Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Menhir
Menhir
Menhir
Libro electrónico89 páginas1 hora

Menhir

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

«Una antigua leyenda bretona dice que cada vez que alguien muere, el Menhir se hunde un poco y cuando se haya sepultado del todo, llegará el fin del mundo».
Jean ha escapado de Italia, en las manos tiene una vieja postal que representa el Menhir du Champ Dolent.
Llegado a Bretaña para comenzar una nueva vida, se encontrará en medio de un enfrentamiento que perdura desde los albores del tiempo.
Un círculo de druidesas que hacen la guardia a la antigua piedra y una misteriosa mujer que soporta el peso de un ingrato destino.
Una historia que nace en la cuna de la cultura megalítica, pasando por la tradición celta, hasta la Francia de nuestros días.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 abr 2016
ISBN9781507102794
Menhir

Relacionado con Menhir

Libros electrónicos relacionados

Fantasía para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Menhir

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Menhir - Dominique Bisset

    Epílogo

    I

    ––––––––

    «Una antigua leyenda bretona dice que cada vez que alguien muere, el Menhir se hunde un poco y cuando se haya sepultado del todo, llegará el fin del mundo».

    Cuervos negros volando. Un cielo sin sol.

    Un pico que golpeteaba la ventanilla como si lo estuviese llamando.

    Sus ojos verdes se abrieron de par en par.

    «¿Era solo un sueño?».

    El tren lo había mecido dulcemente a lo largo de las tierras de Bretaña y él se había quedado dormido.

    Se desperezó y miró hacia fuera al cielo que estaba volviéndose rojo. Rebuscó en su bolsillo y extrajo una vieja postal arrugada y descolorida. Era de su abuelo. Una foto del gran Menhir du Champ Dolent. La había enviado a casa durante la Segunda Guerra Mundial, poco antes de perder la vida en combate.

    Él, el joven, no sabía por qué había huido precisamente allí, pero no tenía otro lugar al que ir. Todo su mundo se había desmoronado y aquella gran roca parecía casi el único apoyo sólido en medio de la tempestad.

    Suspiró pasándose las manos por la barba descuidada y por el pelo despeinado.

    «¿Qué estás haciendo?».

    El tren aminoró la velocidad hasta pararse por completo. Dol de Bretagne.

    Era una pequeña ciudad. Se podría decir que la estación era moderna, mientras que en el resto de la ciudad se respiraba todavía una atmósfera de Medievo europeo. Las casas de piedra con las vigas de madera a la vista parecían extrañas y familiares al mismo tiempo. Tal vez por algunas semejanzas con su ciudad natal, con todo lo que había jurado dejar atrás. Dol de Bretagne estaba impregnada de un aura del pasado. Incluso el aire tenía un olor diferente. Era limpio, pleno, llevaba consigo el perfume del océano y del pan recién hecho.

    El cielo estaba oscureciendo cada vez más. Sabía que tenía que encontrar un lugar donde pasar la noche, pero antes quería ir allí. Sacó un trozo de papel en el que había imprimido el mapa de la ciudad y siguió el recorrido que había marcado con un rotulador. No se había llevado consigo el móvil con el GPS, era demasiado peligroso. Mejor hacer las cosas a la antigua usanza.

    Haría solo una pequeña visita al lugar, luego pasaría la noche en algún hotel y al día siguiente empezaría a buscar trabajo.

    Como si todos estuvieran deseando dar trabajo a un inmigrante clandestino que había quemado todos sus documentos nada más pasar la frontera. Seguro. Fácil.

    Se sentía en el centro de un agujero que lo estaba engullendo inexorablemente.

    ¿Qué haría ahora? ¿Qué futuro le esperaba?

    Antes, cuando todavía estaba en Italia, pensaba que lo sabía. No es que fueran prospectivas especialmente atractivas, pero por lo menos con un trabajo de obrero podía garantizarse una vida digna.

    Ni siquiera había estudiado una carrera, porque quién diantres tenía el dinero para la matrícula y además:

    «Siempre has sido un cabeza de alcornoque, Ale, estudiar no es lo tuyo».

    Aquella voz desagradable que volvía a dejarse oír en su cabeza, que le helaba la sangre y le cerraba el estómago. No quería pensar en ella, no quería volver a oírla jamás. Y realmente no la oiría nunca más porque ahora todo había acabado. Había acabado con ella con sus propias manos.

    Se paró en medio de la calle y observó sus nudillos, claros y limpios. Por un momento los volvió a ver como unos días antes, chorreando sangre. Era su sangre, pero no era la suya. Sangre de familia.

    Respiró profundamente y el aire fresco de Bretaña hizo desaparecer cualquier preocupación.

    Podía conseguirlo. Podía volver a empezar de cero. Solo tenía que lograr olvidar.

    Con un poco más de determinación, retomó su caminata a través de la maraña de casas antiguas y calles silenciosas. Parecía que todos estuvieran ya encerrados en casa para la cena. Muy de vez en cuando pasaba algún automóvil solitario, pero nada más. La noche de marzo todavía era fría, el aire gélido traía consigo una especie de aroma del distante mar.

    Mientras dejaba atrás la zona habitada, lentamente se le desvelaba la imagen de los campos de noche, parecían azules y grises, como mantas cosidas juntas. Recorrió la carretera aislada y despejada que llevaba a Champ-Dolent. Una extensión de hierba bien cuidada con un círculo de matorrales en el medio de los cuales emergía la orgullosa figura de piedra.

    Medía más de nueve metros de altura, aparecía como un oscuro monolito bajo la luna nueva.

    De cerca causaba impresión. Y sin embargo, era solo una piedra informe. Una gran piedra informe. Pero parecía tener algo diferente con respecto a la foto que llevaba consigo, como si algo hubiese cambiado. Inclinó la cabeza para tratar de entender qué había que no cuadraba, cuando una voz femenina le cogió por sorpresa.

    —Está roto.

    Giró la cabeza y allí estaba ella.

    Por un instante se miraron fijamente a los ojos sin decir palabra.

    Tenía unos profundos ojos oscuros, piel blanca y largos cabellos castaños. Su ropa clara parecía casi resplandecer en la penumbra del crepúsculo. No la había visto llegar y por un momento le pareció casi una visión. Pero luego la mujer volvió a hablar.

    —Todo empezó con una pequeña grieta hace veintidós años. Y poco a poco la grieta se agrandó, hasta que, hace unos días, la punta se quebró. —Indicó un trozo de piedra un poco más allá, en medio de la hierba.

    —Bueno, es muy antiguo, imagino que será algo normal... ¿no?

    —Está aquí desde hace más de seis mil años. No, no es normal para nada. —Ella le miró y sonrió, haciéndole sentirse raro: los pelos de su nuca se le erizaron y un escalofrío le recorrió toda la espalda.

    Un cuervo graznó, rompiendo aquel silencio innatural.

    Él se estremeció, mientras la mujer levantaba el brazo hacia el pájaro negro

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1