El sueño, la conciencia y la vigilia
Por Michel Jouvet
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El sueño, la conciencia y la vigilia - Michel Jouvet
BREVIARIOS
del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
601
Traducción de
MARIO A. ZAMUDIO VEGA
Revisión técnica de
HÉCTOR PÉREZ-RINCÓN
Michel Jouvet
El sueño,
la conciencia
y la vigilia
Primera edición en francés, 2016
Primera edición en español, 2019
[Primera edición en libro electrónico, 2019]
Título original: Le sommeil, la conscience et l'éveil
© 2016, Odile Jacob
Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar
D. R. © 2019, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. 55-5227-4672
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ISBN 978-607-16-6371-9 (ePub)
ISBN 978-607-16-6280-4 (rústico)
Hecho en México - Made in Mexico
SUMARIO
Introducción
Prólogo
Primera Parte
¿QUÉ ES LA VIGILIA?
I. La vigilia, esa desconocida
II. ¿Para qué sirve dormir?
III. La regulación circadiana y farmacológica de la vigilia
IV. Nacimiento y evolución de la conciencia
Segunda Parte
LOS GRANDES DEBATES EN TORNO A LA CONCIENCIA
V. Penrose, Eccles y Edelman
VI. Crick, Koch, Sperry y Jeannerod
VII. El modelo de Edelman y Tononi
VIII. La percepción sin conciencia
IX. El conocimiento científico del ser humano tiene un límite
A manera de conclusión. ¿Y el futuro?
Bibliografía
Índice general
Sabíamos que, para dormirse, tenía uno que contar borregos, con los ojos cerrados, pero a nadie se le ha ocurrido todavía la idea de que, para estar bien despierto, hay que restar borregos…
LOS HERMANOS MARX
INTRODUCCIÓN
El objeto de este libro es hacernos comprender y casi tocar con un dedo los mecanismos de la vigilia. En efecto, si bien ahora se conoce cuáles son esos mecanismos, los estrechos lazos entre la vigilia y el sueño siguen siendo misteriosos. En la mayoría de los casos, se observa que, a la falta o la privación del sueño en los animales o en los seres humanos (cuyo récord es de 264 horas, es decir, 11 días), sigue a menudo el aumento (que se conoce como rebote
) del sueño reparador
; no obstante, una patología como la enfermedad de Morvan nos enseña que una vigilia cuasicontinua durante casi 3 000 horas (2 880, para ser precisos), es decir, cuatro meses, no viene acompañada de un rebote del sueño (porque el sistema hípnico está perturbado). Ésa es la razón por la que en este libro se hace el estudio de los numerosos relojes que regulan el ritmo circadiano vigilia-sueño.
Después se aborda el problema de las conciencias, ya sea la de la vigilia o la onírica, porque la vigilia no es únicamente lo que permite la conciencia, sino también un estado particular del sueño, el sueño paradójico, que activa la conciencia del sueño.
¿Cómo estudiar la conciencia?, se preguntan algunos fisiólogos curiosos. ¿Es posible hacerlo? ¿Es posible describir los mecanismos cerebrales de la conciencia, como lo creen Gerald M. Edelman y su grupo? ¿Tienen conciencia los animales?; ¿y los niños a qué edad la adquieren?
El libro termina con la descripción de una evolución de las investigaciones que en ocasiones nos parece delirante (como la creación de un cerebro artificial cuyo pensamiento
podría ser analizado por medio de una supercomputadora capaz de explorar ¡billones de combinaciones por segundo!).
Mediante el reconocimiento de nuestros límites, y con humildad, se llegará a la conclusión de que el cerebro no puede, y probablemente nunca podrá, conocerse a sí mismo, como lo adivinó claramente Max Planck, uno de los más grandes exploradores de los sistemas de la naturaleza: La ciencia no puede desentrañar el último misterio de la naturaleza; y esto porque, en último análisis, nosotros mismos formamos parte del misterio que tratamos de desentrañar
.
PRÓLOGO
De entre todos los métodos utilizados para describir la evolución de las ideas concernientes al cerebro y sus relaciones con la mente
, uno de los más precisos se apoya en la cronología de las representaciones gráficas del cerebro. La historia iconográfica
es particularmente interesante, porque permite descubrir las invenciones fantasmáticas y, a la vez, comprender ciertos conceptos modernos que, seguramente, serán calificados como visiones quiméricas por los historiadores del siglo XXII.
¿Podemos extraer algunas enseñanzas de nuestros antepasados del periodo Neolítico que trazaron numerosos dibujos en las paredes de las cavernas hace aproximadamente 30 000 años?
Entre las escasas representaciones humanas, la de la escena del pozo de la gruta de Lascaux, en Francia (figura 1), merece que se intente explicarla recurriendo a las neurociencias: en ella se ve a un hombre con cabeza de ave que está acostado, en erección y con los brazos extendidos, frente a un bisonte, de cuyo vientre, abierto por una lanza rota, escapan las entrañas, y un ave posada en otra lanza parece alzar el vuelo al lado de él. Se cree que el hombre representa a un soñador, y la aparición periódica (cada 90 minutos) de una erección en el transcurso del sueño coincide con la actividad onírica. Consecuentemente, se podría suponer que el ave representa la mente del hombre que abandona el cuerpo para ir a vagabundear por el pasado o por el futuro, y que ese dibujo parece representar la premonición (o el deseo) de la muerte de un bisonte. Los etnólogos han descubierto que, en los comienzos de todas las civilizaciones, ya existía el concepto del alma
o del espíritu
que abandona el cuerpo en el transcurso de los sueños; por lo tanto, habría que suponer que nuestros antepasados, los hombres de Cro-Magnon, ya habían observado que la erección es una prueba somática fiel de la actividad onírica. ¿Cómo explicar que esa prueba no haya sido redescubierta hasta más de treinta siglos más tarde, en 1965, por el neurofisiólogo Charles Fisher, en Nueva York?
FIGURA 1. Escena del pozo en la gruta de Lascaux.
PRIMERA PARTE
¿QUÉ ES LA VIGILIA?
I. LA VIGILIA, ESA DESCONOCIDA
ESTAMOS seguros de que alguien está despierto y consciente si su comportamiento (la marcha o la lectura, por ejemplo) requiere que lo esté o si puede responder correctamente a un llamado; pero, si es sordomudo o está paralizado, ¿cómo asegurarse objetivamente de su vigilia?, y nosotros mismos, subjetivamente, ¿no estamos seguros con frecuencia de que estamos despiertos cuando soñamos?
He aquí algunos ejemplos subjetivos tomados de mi oniroteca
:
Sueño núm. 4605, del 6 de mayo de 1991: en pleno día, vuelo con placer y sin ninguna dificultad sobre un bosque. Estoy tan asombrado de la facilidad con que doy vueltas que, para demostrarme que estoy por completo despierto, intento hacer un cálculo mental: 90 dividido entre 27; y encuentro la solución: 3.333. La rapidez con la que obtengo el resultado me demuestra claramente que estoy despierto… hasta que despierto de ese sueño de levitación.
Sueño núm. 6600, del 11 de marzo de 1994: discuto con un amigo que me explica que lo que más le gusta son los Lieder de Mahler. Le respondo que a mí me gusta una cantante cuyo nombre he olvidado y que busco, entonces, repasando las letras del alfabeto: A, B, C… K, y esta última letra desencadena el recuerdo de Kathleen Ferrier, lo que me despierta. De esa manera, en el sueño, pude hacer el esfuerzo de memoria auditiva que hacemos cuando estamos despiertos.
Más adelante se verá que la vigilia y el sueño comparten mecanismos comunes, a tal punto que se ha podido describir la vigilia despierta
y la vigilia onírica
o, lo que es igual, la conciencia de la vigilia
y la conciencia onírica
. Es fácil encontrar casos clínicos más objetivos, como los dos siguientes.
Cuando trabajé como interno en un servicio de enfermedades infecciosas, hace ya 60 años, tuvimos que tratar a dos campesinas que no habían sido vacunadas y padecían un tétanos gravísimo. Sufrían contracturas muy dolorosas que requirieron un tratamiento con curare y el uso de respiradores artificiales durante varios días. Debido al aspecto de esas enfermas, con los ojos semicerrados y completamente inmóviles, era absolutamente imposible saber si se encontraban en un estado comatoso, si dormían o si estaban despiertas. Con el propósito de averiguarlo, pedí a una enfermera que entreabriera suavemente los párpados de una de las enfermas, de unos 60 años, y le dije con toda claridad: Señora, pronto va a curarse y entonces podrá hablarme. Más tarde vendré a verla. Mire bien esta carta
. Durante treinta segundos le mostré el rey de corazones que tomé de un mazo de cartas y le dije: Cuando venga a verla, me reconocerá y entonces tendrá que decirme ‘rey de corazones’
. Cinco días más tarde, ya pudimos retirarle el tubo traqueal y pudo respirar sin el aparato. Fui a verla a la mañana siguiente y, en cuanto me vio, sonrió y me dijo: ¡Rey de corazones! ¡Buenos días!
Así, a posteriori, tuve la prueba de que esa enferma estaba completamente despierta y consciente.
Para terminar, el caso más extraordinario de una vigilia insospechada por los médicos durante varios días puede encontrarse en el asombroso y perturbador libro de Jean-Dominique Bauby, La escafandra y la mariposa: un sobrecogedor testimonio sobre los límites de la naturaleza humana.¹ El 8 de diciembre de 1995, ese periodista, redactor en jefe de la revista Elle, fue víctima de un accidente vascular cerebral (AVC) que lo sumió en un profundo coma, del que saldría lentamente en el Hospital Marítimo de Berck: había quedado completamente paralizado y sufría del síndrome de enclaustramiento (locked-in syndrome), por lo que los médicos creían que se encontraba en estado comatoso. Mientras le cosían el párpado izquierdo, que no podía cerrar, para protegerle el ojo, logró mover rápidamente el párpado derecho para indicarles que estaba despierto y consciente, y, de esa manera, parpadeando cuando oía a una secretaria pronunciar la letra deseada mientras repasaba lentamente un alfabeto en que las letras se ordenan en función de su frecuencia en la lengua francesa —ESARINTULOMD, algo que todo el mundo debería aprender, pues nunca se sabe; [en español, las letras son: EAOSRNIDLC]— logró dictar su libro, letra a letra, entre julio y agosto de 1996, antes de su muerte, acaecida en marzo de 1997.
Si Jean-Dominique Bauby no hubiese estado bajo el cuidado de un servicio especializado como el del hospital de Berck, es probable que se hubiese considerado que se encontraba en estado de coma y que hubiese podido escuchar algunos comentarios inadecuados del personal que lo atendía. Ésa es la razón de que haya enseñado a mis estudiantes de medicina que siempre deben considerar que un enfermo que parece encontrarse en estado comatoso puede escuchar y comprender lo que se dice en las cercanías de su cama y que, por lo tanto, deben expresar comentarios optimistas con respecto a la evolución del paciente.
¿CUÁLES SON LAS ESTRUCTURAS RESPONSABLES DE LA VIGILIA?
La localización en el interior del organismo (y no sólo en el cerebro) de los órganos responsables de la vigilia —y, secundariamente, de la conciencia
— no ha sido fácil: es una larga historia que ha durado casi veinte siglos y cuyo resumen resulta apasionante. Curiosamente, un genio, a quien debemos dedicarle un lugar aparte, había adivinado, hace más de veinte siglos, dónde se encontraba el órgano que gobernaba tanto la vigilia como la conciencia: se trata de Hipócrates de Cos (nacido en 460 antes de nuestra era, el año en que Pericles llegó al poder en Atenas). La leyenda cuenta que Hipócrates era descendiente de Heracles (o Hércules, del lado materno) y de Asclepios (o Esculapio, del lado paterno). Hipócrates dejó numerosos libros: uno de los más conocidos se intitula Sobre la enfermedad sagrada, que trata de la epilepsia y en el que demostró tanto su sentido de la observación como su espíritu crítico. Reconoció que una lesión cerebral puede ocasionar la parálisis del lado opuesto y enseñó que la epilepsia no es una enfermedad sagrada
—¡atribuirle una causa divina no es otra cosa que una muestra de la ignorancia del hombre!—, sino que tiene causas naturales.
Muy adelantado para su tiempo, Hipócrates fue el primero en enseñar que
[…] el cerebro es un órgano de capital importancia en el hombre, pues es él quien nos interpreta los fenómenos procedentes del aire, cuando está sano, puesto que el aire le proporciona la posibilidad de pensar. Los ojos, las orejas, la lengua, las manos y los pies actúan en relación acorde con el conocimiento cerebral […] Por esta razón yo afirmo que el cerebro es el intérprete de la inteligencia […] También hay algunos que dicen que pensamos con el corazón y que es él quien se aflige y se preocupa, pero la realidad no es tal.²
Reconozcamos entonces la preeminencia y la capacidad del gran Hipócrates, porque, si se remplaza la palabra aire
por oxígeno
en el párrafo citado, solamente puede uno mostrarse asombrado ante su genio extraordinario, tanto más cuanto que, más tarde, Aristóteles (384-322 a. C.) enseñaba que el corazón era el asiento de la mente, mientras que el cerebro sólo servía para enfriar la sangre. Recuérdese también que tuvieron que pasar más de mil años para que Vesalio (1514-1564) reconociese la función del corazón en la circulación y la del cerebro en nuestros actos y nuestras ideas.³
Reconozcamos a Hipócrates, en fin, el genio de haber inventado un método para medir la temperatura del cuerpo (que aumentaba en la pleuresía):
[…] el pecho está lleno de pus. En este caso sumerge una ligera venda en tierra mojada de Eritrea, finamente triturada y templada, y véndale con ella alrededor del pecho en círculos, y por donde primeramente se seque [la venda], por ahí hay que cauterizar o cortar, lo más cerca posible del diafragma, pero teniendo cuidado del diafragma mismo.⁴
Unos médicos japoneses reprodujeron (2 500 años más tarde) lo que llamaron la termografía hipocrática
(con tierra de Kioto) y obtuvieron unas imágenes que se parecían a las obtenidas por medio de la termografía infrarroja.⁵
Tratemos de ponernos en la situación de nuestros antepasados de hace 2 000 años para comprender las dificultades que encontraron cuando intentaban descubrir las relaciones, si no las funciones, de los órganos de nuestro cuerpo.
En primer lugar, por razones religiosas, la disección del cuerpo humano estaba prohibida, por lo que la anatomía del hombre se basaba en la del buey o en la del puerco.
En segundo lugar, el cerebro no se fijaba en formol, por lo que, en un cerebro demasiado suave, las circunvoluciones desaparecen; en consecuencia, era imposible distinguir la sustancia gris de la sustancia blanca; solamente los ventrículos eran distinguibles y, hasta Leonardo da Vinci (1489), fueron dibujados como relacionados con los globos oculares y las orejas (figura