El Sexo Gordo de Pepete
Por Daniel Galán
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Aunque su título parezca que dicho relato va de sexo, pues no.
Aquiles es un pueblerino del pueblo de Casangómi (Cáceres) que viaja a la capital para forjarse un futuro.
La historia ocurre en una clínica de adelgazamiento, en donde Aquiles consigue trabajo como vigilante jurado, después de haber trabajado en cine en una película de pistoleros. Mientras va a la ciudad viajando en tren, evoca la salida de su pueblo cuando enterraban al pobre Remigio, cuya ceremonia fue de lo más rápido. En Madrid, se va a buscar trabajo al INEM, y consigue trabajo de vigilante jurado. Tras esto, se va a visitar a su primo Doro, que vive en la capital. Aquiles fuma de vez en cuando los “cigarrines” de la risa, con lo que la cabeza se le desorbita bastante. Juntos los dos primos, se ven inmersos en situaciones propias de bobos. En dicha clínica, que sirve de tapadera, el encargado de dicha institución, trafica con diamantes. Pepete, un negro enorme y que es el capo principal del tráfico de diamantes, acude al lugar para que el encargado le entregue los diamantes, escondidos éstos en algunos artículos de sexo, principalmente penes de plástico. Sin saber cómo, los dos primos se ven envueltos en el tiroteo, entre los policías y los negros guardaespaldas del negro. Al final, el negro es detenido, pero el encargado de la clínica consigue escapar. La policía va tras ellos. Los primos también salen en su persecución, pero tardan en hacerlo y cuando lo hacen ya no saben a quién seguir. Los primos se vuelven al pueblo y con un dinero “extra” que han conseguido, montan un negocio de lo más dulce.
Daniel Galán
Daniel Galán nace un lunes de Diciembre de 1957 en San Sebastián (Guipúzcoa) en el seno de una humilde, pero respetable familia de clase trabajadora. A la edad de dos años es trasladado a Madrid, donde realiza sus estudios de Bachiller. Su afición al estudio y al ansia de asimilar nuevas ideas, le llevan al Conservatorio donde cursa estudios de interpretación, así como dirección artística y guionista.Trabaja como actor en los mejores teatros de Madrid y de media España. Realiza varias películas y con su peculiar voz interviene también en algunos seriales radiofónicos.Desde su juventud muestra rebeldía ante la vida por la verdad y la justicia, quedando reflejado en sus escritos.Es persona de pensamiento amplio, tolerante y con un gran sentido del humor, dispuesto siempre a vivir una existencia sencilla, mientras ésta pueda ser libre.
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El Sexo Gordo de Pepete - Daniel Galán
EL SEXO GORDO DE PEPETE
(La mayor gilipollez hecha novela)
Daniel Galán
Título: El sexo gordo de Pepete
Autor: Daniel Galán
Depósito Legal: M-008635/2005
Nº de Registro: 009020/2005
EN EL LEJANO OESTE
La calle del pueblo estaba desierta. El viento soplaba con la suficiente fuerza, como para que el polvo de la misma formase grandes remolinos. Un indio apareció a lo lejos, corriendo por ella. Se detuvo un momento para recuperar el resuello y acto seguido, emprendió nuevamente la carrera hasta detenerse ante la puerta de la oficina del sheriff. Tras unos minutos para volver a coger aire, entró en ella. El sheriff se encontraba recostado en su silla con los pies puestos sobre la mesa y el sombrero echado sobre los ojos. La entrada intempestiva del indio, hizo que éste se sobresaltase dando tal respingo, que toda su humanidad fue a dar en el suelo.
-¡Cheri Raider! ¡Cheri Raider!- gritó el indio.
-¿Qué ocurre? ¿A qué vienen esas voces?- preguntó el sheriff, mientras se incorporaba e intentaba recuperar su compostura-. ¡Ah, eres tú! ¿Qué pasa, Tres Piernas?
-¡Gente querer matarme!
-¿Y eso por qué? ¿Qué se supone que has hecho?
-Indios de reserva votarle porque usted decir que defender nuestros derechos. ¡Tener que protegerme, cheri!
-Vamos, cálmate- dijo el sheriff Ryder, tratando de quitarle hierro al asunto-. Seguro que no es para tanto. Cuéntame que te ha pasado.
Un grupo de gente, armados con rifles y palos, se dirigía con cara de pocos amigos hacia la oficina del sheriff. El cabecilla llevaba una cuerda en las manos. Se pararon en medio de la calle ante la puerta y el cabecilla; llamado Ferguson, gritó.
-¡Eh, sheriff Raider! ¡Entréganos a ese maldito y apestoso indio!
El sheriff Ryder apareció por la puerta y se plantó en el porche delante de los alborotadores. Detrás de él salió el indio.
-¡Hola, Fergusón!- saludó éste- ¿Cómo te va? Tienes buen aspecto.
-¡Gracias!- correspondió el tal Ferguson al saludo, no sin cierto rubor-.¡Tú tampoco estás nada mal! Y ahora danos a ese apestoso indio que se esconde detrás de ti, que lo vamos a colgar.
-No puedo darte a este apestoso indio para que te lo cargues así como así. ¡Es ilegal!
-¿Desde cuándo es ilegal colgar a un apestoso indio que viola a una mujer blanca?
-¿Ha violado a una mujer blanca?-preguntó con cierta extrañeza-. Eso no es lo que él me ha dicho. A lo mejor la mujer blanca le provocó y... bueno, tú ya sabes cómo son algunas mujeres blancas de este pueblo.
-¡Cuidado con lo que dices Raider!-exclamó Ferguson algo exaltado-. ¡La mujer blanca es mi mujer!
-¿Tu mujer?- volvió a preguntar sorprendido el sheriff-. ¿Quieres decir que este apestoso indio ha violado a tu mujer?
De pronto, un disparo llamó la atención de los dos hombres. Ambos miraron, incluidos los curiosos (por eso se les llama curiosos) y descubrieron a una mujer en medio de la calle, con un rifle en la mano.
-¡Quiero aclarar tres cosas!- empezó a explicar la mujer-. ¡Primero! Tres Piernas no es un apestoso indio. ¡Segundo! Él no me ha violado, le invité simplemente a entrar en mi cama. ¡Y tercero! La asociación de amas de casa de este pueblo te votó a ti Ryder, porque dijiste que defenderías nuestros derechos.
-¿Votaste a este imbécil en vez de hacerlo por mí, que soy tu marido?- dijo sorprendido el supuesto y por desgracia, cornudo esposo.
-¡Me haces tanto caso que ya se me ha olvidado que lo eres!- le respondió su mujer, segura de lo que decía. No solo porque en verdad era su marido, sino también porque acababa de dejar claro su condición de cornudo. Y este imbécil, que lo sepas, es más hombre que tú. El día que te portes en la cama como se porta él, a lo mejor la asociación de mujeres de este pueblo y yo, te damos el voto que siempre has deseado.
Ferguson, sin dudarlo cogió de la pechera al sheriff Ryder.
-¿Qué ha querido decir con eso? ¡Dime que no es verdad lo que imagino!
De nuevo una voz se dejó oír. Ferguson soltó al sheriff y ambos hombres miraron al que había hablado. Era Pluma Chunga, un jefe indio que venía acompañado por varios hombres de su tribu. Los curiosos les dejaron paso.
-No dejarse apabullar, cheri Raider. Nosotros estar con usted.
-¡Hola, Pluma Chunga!- saludó amistosamente el sheriff-. ¿Cómo es que te has puesto el penacho? ¿Celebras alguna fiesta?
-¿Tú no saber que yo ser indio... de mucha pluma?- dijo mariconilmente.
-Sí, más que un pavo real- respondió Ryder-. Pero dime, ¿vienes en son de paz o en son de guerra?
-Tú ser gilimemo. ¿No ver que todos estar pintados? Venir en son de cachondeo.
-¡Ah! Vale. Pero no me hace falta tu ayuda. Yo se defenderme solo. Para eso soy... El cheri
.
Al decir eso, dejó al descubierto una gran estrella de latón en la que con toda claridad se podía leer: El Cheri.
-Él no está solo. Nosotros estamos aquí.
Los curiosos se volvieron de nuevo al oír otra voz. Esta, provenía de un hombre joven con más bigotes que una morsa y vestido con un uniforme del séptimo de caballería. ¿O era del segundo? El caso, es que venía acompañado solamente, por un soldado muy gordo, excesivamente gordo.
-El grueso de mi tropa y yo le defenderemos.
El soldado gordo sonrió bobaliconamente mientras asentía con la cabeza.
-No es necesario- dijo el sheriff-. Ya he dicho que yo se defenderme solo.
-¿Está usted seguro?- insistió el militar-. Nosotros le votamos...
-Sí, ya se. Por los derechos y todas esas tonterías. Pero se defenderme... Yo solo.
-¿Usted... solo?- preguntó Pluma Chunga.
-Sí, yo solo.
-Bien- repuso el indio-, pues nosotros todos con leche.
El sheriff Ryder se quedó un momento pensativo y de pronto, sacando su revólver, apuntó con él a Ferguson.
-Ya has oído, Fergusón- dijo después tras la breve pausa-. Nos vamos a tomar un café y tú no estás invitado. A no ser que seas tú el que nos invite.
-No pienso invitaros a nada- respondió éste, tajante.
-Pues es un fastidio. ¡Tenías que invitar!
Dicho esto, y ante la sorpresa de Ferguson y de los allí presentes, disparó. Otra nueva voz gritó de pronto, pero esta vez, con gran enfado. Y los curiosos, ni se movieron. En realidad, nadie se movió.
-¡¡COOOOORTEEEN!!
Un hombre se aproximó al que hacía las veces de sheriff. Era el director de la película que se estaba rodando en un decorado que simulaba la calle de un pueblo del Oeste.
-¿Usted es gilipollas o se lo hace? ¿Quién le ha dicho que dispare?
-Es que el gatillu de esta pistola es mu suavi y se ma disparau con solo tocali un poquinu- respondió el que hacía de sheriff Ryder.
-Pues no lo toque. Esto se arregla muy fácil. ¡Atrezzooo! Darle una pistola sin balas y terminemos esta secuencia de una puta vez. Llevamos tres días con ella. ¡Ayudanteeee!
Un hombrecillo bastante enclenque se le acercó corriendo.
-¿Sí, señó direstó
?- preguntó con voz e pito.
-¿Quien ha sido el imbécil que ha contratado a este