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El precio de la codicia: Daniel y los pecados capitales, #1
El precio de la codicia: Daniel y los pecados capitales, #1
El precio de la codicia: Daniel y los pecados capitales, #1
Libro electrónico445 páginas5 horas

El precio de la codicia: Daniel y los pecados capitales, #1

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El precio de la codicia
Michael Clasen

Los teóricos del género de ficción criminal han discutido durante años cuántos motivos imperiosos puede haber para el crimen. Sin entrar en esta discusión en detalle, y aunque diferentes crímenes y diferentes motivos juegan un papel en esta novela, este autor quisiera afirmar que la novela «El precio de la codicia» trata de un crimen cuyo motivo pertenece a los clásicos pecados capitales, a saber, la codicia. Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha sufrido innumerables plagas que se volvieron inofensivas o casi exterminadas en el siglo XX gracias al uso de antibióticos. Hoy en día, una sola profesión en Dinamarca está en proceso de imponer una nueva plaga en todo el mundo con el SARM, contra el cual no hay cura hasta ahora.
Es mi mayor deseo que dentro de unos años esta pieza de ficción sea vista como ciencia ficción, y no como una pesadilla que se ha hecho realidad.

Durante el proceso de escritura me di cuenta de lo poco que sé sobre los grandes y pequeños detalles. Se puede obtener mucha información en Internet y sería imposible nombrar todos los sitios a los que he acudido para investigar. Solo agradezco a la Providencia que exista esta fuente infinita de hechos y mentiras.

Me gustaría aprovechar esta oportunidad para agradecer a todas las personas que me han ayudado con apoyo, transferencia de conocimientos y buenos consejos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 jul 2021
ISBN9781667408408
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    Vista previa del libro

    El precio de la codicia - Michael Clasen

    Traducción de Alvaro Soldevila Ribelles

    «El precio de la codicia»

    por Michael Clasen

    Copyright © 2020 Michael Clasen

    Todos los derechos reservados.

    Publicado por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido del danés por Elena Teuffer

    Título original: Grådighedens pris © 2018 Michael Clasen

    Diseño de la encuadernación © 2020 Anne Clemensen

    «Babelcube Books» y «Babelcube» son marcas comerciales de Babelcube Inc.

    PIGGIES

    Have you seen the little piggies

    Crawling in the dirt

    And for all the little piggies

    Life is getting worse

    Always having dirt to play around in.

    Have you seen the bigger piggies

    In their starched white shirts

    You will find the bigger piggies

    Stirring up the dirt

    Always have clean shirts to play around in.

    In their sties with all their backing

    They don’t care what goes on around

    In their eyes there’s something lacking

    What they need’s a damn good whacking.

    Everywhere there’s lots of piggies

    Living piggy lives

    You can see them out for dinner

    With their piggy wives

    Clutching forks and knives to eat their bacon.

    George Harrison, 1968

    GITTA

    JUEVES, 5 DE OCTUBRE

    En la tenue luz de la habitación de hospital, un hombre mayor y canoso estaba sentado y sostenía la mano de su hija. Había estado ahí inmóvil desde anoche. En un par de ocasiones había cerrado los ojos, pero con fuerza de voluntad, rápidamente los abría de nuevo.

    Su hija, de 40 años, murió a las tres y media de la mañana. En paz.

    Pudo escuchar cómo su dificultosa respiración se volvía cada vez más superficial y, después de solo medio minuto, se había detenido por completo. Eso era probablemente lo que se entendía por una muerte tranquila.

    Una enfermera mayor vino corriendo y encendió la brillante luz del techo de la habitación de la enferma. Echó un vistazo experimentado al monitor encima de la cama, comprobando que la respiración y los latidos del corazón se habían detenido. Presionó el timbre para pedir más personal e inmediatamente comenzó a examinar a la paciente ella misma.

    El hombre alto y canoso se puso de pie pesadamente y sin decir una palabra cruzó despacio la habitación, bajó las escaleras hasta el pasillo del hospital sumido en el silencio de la noche y salió al oscuro aparcamiento frente al hospital. En aquel momento solo había unos pocos coches allí. Fue a su Range Rover negro y se encerró dentro.

    Se sentó en el asiento del conductor y miró fijamente a la oscuridad. Las primeras lágrimas brotaron de sus ojos y corrieron por sus mejillas arrugadas. Preparaban el camino para el verdadero derrumbamiento. Su rostro se retorció en una mueca grotesca, se inclinó sobre el volante y sollozó fuerte y dolorosamente en la negra noche de otoño. Knud Emmanuel Tranedal lloró por primera vez en muchos, muchos años. La última vez había sido 40 años atrás cuando nació su amada hija Gitta y su madre murió unas semanas después de dar a luz.

    ––––––––

    Ahora Gitta también estaba muerta.

    *

    Knud E Tranedal, a quien su familia, amigos y empleados llamaban solamente Knud E, se convirtió en padre a la edad de 34 años.

    Durante muchos años había vivido soltero. Pero para sorpresa de muchos, dos años antes del nacimiento de su hija, se casó con la baronesa alemana Elise von Löwenstein, de solo 24 años. Era la hija de la casa en la finca donde Knud E y algunos de sus amigos acudían invitados a ir de caza de vez en cuando. La joven rubia y el encantador hombre del mundo se atrajeron mutuamente enseguida y, después de tres meses de encuentros secretos en varias ciudades europeas, se casaron. Dos años más tarde Elise dio a luz a su única hija, Birgitta, a la que siempre llamaron Gitta. La niña fue bautizada en presencia de la entonces Reina Viuda y fue la estrella de los ojos de su padre. Elise, sin embargo, se hundió en la más profunda depresión posparto y, mientras Knud E estaba en un viaje de negocios, tomó una sobredosis de pastillas que le causó la muerte.

    A Knud E le llevó varios años superar la muerte de Elise. Pero fue el sentido del deber hacia su hija lo que le ayudó a participar en la vida de nuevo, por el bien de Gitta. Gitta se convirtió en una hija de papá de un tipo muy especial. Mucha gente pensaba que ya estaba mimada de una manera terrible, y había algo de verdad en eso. Por otro lado, Knud E también le exigía mucho.

    Pasó los primeros años en la escuela primaria y secundaria de Haubjerg y se convirtió en una alumna particularmente alegre y talentosa. Como muchas otras chicas, a Gitta le encantaban los caballos y disfrutaba de la equitación. Para su sexto cumpleaños recibió como regalo su primer pony.

    A cierta distancia del edificio principal de la finca de Tranedal un viejo edificio de piedra con juntas encaladas había escapado a la demolición. Knud E mandó construir allí unas instalaciones de equitación, con pistas interiores y exteriores para la doma y el salto, rodeadas de grandes áreas de pastos para que los caballos de montar pudieran pastar en libertad. Aquí es también donde comenzó la extensa red de caminos de herradura, que discurría por kilómetros a través de los extensos bosques y praderas pertenecentes a la finca Tranedal.

    Después de unos años, Knud E decidió enviar a Gitta al internado de Herlufsholm, donde él mismo había ido a la escuela y que ahora estaba abierto a las chicas. Con mucho trabajo y no menos por su inteligencia innata, se convirtió en la mejor estudiante de su escuela, de donde se reclutaba a la élite  del país. Después de graduarse de la escuela secundaria, Gitta se matriculó en la Escuela de Negocios de Copenhague por consejo de su padre. En un tiempo récord estudió administración de empresas y se graduó con excelentes calificaciones. Más tarde Gitta se mudó a Londres y comenzó a trabajar en un banco internacional. Se enamoró del hijo del jefe, pero después de unos años se separaron y Gitta volvió a Tranedal, decepcionada pero mucho más sabia.

    A la edad de 37 años, un año después de que su padre cumpliera 70, estaba lista para unirse al consejo de administración de la finca. Knud E estaba encantado. Ahora su amada y perdida hija había regresado a casa. Y también había regresado a su herencia familiar, lista para ocupar el lugar que le correspondía en la finca. Él mismo disfrutaba de una buena salud mental y física, pero era hora de que el futuro se se instalara en la hacienda familiar. Elaboró un plan para que su hija se encargara gradualmente de la administración de la finca. Sin embargo, nunca le mencionó a Gitta que ella también estaba obligada a darle un heredero.

    La antigua vivienda del administrador se modernizó y se amuebló para ella de la forma más exquisita y comenzó a trabajar como brazo derecho de su padre en la administración de la finca. Knud E entregó a su hija un área de gestión tras otra y ella nunca se quejó, sino que por el contrario se familiarizaba rápidamente con las nuevas áreas de trabajo. En silencio, Knud E se regocijaba y se felicitaba a sí mismo por la fantástica hija que tenía. Al principio le sorprendió el estilo de gestión de su hija. Él siempre había dirigido el destino de la finca desde su oficina en el edificio principal y solo en contadas ocasiones a lo largo del año se le veía en los bosques, prados y establos por negocios. Muchos de sus empleados apenas conocían a su jefe y solo le veían en ocasiones como la fiesta de Navidad y la fiesta de la cosecha, donde les daba las gracias y brindaba por sus esfuerzos. Gitta, por el contrario, se organizó la agenda para salir de la oficina una vez a la semana, ponerse botas de goma y recorrer los establos con los distintos administradores e inspeccionar el terreno con ellos. Era claramente un estilo diferente, más moderno, pero aparte de eso no había nada más que Knud E pudiera objetar al trabajo de su hija. Estaba contento de que el cambio generacional se produjera tan fluidamente. El siguiente relevo generacional ya no era de su incumbencia, así que trataba de no pensar en ello. Y ahora, de un solo golpe, todo había terminado.

    Una semana antes, Gitta había salido para uno de sus paseos rutinarios por la finca. Había elegido su caballo favorito, César, un semental de seis años que ella misma había domado.

    El bosque tenía los más bellos colores de otoño, pero aquel viernes por la tarde llovió a cántaros. En muchos lugares se habían formado charcos de considerable profundidad y muchos caminos de herradura entre las colinas de la finca estaban hechos verdaderos barrizales. Aunque caballo y jinete conocían la zona y se entendían a la perfección, el accidente ocurrió en un lugar por el que a menudo habían pasado juntos. César resbaló en el barro y se cayó. Gitta aterrizó bajo el gran animal, que se revolvió presa del pánico. Cuando César llegó al establo sin jinete, se inició una frenética búsqueda con los tres vehículos todoterreno de la finca. Knud E encontró a su hija en el lugar donde había caído, sucia, indefensa y con una fractura abierta en el muslo. Media hora más tarde llegó la ambulancia, Gitta fue trasladada al hospital de Haubjerg y llevada directamente al quirófano.

    Los experimentados cirujanos traumatólogos recompusieron la fractura del fémur con varias piezas de plata y tornillos inoxidables. Knud E se quedó sentando solo en la lúgubre sala de espera. Después de una hora el cirujano pudo decirle que la operación había ido bien, Gitta estaba todavía bajo los efectos de la anestesia y ahora necesitaba descansar y dormir.

    —Vuelva mañana —le dijeron.

    *

    El viernes siguiente a la muerte de Gitta el funeral tuvo lugar en la pequeña capilla en un ala lateral del edificio principal. La pequeña sala barroca se llenó a reventar y muchos invitados tuvieron que esperar fuera durante la ceremonia. El ataúd fue portado por Knud E, con una cara inexpresiva, como una máscara, y cinco empleados de alto rango de la finca. El cortejo fúnebre siguió al ataúd en procesión hasta un extremo distante del parque. Allí, protegido por un semicírculo de viejos robles, se encontraba el cementerio de la familia Tranedal. Gitta fue enterrada al lado de su madre, a quien nunca había conocido. En el banquete fúnebre que se celebró a continuación en el picadero cubierto se notó que Knud E no estaba presente. El lunes siguiente por la mañana fue al hospital porque tenía una cita con el médico jefe.

    ALGO PARA REFLEXIONAR

    LUNES, 16 DE OCTUBRE

    Knud Emmanuel Tranedal nació en 1942. Nunca conoció a su padre, que había jurado lealtad a Hitler y se había unido voluntariamente a los Freikorps daneses. Luchó como oficial en el lado alemán y cayó en el frente oriental.

    Knud E creció con su madre anémica, que le hizo cuidar por niñeras hasta que tuvo la edad suficiente para ser enviado a un internado.

    Knud E era el único heredero de la hacienda Tranedal.

    Estaba situada en el extremo de Selandia, a 25 kilómetros de la siguiente ciudad más grande, Haubjerg.

    Tranedal significaba literalmente valle de grullas, en referencia a esas aves migratorias que descansaban en la finca cada primavera y otoño. La granja ha sido administrada por la familia de Knud E durante generaciones, por lo que éste también acabó convirtiéndose en el nombre de la familia.

    La finca incluía extensas tierras, incluyendo bosques, praderas y tierras de cultivo, así como algunos apartamentos de alquiler. El bosque de Nysø con su lago también pertenecía a Tranedal. Además había tres grandes granjas que estaban dirigidas por administradores bajo el control del terrateniente y eran directamente responsables ante él. En las tres granjas había grandes instalaciones donde se producían decenas de miles de cerdos cada año utilizando los métodos más modernos. En la cuarta granja, Gerdasminde, uno de los administradores de Knud E dirigía una granja de visones.

    Además de sus propiedades, Knud E poseía acciones en lucrativas empresas danesas de renombre; algunas de ellas estaban relacionadas con el sector agrícola y otras eran más industriales. Formaba parte del consejo de administración de cuatro de estas compañías, en una de ellas incluso como presidente. Sin embargo, el mayor paquete de acciones en sus manos eran las de la mundialmente famosa compañía farmacéutica SanoDan.

    Durante su estancia en el instituto Herlufsholm, había hecho muchos amigos y se había mantenido en contacto con algunos de sus compañeros de la época hasta el presente. Por supuesto, había muchos con los que no se reunía tan a menudo, pero muchos participaban en las legendarias cacerías de Tranedal con la consiguiente compañía, a las que asistían miembros de la familia real y muchos otros representantes de la rica e influyente clase alta danesa. Durante los años en los que Gitta estaba totalmente ocupada en su crecimiento y la escuela, su padre también lo estuvo. Había sido elegido presidente de la junta de la Asociación Danesa de Productores de Cerdo y, como tal, era también vicepresidente de la poderosa Asociación Danesa de Agricultores y Ganaderos, a la que se le había dado el nombre más atractivo y accesible para la ciudadanía, Fresco en tu mesa.

    *

    Durante el día, el aparcamiento del hospital siempre estaba lleno. En realidad, solo debía permitirse el acceso a los coches de los empleados, pacientes de día y visitantes. Cuando el hospital se construyó directamente detrás de una de las calles comerciales de Haubjerg, nadie podía imaginar que al final el parking también lo utilizarían ciudadanos que estaban en la ciudad por otros asuntos. Y cuando unos años atrás se había ampliado el hospital, unos cientos de plazas de aparcamiento desaparecieron bajo los nuevos edificios.

    Así que Knud E aparcó su Range Rover negro cerca del centro en el aparcamiento subterráneo de la ciudad y caminó hasta el hospital bajo el brillante sol de la mañana. Era claramente un caballero de edad avanzada caminando por la ciudad. Alto, con una postura erguida y un andar firme que dejaban claro que era un hombre acostumbrado a que los demás le abrieran el paso. Llevaba una chaqueta loden fabricada en Alemania y botines con cordones. No llevaba sombrero y así podía verse su pelo en una melena corta y algo canosa, abundante a pesar de su edad, sin ni siquiera entradas. Su cara, con un poderoso mentón dividido por un hoyuelo, estaba cuidadosamente afeitada.

    El doctor estaba de pie en el pasillo, dispuesto para recibirlo. Con una sumisión completamente atípica para su posición, invitó a Knud E entrar en su oficina antes de presentarse:

    —Jens Nielsen.

    La placa con su nombre indicaba «Médico Jefe». Daba la impresión de que sabía perfectamente con quién estaba tratando. Mientras se inclinaba ligeramente, preguntó:

    —¿Una taza de café?

    —No, gracias. Me ha pedido que viniera. ¿Qué puedo hacer por usted, doctor Nielsen?

    —Bueno, hemos pensado que lo mejor era que habláramos de nuevo sobre la trágica muerte de su hija... ¿Cómo se encuentra, señor Tranedal?

    —Gracias por su interés, pero no tiene que preocuparse por mí. solo vaya al grano. ¿Qué es lo que quiere hablar conmigo?

    El doctor se sonrojó avergonzado y aclaró su garganta varias veces.

    —Sí, bueno... Verá, señor Tranedal, la fractura de la pierna de su hija fue, por supuesto, el resultado de un enorme traumatismo, pero quirúrgicamente no fue complicado y la operación se realizó como cabría esperar en estos casos, es decir, sin complicaciones.

    El doctor miró a Knud E a los ojos antes de continuar:

    —Como sabe, la situación no se volvió crítica hasta unos días después. Estaba claro que la herida de la pierna de su hija se había infectado y después de otros dos días la infección se había convertido en una septicemia.

    Durante la explicación del doctor, Knud E estaba sentado inmóvil y observaba al doctor manifiestamente nervioso.

    —Ya sé todo eso, doctor. Vaya al grano.

    —Hemos tratado a su hija con los antibióticos más eficaces que teníamos a nuestro alcance, señor Tranedal, ¡pero no sirvieron de nada!

    Para confirmar que aquello ya estaba claro para él, Knud E suspiró profundamente y echó una mirada a su Rolex para dejarlo bien claro. El doctor ya estaba en zona segura y no dejó que el comportamiento de Knud E le perturbara. Con voz firme preguntó:

    —¿Las siglas SARM CC398 significan algo para usted, señor Tranedal?

    —Mi granja cría más de 200.000 cerdos al año, ¡por supuesto que conozco el nombre!

    La voz de Knud E también se había vuelto más aguda.

    —¿Y su hija visitaba las instalaciones todos los días?

    —Por supuesto.

    —¿Había sufrido alguna enfermedad infecciosa reciente?

    —Estaba sana y en forma como siempre.

    —Aparentemente no del todo. Averiguamos que había estado tomando un antibiótico de amplio espectro para una metritis, una infección uterina persistente. ¿No le había hablado de eso?

    Después de un breve silencio, Knud E respondió con un tono tajante:

    —No hablábamos de esas cosas, doctor Nielsen. ¿Pero qué tiene que ver con su... muerte...

    Se quedó ensimismado por un momento.

    —... ¿qué tiene que ver con su muerte? Seguro que una infección de útero no es una enfermedad mortal.

    —No, en realidad no. A menos que el tratamiento con antibióticos haya destruido toda la flora bacteriana sana que normalmente evitaría la infección por SARM CC398.

    *

    Después de comer, Knud E fue solo a la parcela familiar de la finca, seguido de su viejo y reumático labrador Lucky. La tumba de Gitta estaba cubierta con ramos de flores y coronas de colores otoñales. Se sentó en el banco de piedra y miró fijamente al vacío. El perro se había acostado junto a él, cansado. No se podía descartar que el viento de otoño fuera el culpable de la única lágrima que corrió descendiendo por su mejilla.

    ¡Imaginar que solo se necesitaba un estúpido accidente de equitación para arruinar todos sus planes! Todo el sentido de su vida dependía de Gitta y su felicidad. ¡Y ahora ella estaba ahí abajo! Era insoportable.

    ¡SARM CC398! ¡Que si el término significaba algo para él! Por supuesto que lo conocía. El veredicto del doctor fue claro: Gitta había muerto de una infección por SARM CC398. La bacteria Staphylococcus resistente a la meticilina, que lleva el nombre científico de SARM CC398, es conocida vulgarmente como «bacteria porcina», quizás no muy acertadamente. Las bacterias SARM también se producen en los hospitales y asilos, donde se luchaba contra ellas desde hacía varias décadas. En cambio, ahora se propagaban principalmente en la mayoría de los criaderos de cerdos daneses. Las pruebas de laboratorio del hospital habían confirmado que la bacteria que había matado a Gitta provenía de uno de los criaderos de cerdos de la Finca Tranedal que ella dirigía.

    Knud E dejó que sus pensamientos vagaran por el pasado.

    Como presidente de los productores daneses del sector porcino se había creado muchos rivales, si no enemigos directos. Durante muchos años, era considerado por el público como el adalid del lobby más despiadado y miope del país. Con subterfugios y medias verdades, incluyendo la sutileza retórica, había luchado por los intereses de su sector. Le invitaban regularmente a entrevistas en televisión, radio y prensa, donde desplegaba su forma agresiva y populista de debatir y atropellaba a sus interlocutores con mentiras y retórica de bulldozer. Al ser uno de los mayores criadores de cerdos del país, a menudo estaba en mitad de la línea de fuego. Muchos recordaban, incluso después de muchos años, su aparición en un programa de televisión en el que se burlaba y ridiculizaba a los ecologistas y científicos que advertían de los peligros del SARM. Creían que el tratamiento con antibióticos era una bomba de relojería, no solo para el país sino para el mundo entero. Terminó el debate con un comentario arrogante de que sabía él más que aquellos estudiantes intelectuales de izquierda y lectores de prensa ecologista y salió enojado del estudio.

    Durante aquellos años, cada vez más conciudadanos se dieron cuenta de que la agricultura actual estaba bastante lejos de lo que habían aprendido en la escuela. Mientras la aportación del sector agropecuario al producto nacional bruto danés disminuía constantemente, esa rama de la economía evolucionaba hacia métodos puramente industriales. Los productores agropecuarios (ahora ya no era lo bastante fino llamarse agricultores o ganaderos) pasaron a referirse a sus animales como unidades de producción y a tratarlas como tales. De los campos cultivados industrialmente, el estiércol líquido y las toxinas eran vertidos a los lagos, ríos y fiordos. El bienestar animal se convirtió en un concepto ignorado. Los agricultores actuaban como si fueran dueños de toda la tierra y tuvieran derecho a bonificaciones financieras incluso para las operaciones más triviales y naturales. En resumen, los agricultores daban la impresión de ser el grupo profesional más codicioso y despiadado de Dinamarca. ¡Maldita sea! No podía ser verdad que los ambientalistas, los ecologistas y los hippies trasnochados tuvieran razón. ¡Él mismo había sido criador de cerdos durante años y no se había puesto enfermo ni un solo día! ¿Sería posible que su propia arrogancia y su participación en el lobby agropecuario hubieran contribuido a la muerte prematura de su amada hija? ¡No podía creerlo! Pensamientos confusos daban vueltas y vueltas en la cabeza de Knud E mientras volvía a casa al anochecer.

    BACTERIAS

    JUEVES, 9 DE NOVIEMBRE

    Durante el mes siguiente, los empleados de la finca apenas vieron a su jefe y fue difícil contactar con él. Dio instrucciones a sus empleados de más alto rango para que encontraran y contrataran a una persona que pudiera hacerse cargo de las tareas que desempeñaba Gitta.

    Y después debían preparar la venta de todos los caballos de la finca.

    Por lo demás, hizo saber que no quería ser molestado, por muy urgente que fuera. Eran sus órdenes y es lo que se hizo.

    Hiciera el tiempo que hiciera, iba cada día a la tumba de Gitta, donde se sentaba inmóvil en el banco durante mucho tiempo y, por lo que parecía, se quedaba mirando al vacío. Ni su postura ni su expresión facial revelaban lo que estaba pasando por su cabeza. El personal de la finca cuchicheaba a sus espaldas, preguntándose si habría perdido la cabeza por el dolor. No lo había hecho. Al contrario, estaba haciendo planes de futuro ¡a sus respetables 74 años!

    Durante el período de transición inmediatamente posterior a la muerte de Gitta, consideró brevemente la posibilidad de soltar todas las riendas, retirarse de todos los cargos, crear un fondo que se encargara de la gestión del patrimonio y jubilarse. Pero pronto se le ocurrió otra idea. Su sentido del deber le impulsó a asumir la responsabilidad de los graves errores que había cometido y sus fatales consecuencias. Para ese proyecto necesitaba todas las plataformas, redes y posiciones de poder a su disposición.

    Tomó una primera decisión: nunca más participaría en debates sobre el uso de medicamentos y productos químicos. Y nunca más haría pública su opinión sobre el SARM. Había otros que estaban listos para asumir su función en aquel contexto, y solo unos pocos idiotas aislados se preguntarían qué había sido de Knud E

    Su segunda decisión se refería a un proyecto completamente diferente que quería abordar. Era presidente de la junta directiva de la compañía farmacéutica SanoDan, que tenía oficinas, departamentos de investigación y fábricas en cuatro continentes. Sin embargo, la oficina más grande seguía estando en Sletved, a unos 50 km al sur de Haubjerg, donde trabajaban más de 3000 personas. Allí también se celebraban las reuniones de la junta directiva.

    El director de uno de los departamentos de investigación más secretos se llamaba Lars Krebs. Su padre era uno de los antiguos compañeros de escuela de Knud E del internado Herlufsen y murió trágicamente en su avión privado cuando Lars era un niño. Los 40 científicos internacionales de Lars Krebs trabajaban en proyectos de investigación en inmunología, entre otras cosas. Era difícil de prever si SanoDan ganaría algo con él, pero quién sabe. Durante años siempre había invitado a Lars Krebs a las famosas cacerías de Tranedal, pero desde que Knud E dominaba el debate público en su campaña contra los críticos del SARM, Lars había rechazado la invitación todos los años.

    En una oscura y lluviosa tarde de noviembre, Knud E llamó por teléfono a Lars, quien sonó audiblemente sorprendido.

    —No quiero alargar mucho la llamada. Necesito hablar contigo. ¿Me harías el favor de venir?

    —¡Claro que sí!

    *

    El mismo Knud E abrió la imponente puerta del edificio principal y condujo a Lars Krebs hasta el gran salón. Los dos hombres se saludaron con un firme apretón de manos y un intenso contacto visual.

    En el salón de caballeros, Knud E sirvió para ambos unas generosas dosis de coñac añejo. Se sentaron en los profundos y desgastados sillones Chesterfield bajo los trofeos de caza disecados y se tomaron el tiempo de disfrutar del aroma y los primeros sorbos del precioso líquido. Un fuego ardía en la chimenea abierta y Lucky, el perro de caza, se tumbó delante dejando que las llamas le calentaran.

    Lars Krebs tenía mediados los cincuenta años, era delgado, llevaba gafas y estaba casi completamente calvo. Tenía el irritante hábito de aclararse la garganta varias veces antes de hablar. Estaba casado y tenía dos hijas casi adultas.

    Cuando perdió a su padre, Knud E le había ayudado financieramente durante sus estudios. Más tarde lo recomendó para un puesto en el departamento de investigación microbiológica de SanoDan. A partir de entonces, Krebs se había abierto camino por méritos propios hasta su actual puesto, altamente remunerado y de gran responsabilidad, como jefe de uno de los departamentos que SanoDan mantenía en absoluto secreto. El comité ejecutivo no esperaba necesariamente resultados lucrativos en esta investigación altamente especializada bajo el liderazgo de Krebs. Los biólogos y químicos del departamento habían sido reclutados entre la élite internacional y en general tenían vía libre para decidir qué rompecabezas científico querían resolver a continuación. Si lograban resultados de utilidad práctica, estaba bien. Pero aunque solo contribuyeran a nuevos conocimientos científicos básicos, la dirección y el consejo de administración lo consideraban una obligación social inherente a una empresa de su categoría. A cambio, todo el departamento de Krebs estaba cubierto por las más estrictas cláusulas de confidencialidad. Todos los que trabajaban en la industria farmacéutica eran conscientes del riesgo de espionaje industrial. SanoDan también contaba con un departamento entero que se aseguraba de que los huevos de oro que iba produciendo la compañía se mantuvieran en secreto hasta que estuvieran listos para eclosionar. Incluso el consejo de administración y su presidente Knud E eran informados solo de forma superficial.

    Knud E abrió la conversación.

    —Soy muy consciente, Lars, de que nunca te han gustado mis opiniones sobre el SARM. Y seguro que tampoco te gustó la forma en que las expresaba. Por supuesto, también he notado tus negativas a mis invitaciones en estos últimos años. No, por favor no me interrumpas. Sé que no compartes mis puntos de vista, y lo respeto. Sin embargo, he echado de menos tu compañía en nuestras cacerías. Sabes que Gitta ha muerto y me gustaría decirte algo ahora que, por favor, debería quedar entre tú y yo. ¡Gitta murió de una septicemia causada por SARM! Los médicos están completamente seguros. ¡Y la cepa de la bacteria procede de uno de nuestros propios criaderos! No, por favor, déjame terminar, enseguida te cedo la palabra. Desde que me enteré de la causa de la muerte de Gitta, me he estado devanando los sesos como un loco y debo admitir que he revisado completamente mis puntos de vista. Estoy dispuesto a participar en la lucha contra el SARM, pero no tengo el conocimiento técnico necesario para actuar de forma apropiada. Por eso te pido que me actualices la información sobre esta plaga, especialmente en lo que respecta a su historia y la situación actual en palabras que entienda un viejo ganadero.

    Siguieron unos minutos de silencio antes de que Krebs aclarara su garganta y dijera:

    —Querido Knud E, no sabes cuánto me afectan tu pérdida y tu dolor por la muerte de Gitta, te acompaño en el sentimiento. No obstante, me complace mucho que estés dispuesto a dejar de lado tus opiniones porque eran obsoletas, poco científicas e irresponsables. Te digo ahora con la confianza que nos da el que fueras compañero de escuela de mi padre, que me hayas ayudado a mantenerme en pie y además ahora seas mi jefe:actuaste como un toro salvaje, egoísta y estrecho de miras. Pero bueno, ahora por fin podemos hablar con franqueza.

    —Ahora por favor, olvida el pasado y enséñame todo lo que no sé.

    Durante las siguientes dos horas y media, Lars Krebs explicó a su antiguo mecenas dónde estaban sus errores de razonamiento y cómo funcionaba el mundo bacteriológico, dejando de lado los oscuros intereses comerciales.

    —Las bacterias están en todas partes. ¡Y es una suerte! Sin bacterias no habría seres vivos en la Tierra. El mundo de las bacterias es realmente diverso, hay millones de especies muy diferentes entre sí. Las bacterias son extraordinariamente pequeñas. No puedes verlas a simple vista y a pesar de ello, ¡todas las bacterias del mundo juntas pesan 2000 veces más que toda la humanidad! Tú y yo y todas las demás personas tenemos cerca de un kilo y medio de bacterias en nuestro tracto digestivo. Probablemente suena peligroso y poco apetitoso, pero no podemos sobrevivir sin ellas. La gran mayoría de las bacterias son completamente inofensivas para nosotros, y muchas de ellas son realmente útiles. Algunas bacterias son incluso necesarias para que podamos aprovechar los alimentos que comemos y producir vitaminas esenciales. En resumen, estamos colonizados por miles de millones de bacterias desde la cavidad oral hasta el recto... ¡y no exgero el número! Y eso está perfectamente bien mientras permanezcan en el tracto digestivo y no lleguen a nuestro torrente sanguíneo.

    Una sola bacteria puede desarrollarse en una colonia entera porque se multiplican por división; no

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