Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable: Aprende a poner límites en tu vida y a ser respetado sin ofender ni ser ofendido
Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable: Aprende a poner límites en tu vida y a ser respetado sin ofender ni ser ofendido
Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable: Aprende a poner límites en tu vida y a ser respetado sin ofender ni ser ofendido
Libro electrónico132 páginas2 horas

Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable: Aprende a poner límites en tu vida y a ser respetado sin ofender ni ser ofendido

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Te sientes enojado y frustrado cuando dices que "sí" a algo a lo que prefieres decir que "no"? ¿Has sentido que tu opinión no vale tanto como la de los demás? Entonces necesitas seguir leyendo...

 

"La diferencia entre la gente exitosa y la gente realmente exitosa es que la gente realmente exitosa dice que no a casi todo." - Warren Buffett

A veces, puede ser angustiante o simplemente incómodo decir que "no", especialmente cuando tratamos con nuestros seres queridos o en nuestro lugar de trabajo. 

 

Desafortunadamente, hacer cosas que no queremos hacer y decirle "sí" a algo que en el fondo queremos rechazar puede ser extremadamente dañino para nosotros a largo plazo.

 

El miedo a decepcionar a los demás puede ser tan intenso, que la mayoría de las personas viven sus vidas aterrorizadas por lo que otros pensarán si dicen lo que piensan o si dicen "no" a peticiones que en realidad no quieren hacer.

 

El hecho es que las personas que pueden comunicar sus pensamientos, opiniones y deseos con claridad son quienes en verdad llegan a tener éxito y alcanzan sus metas y objetivos.

 

La mayoría de la gente cree que la asertividad es algo innato; o naces siendo asertivo, o nunca podrás serlo. ¿Pero cuánta verdad hay en esto?

 

Por fortuna, incluso si actualmente te consideras la persona menos asertiva que conoces, es MUCHO lo que puedes hacer para cambiar tu vida completamente.

 

Con esta guía, descubrirás:

-La diferencia clave que distingue a las personas asertivas de las pasivas o agresivas.

-Trucos básicos de lenguaje corporal que todos pueden aplicar de inmediato para ser percibidos como más seguros de sí mismos.

-Consejos comprobados para aumentar tu sentido de confianza al interactuar con los demás.

-Errores que debes evitar y que hacen que la mayoría de la gente fracase y actúe de forma demasiado pasiva o demasiado agresiva.

-Estrategias seguras para ser más asertivo en los negocios o en el lugar de trabajo para que puedas alcanzar tus metas profesionales más rápidamente.

-Descubre cómo las mujeres pueden llegar a ser más asertivas sin ser juzgadas negativamente.

-Cómo mejorar la comunicación en una relación para que ambas partes terminen ganando.

-Y mucho más...

IdiomaEspañol
EditorialShaun Aguilar
Fecha de lanzamiento15 ene 2021
ISBN9781393406846
Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable: Aprende a poner límites en tu vida y a ser respetado sin ofender ni ser ofendido

Lee más de Shaun Aguilar

Relacionado con Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable

Libros electrónicos relacionados

Salud mental para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

2 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable - Shaun Aguilar

    1

    La mejor manera de comunicarse

    Todos los seres humanos nos comunicamos. Lo hacemos por medio de palabras, gestos, acciones, e incluso con gruñidos, ceños fruncidos o carcajadas. Pero desde luego que no todos los seres humanos se comunican de la misma manera. Como mencionamos en la introducción de este libro, la individualidad tiene mucho que ver con la forma en que nos presentamos ante el mundo, y una forma de presentarnos es, desde luego, el lenguaje.


    Pero el lenguaje por sí mismo no tiene personalidad.


    Se trata de la manera en que ordenamos las palabras y cómo modular el tono de la voz o la solidez de nuestros movimientos para formarnos una identidad al hablar o escribir.


    Cuando las personas conversan con usted, ¿se ha detenido a pensar con cuidado en la conversación que están teniendo? Más aún, ¿ha pensado cómo es que se está comportando y cuál puede ser la diferencia en cómo lo perciben los otros? Desde que no podemos ver nuestras propias expresiones sin un espejo enfrente, conocer completamente cómo es que nos comportamos en presencia de otros depende de la atención que prestemos a las reacciones de los demás.


    Aunque es cierto que hay cosas que controlamos durante las conversaciones, hay otras tantas que pasan desapercibidas. Vuelvo a preguntar: ¿ha puesto atención a la manera en que transmite sus mensajes en distintas circunstancias?


    Imaginemos que, en algún momento de la conversación con otra persona, sea quien sea y sin importar la relación entre ambos, surge un tema que definitivamente le incomoda o que incluso le irrita. No sabe si su interlocutor lo ha hecho con ganas de provocar una discusión.


    ¿Qué es lo que siente en ese momento en que le mencionan a su ex pareja o se refieren a ese fracaso laboral que tuvo repercusiones en su vida? ¿Cómo canaliza esos sentimientos hacia la comunicación? ¿Qué decide decir y cómo decide decirlo?


    Todas estas circunstancias combinadas revelarán rasgos de su personalidad a través del lenguaje verbal y corporal que utilice. Digamos que, a grandes rasgos, existen cuatro posibles formas de comunicarse, relacionadas, claro está, con la personalidad de cada persona.


    La primera de ellas es un tipo agresivo de comunicación.

    Las personas que se comunican agresivamente, como puede esperarse de una noción vinculada con la violencia, entrarán en la discusión con facilidad sin antes preguntarse por las circunstancias de la otra persona y de la conversación en sí misma. La agresividad surge de un sentimiento de amenaza a su propia individualidad, que normalmente es egoísta e impulsiva. El enojo es una emoción difícil de manejar para las personas que asumen este tipo de comunicación.


    Esta manera de actuar sí que puede ser veloz y coactiva en muchos aspectos, pero rara vez se preocupará por reunir todas las perspectivas posibles antes de tomar una decisión. Por ello, no es de extrañar que las personas con un tipo agresivo de comunicación no caigan en cuenta de un posible error en su interpretación del mensaje. Se empeñarán en defender su postura sobre la de los demás, y quizá tengan como único camino la victoria, pues la aceptación parece, según ellos, una humillación.


    Una persona que se comunica agresivamente podría haber tomado la cuestión sobre la ex pareja o la situación laboral como una afrenta directa. Lo primero que podría hacer en una comunicación agresiva sería, en lugar de preguntar sobre la naturaleza de la pregunta, acusar a la otra persona de estar buscando un conflicto. Quizá no es así, pues el interlocutor podría haber preguntado por una muy diversa serie de motivos, yendo desde una genuina preocupación hasta por simple curiosidad. Pero como el comunicador agresivo no se ha detenido a preguntar, sino que ha incluso tomado una postura en la que no se permite ser vulnerable ni escuchar a la otra persona antes de hablar, entonces será difícil descubrir los motivos de la conversación.


    Un estilo agresivo de comunicación puede nulificar un verdadero intercambio de información. Si el comunicador agresivo siempre está señalando a otras personas y tampoco se permite escuchar a los demás, ¿cómo sería posible la correcta interpretación de los mensajes?


    Claro que no con esto estamos condenando este tipo de comunicación, que puede ser útil cuando de verdad se necesite defender una postura en situaciones difíciles, en especial cuando no exista una argumentación racional de por medio. Pero sí que debemos señalar que este tipo de comunicación tiene un cierto exceso de defensa en las posturas. El señalar a otros en lugar de reflexionar acerca de lo que uno mismo está haciendo implica un riesgo al no permitirse evaluar y cambiar los actos dañinos o las actitudes erróneas. Diría que es un ‘yo’ a toda costa defendido, incluso si para ello tiene que subestimar a los demás.


    Algunas frases que suelen aparecer en una comunicación agresiva suelen tener las siguientes formas: «Fuiste tú quien me dijo que hiciera las cosas de esta manera. Es tu culpa que hayan salido mal», «No tengo razón para pedir perdón. Yo estaba en lo correcto. Fueron los otros quienes se equivocaron», «Debes hacer esto, justo como yo te lo digo. De otra manera, saldrá mal».


    También puede ser que se encuentren interrumpiendo a los otros continuamente, así como igual es detectable su falta de compromiso en ciertos acuerdos, ya que terminan por preferir sus propios términos.


    Contrario al ‘yo y sólo yo’ de la comunicación agresiva, tenemos el tipo de comunicación pasiva, que se vuelca hacia los demás con demasiado ahínco. Las personas que se comunican pasivamente, en realidad, parecen no comunicarse del todo. Sucede que, de hecho, la comunicación pasiva es una forma de inhibición, que no es precisamente lo mismo que ser introvertido.


    La comunicación pasiva tiene que ver con la incapacidad de formular y expresar ideas propias con seguridad, dificultades no implicadas necesariamente con la timidez, por ejemplo. La comunicación pasiva no tiene tanto que ver con preferir no ser el foco de atención en una reunión de amigos.


    Debemos pensarla como un impedimento, cuyas raíces a menudo son de carácter psicológico, que nubla la transmisión de mensajes que tienen que ver con deseos, necesidades y propósitos. Esta es su diferencia más clara con respecto a la comunicación agresiva: la imposibilidad o dificultad para defender y expresar el ‘yo’.


    Si somos sinceros, debo decir que yo fui una persona que se comunicaba pasivamente. Me costaba mucho trabajo defender mis ideas en una conversación, pero no porque fueran del todo polémicas o porque la gente no me dejara hablar. Sentía en mí que mis ideas no eran lo suficientemente relevantes, atractivas o inteligentes para merecer ser escuchadas. Sí, así es.


    Incluso cuando otras personas me animaban a expresar mi punto de vista, incluso en cosas muy sencillas como el sabor de un postre o mis gustos personas, sentía una extraña especie de presión, un deseo de no expresarme como hubiese querido para evitar riesgos. ¿Riesgos?


    Sí, a ser juzgado, menospreciado o que mis gustos o experiencias resulten insignificantes para los otros. Desde luego que esto tenía que ver con una gran falta de autoestima y con un desconocimiento de mí mismo.


    Al no conocernos debidamente a nosotros mismos, podríamos llegar al punto de adoptar cualquier otro punto de vista con tal de agradar o de no comprometernos con nuestra propia verdad. De nuevo, la comunicación (y lo que no comunicamos) tiene que ver con nuestra personalidad. Está bien tener ciertos aspectos de nuestra vida que consideramos privados. Lo que puede resultar en una comunicación pasiva es el temor a ser y expresarnos como realmente deseamos.


    Pero, si nos expresamos tal como deseamos y asumimos nuestra propia posición, ¿no corremos el riesgo de convertirnos en comunicadores agresivos? ¡Ah! Es aquí cuando debemos mencionar el equilibrio que nos aporta la asertividad.

    Pero no debemos confundir la asertividad con una combinación de los dos tipos de comunicación que hemos dicho. Si combinamos la comunicación agresiva con su contraparte, la comunicación pasiva, tendremos un complejo comportamiento comunicativo: el tipo pasivo-agresivo. En resumidas cuentas, se trata de una agresividad camuflada bajo un manto de timidez.


    Las personas que se desenvuelven pasivo-agresivamente parecen tener dificultades para expresar lo que en verdad sienten, aunque, en realidad, pueden estar manipulando a otras personas. La manipulación implica conocer muy bien los deseos de sí mismo, y también la manera en que se puede chantajear emocionalmente a la otra persona para que realice lo que se tiene en mente. Esto se manifiesta en expresiones ambiguas y en una ficticia sensación de cooperación, lo que a su vez comparte origen con la inhibición de la comunicación pasiva.


    La imposibilidad de defender las ideas propias hará que una persona con comunicación pasivo-agresiva decida sabotear las ideas y prácticas de otros, algo así para ‘nivelar’ la discusión. Se preocupan

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1