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Solemn la hora
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Solemn la hora
Libro electrónico88 páginas1 hora

Solemn la hora

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Sinopsis "SOLEMN La hora":



Una sociedad secreta, el placer más antiguo de la humanidad, las olvidadas y el siniestro plan de una mujer conocida como La DAMA desfilan por este thriller trepidante, donde la inspectora Henriette debe confiar en una reclusa para esclarecer el caso más perturbador de la historia de Kassel: Alemania. Jueces, abogados, policías, banqueros y hasta la cúpula del ejército tenían el mismo fin en sus noches desatadas. Todas ellas participaban por voluntad propia olisqueando el poder y el dinero, pero cuando quedaban embarazadas, ya eran las mujeres olvidadas. La DAMA, esa mujer de vestido oscuro, la única que se paseaba por la mansión vestida, pronto se revela a todos ellos. Treinta y cinco años después un perro llamado Borg desentierra una bolsa que contiene siete miembros viriles disecados y siete fotografías de bebés. Una psicóloga llamada Annegret y condenada por un delito de canibalismo, se presta para ayudar a la inspectora Henriette. Algo nada común.
 

Sobre el autor:



Crecí y empecé a escribir influenciado por el maestro del terror y el drama, Stephen King. Soy el autor de la biografía de su primera etapa como escritor. Además, he escrito una antología basada en la caja que encontró la cual pertenecía a su padre que era también escritor. Ahora escribo antologías y novelas de terror, suspenses y thrillers. Ya he publicado "Los inicios de Stephen King", "La caja de Stephen King", "La historia de Tom" la saga de zombis "Infectados", "Miedo en la medianoche", "Toda la vida a tu lado", "Arnie", "Cementerio de Camiones", "Siete libros, Siete pecados", "El hombre que caminaba solo", "La casa de Bonmati", "El vigilante del Castillo", "El Sanatorio de Murcia", "El maldito callejón de Anglés", "El frío invierno", "Otoño lluvioso", "La primavera de Ann", "Muerte en invierno", "Tú morirás", "Ojos que no se abren", "Una sombra sobre Madrid", "El juego de Azarus", "Mi lienzo es tu muerte", "Aquel frío invierno" y "Crímenes en verano". Pero no serán las únicas que pretendo publicar. Hay más. Mucho más.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jul 2021
ISBN9798201604523
Solemn la hora

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    Solemn la hora - Claudio Hernández

    Este libro se lo dedico, una vez más, a mi esposa Mary, quien aguanta cada día niñeces como esta. Y espero que nunca deje de hacerlo. Esta vez me he embarcado en otra aventura que empecé en mi niñez y que, con tesón y apoyo, he terminado. Otro sueño hecho realidad. Ella dice que, a veces, brillo... A veces... Incluso a mí me da miedo... También se lo dedico a mi familia y especialmente a mi padre; Ángel... Ayúdame en este pantanoso terreno... Pero tengo a Sheila para recorrer este camino...

    Solemn la hora

    1

    ––––––––

    Aquella mañana de un día cualquiera de primavera, Borg buscaba un lugar para levantar la pata y estrellar su preciado líquido amarillento contra las portezuelas de las farolas. Cualquiera servía. Sí, esas pequeñas tapaderas que ocultan todos los cables y un gran condensador eléctrico. Pero esa jodida mañana había ido mucho más lejos. Más hacia el bosque, atravesando un camino cubierto por una manta verde. Musgosas hierbas lo bordeaban, conservando las gotas de agua en un extremo de todas y cada una de las hojas. Estas parecían querer convulsionarse para desprenderse de ellas.

    Y el can horadó uno de esos espacios de la Naturaleza. Parecía que Kassel era la única ciudad en la que se respetaban las flores, las plantas así como los encorvados árboles vejestorios que se erguían, junto a los más jóvenes, como estacas clavadas en suelo firme.

    Fue el primero en aplastar lo que en el desierto sería un matorral, pero aquí era un buen puñado de hojas. Su hocico, húmedo, parecía seguir algo que le llamaba poderosamente la atención. Sus ojos titilantes, dentro de sus cuencas, se habían vuelto enrojecidos, y la lengua asomaba por un lado de su boca babeante.

    Avanzó a todo trapo en medio de la vegetación, poniéndose cada vez más nervioso. Hasta que su respiración se pudiera escuchar a un kilómetro a la redonda. Justo el perímetro en el que se encontraba su dueño, Markus: un jubilado de cuerpo enclenque, muy al estilo americano, aunque era alemán desde hacía 71 años. Su cabello blanco ondeaba en la brisa, que no era precisamente del mar. Sino un poco de viento que, incluso, podía mover las hojas de todo el bosque. Vestía un pantalón vaquero desteñido y una camisa a cuadros, blanca y negra. En uno de sus dedos, un anillo de oro destellaba bajo los rayos del sol como el jodido tesoro de Frodo. Pero ya estaba viudo.

    Movió los labios y escupió un silbido que atravesó el aire rasgándolo en dos y alguien, en alguna parte, había hecho eco de aquel ruido tan agudo.

    Borg se detuvo orientando las orejas hacia la procedencia del sonido. Un pequeño gruñido indicó que había reconocido a su amo. Aquel estrepitoso ruido, que le molestaba muy a menudo, significaba algo: «ven, Borg, que coño, estás haciendo y dónde».

    El can volvió a agachar la cabeza y sobre la hierba solo se vislumbraba su rabo blanco, tan tieso como un remo apuntando a las nubes esponjosas de esa mañana.

    Markus miró en la distancia con sus pequeños ojillos lagrimosos y soltó un improperio:

    —Maldito hijo de puta.

    Después de rezongar, sus pies le llevaron hacia el final de la calle, justo hacia el camino del bosque. Donde nadie iba nunca. Una cosa muy curiosa en Kassel. Decían que allí dentro, entre las ramas, algo con garras en las manos te cortaba el cuello, ya fuera de día o de noche. Y que parecía ser una especie de árbol animado. Con vida propia.

    Pura leyenda.

    Pero los corazones de los críos se desbocaban cuando rondaban con la línea imaginaria de esos dos mundos paralelos. El de la realidad y la fantasía. Mejor era tomar toda la precaución del mundo, muy testarudos ellos.

    Borg seguía adentrándose en el bosque de forma vertiginosa y vigorosa, aunque tenía la cabeza gacha y arrastraba su lengua sobre la hierba húmeda. Aquel olor le atraía fervientemente. Era tan dulce como empalagoso. Y denso, al mismo tiempo. Sus ojos se volvían cada vez más locos orbitando en sus cuencas, que parecían agrandarse por momentos. Markus lo llamó por su nombre y éste lo escuchó, pero esta vez no levantó la cabeza. Simplemente se detuvo, olisqueó el musgo y, gruñendo, empezó a escarbar: primero, hundiendo el hocico lleno de mocos; y, después, con sus pezuñas.

    Cuando ya había escarbado, casi medio metro de profundidad, Markus lo tenía a tiro, es decir, lo estaba observando y con algo de curiosidad. El can, que se estaba meando con ganas, aguantaba la vejiga lacerante mientras a su dueño se le estaban disparando las pulsaciones de su corazón. Evidentemente, por la carrera que le había supuesto dar para encontrar a su jodida mascota, la cual era tan grande como un poni: un cruce entre un San Bernardo y... No lo sabía.

    Nunca lo había descubierto.

    —¿Por qué cojones estás haciendo ese maldito agujero, Borg? —La voz del anciano sonaba casi quebrada y algo rasgada, como si en el pasado hubiera sido el mejor roquero del mundo hasta que le habían salido pólipos en las cuerdas vocales.

    Y, entonces, el perro se detuvo.

    2

    Debía ser algo raro en Kassel, pero ella, Henriette Penz, la inspectora más sensual de toda la provincia, era morena cuando el 99 % de las mujeres eran todas rubias. Eso le hacía sentir diferente y algo especial, porque, además, tenía los ojos verdes: solo un 2 % de los humanos ostentaban este color.

    Su largo cabello liso lamía sus hombros y su rostro era algo tan perfecto como casi imposible de descubrir las palabras que lo describieran bien. Sus labios eran algo voluminosos; su nariz, casi respingona; y los pómulos saltaban, con su particular círculo

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