El misterio de Balth
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Sinopsis "EL MISTERIO DE BALTH":
El descubrimiento que levantó de la cama en mitad de la noche a todo Londres, es solo un asunto de "niños" según el capitán Wood. Corrupto y necio hasta la muerte. Sin embargo, se tropieza con el doctor Bakewell y su ayudante Batey, un dibujante, que asumen entre los dos, la investigación de una cruel muerte. Un asesinato lleno de interrogantes en el siglo XVIII victoriano. La nieve se confunde con la niebla y la lluvia incesante con el caudal del Támesis en una ciudad tolerable a la vida "fácil" o la "vida alegre". Pero el comisario no está tan tranquilo como parece porque hay alguien con una risa broncínea que no puede ser descubierto por nada del mundo o al menos, desvelado.
Sobre el autor:
Crecí y empecé a escribir influenciado por el maestro del terror y el drama, Stephen King. Soy el autor de la biografía de su primera etapa como escritor. Además, he escrito una antología basada en la caja que encontró la cual pertenecía a su padre que era también escritor. Ahora escribo antologías y novelas de terror, suspenses y thrillers. Ya he publicado "Los inicios de Stephen King", "La caja de Stephen King", "La historia de Tom", la saga de zombis "Infectados", "Miedo en la medianoche", "Toda la vida a tu lado", "Arnie", "Cementerio de Camiones", "Siete libros, Siete pecados", "El hombre que caminaba solo", "La casa de Bonmati", "El vigilante del Castillo", "El Sanatorio de Murcia", "El maldito callejón de Anglés", "El frío invierno", "Otoño lluvioso", "La primavera de Ann", "Muerte en invierno", "El juego de Azarus", "Pido perdón", "Ojos que no se abren", "Una sombra sobre Madrid", "Crímenes en verano", "Mi lienzo es tu muerte", "Mi odio", "El susurro del loco", "Confidencias de un Dios", "Solemn la hora", "Lifey", "AGUA" y "Tú morirás".
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El misterio de Balth - Claudio Hernández
¿Cuántos libros llevo escritos ya? ¿Y a quién se lo dedico? Este libro se lo dedico una vez más, a mi esposa Mary, quien aguanta cada día niñeces como esta. Y espero que nunca deje de hacerlo. Esta vez me he embarcado en otra aventura que empecé en mi niñez y que, con tesón y apoyo, he terminado. Otro sueño hecho realidad. Ella dice que, a veces, brillo... A veces... Incluso a mí me da miedo... También se lo dedico a mi familia y especialmente a mi padre; Ángel... Ayúdame en este pantanoso terreno...
EL MISTERIO DE BALTH
1
––––––––
—¿Está preparado para verlo?—Sí.
—¿Está seguro?
—Sí.
—Espero que no haya comido nada en los últimos días.
—La verdad es que lo único que corre por mis tripas ahora es agua.
La sonrisa estúpida se convirtió en un rictus salvaje. Aquellos ojos brillaron y después se fundieron en la negrura de la noche. Hacia el final del puente que podría estar carcomido. Hacia el terror y el espanto.
Hacia aquello que los dedos de la luna no acariciarían nunca más. Donde la nieve no podía sino columpiarse en el vértice de unas tablas de madera que no chirriaban ni crujían. Al silencio tétrico más audible del mundo. Donde el agua de la lluvia no era tal, sino unas lágrimas congeladas que ni siquiera colgaban porque estaban tan tiesas como una vértebra que sobresalía de la espina dorsal de un dinosaurio.
Y tan inamovible como la muerte.
Porque era ella la que estaba esperándole allí.
2
Una hora antes. 00:45 pasadas la medianoche.
El policía con su sombrero en lo alto —conocido como Bobby Police— de la Scotland Yard; caminaba lento y oficiosamente hacia delante sin más luz que los candiles encerrados en farolas de vidrio y el destello de la nieve sobre su rostro enjuto. Parecía estar interesado en contar sus propios pasos y cada uno de ellos era una huella envidiable. Tan bien marcada que le permitían ver perfectamente la geometría de ellas. Sus ojos casi brillaban, pero eran oscuros. Su bigote era lo más parecido al rabo de un gato persa y sus cejas pobladas parecían sostener el borde de ese ridículo sombrero en forma de meadero, que mostraba una estrella de cinco puntos en el centro. Dentro de esa estrella figuraba un número. El de la suerte o el de la ruina. Bowen tenía el 504. El ruido que producía la nieve al ser pisada, aplastada y empujada hacia el fondo presagiaba algo ténebre. Todo lo demás estaba en silencio y nadie gritaba detrás de esas ventanas de madera que se abombaban a los lados de la calle Street no sé qué, porque Bowen era tan olvidadizo que un día preguntó a su esposa cuál era su segundo apellido.
Guiaba los pasos y resoplaba en la helada atmósfera que le permitía de alguna manera ver y conocer, cómo era su aliento. Tenía forma de humo, pero resultaba resbaladiza en el aire. El humo de una pipa, el de su capitán, era más denso y grisáceo. Su respiración era casi trasparente y sus pulmones unos fuelles casi moribundos. Le costaba respirar y eso era porque tenía sobrepeso. Era tan gordo como sus pies podían soportarlo sin quebrase como palillos.
Avanzó dos o tres pasos más mientras en una de sus manos, la derecha, bamboleaba una porra oscura y torcida. Su atuendo de policía consistía en una gran gabardina que le llegaba hasta los tobillos la cual ocultaba toda una suerte de harapos dentro. Pero era un hombre de la ley, y esa noche estaba de guardia.
Refunfuñando ahora, empezó a caminar más despacio, como si el peso de la nieve hiciera mella sobre sus hombros. Resopló como un tren de vapor y siguió contando los pasos, presa del aburrimiento. Y en algún momento pensó que era un estúpido al fin y al cabo, porque en 1829 parecía que todo encajaba a la perfección. Los hambrientos robaban comida,