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El miedo, crónica de un cáncer
El miedo, crónica de un cáncer
El miedo, crónica de un cáncer
Libro electrónico126 páginas1 hora

El miedo, crónica de un cáncer

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Información de este libro electrónico

Testimonio sobre un cáncer de mama, compuesto por textos breves que a veces alcanzan la intensidad del aforismo. María Cristina Restrepo, autora de ensayos, novelas y cuentos, narra con gran maestría, de forma secuencial y a manera de diario, el momento de la sospecha de su enfermedad, los días de incertidumbre, el diagnóstico, el tratamiento y su curación. Una lección de vida.
IdiomaEspañol
EditorialeLibros
Fecha de lanzamiento6 ene 2014
ISBN9789585738881
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    El miedo, crónica de un cáncer - María Cristina Restrepo

    El miedo, crónica de un cáncer

    María Cristina Restrepo

    Categorías: cáncer, aspectos psicológicos,

    relatos personales

    * * * * * *

    © María Cristina Restrepo López, 2010

    Primera edición: Luna Libros, Bogotá, 2010

    © 2013, de la edición electrónica:

    Luna Libros, eLibros Editorial, octubre de 2013

    www.lunalibros.com

    lunalibroscolombia@gmail.com

    Calle 74 A 22-31, of. 311

    Bogotá, Colombia

    Tel. (571)345 0122

    www.elibros.com.co

    info@elibros.com.co

    ISBN 9789585738881 (epub)

    ISBN 9789585738898 (azw)

    ISBN 9789589920640 (impreso)

    Diseño de colección: Hugo Ávila

    Fotografía de cubierta: Hugo Ávila

    Fotografía de la autora: Carlos Tobón

    Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra

    sin permiso expreso de los editores.

    Hecho en Colombia - Made in Colombia

    -----------------------------------------------

    Catalogación en la publicación -

    Biblioteca Nacional de Colombia

    Restrepo López, María Cristina, 1949-

    El miedo, crónica de un cáncer [recurso electrónico]

    / María Cristina Restrepo. – 1ª. ed. – Bogotá :

    Luna Libros : eLibros Editorial, 2013

    Recurso en línea. – (Creación)

    ISBN 9789585738881 (epub) -- 9789585738898 (azw)

    1. Cáncer - Tratamiento - Relatos personales

    2. Enfermos de cáncer - Relatos personales  

    I. Título II. Serie

    CDD: 616.994 ed. 20        CO-BoBN– a874209

    -----------------------------------------------

    A mi hija Mónica

    Salgo a caminar con Richard poco después del amanecer. Recorremos cinco kilómetros a buen paso, sintiendo el aire frío que acaricia las manos y el rostro. Repetimos a diario esta rutina. Con frecuencia me sorprende un delicioso sentimiento de bienestar físico. A pesar de mis sesenta años me siento joven, llena de fuerza vital.

    Hoy debemos ir a la ciudad para los exámenes que me dejarán tranquila durante un año, tal como ocurre siempre. Polo Sierra, mi médico, es hijo de una prima de mi padre. Todavía no sabe exactamente cuál es nuestro parentesco y más bien me relaciona con mi hija, a quien le ha atendido los partos.

    El nuevo consultorio queda en el edificio San Fernando. Lo primero que llama la atención al llegar al décimo piso es un letrero de moderno diseño que dice Mamografías e imágenes diagnósticas.

    Entramos a una sala hermética, sin una sola ventana, iluminada por luces halógenas, con hileras de asientos en el medio y contra la pared del fondo. Mi marido viene provisto de libro, crucigrama y sudoku, dispuesto a sumergirse en un universo de acertijos y misteriosas combinaciones numéricas, con una concentración envidiable.

    Al mismo lado de la puerta veo un mostrador con tres señoritas uniformadas de pantalón y chaleco beige, blusa blanca, maquilladas y compuestas. Al lado derecho del mostrador, un poco más atrás, hay otra puerta, de vidrio escarchado. La pared de la izquierda tiene tres puertas con los nombres de los médicos grabados en placas de madera.

    La señorita que me atiende está de mal humor y pregunta con un airecillo de suficiencia por qué entidad vengo, me pide el carné y me entrega una hoja impresa con letra de color azul, que debo firmar.

    Tengo la impresión de estar en una elegante gruta helada. El ambiente resulta impersonal, poco dado a la conversación. Me siento junto a Richard en una silla unida a otras, como las de la sala de espera de un aeropuerto. Pongo la cartera sobre mis rodillas y me dedico a observar. Puedo ver que el consultorio de Polo es el de la esquina.

    Ahora que las tengo cerca, estudio a las señoritas que ocupan el mostrador del lado izquierdo de la sala, una chica morena, que habla continuamente por teléfono, y otra rubia, de mirada inteligente y expresión adusta. Miro el moderno puesto de bebidas, los termos de café y agua caliente, y a un lado, sobre la pared, las cajas de madera con estantes para las revistas Hola, Gente, Jet Set. Hay un televisor de plasma encendido en Animal Planet, pero sin volumen.

    La puerta del consultorio de la izquierda se abre y aparece un médico delgado, de cuello largo, manos de pianista y pelo entrecano. La bata blanca le cuelga en amplios pliegues sobre el cuerpo de líneas alargadas, como una figura de El Greco. Lo miro con hostilidad. Siento la desconfianza que me despiertan los de su profesión. Los que ya no recetan por teléfono ni van a visitar a los pacientes a la casa, los que necesitan un sinfín de exámenes de laboratorio para diagnosticar un resfriado. Los que ostentan esa autoridad que tanto me incomoda.

    El personaje de El Greco le da instrucciones a la señorita rubia, cuyo rostro se ablanda para devolverle la sonrisa. Después se gira tan ágilmente que los faldones de la bata revolotean alrededor de sus piernas, entra al consultorio y cierra la puerta tras de sí.

    Finalmente me llaman. Lo hace Polo personalmente, desde la puerta del consultorio. Lo primero que pienso al entrar es que las cosas están dispuestas al revés. La camilla queda en el compartimento de la entrada, junto a la puerta. Si alguien llegara a abrirla en el momento

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