Artur Homs se presenta como un modesto empresario andorrano, cuyas inquietudes le convierten en viajero, montañero, alpinista, a veces escalador, divulgador e investigador de algunos “menesteres del misterio” y muy consciente de que “aquí solo estamos de paso”, circunstancia que le motiva a dormir poco y tratar exprimir cada segundo de vida.
De su infancia, Artur recuerda que pasaba los veranos en Barcelona con su abuela Núria –a la que tiene presente cada día–, que vivía en la calle Picalquers, donde, a principios del siglo XX, Enriqueta Martí, más conocida como “la Vampira de Barcelona” (MÁS ALLÁ, 369) mantuvo uno de sus pisos francos. Esta historia debió sobrecoger al pequeño Artur cuando le fue relatada por su abuela, gran entusiasta de los programas radiofónicos de misterio, que escuchaba en aquellas noches cuando planchaba o poco antes de dormir.
Una noche de 1979, su abuela escuchaba en su vieja radio a (MÁS ALLÁ, 371), y lo hacía a todo volumen desde su pequeña alcoba contigua a la habitación donde dormía Artur, que recuerda perfectamente el miedo que llegó a experimentar con algunos