se podría marcar el final de su mandato como el momento de la inflexión en las calles del Líbano, cuando, tanto los musulmanes como los progresistas en general, empezó a cuestionarse de forma más organizada y abierta el confesionalismo del país que beneficiaba a unos y marginaba a otros. A su vez, la derecha cristiana se organizaba en torno a dos grupos principales: las Falanges Libanesas, dirigidas por Gemayel, y el Hizb al-wataniyin al-ahrar (Partido de los Patriotas Libres), dirigido por Camille Chamoun, se armaban,[21] a la vez que Siria y Egipto enviaban armas a sus opositores. Además, los palestinos recién llegados al Líbano se perfilaban como aliados de los nacionalistas panarabistas y terminaron por convertirse en un elemento fundamental de la guerra del Líbano.

    El impacto de la cuestión palestina en el Líbano

    El impacto de la cuestión palestina con la presencia de refugiados y de la olp en suelo libanés es otro factor fundamental que nos permite entender lo que ocurría y se perfilaba ya en el país. Nur Masalha establece cuatro fases en la evolución de la relación entre el Estado libanés y la comunidad palestina: desposeimiento y adaptación (1948- 1967), la supremacía de la olp en el país (1967-1982), la repentina decadencia de la olp (1982-1991) y la etapa que se inició al final de la guerra civil (1991).[22]

    El primer grupo importante de refugiados hizo su aparición en 1948 tras la Nakba. Más de 100.000 palestinos llegaron al sur del Líbano[23] y se refugiaron primeramente en los campamentos habilitados de Tiro, Burj Al-Shamali y Al-Rashidiye, que estaban concebidos como lugares de tránsito.[24] La segunda oleada se produjo en 1956, en el contexto del ataque al Canal de Suez y la invasión de Gaza —en aquel momento bajo tutela egipcia— por parte del Ejército israelí ocupando momentáneamente este último territorio y la península del Sinaí, lo que provocó la huida de los palestinos hacia Siria y Egipto y, a través del mar, hacia el Líbano.

    Con la Naksa en 1967, los israelíes ocuparon Gaza y Cisjordania, por lo que el número de desplazados creció exponencialmente. Al Líbano llegaron unos 400.000 y, desde 1968, empezaron los ataques israelíes al sur del país donde se habían ido asentando bases guerrilleras palestinas que hacían operaciones contra Israel y que contaban con el apoyo popular, pues jóvenes libaneses se entrenaban en estos mismos campos y combatían cuerpo a cuerpo junto con los palestinos. En 1971, tras los acontecimientos del Septiembre Negro de 1970 en Jordania, también llegaron numerosos refugiados palestinos, además de la cúpula y los fedayín de la olp. La última oleada importante se dio tras la guerra del 73 o guerra de Ramadán/Yom Kipur, llevada a cabo por Egipto y Siria básicamente contra Israel. Al principio, los palestinos fueron bien acogidos; además, la población del sur del Líbano guardaba estrechas relaciones con las aldeas palestinas vecinas. Incluso, cuando nadie pensaba que iban a quedarse hasta hoy día, fueron bienvenidos por las autoridades libanesas en general y por el entonces presidente, Bichara Al-Khouri, quien pronunció su célebre frase: Entráis en vuestro país.[25]

    La recepción de los palestinos se vio afectada por la política confesional del Líbano, que, a la hora de conceder la nacionalidad, discriminó de acuerdo a la posición económica y a la confesión religiosa. Mientras 28.000 palestinos cristianos recibieron la nacionalidad, ésta se les denegó a la mayoría de los 100.000 musulmanes que habían llegado. Finalmente, aquellos que no la consiguieron —la inmensa mayoría— permanecieron en los campamentos de refugiados.[26] No obstante, la presencia de los palestinos en la sociedad libanesa se fue haciendo notar a todos los niveles, tanto cultural como político y económico,[27] especialmente durante los primeros veinte años de su establecimiento.[28]

    Pero la situación de la población palestina en los campamentos de refugiados[29] se estancó y se fue deteriorando hasta tornarse dura y discriminatoria a nivel social y legislativo[30] con respecto a otros países árabes que también acogieron refugiados. Un refugiado (según define al artículo 1A de la Convención de 28 de julio de 1951 relativa al estatuto de los refugiados de las Naciones Unidas) es una persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él.[31] En la misma Convención firmada en aquel momento, el artículo 24 especificaba que los refugiados habrían de tener los mismos derechos que los nacionalizados en cuanto a asuntos tales como el acceso a la Seguridad Social, el trabajo, la equidad de salarios, etc. Pero casi ninguno de estos derechos se cumplió, ni se cumple, en el Líbano.

    Contemplando el nuevo fenómeno, y con un espíritu aparentemente solidario, se firmaron bajo el auspicio de la Liga Árabe varios acuerdos en torno al trato que debían recibir los palestinos en los nuevos países de acogida. El 28 de mayo de 1964, se firmaron los Acuerdos de El Cairo, que contemplaban, entre otros derechos, el relativo a la asociación y pertenencia a una organización política. Más tarde, en septiembre de 1965, en la Convención de Casablanca se acordaba que los palestinos en países árabes debían ser considerados ciudadanos regulares. Pero, a pesar de estos acuerdos, su situación en el Líbano siguió empeorando; ni siquiera podían, ni pueden aún, construir casas o espacios si no es con tejados de aluminio, algo que da una idea de la precariedad de los entonces catorce campamentos —hoy, once—[32] que principalmente custodiaba la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina, unrwa,[33] un organismo ad hoc creado en 1950 con carácter temporal para gestionar la inmensa cantidad de refugiados del 48. Los desplazados tampoco pueden acceder más que a tipos muy restringidos de trabajo: obreros, artistas y profesiones liberales,[34] mas en las leyes libanesas les está vetado ejercer muchas de estas últimas, como la medicina, la farmacia, la ingeniería y la abogacía. Incluso se impuso desde 1959 a 1969 la ley marcial a los campamentos palestinos, lo que, entre otras consecuencias, produjo una de las primeras tensiones violentas con el Ejército libanés, con cruentos enfrentamientos entre este último y guerrilleros palestinos.

    Por otro lado, desde el Líbano se realizaban operaciones militares contra Israel y, con base en esas acusaciones, el Ejército israelí encontró la excusa para atacar el aeropuerto de Beirut en 1968.[35] En esta época, a nivel social empezó a forjarse la imagen de leyenda del feday,[36] la cual reflejaron las películas de la época, primero despegadas de la realidad pero poco a poco mostrando cada vez de manera más veraz qué era lo que realmente ocurría tanto en el frente como en los campamentos.

    Una parte de los palestinos, la mayoría cristianos que habían accedido a la nacionalidad libanesa, vivían fuera de los campamentos y tenían buenos puestos profesionales. Uno de los episodios trascendentes que antecedieron a la guerra, lo marcó precisamente la quiebra en 1966 de Intra Bank, propiedad de dos palestinos, un cristiano y un musulmán. Al parecer, se debió a un complot de la burguesía libanesa antipalestina e hizo que la economía del país se resintiera enormemente poco antes del estallido de la Guerra de los Seis Días.[37] Tras ésta, Israel desafió a Naciones Unidas ocupando Jerusalén, Cisjordania y Gaza; además, supuso uno de los puntos de inflexión, ya que los palestinos pasaron de una tutela panarabista, en la que los otros líderes árabes —Siria o Egipto— eran sus valedores y representantes, a conformar un frente con líderes propios aprovechando el debilitamiento de la derrota militar de los grandes países árabes. El mismo paradigma se dio en la producción de cine, surgiendo entonces uno propiamente

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