El 4 de diciembre de 1926 Londres amanece con una sorprendente noticia en los periódicos: «Extraña desaparición de la más famosa escritora de crímenes». Esa mañana se ha encontrado un automóvil, un Morris Cowley gris, accidentado en el arcén de un camino de tierra. Cerca de la cantera de Surrey. En el interior: un abrigo de piel. Una maleta abierta. Y un carnet de conducir caducado. En el Daily News publican en primera plana tres fotografías de la desaparecida. La fotografía central, con su último aspecto. A la derecha, la misma fotografía, pero añadiendo gafas y flequillo al rostro. A la izquierda, de nuevo la misma fotografía, pero con coleta y pendientes. Abajo, un nombre, Agatha Christie.
Agatha tenía 37 años. Gozaba de gran popularidad. Su novela El misterioso caso de Styles había alcanzado el éxito. Durante cuatro años Agatha había presentado la obra en multitud de editoriales. Pero sería The Bodley Head quien, confiando en esa primeriza escritora, la publicase. La novela de misterio tuvo una buena acogida, y pronto se vendían miles de ejemplares. Su héroe, Hércules Poirot, un expolicía belga que se divertía resolviendo crímenes, ya era un querido y popular personaje entre los lectores.
Pero ahora, la escritora parece