¿SOLO USAMOS EL 10% DE NUESTRO CEREBRO?
“Solo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral” es la cita que, acompañada por la imagen de Albert Einstein, es utilizada en infinidad de anuncios que publicitan libros o cursos de “superación personal”, que pretenden “enseñarnos” a utilizar el otro 90% de nuestro cerebro. Según este discurso, el pleno desarrollo del 100% del cerebro nos permitiría alcanzar capacidades parapsicológicas inimaginables como la telepatía, la precognición o incluso la psicoquinesis, esto es, la capacidad de mover objetos con la mente (MÁS ALLÁ, 385). Popularizando este mensaje debe destacarse al célebre ilusionista Uri Ge-ller, quien prefirió presentar sus trucos como la manifestación de ese 90% del cerebro que el resto de mortales no utilizamos y que serviría, entre otras cosas, para obtener logros tan importantes en nuestra vida cotidiana como doblar cucharillas de café.
Pero, ¿cuánto hay de verdad y cuánto de mito en esta afirmación tan arraigada en la cultura popular? Para obtener una respuesta será conveniente conocer cómo funciona esa masa gris que descansa sobre nuestros hombros y que se ha convertido en la máquina que nos hace pensar…
¿DESDE CUÁNDO “USAMOS” EL 10% DEL CEREBRO?
El origen del mito de que solo usamos el 10% señala como primer antecedente un texto de 1876 del neurólogo (1817-1894), en el que se sugiere que muy pocas personas desarrollan completamente el poder del cerebro humano. Un comentario de uno los padres de la psicología, (1842-1910), en “The energies of men” (1907), refiriéndose a que solo usamos “una pequeña parte de nuestros posibles recursos mentales y físicos”. En realidad, William James se refería a nuestros recursos personales, tal y como se advierte cuando se lee el párrafo íntegro en el que se inserta esta frase: “La mayoría de nosotros nos sentimos como si viviéramos habitualmente con una especie de nube que pesa sobre nosotros, por debajo de nuestro nivel más alto de claridad en el discernimiento, seguridad en el razonamiento o firmeza en la decisión. Comparados con lo que deberíamos ser, estamos solo medio despiertos. Nuestros fuegos están apagados…”. Sin embargo, la cita sería descontextualizada en beneficio de los numerosos libros de “autoayuda” (MÁS ALLÁ, 381), que surgieron como hongos en el primer tercio del siglo XX.
