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Venganza Dorada: En los brazos de la Mafia., #1
Venganza Dorada: En los brazos de la Mafia., #1
Venganza Dorada: En los brazos de la Mafia., #1
Libro electrónico392 páginas6 horas

Venganza Dorada: En los brazos de la Mafia., #1

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Información de este libro electrónico

Después de perder al padre, el antiguo  Pakhan, Dmitri Milanovic toma posesión de la Bratsva, la Hermandad Rusa, sin embargo existen personas que no están de acuerdo con esa decisión.

Boris Kamanev considera que estar al frente de la mafia debería ser por méritos y no por herencia, pasando el poder de padre para hijo y hará todo lo posible para derrotar a Dmitri y ocupar su lugar.

Kyara Smirnov perdió a sus padres cuando era niña y fue criada por la familia Kamanev. Su sueño es llegar a los veinte y un años e irse de la Bratsva, la cual no consideraba su mundo.

Para uno, veía a la mafia como una extensión de sí mismo, para el otro, era un instrumento de opresión. Ella estaba en medio de una guerra que no deseaba.

En medio de la lucha por el poder, surge el amor avasallador e inesperado que comienza a dictar las reglas.....para bien o para mal.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento16 may 2019
ISBN9781547583928
Venganza Dorada: En los brazos de la Mafia., #1

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    Venganza Dorada - Elizabeth Bezerra

    E L I Z A B E T H  B E Z E R R A

    Autora de la  Serie Nueva York y El Agente

    Copyright © 2018 Elizabeth Bezerra

    Copyright © 2018 Editora Bezz

    Título: Venganza Dorada

    Portada: Denis Lenzi

    Traducción: Leticia Prevez

    Esta es una obra de ficción, con la intención de entretener a las personas. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos descritos son producto de la imaginación de la autora. Cualquier semejanza con nombres, fechas y acontecimientos reales son mera coincidencia.

    ––––––––

    Todos los derechos reservados.

    Está prohibido el almacenamiento y/o la reproducción de cualquier parte de esta obra, a través de cualquier medio-tangibles o intangibles- sin el consentimiento escrito de las autoras.

    La violación de los derechos autorales es crimen establecido en la ley No 9610/98 e sancionado por el artículo 184 del Código Penal.

    Índice

    Términos de responsabilidad

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Capítulo 31

    Capítulo 32

    Capítulo 33

    Capítulo 34

    Nota de la autora

    Sinopsis

    Nota

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Nota

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Términos de responsabilidad

    Esta es una obra de ficción con la intención de entretener al lector. Las conversaciones, acciones y pensamientos de algunos personajes no corresponden con los de la autora. El libro contiene descripciones eróticas explícitas, escenas de violencia física, verbal y lenguaje indebido. Recomendado para mayores de 18 años.

    Como la historia ocurre en Rusia, el significado de las palabras en ese idioma se encuentra en un glosario al inicio del libro.

    Sobre trademark™ la autora reconoce a los legítimos dueños de la empresa y de las marcas citadas en este libro de ficción, agradeciendo el privilegio de citarlas por la importancia, relevancia y credibilidad en el mercado.

    Glosario

    Otets: Padre

    Mat': Madre.

    Beret: Boina.

    Blagadaryú: Agradezco

    Daragáya: Querida.

    Mílaya: Querida (sentido romántico).

    Bratstvo prezhde vsevo: La hermandad encima de todo (Juramento y lema de la hermandad)

    Kheruvim: querubim

    Suka: Puta (suki: putas o prostitutas)

    Zavtraka: Desayuno.

    Net: No

    Da: Si

    Sinok: Hijo

    Doch: Hija.

    Bolotnik: Una bestia inmunda que habita en los pantanos, disfrazada de montaña, devorando sus víctimas.

    Svolach: Idiota.

    Vot eto pizdets: ¡Esto es una mierda!

    Pizdets: ¡Mierda!

    Idi na hui!: ¡Vete pa´ la pinga!

    Mudak: Hombre que se comporta de forma imprudente.

    Gandon: Palabra usada para hacer referencia a una persona desagradable, pero vulgar y puede ser usado como nombre de calle para preservativos.

    Zhizn 'ebet minha: La vida me está jodiendo.

    Ye-bat: ¡Carajo!

    Suka: Puta o una forma cariñosa de decirles a las mujeres que se acuestan con los tipos. La palabra es más usada entre las mujeres.

    Gavno: ¡Mierda!

    Pakhan: Jefe/Papa

    Avtoriyet: Segundo en el comando.

    Sovietinik: Consejero

    Derzhatel: Ayudante

    Obshchak: Grupo de seguridad

    Obschaka kniga: Secretario de la librería.

    Bolchevik: Guerreros/soldados

    Shestyorka: iniciantes/asociados

    Pidoras: gay

    Kochki: Gatica

    Sirniki: Tipo de postre, donde la masa puede ser frita o asada rellena con requesón.

    Chak-chak: Está elaborado con harina de trigo y huevos en forma de bolas o palitos. Los chack-chack son colocados en un plato y rociados con un sirope caliente hecho a base de miel.

    Bili: Un tipo de masa de crepé.

    La Hermandad encima de todo

    .

    Capítulo 1

    Dmitri Milanovic

    Moscú. Rusia

    Negro. Blanco. Gris.

    Era final de invierno y no porque estábamos saliendo de una estación fría que esos colores daban el tono a mi día de hoy. Veía el negro en los trajes caros de los hombres que seguían la procesión, en los vestidos de las mujeres, en los carros elegantes que iban parando en fila en el cementerio, en un ataúd cerrado que estaba siendo conducido a mi lado. Veía el blanco, en las camisas almidonadas, en los pañuelos recogiendo las lágrimas que las damas derramaban por el rostro, en las flores de las sepulturas por donde pasábamos. El gris estaba en el cielo cada vez más oscuro y nublado, en las hojas secas y muertas formando una alfombra sobre la tierra. El gris estaba en ese sentimiento dentro de mí, en la despedida. En un adiós al Pakhan que por cincuenta años, mantuvo nuestra Bratsva fuerte, segura, protegida y próspera y que ahora, era a mí, por ser su hijo, que me correspondía continuar el legado.

    — Estamos aquí esta tarde para... — el ceremonista inició los homenajes finales, pero mis pensamientos estaban muy lejos de sus palabras.

    Dos noches atrás, visité el cuarto de mi padre, que sintió una indisposición que lo obligó a irse a la cama después de cenar. En la presencia de su sovietnik, de un lado de la cama y del médico de la familia en la cabecera, tuve la impactante noticia que se encontraba muy débil y no iría a resistir hasta el amanecer. Entonces, me arrodillé al otro lado de la cama y con sus manos delgadas y envejecidas agarradas a las mías, recibí el anillo e hice el juramento como el nuevo Pakhan.

    Bratstvo prezhde vsevo. La Hermandad encima de todo.

    Ese era nuestro lema. Esa era mi vida. Mi destino.

    A diferencia de una persona común, estar de luto no era mi opción. No era más el príncipe heredero durante el entrenamiento siendo preparado hasta el agotamiento. Ahora yo era el emperador.

    Escuché al hombre finalizar y como todas las personas que me rodeaban, repetí las últimas palabras: — Que así sea.

    Poco a poco las personas fueron saliendo, los suspiros disminuyendo y los murmullos cesaron. El silencio y los soldados encargados de mi seguridad a mi espalda, fueron mi única compañía frente al mausoleo que ahora acogía a mis padres.

    Finalmente juntos, decía la lápida que mi padre mandó a hacer, en el momento que los equipamientos y aparatos que mantuvieron a mi madre viva por meses fueron desconectados, después de ella haber sufrido un accidente de carro cuando yo tenía veinte y ocho años. Ella estuvo guardada todo ese tiempo esperando el momento en que ellos estarían juntos en la eternidad.

    Mikhail Milanovic fue un Pakhan de mano firme, inteligente y admirable, un marido integral y un buen padre de familia. Fue un hombre honrado tanto en la Hermandad, como en su casa. Era mi deber seguir sus pasos. Para confirmar la profundidad de esos últimos pensamientos, un rayo apareció en el cielo, iluminándolo y unas gotas de lluvias reforzaron la humedad de mi rostro.

    — ¿Pakhan? — un paragua fue abierto sobre mi cabeza y Vladic se puso a mi lado.

    Vladic Guriev. Crecimos y  fuimos entrenados juntos construyendo un fuerte lazo de confianza, respeto y amistad. Ahora él es mi avtoriyet, lo que garantizaría que mis órdenes fueran cumplidas y ejecutadas. Él también tendría el poder de dirigir todo, siempre que hubiese la necesidad de ausentarme. Yo era ahora su Pakhan. El jefe de todo.

    — No es seguro estar aquí por mucho tiempo — alertó en tono firme pero respetuoso.

    Había un esquema rígido de seguridad para mantenerme protegido y los hombres estaban dispuestos a entregar sus vidas para defender la mía. Estar en un local abierto me transformaba en un blanco fácil para que alguien me disparara y acertara de lleno en el centro de mi cabeza. Como el nuevo Pakhan podía ser lo mismo muy amado como muy odiado.

    — Podemos irnos ya, Vladic.

    Una limosina negra me esperaba en la calle cuando salimos del cementerio. No era el carro que me gustaba usar, normalmente usaría el Lada Kalina, pero correr por ahí con un carro deportivo no era algo que podría continuar haciendo cuando quisiese. Además, era preciso que me comportase como exigía la ocasión.

    — ¿Cómo andan los preparativos para mañana en la noche? — pregunté a Vladic una vez que entramos en el carro.

    — Nikolai me aseguró que todo estaba según lo planeado — dijo él buscando algo dentro del bar.

    Nikolai Savin fue por años el sovietinik, el consejero de mi padre y sería yo quien ahora contaría con sus servicios y su lealtad. Tenía mucha experiencia y sus consejos serían tratados con respeto y bienvenidos de acuerdo con cada caso. Sin embargo, al colocar el anillo en mi dedo, con nuestro símbolo estampado de cuatro puntas sobreexpuesta, bicolor en blanco y negro, le dejé bien claro, que yo tenía mis propias ideas de como gobernar.

    — Todos los Kapitany fueron convocados para la ceremonia de juramento — me entregó un vaso de vodka, sirviéndose otro enseguida — Nikolai salió más temprano para coordinar los últimos detalles.

    Toda la Hermandad sabía que por derecho yo asumiría el papel de Pakhan, pero solamente estaría confirmado cuando cada Kapitan de la Primera y Segunda Élites hiciesen el juramento al día siguiente. Por hoy, lamentarían y darían el debido respeto a la muerte de mi padre.

    — ¿Qué fue lo que el jefe obshchak averiguó hasta ahora?

    — Iván garantiza que todo continua bajo control — respondió — Todos saben que pasó años preparándose. El puesto es suyo por derecho y merecimiento.

    Lo que él decía tenía sentido, pero todo estaba muy tranquilo. Cuando la corona es heredada, siempre hay algunos insatisfechos y con filosofías propias. El deber de mi obschaka es observar la acción de los Kapitany de las Primera y Segunda Élites, garantizar su lealtad y que nadie se convierta en una persona más poderosa que yo.

    — Dígales para que continúen observando.

    — Como quiera, Dmitri — él reabasteció mi dosis de vodka, sirviéndose de nuevo.

    En público, sobre las miradas atentas de todos, yo seré su Pakhan, pero en los momentos como éste, que podíamos ser nosotros mismos, éramos solo Dmitri y Vladic, los muchachos que crecieron juntos y se convirtieron en hombres con grandes responsabilidades sobre sus hombros.

    Bratstvo — dijo Vladic levantando el vaso

    Prezhde vsevo — Levanté el mío.

    Hoy todo fue blanco, gris y negro. Pero se que en breve el color que más veré, el color que más apreciaríamos, sería el rojo.

    Sangre.

    Capítulo 2

    Kyara Smirnov

    Hacía más de cuatro horas que Sonya había escapado por la ventana de mi cuarto para ir a su encuentro furtivo y romántico. Ella había jurado que no le llevaría más de dos horas ir y regresar. Yo debería saber que cuando se trataba de Pavlov, no lograba mantener su palabra por mucho tiempo. Sonya siempre me traía problemas desde que éramos niñas. Yo era más que ingenua, pero creía en ella. Era muy bruta.

    Después de pasar los últimos veinte minutos andando en círculo por el cuarto, decidí buscar algo en el bar que había en el escritorio con la esperanza de que pudiera calmarme. Si nosotras dos fuéramos a llevar una paliza del otets Fjodor Kamanaev, cuando regresase con Boris del entierro de Pakhan Milanovic, que por lo menos, mi cuerpo estuviese anestesiado.

    Anduve por el pasillo vacío y caminé rápidamente hasta la escalera, Bajé cautelosamente, no quería encontrarme con ningún sirviente circulando por allí y tampoco tropezarme con Boris, en caso que regresase.

    Crecí con Sonya y Boris y fui criada por sus padres Fjodor y Olenka Kamanev cuando ella estaba viva, ya que mis padres fueron ejecutados equivocadamente al salir de una visita de su casa. La casa de los Kamanev fue atacada cuando tenía ocho años y fui la única sobreviviente porque mi querido padre me protegió con su cuerpo dentro del carro. Ellos no merecían morir así. Nunca tuvieron que ver nada con la mafia. Mi madre era pediatra y mi padre ingeniero. La única cosa que los ligaba a la familia Kamanev era una vieja amistad.

    En los años siguientes, crecí observando como giraba ese mundo de la mafia y aprendí algo muy importante: Usted no puede estar de los dos lados, estaba dentro o fuera de la Bratstva. Cualquier indecisión podría costarle la vida. Por eso, decidí que después de cumplir mis veinte un años y recibir el dinero que mis padres habían dejado para mí, me iría de Moscú. Iría para Inglaterra o quien sabe para Francia. Tendría una casa pequeña pero confortable, tal vez fuera profesora y lo más importante, sería la dueña de mi propia vida.

    Ya había hablado con el otets Kamanev hacía unas semanas y aunque me había criado como una hija, sabía que a mis padres les hubiese gustado que yo tuviese el derecho de tomar mi propia decisión. Por la memoria de ellos o por los sentimientos que siempre los unían, él había prometido pensar en mi solicitud de querer irme, cuando la verdad esperaba verme casada en breve con algún Kapitan de la Primera Élite. Los Kamanev eran de la Segunda Élite y solamente a través de un casamiento, conseguirían cambiar su jerarquía. Eso acontecía mucho en ese medio. El matrimonio era tratado como un negocio. Eso era lo que menos yo quería, un casamiento con algún miembro de la Bratstva, para eso estaban Sonya y Boris. Ni siquiera llevaba el nombre de los Kamanev.

    Estaba tan perdida en esos pensamientos que solamente me di cuenta que la puerta del escritorio estaba semiabierta y habían personas adentro, cuando oí el primer grito al aproximarme.

    — ¡Yo todavía soy el Kapitan! — el otets Kamanev gritó. Me aproximé un poco más al marco de la puerta y vi sus manos golpear la mesa. Él estaba de espaldas para mí, pero el tremor en sus hombros evidenciaba que estaba nervioso. — ¡Hará lo que yo le ordene, Boris!

    Miré para Boris que estaba de frente a su padre, cuando se alejó, yendo para la ventana. La mirada fría, llena de odio y rencor que le dirigió, me heló la sangre.

    — Usted es débil. Todos los Kamanev son débiles — dijo rechinando los dientes— Por eso nunca dejaremos de ser de la Segunda Élite y nunca llegaremos a Pakhan si continuamos como sirvientes.

    — Existe una jerarquía, sinock, porque toda organización precisa de sus leyes y reglas — dijo Fjodor en un tono más blando — Dmitri es el heredero y así como le juré lealtad a su padre hace cincuenta años, harás lo mismo mañana en la noche con él. ¿Entendido?

    Da, otets — él aceptó, pero sus ojos todavía estaban ardiendo de la rabia — Como quiera, al final, usted todavía es el Kapitan Kamanev.

    Sentí un mal presentimiento envolver mi corazón al oír aquellas últimas palabras. Fue ese sentimiento que hizo apartarme de la puerta, corriendo en dirección a mi cuarto. Abrí la puerta confundida y me recosté en ella.

    — ¿Qué fue lo que pasó?  Usted parece haber visto un Bolotnik— Sonya apareció encima de la cama, donde estaba quitándose sus botas negras — ¿Mi otets descubrió que hui?

    — No, pero fue por poco — refunfuñé saliendo detrás de la puerta — Dos horas, Sonya. Dijistes que solamente te demorarías dos horas.

    Ella sonrió y recogió sus ropas escondidas debajo de la cama. Había salido por la ventana vestida de negro, usando un beret para esconder el pelo. Nosotras teníamos la misma estatura y casi el mismo porte físico, aunque yo tenía unas curvas más pronunciadas y era solamente por el pelo que nos podían identificar. Mientras que Sonya tenía los cabellos plateados a la altura de los hombros, los míos eran largos y dorados. Sus ojos también eran de un tono azul más oscuro.

    — Gregori no dejaba que me fuera.

    — Y tú no querías que te dejase.

    — Un día te vas a enamorar — se quejó — y entenderás como es sentirse así.

    Conocía la fuerza del amor, porque lo vi en mis padres. Por creer en algo tan grandioso como el amor, era que siempre ayudaba a Sonya, pero ella se enamoraba y se desilusionaba más rápido de lo que se cambiaba de ropa. La verdad, lo veía más como una forma de rebeldía porque sabía que llegaría el momento en que su padre sellaría su destino y sentía pena por ella.

    Si Gregori Pavlov fuese el gran amor de su vida, como juraba en las últimas semanas, jamás tendría el permiso para pedir su mano en matrimonio. Él no pasaba de un boyevik, un soldado recibiendo órdenes de su padre, el Kapitan Kamanev.

    — Si amas a Pavlov, sabrás que pronto vas a tener que elegir— la alerté porque estaba preocupada con lo que pudiese ocurrir si ese romance prohibido fuese descubierto.

    — Mi papá ya no es el mismo, Kya — respondió ella con total seguridad en sus palabras — Está viejo y con el corazón más fácil de manejar.

    — ¿Pero y Boris? Él nunca permitiría eso, Sonya.

    El hermano de Sonya era ambicioso, violento y cruel. Boris sería capaz de cualquier cosa para conseguir sus objetivos y lo noté desde siempre. Aunque hacía dos años que me trataba con mucha más amabilidad que cuando éramos niños, prefería estar lo más lejos posible de él. Había algo en la mirada de Boris y sobre todo, como me miraba, que no me gustaba.

    — Yo puedo negociar con él. Si lo ayudo a obtener algo, me puede dar lo que quiero a cambio.

    Amé a Olenka como una mat’. Fui quien la cuidé durante su enfermedad que nos separó el año pasado. Fjodor, a su manera, fue un buen otets para mí. Sentía también un cariño especial por Sonya, pero no podía cerrar los ojos. Los Kamanev tenían una forma extremadamente egoísta de conseguir lo que querían.

    Sentí otra vez ese mal presentimiento. Regatear con Boris era lo mismo que invitar a un bolotnik para un té en el jardín.

    — No juegues con tu hermano, Sonya. Escuché a Boris discutiendo con su padre hace poco — le dije a ella — No concordaban con el juramento de mañana en la noche.

    — Boris cree desacertado que Dmitri Milanovic sea el nuevo Pakhan — dijo ella, dejándome sorprendida.

    Sonya nunca fue muy allegada a su hermano, pues él siempre ejerció el derecho de controlarla. ¿Por qué ahora estaba intercambiando confidencias conmigo? Si Boris decía que estaba contra el Pakhan Milanovic, eso era una agresión gravísima y castigada con la muerte.

    Yo nunca me crucé con el heredero Milanovic y ni sabía como era, pero vi a su padre algunas veces. Un hombre bonito, de mirada fría, pero se corría el murmullo que era justo con quien era leal a la Hermandad. Dmitri Milanovic sería la tercera generación de Pakhan y todo indicaba que los Kapitany estaban satisfecho con que continuase así.

    — Mi hermano dijo que ser Pakhan debería ser por méritos y no hereditario— continuó Sonya al deshacer una trenza de sus cabellos.

    — Por lo que sé, Milanovic pasó años preparándose para eso.

    — Pero no es lo que piensa Boris— dijo ella, viniendo para mí con una mirada de preocupación — Nunca le cuentes eso a nadie. ¿Entendistes, Kya?

    ¿A quién se lo podría contar? No tenía muchas amigas fuera de la casa. Román, el hijo del jardinero, el único muchacho que un día le demostré interés, Boris lo mandó a matar, haciendo parecer un accidente. El joven había confesado su interés y besado mis labios durante mi cumpleaños de los diecisiete años. Después de ese día, evitaba a todos los hombres, temiendo que cualquier otro pudiese correr la misma suerte. Viviendo en la misma casa, todo era posible, porque Boris estaba loco.

    Ese era uno de mis principales motivos para desear que Fjodor me libertase al completar mis veinte y un años. Él no estaría entre nosotros para siempre. Era eso, o casarme con algún Kapitan que escogiese.

    — ¿A quién se lo voy a decir, Sonya? — caminé temblando hasta la cama — Eso solo puede terminar en un baño de sangre. Si amas a Gregori, creo que debes huir. Te puedo ayudar.

    — ¿Entonces viviremos escondiéndonos o siendo perseguidos? — Ella rio amargamente, insistiendo en el asunto — No, Kyara. Si hay algo que aprendí con mi padre fue a negociar. Ayudo a Boris en lo que él quiere y en cambio, obtendré el permiso para quedarme con Gregori.

    — ¿Cómo estás planeando hacer eso? — pregunté cada vez más alarmada. Lo que Boris tenía de una crueldad implacable, Sonya lo tenía de imprudencia — ¿Seducir a Milanovic y matarlo cuando estuviese durmiendo? ¿Así era como Boris iba a ocupar el lugar de él?

    — No había pensado en eso — Sonya mostró una sonrisa que me dejó consternada — Hasta podría ser una buena idea, aunque me hubiese imaginado otra cosa.

    — Tomar el puesto por traición no es mejor, ni más digno que por herencia — intenté alertarla — Mucho menos honorable. Todos saben como los Milanovic son con respecto a eso. Si Dmitri fuera igual al padre, aunque sea un cincuenta por ciento, será el fin de la familia Kamanev y de cualquier otra que quiera aliarse a esa estúpida idea.

    Ella enrolló sus ropas y sacudió sus cabellos cayéndole sobre sus hombros.

    — Eso no me importa — dijo ella yendo en dirección a la puerta — Pakhan por derecho o por la fuerza, no es una decisión que nos compete. Lo que me interesa es lo que yo podría conquistar con esa guerrilla idiota. No tenemos derecho a nada, Kyara. Somos simplemente princesas presas en lindos castillos como éste y lucho con las armas que me fueron dadas.

    Ella tenía razón sobre como las mujeres eran tratadas dentro de la Hermandad, o mejor dicho, cómo las mujeres dentro de su familia eran tratadas. Éramos muy bien cuidadas y teníamos casi todo lo que deseábamos, menos libertad y el derecho de elegir o escoger. Éramos como joyas pulidas, siendo sacadas y colocadas de nuevo en su caja después de ser usadas.

    Bonitas. Frías. Caras.

    Yo no quería ser así. Yo no era así. Mi cuerpo, corazón y alma serian ofrecidos al hombre que fuese a amar y escoger para quedarme a su lado. Precisaba tener una nueva conversación con Fjodor Kamanev y tener garantía de la promesa sobre mi partida, antes de que fuera demasiado tarde.

    Capítulo 3

    Dmitri Milanovic

    El salón estaba preparado y yo veía, desde mi ventana, que comenzaban a llegar las personas. Diecisiete Kapitany de la Primera Élite y doce de la Segunda. En breve todos se arrodillarían delante de mí, besarían mi anillo y harían el juramento de fidelidad eterna. Nuestras leyes fueron fundadas dentro del Vory v Zokone, ladrones dentro de la ley. Romper ese juramento se pagaba con la vida. Ese era el Código de Conducta más importante entre los ladrones.

    — ¿Pakhan? — Nikolai apareció en mi cuarto — Estamos todos listos esperando por usted.

    Me alejé de la ventana de vidrios a prueba de bala donde pasé hasta el último minuto observando el movimiento del patio y me quedé mirando al hombre parado en la puerta de mi cuarto. Sus cabellos estaban completamente grises y su rostro arrugado denunciaba su experiencia y sus vivencias. Unos ojos claros que parecían ser bondadosos, pero cuando era preciso, sabían ser insensibles. El saco oscuro cubría buena parte de los tatuajes que tenía debajo del cuello. Los Bratstva eran conocidos por su fuerza, ferocidad, juramento implacable y muchos tatuajes por el cuerpo, siendo el principal, el símbolo con nuestro lema alrededor. Al convertirse en Vor, usted conquistaba el derecho de tener la suya.

    — Vamos — le dije y rápidamente me siguió.

    Bajé las escaleras y atravesé los pasillos, entrando en mi oficina por una puerta privada. Vladic ya estaba allí esperándome. Aunque tenía plena confianza en su lealtad y compromiso con la Hermandad, como hombres de mi más entera confianza, Nikolai y Vladic serían los primeros en hacer el juramento. Ocupé mi silla y esperé que ellos se arrodillaran delante de mí.

    — El corazón de la Bratstva es el Pakhan. Mi cuerpo será siempre su escudo— dijo Vladic profiriendo sus evocaciones de honra — Juro lealtad a Dmitri Milanovic y mi vida le pertenece. Bratstvo prezhde vsevo.

    Él llevó mi anillo a sus labios, finalizando el juramento.

    — Lo honro como Avtoriyet — le dije.

    Nikolai continuó realizando el mismo juramento y lo nombré oficialmente Sovietinik. Él se colocó a mi lado cuando Vladic caminó para la puerta, abriéndola para que los Kapitany y sus subordinados entrasen y honrasen la Hermandad, haciendo sus juramentos. Primero los diecisiete Kapitany de la Primera Élite debido a su jerarquía, después los doce de la Segunda Élite, totalizando veinte nueve Kapitany sobre mi comando.

    Pakhan Milanovic — dijo el hombre más viejo, de unos setenta años, que tenía a su lado derecho un joven de unos veinticinco.

    Sacha Ribakov, no tenía herederos hombres y su brazo derecho era su sobrino Alek Ribakov. El muchacho cumplía bien su papel y finalizando los juramentos, los dos salieron silenciosamente después de mi señal que indicaba que podían retirarse. Los Ribakov administraban las entradas y salidas de las armas negociadas con los ucranianos, así como las falsificaciones de licencias para comprarlas en las oficinas clandestinas.

    — Los Avdeev — susurró Nikolai a mi lado, segundos antes que las puertas se abrieran.

    Los Avdeev cuidaban del ganado, y cuando hablaba del ganado, me refería a las personas. Las distribuía por nuestras fábricas. Las mujeres jóvenes y bonitas las mandaba para entrenamientos en los casinos y casas de diversión y las otras, con menos habilidades, las destinaba como sirvientas.

    Después que el Kapitan Avdeev y su hijo salieron, entraron los Lúkin, encargados de los sobornos, los Kireev, del lavado de dinero, los Baranov de los fraudes y confiscaciones indebidas y los doces Kapitany de la Primera Élite que faltaban, donde todos ellos lideraban alguna actividad dentro de la Bratstva.

    El Kapitan de la Segunda Élite, Fjodor Kamanev y su hijo Boris, fueron los últimos en entrar.

    Pakhan — el viejo hizo una reverencia respetuosa, pero el hijo, por algunos segundos, los suficientes para que yo lo percibiera, parecía resistirse a inclinarse.

    Estudié a Boris atentamente mientras su padre hacia el juramento que no parecía dejarlo muy satisfecho. Hasta cierto punto conseguía entenderlo, pues los jóvenes son más idealistas. Yo también lo fui cuando aún estaba entrenando, al exponer y discutir acaloradamente con mi padre alguna idea nueva, siempre que quería que las pusiese en práctica y que podría beneficiarnos. Pero yo también sabía oír y esperar el momento oportuno para cada cosa. Ser cauteloso no era sinónimo de debilidad. Mikhail Milanovic enseñó mucho a su hijo, el nuevo Pakhan.

    ¡Bratstvo prezhde vsevo! — dijo el viejo, mirando fijamente para su hijo — ¿Boris?

    Pakhan — dijo el joven que se inclinó frente a mi — Bratstvo prezhde vsevo.  

    Ellos se retiraron y Vladic cerró las puertas. Fue en ese momento que me permití respirar normalmente. Aflojé el nudo de la corbata, abrí los botones del puño de la camisa y arranqué el elástico que mantenía mi pelo recogido.

    — ¿Qué le pareció? — preguntó Nikolai, mientras Vladic buscaba una botella en el bar.

    Yo conocía a todos los Kapitany de la Primera y Segunda Élites personalmente y la mayoría eran hombres de confianza. Los estudié cuidadosamente

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