La Importancia de Decir No y de Quererte a ti Mismo: 2 Libros en 1 - Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable, Secretos de la Autocompasión. La Guía #1 para Mejorar tu Autoestima y Autocompasión
Por Shaun Aguilar
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¿Te sientes enojado y frustrado cuando dices que “sí” a algo a lo que prefieres decir que “no”? ¿Tiendes a poner las necesidades de los demás antes que las tuyas? ¿Te cuesta cuidarte y prestarte atención a ti mismo porque estás cuidando constantemente a otros? Entonces necesitas seguir leyendo...
"Si tu compasión no te incluye a ti mismo, está incompleta." - Jack Kornfield
A veces, puede ser angustiante o simplemente incómodo decir que “no”, especialmente cuando tratamos con nuestros seres queridos o en nuestro lugar de trabajo.
Desafortunadamente, hacer cosas que no queremos hacer y decirle “sí” a algo que en el fondo queremos rechazar puede ser extremadamente dañino para nosotros a largo plazo.
Si constantemente te encuentras con problemas para cuidarte de ti mismo, entonces es muy probable que no estés practicando la autocompasión correctamente en tu vida. La compasión es uno de los actos más importantes que puede practicar un ser humano, pero es algo que empieza contigo mismo y se extiende hacia los demás.
Ser atencioso y compasivo contigo mismo, en vez de ser crítico e injusto, es extremadamente importante para tu salud en general y tu calidad de vida. Las personas que no practican la autocompasión tienden a sufrir más estrés, ansiedad y sentimientos de frustración.
Con esta guía, descubrirás:
-Porqué las personas que solo se preocupan por los demás y no practican la autocompasión tienden a ser más infelices y a tener una peor calidad de vida.
-La diferencia clave que distingue a las personas asertivas de las pasivas o agresivas.
-Trucos básicos de lenguaje corporal que todos pueden aplicar de inmediato para ser percibidos como más seguros de sí mismos.
-Cómo entender perfectamente el concepto de la autocompasión y cómo aplicarlo en tu vida.
-Consejos comprobados para aumentar tu sentido de confianza al interactuar con los demás.
-Estrategias seguras para ser más asertivo en los negocios o en el lugar de trabajo para que puedas alcanzar tus metas profesionales más rápidamente.
-Cómo mejorar la comunicación en una relación para que ambas partes terminen ganando.
-Y mucho más...
Existe mucha investigación científica que ha demostrado que el ser asertivo y autocompasivo reduce los niveles de estrés y ansiedad. También puede tener un efecto profundo en la reducción de la depresión y otros trastornos del estado de ánimo.
Ser más asertivo también puede ayudarte a tener un mejor control de tus emociones y pensamientos.
Muchas veces, no son los demás quienes son nuestros peores enemigos. Lo somos nosotros. Imaginate todo lo que podría traer a tu vida si hacer la transición de ser tu propio enemigo a ser tu mejor amigo.
Así que si quieres asegurarte de no volver a decir que “sí” a cosas que no quieres hacer, ¡desplázate hacia arriba y haz clic en el botón “Añadir al carrito” ahora!
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La Importancia de Decir No y de Quererte a ti Mismo - Shaun Aguilar
Cómo Decir No sin Sentirte Culpable
La Importancia de Decir No y de Quererte a ti Mismo
2 Libros en 1 - Cómo Decir No Sin Sentirte Culpable, Secretos de la Autocompasión. La Guía #1 para Mejorar tu Autoestima y Autocompasión
Shaun Aguilar
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Índice
Introducción
1. La mejor manera de comunicarse
2. Un lenguaje corporal asertivo – expresarnos más allá de las palabras
3. El rumbo a ser asertivos y poner límites saludables
4. La asertividad es diferente a decir ‘sí’ todo el tiempo
5. Asertividad vs. autosabotaje
6. Compasión para mejorar – decir ‘no’ a ser demasiado duros con nosotros mismos
7. Lidiar con la ira en nuestras vidas con asertividad
8. Maneras saludables para manejar los problemas de enojo con asertividad
9. Cómo tratar asertivamente el enojo de los demás
Conclusión
Introducción
Probablemente has comprado este libro con cierto escepticismo. Normalmente se cree que decir ‘no’ tiene que ver, vamos, con ser negativo, pero no hay nada más lejano a la realidad.
Digamos que hay distintas maneras de decir esa palabra y, desde luego, distintos contextos en los que puede usarse. ‘No’ puede ser tanto un instrumento para salvarnos de situaciones riesgosas para nuestra integridad como también puede significar un rechazo, una decepción o la renuencia a aceptar algo que sucede. ‘No’, quiero decir con esto, tiene muchos significados.
Siempre se necesita de una identidad para decir ‘no’.
Sí, digo una identidad porque no basta con negar con la cabeza para dotar el ‘no’ de un significado valioso. Uno puede señalar que no quiere brócoli para almorzar, como lo hacen los niños, pero eso no tiene que ver necesariamente con la formación de una identidad. En este libro, entonces, no te enseñaremos a dejar de lado las verduras en el plato, sino a tener una identidad propia que te permita decir ‘no’ con seguridad y consciencia de tu decisión. Aquí descubrirás que poner límites desde la asertividad es una manera de formar una identidad que te permita vivir en paz y feliz contigo mismo y los que te rodean.
Hablo de identidad porque existen personas que no pueden decir que no a ciertas peticiones, pues las sienten como exigencias, o peor aún, como únicas formas de pertenecer a un grupo o para agradar a alguien. Decir ‘no’ puede ser muy difícil si lo que deseamos es complacer a todo el mundo. Puedo Incluso referirme a eso como el miedo a pronunciar esa pequeña palabra que de pronto se ha vuelto inmensa, como una gran responsabilidad que parece imposible de asumir.
Ese ‘no’ es el que explicaremos a lo largo de estas páginas.
Piénselo de esta manera: llegarán momentos en que no saber negarse a decir o realizar algo significa una contradicción. Probablemente dirá que sí cuando quiere decir que no. Sus labios dicen una cosa que su mente nunca pretendió aceptar. Lo mismo si, para complacer a una persona o grupo de personas, afirma algo que termina por negar ante otras. Lo que resultará es una serie de malentendidos que incluso podrían traer consigo problemas con los demás y con usted mismo.
Decir ‘no’ es una habilidad que cualquiera puede aprender siempre y cuando la entendamos como el resultado de una transformación más profunda. En lugar de automatizar una respuesta, aprenderás a decidir asertivamente, es decir, tomando en consideración todos los significados implicados y velando por tu bienestar y el de las demás personas.
Me permitiré contar, desde experiencias propias, la forma en que tuve que aprender a decir ‘no’ de una manera válida y asertiva. Con eso espero demostrar la capacidad de cualquiera para iniciar un cambio en su identidad, incluso si toda la vida ha creído que «su tipo de personalidad es ser introvertido o demasiado amable».
Debemos distinguir varias cosas, entre las cuales están nuestra personalidad como creemos que es y cómo es que realmente queremos ser. Negar algunas cosas respecto a nosotros y nosotras mismos en verdad puede cambiar las reglas del juego.
1
La mejor manera de comunicarse
Todos los seres humanos nos comunicamos. Lo hacemos por medio de palabras, gestos, acciones, e incluso con gruñidos, ceños fruncidos o carcajadas. Pero desde luego que no todos los seres humanos se comunican de la misma manera. Como mencionamos en la introducción de este libro, la individualidad tiene mucho que ver con la forma en que nos presentamos ante el mundo, y una forma de presentarnos es, desde luego, el lenguaje.
Pero el lenguaje por sí mismo no tiene personalidad.
Se trata de la manera en que ordenamos las palabras y cómo modular el tono de la voz o la solidez de nuestros movimientos para formarnos una identidad al hablar o escribir.
Cuando las personas conversan con usted, ¿se ha detenido a pensar con cuidado en la conversación que están teniendo? Más aún, ¿ha pensado cómo es que se está comportando y cuál puede ser la diferencia en cómo lo perciben los otros? Desde que no podemos ver nuestras propias expresiones sin un espejo enfrente, conocer completamente cómo es que nos comportamos en presencia de otros depende de la atención que prestemos a las reacciones de los demás.
Aunque es cierto que hay cosas que controlamos durante las conversaciones, hay otras tantas que pasan desapercibidas. Vuelvo a preguntar: ¿ha puesto atención a la manera en que transmite sus mensajes en distintas circunstancias?
Imaginemos que, en algún momento de la conversación con otra persona, sea quien sea y sin importar la relación entre ambos, surge un tema que definitivamente le incomoda o que incluso le irrita. No sabe si su interlocutor lo ha hecho con ganas de provocar una discusión.
¿Qué es lo que siente en ese momento en que le mencionan a su ex pareja o se refieren a ese fracaso laboral que tuvo repercusiones en su vida? ¿Cómo canaliza esos sentimientos hacia la comunicación? ¿Qué decide decir y cómo decide decirlo?
Todas estas circunstancias combinadas revelarán rasgos de su personalidad a través del lenguaje verbal y corporal que utilice. Digamos que, a grandes rasgos, existen cuatro posibles formas de comunicarse, relacionadas, claro está, con la personalidad de cada persona.
La primera de ellas es un tipo agresivo de comunicación.
Las personas que se comunican agresivamente, como puede esperarse de una noción vinculada con la violencia, entrarán en la discusión con facilidad sin antes preguntarse por las circunstancias de la otra persona y de la conversación en sí misma. La agresividad surge de un sentimiento de amenaza a su propia individualidad, que normalmente es egoísta e impulsiva. El enojo es una emoción difícil de manejar para las personas que asumen este tipo de comunicación.
Esta manera de actuar sí que puede ser veloz y coactiva en muchos aspectos, pero rara vez se preocupará por reunir todas las perspectivas posibles antes de tomar una decisión. Por ello, no es de extrañar que las personas con un tipo agresivo de comunicación no caigan en cuenta de un posible error en su interpretación del mensaje. Se empeñarán en defender su postura sobre la de los demás, y quizá tengan como único camino la victoria, pues la aceptación parece, según ellos, una humillación.
Una persona que se comunica agresivamente podría haber tomado la cuestión sobre la ex pareja o la situación laboral como una afrenta directa. Lo primero que podría hacer en una comunicación agresiva sería, en lugar de preguntar sobre la naturaleza de la pregunta, acusar a la otra persona de estar buscando un conflicto. Quizá no es así, pues el interlocutor podría haber preguntado por una muy diversa serie de motivos, yendo desde una genuina preocupación hasta por simple curiosidad. Pero como el comunicador agresivo no se ha detenido a preguntar, sino que ha incluso tomado una postura en la que no se permite ser vulnerable ni escuchar a la otra persona antes de hablar, entonces será difícil descubrir los motivos de la conversación.
Un estilo agresivo de comunicación puede nulificar un verdadero intercambio de información. Si el comunicador agresivo siempre está señalando a otras personas y tampoco se permite escuchar a los demás, ¿cómo sería posible la correcta interpretación de los mensajes?
Claro que no con esto estamos condenando este tipo de comunicación, que puede ser útil cuando de verdad se necesite defender una postura en situaciones difíciles, en especial cuando no exista una argumentación racional de por medio. Pero sí que debemos señalar que este tipo de comunicación tiene un cierto exceso de defensa en las posturas. El señalar a otros en lugar de reflexionar acerca de lo que uno mismo está haciendo implica un riesgo al no permitirse evaluar y cambiar los actos dañinos o las actitudes erróneas. Diría que es un ‘yo’ a toda costa defendido, incluso si para ello tiene que subestimar a los demás.
Algunas frases que suelen aparecer en una comunicación agresiva suelen tener las siguientes formas: «Fuiste tú quien me dijo que hiciera las cosas de esta manera. Es tu culpa que hayan salido mal», «No tengo razón para pedir perdón. Yo estaba en lo correcto. Fueron los otros quienes se equivocaron», «Debes hacer esto, justo como yo te lo digo. De otra manera, saldrá mal».
También puede ser que se encuentren interrumpiendo a los otros continuamente, así como igual es detectable su falta de compromiso en ciertos acuerdos, ya que terminan por preferir sus propios términos.
Contrario al ‘yo y sólo yo’ de la comunicación agresiva, tenemos el tipo de comunicación pasiva, que se vuelca hacia los demás con demasiado ahínco. Las personas que se comunican pasivamente, en realidad, parecen no comunicarse del todo. Sucede que, de hecho, la comunicación pasiva es una forma de inhibición, que no es precisamente lo mismo que ser introvertido.
La comunicación pasiva tiene que ver con la incapacidad de formular y expresar ideas propias con seguridad, dificultades no implicadas necesariamente con la timidez, por ejemplo. La comunicación pasiva no tiene tanto que ver con preferir no ser el foco de atención en una reunión de amigos.
Debemos pensarla como un impedimento, cuyas raíces a menudo son de carácter psicológico, que nubla la transmisión de mensajes que tienen que ver con deseos, necesidades y propósitos. Esta es su diferencia más clara con respecto a la comunicación agresiva: la imposibilidad o dificultad para defender y expresar el ‘yo’.
Si somos sinceros, debo decir que yo fui una persona que se comunicaba pasivamente. Me costaba mucho trabajo defender mis ideas en una conversación, pero no porque fueran del todo polémicas o porque la gente no me dejara hablar. Sentía en mí que mis ideas no eran lo suficientemente relevantes, atractivas o inteligentes para merecer ser escuchadas. Sí, así es.
Incluso cuando otras personas me animaban a expresar mi punto de vista, incluso en cosas muy sencillas como el sabor de un postre o mis gustos personas, sentía una extraña especie de presión, un deseo de no expresarme como hubiese querido para evitar riesgos. ¿Riesgos?
Sí, a ser juzgado, menospreciado o que mis gustos o experiencias resulten insignificantes para los otros. Desde luego que esto tenía que ver con una gran falta de autoestima y con un desconocimiento de mí mismo.
Al no conocernos debidamente a nosotros mismos, podríamos llegar al punto de adoptar cualquier otro punto de vista con tal de agradar o de no comprometernos con nuestra propia verdad. De nuevo, la comunicación (y lo que no comunicamos) tiene que ver con nuestra personalidad. Está bien tener ciertos aspectos de nuestra vida que consideramos privados. Lo que puede resultar en una comunicación pasiva es el temor a ser y expresarnos como realmente deseamos.
Pero, si nos expresamos tal como deseamos y asumimos nuestra propia posición, ¿no corremos el riesgo de convertirnos en comunicadores agresivos? ¡Ah! Es aquí cuando debemos mencionar el equilibrio que nos aporta la asertividad.
Pero no debemos confundir la asertividad con una combinación de los dos tipos de comunicación que hemos dicho. Si combinamos la comunicación agresiva con su contraparte, la comunicación pasiva, tendremos un complejo comportamiento comunicativo: el tipo pasivo-agresivo. En resumidas cuentas, se trata de una agresividad camuflada bajo un manto de timidez.
Las personas que se desenvuelven pasivo-agresivamente parecen tener dificultades para expresar lo que en verdad sienten, aunque, en realidad, pueden estar manipulando a otras personas. La manipulación implica conocer muy bien los deseos de sí mismo, y también la manera en que se puede chantajear emocionalmente a la otra persona para que realice lo que se tiene en mente. Esto se manifiesta en expresiones ambiguas y en una ficticia sensación de cooperación, lo que a su vez comparte origen con la inhibición de la comunicación pasiva.
La imposibilidad de defender las ideas propias hará que una persona con comunicación pasivo-agresiva decida sabotear las ideas y prácticas de otros, algo así para ‘nivelar’ la discusión. Se preocupan por lo que los demás tengan por decir, pero de una manera negativa. Esto sólo puede causar cierto grado de agresión moderada que no deja de significar una hostilidad. El sarcasmo puede ser un indicador de una actitud pasivo-agresiva cuando se dirige a socavar las ideas de otros con tal de defender silenciosamente una postura.
Los tres tipos de comunicación mencionados (agresivo, pasivo, y pasivo-agresivo) son marcos de referencia que no deben tomarse como una ley del comportamiento. Es verdad que nuestra personalidad está formada por una serie de factores que van desde la forma en que fuimos criados, nuestra educación en sociedad y eventos fortuitos en nuestra vida, hasta la situación en la que nos encontramos al momento de responder de una u otra manera. Ninguna de estas formas de comunicación es definitiva ni aplica para todas y cada una de las ocasiones en que transmitimos nuestros mensajes.
Sin embargo, debemos señalar que pueden ser muy dañinas para nosotros mismos y para los demás, ya que no sólo impiden compartir y verbalizar experiencias de manera saludable, sino que, de constituir un hábito, podrían trastornar las esferas más íntimas de nuestra vida. Somos lo que comunicamos y comunicamos lo que somos. ¿Deseamos existir como personas pasivas o agresivas? ¿Esa es