Violencia política y salvaguardia cultural
En diciembre de 1940, ante la inminencia de la invasión alemana a Grecia, que acaeció en abril de 1941, el editorialista del rotativo británico The Times Henry Hamilton Fifye sostuvo que el Reino Unido debería asumir el compromiso de restituir los Mármoles Elgin a aquel país después de la guerra, con el argumento de que eso sería un gesto de admiración y gratitud hacia un aliado importante. La trama castrense difería empero de ese magnánimo propósito: consistía en el control de la parte este del Mediterráneo durante la guerra, y para ello se requería insuflar el sentimiento patriótico griego. En esos momentos los Mármoles se encontraban resguardados en la estación Aldwych del metro londinense.
La parlamentaria conservadora Thelma Cazalet-Keir, integrante del partido de Winston Churchill, hizo propia esta sugerencia y la planteó al pleno camaral antes del receso de 1940; después la dirigió al Tesoro inglés para que éste mediara entre el Parlamento y el Museo Británico. Al argumento de Fifye, Cazalet-Keir agregó inusualmente que las obras de arte deben estar vinculadas a su lugar de origen. Sin embargo, la originalidad de este argumento le corresponde a Arthur Wellesley (1769-1852), duque de Wellington y comandante de las tropas británicas, quien después de las guerras napoleónicas
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