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¿Adónde van los días que pasan?
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¿Adónde van los días que pasan?
Libro electrónico58 páginas36 minutos

¿Adónde van los días que pasan?

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Nada más delicioso y deslumbrante, más poético y disparatado, que las cosas que dicen los niños de este libro. Podría decir que es un libro de poesía, pero no diría todo. En todo caso, el lector gozará cada frase y disfrutará de la euforia que comunican estas palabras de niños. […] Domínguez tiene oído para recoger palabras que se potencian por el solo hecho de escribirlas. Domínguez es reportero y se pesca la pertinencia del comentario de sus hijos o de sus nietos. Así, con la paciencia del reportero, él ha encontrado joyas en la red, ha recibido mensajes de gente —mamás, papás, maestros— que le cuenta las cosas que dicen los chicos. Domínguez tiene el oído alerta y así recogió los materiales de donde sale este libro, que ahora se ordenan por temas (Darío Jaramillo Agudelo)
IdiomaEspañol
EditorialeLibros
Fecha de lanzamiento22 oct 2015
ISBN9789588887166
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    Todo lo que escribe Oscar Domínguez Giraldo es excepcionalmente fabuloso...........!!!!!!!!!!!!

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¿Adónde van los días que pasan? - Óscar Domínguez Giraldo

Agudelo

Papá, mamá

Un día, David, de cinco años, les dijo a sus padres: —Y ustedes, cuando yo tenga novia, ¿dónde van a vivir?

Viajaban mi hermano, su mujer y su hijo. Paseaban por el campo. Al pasar por una finca vieron que había una vaca pariendo un ternero. Mi hermano paró y aprovechó para pedirle al niño que mirara, que la vaca estaba teniendo un hijito, que él también había nacido así. El niño se quedó pensativo, miró pero no dijo nada. Quince días después llegó mi hermano a la casa y encontró al niño reflexivo, que le dijo: —Papá, cuando yo era un ternerito y mi mamá una vaca...

Una noche, mientras todos dormían, Marta, de cinco años, se acercó a la cama de su madre y le dijo: —Mamá, mamá, he hecho pipí, pero no he tirado de la cadena para no despertarte, ¿vale?

El padre de Claudia se agachó para atarle los zapatos, y la niña, de cuatro años, al verle la coronilla sin pelo, exclamó alucinada: —¡Papá, tienes carne en la cabeza!

Una mamá, amiga mía, le dijo a su hijita: —Amor, buenas noches para ti.

Luego se volteó a ver la muñeca que tenía abrazada y agregó: —Lolita, para ti también buenas noches.

Entonces la hijita replicó: —Mami, ella no te escucha porque ¡es una muñeca de plástico!

Cuenta una madre: Cuando mi hijo estaba niño, me decía: —Mami, te quiero hasta el techo del cielo.

Cuando mi hija de cinco años me pedía cualquier cosa, me amenazaba: —Si no me la das, lloro.

Un día le dije lo mismo para ver cuál era su propia respuesta. No dudó ni un segundo: —Pues, llore.

Pregunta Cipriano, de seis años: —Mami, si no fueras mi mamá, ¿podrías ser mi novia?

María Clarita, de siete años, habla con su mamá:

—Mami, mi papá es Olaya, mi hermanito es Olaya, yo también soy Olaya y tú eres Mesa. Entonces, ¿tú no eres de esta familia?

Estábamos Juanita, su mamá —la de ella— y yo en nuestra rutina matinal, despidiendo a la mamá que iba hacia su trabajo. Yo me quedaría a la espera del bus escolar para luego hacer lo mismo. Entre risa y risa, le dije a Juanita: —¡Ah, hija, tu mami sí es una loca, qué mami tan loca la que nos tocó!

A lo cual la Juanita esta me mira muy serenamente como experto verdugo que pronto hará rodar cabezas y me dice textualmente: —Bueno papi, la culpa es toda tuya, tú fuiste quien la escogió.

El Día de la Madre, Valentina le dice a su padre:

—Papi, definitivamente eres la mejor mamá del mundo.

El tío estuvo jugando al fútbol con Henri, a quien le preguntó de quién era hincha él, y los tres años de Henri le contestaron: —De mamá.

Debbie Moons, maestra de primer grado, estaba discutiendo con su grupo la pintura de una familia. En la pintura había un niño que tenía el cabello de diferente color al resto de los miembros de la familia. Uno de los niños del grupo sugirió que el niño de la pintura era adoptado y una niña, compañera de él, le dijo:

—Yo sé todo acerca de las adopciones, porque yo soy adoptada.

—¿Qué

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