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Raúl Ruiz: Recobrando el tiempo
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Libro electrónico206 páginas2 horas

Raúl Ruiz: Recobrando el tiempo

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Este libro aborda la vida del cineasta chileno Raúl Ruiz, desde una perspectiva emocional. Los autores realizaron una honda investigación entre los más cercanos al autor: amigos, familiares y colegas. Estas interesantes anécdotas fueron recuperadas teniendo en cuenta que las historias debían ser validadas por más de una fuente. Así, Ignacio Latorre y Yerco Corovic nos abren a momentos de la vida de Ruiz que nos permiten conocer más de lo íntimo de este gran genio creador: el nacimiento surrealista de sus películas, la vinculación con sus amistades y los diferentes “círculos sociales” que creaba, sus grandes aptitudes culinarias, su recorrido por el mundo.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento27 dic 2017
ISBN9789562608640
Raúl Ruiz: Recobrando el tiempo

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    Raúl Ruiz - Ignacio Latorre Gómez

    Raúl Ruiz Pino (1941 - 2011)

    25 de julio de 1941: nace en Puerto Montt. Hijo del matrimonio compuesto por Ernesto Ruiz y Olga Pino.

    1947 - 1957: durante su etapa escolar en Valparaíso estudió en dos colegios: Liceo Comercial de Quilpué, y el Colegio Sagrados Corazones de Valparaíso.

    1958: se traslada a Santiago donde termina sexto año de humanidades en el Colegio Sagrados Corazones de Alameda.

    1959: ingresa a la Universidad de Chile a estudiar Derecho, carrera que abandona. También estudió Teología.

    1962: gana la Beca Rockefeller que le permitió dedicarse de lleno al teatro en la Universidad de Concepción donde realizó algunos montajes con el grupo de teatro El Cabildo.

    1963: gracias al apoyo de Sergio Bravo, director del Centro de Cine Experimental, realiza su primer cortometraje: La Maleta.

    1964: viaja a Argentina para realizar estudios de cine en la Escuela de Cine de Santa Fe y regresa a Chile en menos de un año.

    1968: filma Tres tristes tigres, su primer largometraje financiado por su padre y otros tres capitanes de la marina. Producción con la que ganaría el Leopardo de Oro en el Festival Internacional de Cine de Locarno en 1969.

    Los siguientes años, hasta 1973, Ruiz filma más de una decena de películas entre las que destacan La colonia penal (1970), Nadie dijo nada (1971), El realismo socialista (1973), y Palomita blanca (1973).

    1975: filma Diálogos de Exiliados, la primera obra realizada por Ruiz fuera de Chile, en Francia. El director y todos los actores chilenos que participaron en la película eran exiliados.

    1979: gana el Premio César por Coloquio de Perros (1977), cortometraje que marca el inicio de una relación de trabajo y amistad con el músico Jorge Arriagada.

    1982: gana el Gran premio de Orleans por Las tres coronas del marinero (Les trois couronnes du matelot, 1983).

    1983: la prestigiosa revista de cine Cahiers du cinema lanza en su número 345, un especial dedicado a Ruiz.

    1986: es elegido el mejor cineasta del año en Francia en el Festival de Paris.

    1992: con L’oeil qui ment (1992), Ruiz consigue su primera nominación a la Palma de Oro de Cannes, el mayor premio del festival. Ese mismo año se estrena en Chile tras 19 años de permanecer guardada, Palomita Blanca.

    12 febrero de 1994: es nombrado Hijo Ilustre de su ciudad natal, Puerto Montt.

    1996: filma Tres vidas y una sola muerte (Trois vies et une seule mort), primera participación de Marcello Mastroianni en las películas de Ruiz.

    1997: recibe el Oso de Plata en el Festival de Berlín por Genealogías de un crimen (Généalogies d’un crime, 1997), película que protagoniza Catherine Deneuve. Ese mismo año se le otorga el Premio Nacional de Arte en Chile.

    2002: se estrena en Chile su primera serie de televisión: Cofralandes.

    2004: es el año en que Raúl Ruiz vuelve a Chile para filmar una nueva película: Días de Campo.

    2007: realiza una serie de televisión basada en mitos chilotes: La recta provincia.

    19 de agosto de 2011: fallece en París, Francia y al siguiente año, 2012, se estrena su película póstuma: La noche de enfrente.

    En el libro El cine de Raúl Ruiz. Fantasmas simulacros y artificios figura una filmografía de 120 títulos¹, entre largometrajes, cortos, series de televisión y videos. A los que habría que añadir su obra póstuma: La noche de enfrente (2012), Epistolar (2012) y El pasaporte amarillo (2009), cuyo estreno todavía no tiene fecha; lo que sumaría un total de 123 películas.

    En IMDb se le atribuyen 119 películas.


    1 Valeria de los Ríos e Iván Pinto. El cine de Raúl Ruiz. Fantasmas simulacros y artificios (Uqbar Editores, Santiago, 2010). De las 120 obras que aparecen, 10 figuran como inacabadas: La maleta (1960), que finalmente fue montada después de 49 años; El regreso (1965); El tango del viudo (1967); Nueva canción chilena (1973); Palomita brava (1973), Palomita Blanca (1973), montada 18 años después; Jeux (1979), Páginas de un catálogo (Pages d’un catalogue, 1980); Basta la palabra (1991); y La comédie des ombres (1996).

    INTRODUCCIÓN

    Mucho se ha escrito sobre el gran cineasta chileno Raúl Ruiz. Sobre su obra, para ser más precisos. De su vida, poco o nada. Es por esto que nuestra intención es hablar del genio creador desde una perspectiva emocional, es decir, reconstruir a Ruiz –y no solo al gran cineasta– a partir de sus más cercanos amigos, familiares y colegas.

    La tarea es difícil y ambiciosa, pero no imposible. La personalidad de Ruiz es lo que hace precisamente interesante captar cómo era realmente. Se dice que era tímido, un niño, parco, de pocas palabras, misterioso, fabulador, creador de todo tipo de cuentos, un intelectual, chilote, hijo de marino, generoso, interesado por el lenguaje, que hablaba chino, que era poseedor de una memoria privilegiada, eximio cocinero, que no sabía nadar ni manejar, que era un cineasta económico, que hizo más de doscientas películas, que militó en el Partido Socialista y que era un amigo como pocos.

    Sus cercanos lo recuerdan como alguien reservado. Que evitaba hablar sobre temas amorosos y compartir inquietudes de esa índole. Prefería hablar de otros temas, de lo cotidiano, de cosas interesantes; como el gran erudito que era. Tenía, principalmente, una manera de demostrar afecto: la comida. Fue eso lo que recordó uno de sus amigos, José Román, cuando le dieron el último adiós en el cementerio: Raúl demostraba su cariño mediante el agasajo culinario. Y todo lo que hacía era tan excéntrico como exquisito.

    Cuando venía a Chile se encargaba siempre de buscar alguna excusa para reunirse con ellos. Desde cambiar de día su cumpleaños, hasta crear verdaderos clubes masculinos como fue el caso de Los Chanchitos Agridulces, La Cofradía de los Caballeros Antiguos y, en Francia, El Circulo de Belleville.

    A lo largo de su vida, Raúl Ruiz fue un gran contador de cuentos. Un gran relator de lo fantástico con una asombrosa habilidad de hacer que sus historias se vayan proyectando dentro de otras tal como dos espejos que se ponen de frente. Así consigue una construcción algo confusa, algo atrapante de la que cuesta saber con certeza el inicio y el final. El mismo Ruiz es de cierta manera así: poseedor de una personalidad elusiva, vaga, que en definitiva no se deja atrapar. El objetivo que perseguimos en este libro es descubrir al cineasta por medio de anécdotas, vivencias, historias, recuerdos, chistes, rumores, mitos o mentiras que sus cercanos nos transmitan, para así reconstruir a Ruiz, un personaje esencial de nuestra cultura, desde afuera: desde la memoria de quienes lo conocieron y compartieron con él en más de una ocasión.

    Se trata en definitiva, de ir en busca del cineasta por medio de los otros, una búsqueda por la vereda de lo sentimental, cultural y del recuerdo. Una recopilación de cuentos de todas las etapas de su vida.

    Para ello hemos establecido que las fuentes deben contar con ciertos requisitos.

    Primero, lo que acabamos de comentar. No sirven simples encuentros. Es tentador para uno que otro entrevistado colgarse de la fama del cineasta. Nos sucedió en más de una oportunidad. Personas que afirmaban ser amigos de toda la vida y que sin embargo nos hablaban de los hermanos, cuando Ruiz fue hijo único. Otros eran categóricos en afirmar que vivió durante toda su infancia en su Puerto Montt natal. Nuevamente un error imperdonable. Se trasladó a temprana a edad a Valparaíso, para finalmente radicarse en Quilpué.

    Otro requisito es que dicha fuente sea validada por al menos una fuente adicional. Hubo casos de entrevistados que se acoplaban a historias en donde jamás participaron y cuando se las comentábamos al resto de los mencionados en el relato, negaban de manera tajante su presencia. ¿Mentirosos o problemas de memoria? Ambas alternativas son posibles y la razón es simple: la mentira como impulso creativo y el yuxtaponer realidad y fantasía era parte del método ruiciano. Así lo creemos y nos lo han hecho ver en más de una oportunidad sus cercanos.

    Queremos aclarar que la increíble capacidad de fabular de Ruiz, no le otorga el título de mentiroso. Muy por el contrario, él recreaba, que no es lo mismo. Proponemos entender recrear como inventar algo nuevo en base a inexactitudes, imaginación y pequeñas trampas lingüísticas que le permitían mezclar –como buen cocinero– una historia nueva, una vivencia nueva.

    Un buen nombre para conceptualizar lo que hacía el cineasta puede ser recreación creativa, porque da paso a una discusión eterna entre la mentira y la creatividad: una burda mentira no tiene ninguna gracia. Pero una mentira con creatividad, puede ser brillante y es la que usan los grandes artistas. Adaptan las cosas para que encajen en este nuevo mundo que están desarrollando. Ruiz lo hacía así. Lo hacía mientras hablaba. Y por eso tenía la capacidad de armar películas una detrás de otras. Un tremendo bagaje cultural e intelectual como impulso creador.

    En lo que respecta a la investigación, hemos tenido grandes aciertos como lamentables desilusiones. Fue una enorme suerte, por ejemplo, poder encontrarnos con Valeria Sarmiento, la cineasta y compañera de toda la vida de Ruiz, que está radicada en Francia desde hace mucho tiempo. Su testimonio fue tremendamente enriquecedor y motivador para nosotros. En otros casos nos ayudó nuestra incansable perspicacia rastreadora. Conseguimos contactar a extranjeros de diferentes latitudes del planeta desde el lejano Canadá, Estados Unidos, Brasil, Portugal, Francia, Alemania, España e incluso Filipinas. Algunos, verdaderos aportes y otros, tan difusos que no los contemplamos.

    Dentro de las dificultades, la que se lleva todos los laureles es la memoria de los entrevistados. Un impedimento predecible por la edad de algunos o por la relevancia en sus vidas de tal o cual acontecimiento. También sucede que los recuerdos muchas veces son imprecisos. Es una característica inherente y casi universal de la remembranza con la que sabíamos que nos tendríamos que enfrentar. Otra dificultad fue que ciertas etapas resultaron muy difíciles de reconstruir; más precisamente dos: Argentina, por ser absolutamente irrelevante para su vida y formación profesional, además de contar con la única fuente fiable y viva que existe de ese momento de su vida, su compañero de viaje Horacio Leng y, por otro lado, su militancia en el Partido Socialista, ya que muchos de los documentos oficiales que en algún momento se encontraron en la sede del partido, desaparecieron por obvias circunstancias. También lamentamos el fallecimiento de quienes habrían sido grandes entrevistados como es el caso de Rodrigo Maturana, amigo y colaborador de Ruiz en Palomita Blanca, quien encarnó en nuestra opinión la mejor escena de la película donde el profesor divaga sobre una amplia gama de temas intrascendentes con sus alumnas; y también el caso de Diego Bonacina, el camarógrafo argentino de Tres tristes tigres, a quien Ruiz conoció durante su estadía en Santa Fe y tantos otros que sin duda hubieran sumado un gran número de anécdotas, historias y experiencias a esta investigación.

    Y por último, destacar que el Santiago en donde Ruiz vivió ha desaparecido paulatinamente. Muchos de los lugares que frecuentaba ya no existen. El Parrón ahora es un enorme proyecto inmobiliario e Il Bosco, se convirtió en una tienda de cosméticos. Sucede lo mismo con uno que otro sitio nocturno que tratamos en nuestra investigación. Lo lamentamos porque ¡cuán valioso hubieran resultado los testimonios de quienes atendían en aquellos sitios!

    Aclaradas las dificultades y planteado nuestro anhelo, sólo queda por decir que abarcar todo el universo de amistades y conocidos de Ruiz es una tarea infinita. La motivación y buena voluntad de nuestros entrevistados para con nosotros así lo ha demostrado. Solía ocurrir que recomendaban a determinado sujeto, y este, a su vez, hacía lo propio con dos más configurando así un verdadero árbol que decidimos podar por el momento. El resultado de nuestra investigación es este libro sobre un chileno que triunfó en Europa, que se codeaba con los más grandes entre los grandes, un compatriota al que llamaban Raoul Ruiz.

    CAPÍTULO I: CIUDAD DEL SOL

    Raúl Ruiz jugando durante su infancia.

    Foto álbum familiar gentileza Fernando Ruiz

    Olga Pino y su hijo Raúl.

    Foto de álbum familiar gentileza de Fernando Ruiz.

    El 25 de julio de 1941, bajo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, nace en Puerto Montt, Raúl Ernesto Ruiz Pino. Sus padres fueron don Ernesto Ruiz, un avezado marino chilote y doña Olga Pino, una abnegada profesora de castellano y matemática proveniente de Mulchén, de la Región del Bío Bío.

    Al poco tiempo, el pequeño fue diagnosticado con tuberculosis. Esta enfermedad ya había causado estragos en la familia: Un hermanastro de doña Olga falleció a los 18 años por su causa. El joven se llamaba Raúl Palma y la madre de Ruiz, que mucho lo quería, en su recuerdo le puso el mismo nombre a su único hijo. Los Ruiz Pino se alarmaron mucho y decidieron dejar Puerto Montt en busca de un mejor clima. Como consecuencia, nuestro insigne cineasta sólo habría alcanzado a vivir tres años de su niñez en su tierra natal.

    Fue así que el matrimonio se asentó un par de años en Valparaíso y luego se trasladaron a Quilpué, confiando en que su famoso microclima favoreciera la recuperación de Raúl.

    Distante a sólo 20 kilómetros de Valparaíso y a 8 kilómetros de

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